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Ignacio García: "Hay que evitar la sensación de que el de la cultura es un entorno de riesgo"

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El verano es de los festivales, pero no solo de los de música. Entre julio y agosto se celebran también algunas de las citas más relevantes del teatro clásico español, básicas para la producción de un pequeño sector de las artes escénicas que lleva consigo una gran responsabilidad. El festival de Mérida, el de Olmedo, el de Alcalá... y el Festival de Almagro, el mayor evento dedicado al Siglo de Oro español —aunque no únicamente—. Su director, Ignacio García, oscila en estos meses entre la incertidumbre y la actividad frenética. El patronato de este teatro público, en el que están presentes tanto el Ministerio de Cultura como la Junta de Castilla-La Mancha, la Diputación de Ciudad Real y el Ayuntamiento del municipio, han decidido hacer todos los esfuerzos para que el festival siga adelante. Y es todo un reto.  

Pregunta. ¿El Festival de Almagro va a poder celebrarse?

Respuesta. A día de hoy, tenemos ese encargo del patronato: mantener la celebración del festival reduciendo tiempos, espacios y compañías para poder adaptarnos con total garantía a la normativa sanitaria y a las circunstancias en las que estemos en ese momento. Esto conlleva primero retrasar el inicio, de manera que nos demos un margen de mayor seguridad, y luego redimensionarlo todo, porque no podemos tener acumulaciones de gente, priorizar los espacios al aire libre, renunciar a las compañías internacionales y tener así un festival más pequeño y manejable que nos dé más control. Priorizando, claro, la salud de los artistas, los trabajadores y los espectadores. La última semana de mayo tenemos una reunión con el patronato para evaluar la programación y ver qué podemos hacer.

P. Las medidas sanitarias que puedan estar vigentes para el verano son inciertas, pero parece clara la reducción de aforo, que conlleva una reducción de taquilla. ¿Es sostenible esto para el festival?

R. Todo es incierto, efectivamente, pero más que el aforo en sí, en realidad, lo que nos va a marcar más es la distancia de seguridad. Aunque nos permitan que el aforo sea del 50% en lugar del 30% en espacios al aire libre, si tienes que dejar dos metros entre espectador y espectador, en ninguno de nuestros espacios podríamos llegar al 50% de ocupación. Pero somos un festival público, y por tanto con una vocación de servicio público. Aunque la taquilla sea importante, el festival no se basa en la venta de entradas para su subsistencia, y por ello creemos que lo más importante es que las garantías sean totales. También tenemos que tener en cuenta que, aunque el aforo sea más limitado, seguramente la demanda también lo sea, porque va a haber público que no pueda ir a Almagro, ya sea porque la situación económica les haya afectado o porque tenga cierto reparo. De hecho, la celebración del festival tiene que ver con eso, con mostrarle a la gente que los festivales y las salas son espacios que cumplen todas las garantías higiénicas y todos los protocolos. Confiamos en poder abrir un camino para regresar a los teatros.

P. ¿Cree que las iniciativas públicas tienen la responsabilidad de abrir antes y tirar de la industria, aunque pierda taquilla y exija más inversión pública?

R. Sin duda. Para un empresario, a un tercio del aforo es muy difícil arriesgarse. Nosotros tenemos varias misiones que cumplir, y una de ellas es la activación del tejido teatral. Es muy importante mantener los contratos públicos que sean posibles: no vamos a poder tener todas las compañías, pero las nacionales que puedan estar, van a estar. Es una reactivación económica también del municipio y de la comarca. Y, por último, creemos también que los festivales públicos tienen que ser un aliento de esperanza y de ánimo, de que podemos salir adelante. Los clásicos nos hablan mucho, además, de solidaridad y justicia. 

P. ¿Qué va a suponer, emocionalmente, para los habitantes de Almagro y para los visitantes tener la ventana del festival?

R. Supone muchas cosas. Para las compañías, una vuelta a la vida teatral. Para los comerciantes, también. Pero lo más importante es esa sensación de ánimo y de esperanza que podemos recibir a través del teatro. Creo que los clásicos tienen una capacidad especial para crear un mensaje unificador. El festival de Almagro nace en el año 78, como una manera, en la nueva España que surge de la Transición, de reflejar unos valores, un repertorio común y una tradición. Va a ser importante el festival sobre todo para entender que esto no es un capricho, que Almagro es la consecuencia de una manera de entender la vida, de una sensibilidad. Imagínate cuando veamos La vida es sueño y hablemos de la libertad y el confinamiento en la piel de alguien que no puede elegir dónde está ni qué hacer. Hoy en día esa obra va a tener una significación distinta, y se va a relacionar de manera especial con las vivencias de la gente.

