La igualdad se esfuma en los Goya

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De la paridad a la desaparición. La próxima gala de los Goya, que se celebra el próximo 4 de febrero, tendrá, pase lo que pase, un déficit de nombres femeninos. Si en la pasada edición de los premios del cine sespañol se lograba por tercera vez en la historia la tan buscada paridad en la categoría de mejor dirección —competían Paula Ortiz e Isabel Coixet con Fernando León y Cesc Gay, aunque acabó llevándoselo este último—, este año las mujeres vuelven a estar ausentes. Solo la cineasta Nely Reguera opta a la estatuilla a mejor dirección novel por María (y los demás), como hizo en la anterior edición Leticia Dolera por Requisitos para ser una persona normal. Las películas iberoamericanas y europeas nominadas también están dirigidas por hombres. Hay que irse a categorías menos frecuentadas para volver a encontrar directoras: Agurtzane Intxaurraga por la película de animación Teresa eta Galtzagorri, Valle Comba Canales por el corto del mismo género Uka, y Susana Casares por el corto La invitación.

¿Fue el tímido avance del año pasado un espejismo? "Lamentablemente, sí", responde Paula Ortiz, directora de La novia, la película más nominada en la anterior edición (aunque finalmente solo se hizo con dos cabezones de 12). "Me gustaría decirte que no. Porque la realidad es que hay muchas mujeres dirigiendo", apunta. Lo sabe de primera mano: la otra pata de su carrera es la docencia, y todos los cursos ve salir "en igualdad de condiciones educativas y de números" a una nueva tanda de cineastas. Ortiz, autora también de De tu ventana a la mía, cree que, pese al fogonazo de igualdad (relativa) del año pasado, todo sigue básicamente igual: "La realidad es que la industria sigue confiando los grandes presupuestos a proyectos capitaneados por hombres, y a proyectos profundamente masculinos".

Hay un efecto que apuntaba en eldiario.es Virginia Yagüe, guionista y presidenta de la Asociación de Mujeres Cineasas y de Medios Audiovisuales: el backlash, la respuesta reaccionaria que produce la sociedad machista cuando hay algún avance hacia la igualdad, como recogió Susan Faludi en Reacción. La guerra no declarada contra la mujer moderna, un libro publicado a principios de los noventa. Lo recoge también la escritora Laura Freixas, presidenta de la asociación Clásicas y Modernas, dedicada a promover la presencia de mujeres en la cultura: "Esto no se produce solo en el ámbito del cine, y no solo en España", dice la escritora y activista feminista, recordando la intentona de Alberto Ruiz Gallardón de limitar el derecho al aborto. A la vez que crecen las reclamaciones de igualdad por la propia impaciencia de las mujeres, cuenta, crece "una reacción patriarcal muy clara para mantener la situación de desigualdad, que para algunos significa ciertos privilegios".

A ese retroceso de suma un blindaje de décadas a ciertas posiciones dentro de la industria. Las mujeres están completamente ausentes de 7 de las 14 categorías mixtas, incluyendo dirección, guion adaptado, música original o fotografía. En dirección novel, guion original y efectos especiales solo figura una mujer. Los hombres, sin embargo, están presentes en todas ellas, y únicamente son minoría en diseño de vestuario. Ninguna de las películas europeas o iberoamericanas nominadas están dirigidas por mujeres, y ellas tampoco están presentes en la sección de película o corto documental.  

Cine de hombres

Pero no es solo cuestión de quién lo hace, sino de qué se hace. Exceptuando Julieta, de Pedro Almodóvar, las otras cuatro cintas nominadas a mejor película están protagonizadas por hombres —incluso Un monstruo viene a verme, de J. A. Bayona, en la que Sigourney Weaver tiene un papel muy relevante, gira en torno a la experiencia de su hijo—. Y tres de ellas comparten código: El hombre de las mil caras, Que Dios nos perdone y Tarde para la ira, algunas de las más nominadas, son thrillerscuyos personajes principales son, sin excepción, hombres, y en los que los personajes femeninos solo están para apoyar a sus pares. 1898. Los últimos de Filipinas (nueve candidaturas) tiene un casting masculino, como suele ocurrir en las películas bélicas. "Un 2016 plagado de cine masculino no podía generar más que el resultado obvio: que las categorías principales de los Goya estuvieran compuestas mayoritariamente por hombres", escribía recientemente Virginia Yagüe, presidenta de la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales, en eldiario.es.

