O Corno no solo es la primera película en gallego, producida en Galicia y dirigida por una cineasta gallega o afincada en Galicia que compite en la sección oficial del Festival de San Sebastián. También acaba de ganar este sábado la Concha de Oro del certamen. Es una historia en la que la sororidad traspasa los límites de la dictadura que lo impregna todo, rodada a los dos lados del Miño, entre Galicia y Portugal. Jaione Camborda, directora donostiarra que vive desde hace varios años en Santiago, narra el viaje personal de una mujer que tiene que rehacer su vida de pronto en unas condiciones en las que nunca se había visto, con la maternidad y la libertad como temas de fondo. O Corno es su segundo largometraje después de Arima (2019) y pudo estrenarlo en el Festival Internacional de Cine de Toronto, donde fue recibida entre aplausos. La película llega a las salas de cine el 11 de octubre, pero antes podrá verse en el Curtocircuíto, en Compostela, el día 3.
¿Cuándo comenzó escribir el guion de la película?
Hace unos cuatro años, fue el tiempo que me llevó financiar la película y en el que pude desarrollar toda la parte creativa del guion y de la dirección. Comencé en un momento en el que tenía muchas inquietudes sobre el hecho de ser madre, aunque quizá no tanto de serlo sino de la capacidad de poder dar vida y las diferentes consecuencias que tiene hacerlo. Intentando situarme, fui investigando y también dejé que los procesos de mi vida [Camborda es madre de dos hijos] fuesen empapando el propio proceso de la escritura.
¿Cómo conoció la historia del cuerno del centeno?
Investigando cómo eran los partos en casa en los años 70 y qué sustancias se empleaban tanto para el parto en sí como de abortivos. Encontré muchas cosas, entre ellas estaba el dentón y decidí meterme ahí con la película.
¿Por que apostó por transitar esa frontera entre Galicia y Portugal con la historia?
Para mí era importante hablar de las fronteras. En la película se muestra cómo es una frontera política pero no cultural ni vital, porque uno habla en gallego y otro contesta en portugués y se entienden perfectamente, no hay ningún problema. En el fondo no hay tanta diferencia de un lugar al otro, podrían ser casi el mismo lugar, pero hay una frontera geográfica y política muy fuerte.
Tenía la pulsión de trabajar un poco como en una road movie, además el tema de la escapada es recurrente en mi cine. Me interesaba contar cómo uno se reinventa en otro lugar, esa segunda oportunidad incluso con un cambio de identidad, como le sucede a la protagonista. También me interesaba esa cosa absurda de estar separada por un río de tu tierra pero no poder volver porque eres rechazada en el que era tu hogar. Me recuerda a los países en los que la gente ve su libertad al otro lado del mar, que casi pueden observar la tierra de su salvación.
Al final es una película de personajes espejo, en Arima ya lo abordé de otra manera, pero en este caso María (Janet Novás) podría ser Luísa (Carla Rivas) cuando era más joven; podría ser la mujer portuguesa que está en el furancho [también conocido como loureiro, es una casa particular que durante unos meses al año habilita una zona como si fuese una taberna]; o Anabela (Siobhan Fernandes), la prostituta angolana, porque ambas son inmigrantes en un lugar y tienen esa falta de identidad. La sororidad de la película está en la empatía, en verse reflejada en la otra.
¿Como llegó a la bailarina y coreógrafa Janet Novás para el papel protagonista?
Seguía sus trabajos, me encantan. Me parece una creadora buenísima. Tuvimos la suerte de conocernos hace tiempo porque yo tengo bastante contacto con la danza contemporánea. Además, trabajamos juntas gracias a una encargo de la galería de arte Didac, para la que hice un retrato filmado de Janet. Pero invité a las pruebas tanto a las actrices profesionales como a la artistas sin un entrenamiento actoral, entre ellas varias bailarinas, intuyendo que encontraría esa parte física que buscaba en ese personaje. Y la presencia de Janet me llamó la atención, aparte de que me di cuenta de que tenía muchas capacidades actorales. El personaje exigía ser muy de verdad, estar muy apegada a la tierra, y ella viene de una zona rural y conoce el trabajo de la tierra; pero, por otra parte, el personaje tiene un arco dramático, precisábamos una persona con la capacidad de mover emociones y Janet fue fantástica en ese sentido, tiene una presencia en la pantalla en la que suceden muchas cosas sin tener que hacer ni decir tanto.
Incluso, en la escena inicial, parece que el parto se tratara casi de un baile.
En la película se buscaba esa parte física y creo que se nota cómo se aprovecha muy bien toda la capacidad de Janet.
¿Y cómo fue encontrar a Carla Rivas, que interpreta a la chica más joven que le da la réplica a Novás en el film, y combinar el trabajo con actores profesionales y no profesionales?
Fue una suerte encontrarla, hicimos unas pruebas de selección abiertas –un casting salvaje– y se apuntaron un montón de adolescentes: y apareció ella. La verdad es que fue la elección más rápida de todo el elenco, no dudé nada. Es una chica muy trabajadora, muy responsable y muy perfeccionista que se sumó con mucha ilusión el proyecto.
La inteligencia y la intuición de los actores y actrices es muy importante. En la dirección de actores hay que buscar diferentes maneras de acercarse a la persona porque tampoco existe un actor profesional igual a otro, pienso que cada uno precisa algo muy diferente. Una de las labores de dirección es tener mucha empatía y mucha psicología para entender cuál es la puerta de entrada de esa persona, para trabajar los personajes desde ahí. Por supuesto, el entrenamiento actoral es una maravilla porque son gente con una capacidad de transformar emociones y de jugar con ellas, con muchas capas emocionales sucediendo a la vez. Pero el trabajo con los no entrenados también es muy esencial, vas mucho a la experiencia propia y juegas mucho con lo real. En el caso de Janet, ella ya había roto esa frontera en la que abrazas la locura y las emociones intensas, y no te avergüenzas de mostrarlas delante de un público (o de una cámara en este caso).
