Leonardo Padura ha desfilado por Madrid como un escritor ya famoso y consagrado. Rondas de entrevistas, sesiones fotográficas y reuniones con productores de cine han marcado su agenda española durante unos días. Poco a poco, desde sus comienzos como periodista en su Habana natal allá por los años ochenta, este intelectual sonriente y con aire de buena persona se ha labrado una brillante carrera, paso a paso, libro a libro. Su trayectoria periodística le sirvió para iniciarse en la narrativa y a partir de sus novelas policiacas de los años noventa se fue haciendo un nombre tanto en Cuba como en Europa, a través de España.
Pero en 2009 alcanzó el éxito definitivo con El hombre que amaba a los perros (Tusquets), una monumental narración de las vidas cruzadas de Leon Trostski y de su asesino, Ramón Mercader,El hombre que amaba a los perros traducida a varios idiomas. Estos triunfos literarios han llevado ahora a revisar obras poco conocidas de Padura y de este modo acaba de aparecer Aquello estaba deseando ocurrir, una antología de cuentos escritos y publicados en un arco temporal de un cuarto de siglo.Aquello estaba deseando ocurrir,
“Estos cuentos”, señala Padura en una charla en la terraza de la Casa de América de Madrid, “marcaron mi transición de autor novel a escritor maduro y abarcan temas muy variados. De hecho, soy partidario de que las antologías incluyan cuentos muy diversos y así en Aquello estaba deseando ocurrir figuran relatos con la guerra de Angola al fondo o narraciones amorosas o historias costumbristas. Es más, también tiene cabida un cuento muy erótico o muy guarro, como dicen ustedes, como Nochebuena en la nieve. El lector encontrará un poco de todo en este volumen. En definitiva, los cuentos revelan que la literatura ofrece su auténtica medida cuando concede una dimensión a lo intrascendente”.
A Padura no le duelen prendas a la hora de citar a los escritores de novela policiaca que admira y que le sirvieron de referencia para crear el personaje de Mario Conde, un expolicía cubano desencantado y escéptico que se dedica a trabajar como detective privado por su cuenta. “A pesar de que el gran Alejo Carpentier sostenía que un autor nunca debe confesar sus influencias”, señala Padura, “no me importa reconocer que me inspiré en dos modelos de novelas policiacas. En primer lugar, un modelo libresco de clásicos como Raymond Chandler y, en segundo término, una influencia libresca y también personal como fue Manuel Vázquez Montalbán. Cuando leí, por ejemplo, La soledad del mánager pensé que deseaba escribir novela policiaca y social como la de Vázquez Montalbán”.
Unos años después de aquel descubrimiento y tras media docena de novelas publicadas con Mario Conde como protagonista, el escritor se muestra eufórico porque sus historias van a ser llevadas en breve a la televisión y al cine en unas coproducciones hispano-germanas. Cuatro películas de 90 minutos de duración serán rodadas para la pequeña pantalla a partir de otros tantos libros de Padura y una quinta novela (Vientos de cuaresma) tendrá también una versión cinematográfica.Vientos de cuaresma
No obstante, en la carrera de Padura existe un antes y un después de El hombre que amaba a los perros, una novela que ha gozado del favor de los lectores, de los elogios de la crítica y del reconocimiento de los premios en varios países. El hombre que amaba a los perros “Podría decirse”, explica el autor, “que se trata de mi novela más policiaca, aunque resulte una paradoja. Es curioso porque todos sabemos de antemano que Mercader asesinó a Trotski y cómo lo hizo. A pesar de ello, la historia cuenta con una estructura muy policiaca”. Padura se enfrentó a una historia en la que se cruzan dos biografías: la vida del político ruso, conocida hasta el último detalle por los testimonios de otros y por la correspondencia del propio Trotski, con la trayectoria vital de un casi desconocida Ramón Mercader, sobre el que tan sólo escribió su hermano Luis en un libro “lleno de mentiras”, en palabras del escritor cubano. “Uno de los mayores retos de esta novela”, afirma Padura, “pasaba por recrear la vida de un hombre casi invisible como Ramón Mercader que vivió unos años en Cuba y de ahí mi interés por su figura”.
Ciudadano español desde 2011, cuando el Gobierno le otorgó la nacionalidad por el conjunto de su obra; visitante ocasional de Estados Unidos; e intelectual traducido a los principales idiomas, Leonardo Padura decidió quedarse a vivir en Cuba, a pesar de que no le faltaron oportunidades para exiliarse. “Yo elegí muy conscientemente quedarme a vivir en Cuba tras plantearme el dilema eterno de los artistas cubanos desde el siglo XIX: salir o permanecer en la isla. La materia de mi literatura está en Cuba. Por eso me quedé. Y a mis 60 años de edad ya no puedo ser otra cosa que un escritor cubano”. Se declara optimista sobre el futuro de Cuba y recuerda que desde los años noventa se han ido abriendo espacios para la creación y la cultura con el esfuerzo de todos. “Hemos ido ganando espacios de libertad y llegan aires nuevos al régimen cubano. Pero todavía queda camino por recorrer hacia la libertad”, concluye Padura tras admitir que su doble nacionalidad le permite viajar sin trabas burocráticas ni necesidad de visados. “España me ha resuelto grandes problemas de orden práctico”, dice Padura con una leve sonrisa.
Leonardo Padura ha desfilado por Madrid como un escritor ya famoso y consagrado. Rondas de entrevistas, sesiones fotográficas y reuniones con productores de cine han marcado su agenda española durante unos días. Poco a poco, desde sus comienzos como periodista en su Habana natal allá por los años ochenta, este intelectual sonriente y con aire de buena persona se ha labrado una brillante carrera, paso a paso, libro a libro. Su trayectoria periodística le sirvió para iniciarse en la narrativa y a partir de sus novelas policiacas de los años noventa se fue haciendo un nombre tanto en Cuba como en Europa, a través de España.