P. Una parte de la cultura que se ha visto más afectada por la crisis sanitaria, como las artes escénicas o la música en directo, sobre todo en salas, venía ya tocada de la anterior crisis. ¿Tiene miedo de cómo afecte esta concatenación a la relación del público con estos sectores?ya tocada de la anterior crisis

R. Va a haber que hacer mucha pedagogía. Va a ser un camino largo, porque la gente en verano va a llevar cuatro o cinco meses no ya sin ir al teatro, sino sin ir a ninguna actividad cultural. Y hay una parte del público que va a tener miedo. Tenemos que comprenderles, garantizar las medidas sanitarias y hacer una oferta comprendiendo que la demanda va a ser menor. Este año no va a haber ocho espectáculos en Almagro en una misma noche. Eso, que es maravilloso, y por seguridad de todos, no va a pasar. Tenemos que encontrar una manera de que el festival sobreviva, cumpliendo con su vocación pero también con las normas sanitarias. Aunque también hay que evitar transmitir la sensación de que los entornos culturales son entornos de riesgo. Yo pongo siempre el mismo ejemplo: es más difícil contagiarse en el Museo del Prado que en un supermercado, pero si la gente sabe que puede ir a los supermercados y no al Museo del Prado, va a integrar cierta sensación de peligro en los museos. Eso es lo que tenemos que ir transformando.

P. El verano es, para las artes escénicas, el momento de los festivales de clásico: el Grec, Mérida, Olmedo, Alcalá, Almagro... ¿Cómo afectará a la producción de clásico que este año nos quedemos sin parte de todo esto?

R. Evidentemente, afecta sobre todo a las compañías que hacen clásico y a todo el tejido que se mueve alrededor, de hostelería y turismo [Almagro tiene una población que no llega a los 9.000 habitantes, y en 2019 el festival reunió a 55.000 espectadores]. En Almagro, desde las tiendas que venden encaje hasta los hoteles y restaurantes viven muy condicionados por el festival. Para las compañías, no es solo lo económico, el tanto de la contratación, sino que Almagro, o Mérida o Alcalá, son un escaparate muy importante para que sus obras se puedan mover después. Esa es parte de la motivación para continuar adelante.

P. Además de al público, las medidas de seguridad afectan también a los actores. En las series de televisión, se están planteando suprimir las escenas de amor. ¿Tendrán que modificarse las producciones teatrales? ¿Qué puede suponer para un actor enfrentarse a patios de butacas semivacíos, acostumbrados a los llenos de Almagro?

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R. Imagínate el corral, que es un sitio donde está la gente tan junta y es tan especial... Va a afectar, pero va a ser muy emotivo, porque el público va a saber que está ante algo único, que ha peligrado mucho. Con los actores habrá que tener prudencia y habrá que valorar cada acción. Estamos moviendo también actuaciones de lugar para tratar de respetar esa distancia. Si hay un concierto de un coro y el escenario es más grande, por ejemplo... Pero tendremos que encontrar el equilibrio entre una seguridad garantizada y el sentido común de seguir haciendo manifestaciones artísticas.

P. Almagro no es solo un escaparate, sino también una motivación para la producción. ¿Cómo están reaccionado las compañías que preparaban obras para Almagro?

R. Nos ha pasado una cosa muy curiosa, que es con las compañías internacionales, cuando les llamamos y les contamos que la situación estaba muy complicada, casi todas las compañáis respiraron aliviadas: no sabían si iban a poder venir. Con las compañías nacionales, para algo similar. Hay otros festivales nacionales que están muy frágiles, y si tú tenías una obra que iba a cuatro festivales y ahora va a dos, y en esos dos tienes menos fechas, hay compañías para las que supone un riesgo enorme y prefieren no hacerlo. Estamos intentando hablar con todos y no tomar decisiones a priori. Nos quedan semanas y meses de trabajo intenso.

El verano es de los festivales, pero no solo de los de música. Entre julio y agosto se celebran también algunas de las citas más relevantes del teatro clásico español, básicas para la producción de un pequeño sector de las artes escénicas que lleva consigo una gran responsabilidad. El festival de Mérida, el de Olmedo, el de Alcalá... y el Festival de Almagro, el mayor evento dedicado al Siglo de Oro español —aunque no únicamente—. Su director, Ignacio García, oscila en estos meses entre la incertidumbre y la actividad frenética. El patronato de este teatro público, en el que están presentes tanto el Ministerio de Cultura como la Junta de Castilla-La Mancha, la Diputación de Ciudad Real y el Ayuntamiento del municipio, han decidido hacer todos los esfuerzos para que el festival siga adelante. Y es todo un reto.  

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