Hay una sororidad manifiesta entre las mujeres, los hombres pasan por la película sin ser plenamente conscientes de lo que está sucediendo.
Para mí era importante retratar un hombre también afectivo, no me gusta aplanar la figura del hombre tampoco. Pero principalmente el foco está en la sororidad de las mujeres, que se hace necesaria ante la prohibición que contiene la sociedad en el tardofranquismo. Me pareció bonito mostrarlo desde los partos, un momento en el que a los hombres se les echaba fuera del cuarto y quedaban solo ellas. Mujeres de diferentes generaciones compartiendo un momento tan brutal. Ese contacto tan íntimo, y tan cómplice, que existe entre las mujeres al tener que soportar históricamente esa falta de derechos y libertades; y cómo de alguna manera eso fue compartido en la intimidad entre ellas.
¿El derecho a la interrupción voluntaria del embarazo parece estar en constante cuestionamiento, tenía claro que quería abordarlo junto a la maternidad en el contexto histórico de la película?
Toda creación es un acto político y un posicionamiento. Apuesto mucho por compartir inquietudes, más que por hacer creaciones blancas o negras; me gusta situarme más en la pregunta para compartir con el espectador. Hay una búsqueda, mediante los recursos estilísticos, de traer el pasado al presente y ver con una cierta vigencia en la actualidad ese momento de prohibición. Creo que hay cierta amenaza y que no queda tan lejos, que podría retornar porque se le ha dado un altavoz, y espacio político, a ciertas ideas que pensábamos ya agotadas. Es importante recordar qué sucedía en ese momento en la clandestinidad y por lo que tenían que pasar las mujeres. Intento abordar la película desde una idea más esencialista del ser humano, más emocional e infinita, buscando la cuestión vital, animal y esencial de las personas. Quise hacer una reflexión más desde ahí que desde lo puramente político, que obviamente está en el fondo.
La historia comienza en la Illa de Arousa (Pontevedra) en el año 1971, pero no se detiene en explicar el momento social y político.
La película sucede en el franquismo pero no de manera explícita, no se nombra prácticamente la dictadura en ningún momento. Se aborda desde un lugar atmosférico y estilístico de clandestinidad, secretismo y sororidad en la prohibición. También es una forma de que sea sistémico e institucional, que se perciba cómo la prohibición es la que lo impregna todo. La sociedad apartaba a la mujer cuando se quedaba embarazada sin tener una pareja hombre, se perpetuaba una mirada patriarcal.
Destaca en su cine un trabajo muy cuidado con la luz y la fotografía.
Tuve la suerte de trabajar con un maestro como es Rui Poças y quedé muy contenta con el trabajo porque comprendió muy bien las intenciones de la película. Tuvimos bastante pre-producción y mucho contacto porque la luz es un aspecto súper importante y yo trabajo bastante con la noche. Una noche iluminada tiene mucha personalidad, exige mucha huella de la autora ahí.
Esta es una película más grande que el largometraje con la que debutó en el cine, y en ella comparte la producción desde su empresa, Esnatu Zinema, con Miramemira y Elastica Films, en coproducción con Bando à Parte (Portugal) y Bulletproof Cupid (Bélgica). ¿Quedó satisfecha con el resultado?
Cuando amplías tu presupuesto y dejas entrar a más gente en tu proyecto, que es algo que quería hacer porque Arima supuso un viaje bastante solitario en la producción y ahora quería hacer familia, te abres a muchas más opiniones y formas de ver el cine. Escogí muy bien mis compañeras de viaje y confiaron mucho en mí, me sentí muy libre. Escuchas más, a veces ese escuchar es más esclarecedor y otras te aturde más, pero en general creo que fue muy beneficioso tener esas aportaciones y creo que fueron buenas para la película.
La acogida de la película en Toronto fue muy buena y ahora compite por la Concha de Oro en San Sebastián. ¿Sorprendida por la repercusión?
Nunca piensas que vas a estar en un lugar tan privilegiado, con tanta visibilidad para la película. En Toronto nos fue muy bien y además yo soy de Donosti y siento mucha alegría, tengo mi familia revolucionada. San Sebastián es un festival con el que que crecí y que me ayudó a abrir mi mirada al cine, estar ahí es una pasada. Pero lo más importante de esto para mí es que me va a dar la posibilidad de seguir creando.
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Esta entrevista se realizó en Santiago de Compostela el día antes de que Jaione Camborda viajara a Donostia, donde en la noche del sábado 30 hizo historia al convertirse en la primera española en ganar la Concha de Oro del Festival de San Sebastián.
O Corno no solo es la primera película en gallego, producida en Galicia y dirigida por una cineasta gallega o afincada en Galicia que compite en la sección oficial del Festival de San Sebastián. También acaba de ganar este sábado la Concha de Oro del certamen. Es una historia en la que la sororidad traspasa los límites de la dictadura que lo impregna todo, rodada a los dos lados del Miño, entre Galicia y Portugal. Jaione Camborda, directora donostiarra que vive desde hace varios años en Santiago, narra el viaje personal de una mujer que tiene que rehacer su vida de pronto en unas condiciones en las que nunca se había visto, con la maternidad y la libertad como temas de fondo. O Corno es su segundo largometraje después de Arima (2019) y pudo estrenarlo en el Festival Internacional de Cine de Toronto, donde fue recibida entre aplausos. La película llega a las salas de cine el 11 de octubre, pero antes podrá verse en el Curtocircuíto, en Compostela, el día 3.