En la edición de 2016, además de Nadie quiere la noche y La novia, que daban voz a un gran número de personajes femeninos y figuraban en las principales categorías, estaban nominadas también cintas como Techo y comida, un largometraje de Juan Miguel del Castillo sobre una madre soltera que hace frente a la crisis; Amama, una historia de raíces y conflicto generacional en Euskadi protagonizada por Iraia Elias; o Un otoño sin Berlín, el regreso de una joven a su hogar dirigido por Lara Izaguirre. En esta edición, La puerta abierta, de Marina Seresesky, solo ha sido nominada en las categorías de actriz protagonista y actriz de reparto, y El olivo, de Icíar Bollaín, pese a ser estar dirigida y protagonizada por una mujer, ha sido nominada en las categorías de mejor guion (lo firma Paul Laverty), música original (Pascal Gaigne), actor de reparto (Javier Gutiérrez) y una más discreta mencióncomo actriz revelación para Ánna Castillo.

"Tiene que haber un cuestionamiento sobre qué es digno de ser contando, qué es universal, y qué no lo es. Por ejemplo: no dudamos que la experiencia de la guerra nos concierna a todos, cuando es eminentemente masculina, pero la maternidad, que es eminentemente femenina, no la vemos igual. Cambiar esos marcos es muy difícil y hace falta una educación crítica que no tenemos", dice Freixas. "La industria tiene una reticencia muy fuerte hacia lo femenino en general", secunda Paula Ortiz, "La metanarrativa de la que hablaba Lyotard [el filósofo se refería a grandes esquemas culturales que organizan el conocimiento y las experiencias] sigue siendo marcada por el hombre blanco heterosexual, occidental, de clase media, judeocristiano, etc". Y también lo apoya Nely Reguera: "No hay que caer en que hay un cine para mujeres que solo interesa a mujeres. Hay una mirada femenina, como hay una mirada masculina". 

Menos presupuesto

Freixas apunta un dato que no es menor: la diferencia de presupuesto entre los proyectos dirigidos por hombres y aquellos dirigidos por mujeres. “Ya lo decía Virginia Woolf en Una habitación propia, la razón por la que hay más mujeres escritoras que pintoras es porque el papel es más barato”, lanza. A “más dinero y poder” en una profesión, menor es el número de mujeres. Algo que ha observado Paula Ortiz: “Es estadísticamente cierto que las mujeres trabajamos con presupuestos notablemente inferiores, y sucede igual en la cinematografía inglesa o francesa”. Eso limita su éxito en unos galardones que suelen favorecer a las grandes producciones, pero también su entrada a géneros tradicionalmente caros, como puede ser el cine de aventuras, acción, ciencia-ficción o el thriller

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El filme de Ortiz, de hecho, era el que contaba con menos dinero (1,5 millones de euros) entre los nominados el pasado año, por debajo incluso de A cambio de nada, debut de Daniel Guzmán (3 millones de euros). La rareza era Isabel Coixet, la directora que maneja los presupuestos más altos en la industria española gracias a su financiación internacional, que había conseguido reunir 6,3 millones de euros para Nadie quiere la noche. Paula Ortiz aprovecha para recordar que En tierra hostil, la película con la que Kathryn Bigelow se convirtió en la primera directora en ganar el Oscar, tenía un presupuesto de 15 millones de dólares frente a los 70 millones de Malditos bastardos o los 237 millones de Avatar.

Pero el problema no se queda en la industria. “Honestamente creo que las instituciones, organismos y lugares simbólicos que te tienen que acreditar, véase la crítica o la Academia, también favorecen eso”, critica Ortiz. En 2015, Clásicas y modernas lanzó una campaña llamada “No sin mujeres” en la que pedía a los hombres que durante el mes de marzo, al menos, se negaran a acudir a mesas redondas o festivales en los que no hubiera invitadas. En la pasada edición de los Oscar, varios actores negros llamaron al boicot por la falta de diversidad entre los nominados, que se comentó en redes sociales y medios con la etiqueta #OscarsSoWhite ("Unos Oscar muy blancos"). En los Goya del pasado año, la ganadora del Goya a mejor actriz, Natalia de Molina, dijo en escena: El cine también gana cuando se da más espacio a las mujeres, que somos muchas”. La industria hizo oídos sordos y no hay reivindicaciones en el horizonte.

 

De la paridad a la desaparición. La próxima gala de los Goya, que se celebra el próximo 4 de febrero, tendrá, pase lo que pase, un déficit de nombres femeninos. Si en la pasada edición de los premios del cine sespañol se lograba por tercera vez en la historia la tan buscada paridad en la categoría de mejor dirección —competían Paula Ortiz e Isabel Coixet con Fernando León y Cesc Gay, aunque acabó llevándoselo este último—, este año las mujeres vuelven a estar ausentes. Solo la cineasta Nely Reguera opta a la estatuilla a mejor dirección novel por María (y los demás), como hizo en la anterior edición Leticia Dolera por Requisitos para ser una persona normal. Las películas iberoamericanas y europeas nominadas también están dirigidas por hombres. Hay que irse a categorías menos frecuentadas para volver a encontrar directoras: Agurtzane Intxaurraga por la película de animación Teresa eta Galtzagorri, Valle Comba Canales por el corto del mismo género Uka, y Susana Casares por el corto La invitación.

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