Como una matrioska, hay una casa dentro de una casa. Más bien, una jaima dentro de un palacio, el de Cristal del Retiro. Allí ha plantado su exposición habitable el artista sevillano Federico Guzmán (1964), una pieza que permanecerá en pie y abierta hasta el 30 de agosto. El desierto se instala así en un parque, y la cultura saharaui en Madrid. Con el nombre de Tuiza, un vocablo que en el dialécto del árabe hablado en el noroeste del Magreb, el hassanía, hace referencia al acto de reunirse y de poner en común, la tienda quiere erigirse precisamente en eso, en un espacio para compartir entre todos.
En la obra, esa colaboración se materializa desde diferentes puntos de vista. Del lado metafórico, Guzmán ha sustituido el material con el que tradicionalmente se construyen las paredes de estas tiendas, unas telas acrílicas llamadas benias, por melfas, prendas típicas que las mujeres saharauis portan a diario, teñidas de vivos colores, y que en la época de la descolonización española, en 1975, les sirvieron para abrigar a sus familias en su travesía fuera de un hogar que aún esperan recuperar. Para este proyecto, esas melfas han sido diseñadas por las mujeres refugiadas en el campamento de Bojador, perdido del mundo entre las dunas del Sáhara argelino, en un taller organizado por el artista.
La transparente estructura del Palacio de Cristal revela desde la distancia el colorido que se ha instalado en su interior. Dentro de ese dentro los colores aún refulgen más, brillantes por el sol que se cuela por sus muros translúcidos. Los estampados geométricos verdes, rojos, naranjas, amarillos o azules rodean un espacio de asientos cerrados en círculo entre alfombras y cojines, dispuestos para acoger al visitante en un alarde de la misma hospitalidad de la que hace gala la cultura de este pueblo varado en mitad de la nada desde hace cuatro décadas, y al que Guzmán conoce desde hace siete a través de su vinculación con organizaciones culturales como ARTifariti, el Festival de Arte y Derechos Humanos del Sáhara Occidental o ESA, la Escuela Saharaui de Artes.
Si la hospitalidad es una de las cualidades que definen la cultura saharaui, otra es la oralidad desde la que se transmiten sus conocimientos y usos. Por eso, se han programado actividades de todo tipo con las que recrear y transportar esa tradición. Construida en colaboración con las arquitectas Charo Escobar y Maripi Rodríguez y coproducida por el Museo Reina Sofía y la Fundación Donostia / San Sebastián, Capital Europea de la Cultura 2016, la estructura nómada acoge a diario diferentes actividades como recitales de poesía, conciertos, conferencias, proyecciones de cine y otros eventos como la ceremonia del té o cuentacuentos infantiles.
Reflexionar y departir
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A través de las palabras en verso de poetas saharauis, mauritanos, iraníes, egipcios y palestinos, ponentes y participantes podrán reflexionar y departir sobre cuestiones como la diáspora, la guerra y el exilio, que muchos viven hoy en España. Voces como la de Aziza Brahim harán de medio de transporte al norte de África, unido a estas latitudes por el ritmo de la música andalusí que interpretará Luis Delgado. Las charlas, de la mano de expertos como el catedrático de Historia del Islam Bernabé López García o los sociólogos Ramón Grosfoguel, María Paula Meneses o Boaventura de Sousa, tratarán temas como los estudios poscoloniales, los movimientos sociales a ambos lados del Mediterráneo o la situación geopolítica de los territorios descolonizados.
Todos los días, además, se proyectan en sesión continua diferentes películas que abordan la problemática del pueblo saharaui que, precisamente, celebra estos días su propio festival de cine, el FiSahara (hasta el 3 de mayo). Con la presencia de actores como Oona Chaplin, Viggo Mortensen, Ariadna Gil o Pepe Viyuela y activistas como Nora Morales de Cortiñas, argentina cofundadora del movimiento de Madres de Plaza de Mayo, el certamen lleva estos días más de 40 películas al desierto en torno al tema de la Justicia Universal, que busca evitar la impunidad de los crímenes cometidos contra la humanidad.
Comprometida desde el principio con este proyecto, la también actriz Pilar Bardem expresaba hace unos días, en la presentación de esta XII edición del festival, su descontento con la actuación del Gobierno español en lo que respecta a la causa saharaui, cuyas negociaciones con Marruecos por su independencia llevan años en punto muerto a pesar de que la ONU ya planteó una serie de resoluciones. “Como ciudadana exijo al Gobierno y al Estado que hagan el favor de implicarse en la lucha del pueblo saharaui”, pidió vehemente la intérprete, que afirmó que, ante la actual situación de inacción, “me avergüenzo de mi país, de mi Gobierno y de mi jefe del Estado”.
Como una matrioska, hay una casa dentro de una casa. Más bien, una jaima dentro de un palacio, el de Cristal del Retiro. Allí ha plantado su exposición habitable el artista sevillano Federico Guzmán (1964), una pieza que permanecerá en pie y abierta hasta el 30 de agosto. El desierto se instala así en un parque, y la cultura saharaui en Madrid. Con el nombre de Tuiza, un vocablo que en el dialécto del árabe hablado en el noroeste del Magreb, el hassanía, hace referencia al acto de reunirse y de poner en común, la tienda quiere erigirse precisamente en eso, en un espacio para compartir entre todos.