Juan Carlos I pierde su inviolabilidad... en la cultura

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Si la cultura es —entre otras cosas— un medidor eficaz del signo de los tiempos, lo ha sido también en lo que respecta a Juan Carlos I. La creación nacional, o al menos la que forma parte del mainstream, se ha sentido tradicionalmente poco interesada por la figura del monarca, ya rey emérito. Si la corona británica tiene The crown, una prestigiosa serie que recorre la vida de Isabel II de Inglaterra desde la muerte de su padre, el equivalente en España sería la miniserie El rey, una producción de 2014 que no ha sobrevivido bien al paso del tiempo y que arrojaba una luz mucho más amable sobre la familia real. Pero algo está cambiando.

La obra teatral El Rey, estrenada en 2015, retrataba con grandes dosis de acidez la juventud del monarca, interesándose especialmente por su relación con el franquismo y su papel en el 23F. En 2018 se convertía en película, ahora disponible en la plataforma Filmin. Otro ejemplo: el podcast XreyXrey, producido por The story lab con periodistas como Álvaro de Cózar o Toni Garrido, prepara su adaptación audiovisual. Quizás sean los primeros pasos de un cambio en la relación del mundo de la cultura con el rey. O quizás sigan siendo excepciones. Y ambas cosas dirían mucho de la percepción de Juan Carlos I en el imaginario colectivo.

Un "retrato favorable"

Siendo Juan Carlos I una figura histórica —pocos pueden estar más seguros, al nacer, de aparecer en los libros de texto futuros que un rey—, no es extraño que de él se haya ocupado, sobre todo, la no ficción. Los volúmenes de memorias y las biografías autorizadas o no sobre el monarca han vivido relativamente al margen del pacto de no agresión con el que la mayor parte de la prensa agasajó al monarca al menos hasta bien entrados los noventa. Pero los intereses primordiales de estos títulos están bastante alejados de los asuntos que acabaron propiciando su abdicación, la supresión por parte de su hijo, Felipe VI, de su asignación monetaria, y finalmente su salida de España este lunes.

Así, la biografía del hispanista Paul Preston, Juan Carlos. El rey de un pueblo, editada por primera vez en 2003, se centraba en su infancia, su viaje a España para ser criado en el entorno franquista, su nombramiento como sucesor del dictador y su papel en la Transición, que culmina con su rechazo público al golpe de Estado del 23F. El historiador apenas se interesaba por lo ocurrido a partir de los ochenta, aunque en 2012 se vio obligado a publicar una nueva edición actualizada en la que abordaba el deterioro de la imagen del rey y las últimas crisis monárquicas. “En todo momento he intentado ser justo”, comentaba entonces al diario El País, "no he dicho que no iba a cazar elefantes o que no conociera a ninguna princesa alemana. Eso está ahí. Pero creo que al final sigue siendo un retrato favorable. ¿Y eso por qué? Porque yo, que no soy monárquico, creo que debido a la crispación y todo eso la monarquía constitucional tiene un papel primordial para la democracia en España”.

Estas declaraciones resumen bien el tono general de estos estudios sobre la figura del rey, centrados en su llegada al trono y en la naturaleza de su compromiso con la democracia, pero que veían el The end de la historia en 1981. Por ejemplo, diez años después del golpe de Tejero, El rey, la Monarquía y la transición a la democracia, de Charles Powell, pasaba de puntillas sobre la actividad del rey a finales de los ochenta y primeros de los noventa. Y otros libros posteriores, como Don Juan, de Luis María Ansón, o Don Juan, náufrago de su destino, de José García Abad, trataban de describir la difícil relación entre el padre del rey y el propio monarca, uno de los aspectos de la vida de los Borbón que más ha fascinado a periodistas y creadores, al igual que su relación personal con Franco.

"Introdujimos algunos cambios"

En 1993, el aristócrata José Luis de Vilallonga publicaba El Rey. Conversaciones con Don Juan Carlos, donde el propio monarca abordaba algunos de los aspectos clave de su biografía, como su relación con su padre o con Franco... y también su implicación en el 23F. El libro se realizó con la obvia colaboración del rey, pero la oposición de los secretarios de la Casa Real Sabino Fernández Campo y Rafael Spottorno. Precisamente fue los comentarios del rey sobre el golpe que más alarmaron a Zarzuela, que se apresuró a pedir al grupo Bertelsmann que limara la publicación. "No hubo censura, pero sí introdujimos algunos cambios", dijo a El Confidencial el editor Enrique Murillo. Desde entonces, Zarzuela no ha podido evitar que, con el tiempo, fueran publicándose otros volúmenes menos amables con el monarca, como los firmados por Pilar Urbano, Jesús Cacho o Jesús Palacios. 

