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Jornada de sentimientos ambiguos con 'The Danish Girl', 'Equals' y 'La espera'

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Los sentimientos, los deseos y los miedos nacen, son reprimidos y ocultados en las tres películas que este sábado han entrado en la competencia por el León de Oro en la Mostra de Venecia. Sin llegar a la fascinación, pero con una nota media aceptable,  The Danish Girl, de Tom Hooper; Equals, de Drake Doremus; y La Espera, de Piero Messina, coincidieron en mostrarnos expresiones difíciles del amor, en escenarios muy distintos.

El de The Danish Girl es el pasado, en el primer tercio del siglo XX, cuando una pareja de artistas, casados, descubren juntos la irresistible atracción del marido por las ropas y las actitudes femeninas. Él es el real pionero escandinavo de la transexualidad Einar Wegener (Eddie Redmayne), luego conocido por su alter ego femenino Lili Elbe, y ella su esposa Gerda (la últimamente omnipresente Alicia Vikander), quien de manera casual y ante la ausencia de su habitual modelo, pide a su marido –también pintor– que se ponga sus ropas y pose para ella. De ahí nace un juego basado en el placer de Einar por el travestismo, que deriva hacia terrenos cada vez más peligrosos, aunque la a veces morbosa tolerancia de su mujer facilita el proceso por el cual acabará siendo el primer hombre operado de cambio de sexo en los años 30.

A estas alturas nadie duda de que Eddie Redmayne se ha convertido en uno de los nuevos talentos más importantes de la actuación europea y mundial. Su papel en La teoría del todo le hizo ganar este mismo año el Oscar, el Globo de Oro y el BAFTA, y le abrió las puertas de Hollywood. Su rostro, sus bellos ojos claros y ese aspecto dulce en facciones rectas ayudan a apoyar el aspecto andrógino que necesita el personaje. Su talento hace el resto. Es sin duda lo mejor de una película que tarda en arrancar dramaticamente. Evita los aspectos potencialmente más duros de la historia y la menor provocación. Hooper se rinde al academicismo en aras de no ofender a nadie y firma una película bonita, a la que le falta tal vez emoción y todo es tan sutil como la seda que tanto le gusta a Einar/Lili. Pero estará sin duda en las quinielas de la inminente temporada de premios.

Por su parte, en tiempo presente, el italiano Piero Messina, uno de los pocos debutantes de la Mostra 2015, ayudante de Sorrentino en La gran belleza, recurre a dos actrices francesas, la veterana Juliette Binoche y la jovencita Lou de Laâge, para protagonizar otro drama sentimental, La espera, en el que una madre vive en una aislada mansión de Sicilia el luto por su hijo sin querer aceptar el dolor de la pérdida, cuando inesperadamente aparece su novia francesa, a la que hace creer que el joven simplemente se ha ido de casa pero volverá pronto.

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Con notables guiños de la imaginería y los conceptos religiosos, Messina intenta mantener el interés en lo que empieza como una especie de thriller de sentimientos, que acaba agotándose en sí mismo. Por supuesto, Binoche siempre está convincente como sufridora que con la ayuda de la novia de su hijo edifica una aún más sólida mentira, quizás –se aproxima la Semana Santa– por una católica esperanza en la resurección. Pero la película dificilmente va a enganchar a públicos mayoritarios.

Finalmente, el estadounidense Drake Doremus nos lleva al futuro, un mundo utópico/distópico, tras una hecatombe, en el que la sociedad se ha reorganizado formando "La colectividad", una especie de comunismo en el que los sentimientos y las pulsiones han sido genéticamente suprimidas para garantizar la paz y la estabilidad. El sexo está proscrito, como cualquier otra demostración de amor o lealtad. En este nuevo mundo de diseño, impoluto y ordenado, viven Nia (Kristen Stewart) y Silas (Nicholas Hoult), dos jóvenes y atractivos compañeros de trabajo. Pero las autoridades no pueden evitar que surja del pasado el virus de la naturaleza humana, el cual empieza a infectar a algunos miembros de esa comunidad casi perfecta. Silas empieza a sentir sus síntomas y a sentir atracción por Nia, que inicialmente rechaza sus avances.

Doremus, cuya carrera siempre se ha movido por los terrenos del amor, se plantea en Equals qué ocurriría en una sociedad sin ese sentimiento que da buena parte del sentido a la existencia, en la que todo está planificado en favor del bien común. El planteamiento no es demasiado original, tenemos muchas referencias en los últimos cuarenta años. La película ha sido diseñada con altos criterios esteticistas. El carismático atractivo de sus protagonistas, algo que podría atraer a un público joven cada vez más acostumbrado a mundos distópicos. Sin embargo, al conjunto le falta un poco más de garra.

Los sentimientos, los deseos y los miedos nacen, son reprimidos y ocultados en las tres películas que este sábado han entrado en la competencia por el León de Oro en la Mostra de Venecia. Sin llegar a la fascinación, pero con una nota media aceptable,  The Danish Girl, de Tom Hooper; Equals, de Drake Doremus; y La Espera, de Piero Messina, coincidieron en mostrarnos expresiones difíciles del amor, en escenarios muy distintos.

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