En el año 2000, la periodista Rebeca Quintans adoptó el seudónimo de Patricia Sverlo para firmar Un rey golpe a golpe, biografía muy dura con el monarca publicada por la editorial vasca Ardi Beltza. (El sello, responsable de la revista del mismo nombre, fue cerrado por orden de Baltasar Garzón tras la clausura de Egin, acusado de utilizar la publicación para señalar objetivos de ETA). En 2016, Quintans, ya con su verdadero nombre, publicaba una versión actualizada del texto en la editorial Akal bajo el título Juan Carlos I. La biografía sin silencios. En el prólogo, avanzado por este periódico, explicaba cómo había vivido la salida de aquel título: "Las publicaciones se negaban a publicar siquiera el anuncio –pagado– en sus páginas. Muchos libreros, cubriéndole la espalda al monarca, no querían venderlo. En Madrid, sólo algunas librerías pequeñas y alternativas lo distribuyeron. El Corte Inglés se negó en rotundo. La Casa del Libro atendía por encargo las peticiones de la clientela, por debajo del mostrador". En su nueva versión, el libro se actualizó con 11 capítulos nuevos sobre los negocios del Borbón. 

Las series oficialesseries oficiales

La ficción ha ido hasta ahora varios pasos detrás del ensayo en su representación de la familia real española. Curiosamente, la televisión se ocupó antes del romance entre Felipe VI, entonces príncipe, y Letizia Ortiz, que de la vida del padre. Felipe y Letizia, telefilme de Telecinco emitido en dos capítulos en octubre de 2010, fue duramente criticado tanto por su calidad narrativa como por su fidelidad a la realidad. Dirigida por Joaquín Oristrell y protagonizada por Amaia Salamanca como Letizia y Fernando Gil como Felipe, la obra fue vista como una fantasía sobre la relación del príncipe y la periodista que nada tenía que ver con la verdad. "En la Lotería de la vida, a mí me tocó la mujer perfecta", dice en la película el ya rey emérito. Es conocido que Juan Carlos de Borbón y Sofía de Grecia llevan décadas separados, y también se sabía de las relaciones del monarca con Marta Gayà, Bárbara Rey o Corinna zu Sayn-Wittgenstein. 

Pese a esto, en enero de 2011 llegaría la segunda entrega de ficción de la saga familiar, y también iba de amor: Sofía, telefilme de Antena 3 también dividido en dos capítulos, seguía la relación entre los futuros reyes, desde su encuentro en Londres hasta su boda. "Va a mostrar un lado más humano del que conocemos de Juan Carlos y Sofía y de sus familias", aseguraba el actor Jorge Suquet, que daba vida al rey. El estreno llegó en un momento particular: en 2010, con los duques de Palma ya instalados en Washington, se abre el caso Nóos, que afectaba directamente al yerno del rey, como derivado del Palma Arena; en junio de 2011 se cita a declarar al exvicepresidente del Instituto Nóos, Diego Torres; a final de año, se levanta secreto de sumario y se imputa a Iñaki Urdangarín

Los ajetreados momentos que vivía Zarzuela afectaron también al desarrollo de la serie El rey, la tercera y por ahora última ficción televisiva sobre la familia real española. El biopic de Juan Carlos I, producido por Mediaset con guion de Santos Mercero, arrancaba en 1948, cuando siendo niño es trasladado por primera vez de Portugal a España, hasta 1993, cuando muere Juan de Borbón. De hecho, la relación padre-hijo parecía ser el centro de la serie. La producción recogía incluso en la muerte de su hermano menor, Alfonso, mientras ambos adolescentes jugaban con las armas del padre, sin embargo, la narración se detenía tras la renuncia de Juan de Borbón a sus derechos dinásticos en favor de su hijo, en 1977, con un pequeño epílogo en 1993. La serie se grabó entre finales de 2012 y principios de 2013, pero no se consideró apropiado emitirla hasta octubre de 2014: en medio, la crisis de Botsuana, el alcance de su relación con Corinna y, finalmente, la abdicación en favor de Felipe VI. 

"Cuestionar la verdad oficial"

De todos los actores que en los últimos años han interpretado al rey, Luis Bermejo puede presumir de ser el que seguramente menos ha gustado al monarca. La obra de teatro El Rey, luego adaptada al cine, imaginaba en 2015 las alucinaciones pesadillescas que acechan al monarca, y en ese delirio se repasa su infancia, su implicación en los procesos políticos de la Transición, su reacción ante el 23F y, en esta ocasión, también su relación con los distintos Gobiernos democráticos y sus negocios saudíes. "No tratamos de entregar ninguna verdad alternativa, sino cuestionar la verdad oficial y animar a un esfuerzo personal por buscar información que no circula por los canales mayoritarios", contaba Alberto San Juan, director de la obra, a este periódico. Él mismo y Willy Toledo interpretaban a los distintos personajes que asediaban al envejecido Juan Carlos I: Franco, Adolfo Suárez, Juan Luis Cebrián...

La obra se basabe en lo publicado en medios, en lo narrado por el periodista Gregorio Morán en El precio de la Transición, y también en las propias declaraciones del Borbón recogidas en los libros de Vilallonga. El equipo insistía una y otra vez en que se trataba de una obra de ficción, y en que planteaba preguntas en lugar de dar respuestas. "Me he planteado la posibilidad de si alguien puede denunciarnos o querellarse por las cosas que se plantean aquí, y un par de abogados han revisado el texto", apuntaba Alberto San Juan. ¿Y por qué? Los delitos de injurias a la Corona, que castigan con prisión de seis meses a dos años al "que calumniare o injuriare al Rey, a la Reina o a cualquiera de sus ascendientes o descendientes". El Código Penal recoge también multas para el que "utilizare la imagen del Rey o de la Reina o de cualquiera de sus ascendientes o descendientes", de "cualquier forma que pueda dañar el prestigio de la Corona". 

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Conoce bien este artículo el rapero Josep Miguel Arenas, Valtònyc, condenado en 2017 a tres años y medio de cárcel por enaltecimiento del terrorismo, injurias, calumnias y amenazas contenidas según el Supremo en las letras de sus canciones. De esa pena total, el delito de injurias a la Corona le supone por sí solo un año de prisión: el tribunal consideró constitutivos de delito versos como "Llegaremos a la nuez de tu cuello, cabrón, encontrándonos en el palacio del Borbón, kalashnikov", "El Rey tiene una cita en la plaza del pueblo, una soga al cuello y que le caiga el peso de la ley", "Haremos que Urdangarin curre en un Burguer King que la infanta Elena pida disculpas (puta) por ser analfabeta y no ir a estudiar a Cuba" o "No podemos escoger, no tenemos ninguna opción, pero un día ocuparemos Marivent con un kalashnikov", entre otros. En 2918, poco antes de que Bélgica, a donde huyó el músico antes de su detención, rechazara la extradición, el mundo del rap se unió en apoyo de Valtònyc con una canción cuyo estribillo rezaba "Los Borbones son unos ladrones". 

No hizo falta, sin embargo, ninguna denuncia para que la exposición La bèstia i el sobirà tuviera problemas para inaugurarse en el Macba. La muestra colectiva recogía una escultura de la artista austriaca Ines Doujak y el británico John Barker donde se veía a Juan Carlos I manteniendo relaciones sexuales con la sindicalista boliviana Domitila Barrios y un perro. El director del museo, Bartomeu Marí, reclamó a los comisarios que la retiraran, cosa que ellos no aceptaron, asegurando que sin esa obra no se celebraría la exposición. Martí, finalmente, dio su brazo a torcer, aceptó su presencia en la muestra y la inauguración de la misma... y dimitió de su cargo. En ese proceso se cesó, además, a Valentín Roma y Paul B. Preciado, dos de los comisarios de la exposición y personal del museo. 

¿Qué ocurre ahora? Con la salida del país del rey emérito, la investigación sobre su fortuna que se lleva a cabo en España y Suiza, las contínuas revelaciones sobre la gestión de su patrimonio y lo que parece ser la mancha definitiva sobre su legado... ¿se atreverá a ir más allá la cultura española? Y ¿le dejará hacerlo el Código Penal? El pasado mayo, Spotify estrenaba su primer podcast exclusivo en España, XRey, un esclarecedor documental de diez capítulos sobre la vida del monarca y sus implicaciones políticas, con particular énfasis en sus negocios y su círculo social, mucho menos generoso con el Borbón de lo que han sido otros trabajos similares. XRey se puede considerar una obra periodística, pero también narrativa, y en ese sentido se parece más a una serie documental que a un artículo de diario. La productora Weekend Studio ha anunciado, de hecho, su intención de convertirlo en una serie televisiva, que sin duda estaría muy lejos de las ya estrenadas. Si la cultura es un medidor eficaz del signo de los tiempos, parecería que se avecina algún cambio. 

Si la cultura es —entre otras cosas— un medidor eficaz del signo de los tiempos, lo ha sido también en lo que respecta a Juan Carlos I. La creación nacional, o al menos la que forma parte del mainstream, se ha sentido tradicionalmente poco interesada por la figura del monarca, ya rey emérito. Si la corona británica tiene The crown, una prestigiosa serie que recorre la vida de Isabel II de Inglaterra desde la muerte de su padre, el equivalente en España sería la miniserie El rey, una producción de 2014 que no ha sobrevivido bien al paso del tiempo y que arrojaba una luz mucho más amable sobre la familia real. Pero algo está cambiando.

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