No es que fuera un espía a lo James Bond, pero durante casi un lustro la ocupación principal de Wells Stabler fue mantener al tanto a Henry Kissinger de todo lo que pasaba diariamente en España entre 1975 y 1978, esto es, desde la muerte de Franco hasta la llegada de la democracia. Años de, efectivamente, transición que de alguna manera él siempre vio antes que todos los demás, incluidos los propios políticos españoles. Durante su tiempo de servicio como embajador de Estados Unidos en nuestro país, Stabler enviaba a diario cables diplomáticos a su jefe en Washington. Mensajes que ahora equivaldrían a correos electrónicos del siglo XXI y que, desclasificados cuatro décadas después, ofrecen una nueva lectura de alguno de los acontecimientos de aquellos años que modifican en buena medida el relato habitual que ha acabado imponiéndose.
Cuestiones como la legalización del PCE, la adopción del sistema electoral, la creación del Senado o el papel de la monarquía durante todo el proceso reciben, a la luz de los teletipos del embajador, una explicación distinta a la acostumbrada. "Vi que todos los protagonistas políticos de la época hablaban con el embajador y que él todos los días enviaba tres o cuatro cables al Departamento de Estado relatando lo que le habían contado el rey, Adolfo Suárez, Felipe González... todos los grandes y los pequeños popes de la transición", explica a infoLibre el filósofo y escritor Jorge Urdánoz Ganuza, autor a su vez de La Transición según los espías (Akal, 2024), un ensayo basado en todas esas comunicaciones diplomáticas.
"Me di cuenta de que era una información valiosísima porque era como una especie de grabación que encontramos más de cuarenta años después sobre aquellas conversaciones y lo que yo llamo las verdaderas intenciones", continúa Urdánoz, quien investigando sobre el origen de nuestro sistema electoral llegó hasta una web oficial en la que ahora todas estas comunicaciones diplomáticas están a disposición de cualquiera que quiera leerlas. "Una información oceánica porque contiene todos los cables que todas las embajadas enviaban a Washington cada día, aunque con un buscador muy fino", apostilla.
Así pudo aclarar su propósito inicial y conocer cual es el verdadero origen del sistema electoral, que no es ni la versión crítica que decía que Suárez "manipuló porque sabía que iba a ganar, ni la versión edulcorada que dice que Suárez pactó con la oposición por el consenso y para que entrara en la reforma". "Ninguna tiene razón", asegura, pues los cables "demuestran que Suárez apuesta por la proporcionalidad porque en el momento que tiene que tomar esa decisión el caballo ganador en las encuestas es Fraga".
"En el verano de 1976 Suárez es un desconocido y todas las encuestas dan vencedor a Fraga. Por eso, sabe que si establece un sistema de los denominados mayoritarios va a ganar Fraga, y que el segundo partido será necesariamente uno de izquierda y probablemente el PSOE, con lo que él no va a tener sitio. Ahí aparece sobre la mesa la posibilidad de elaborar un sistema electoral proporcional. Proporcional de aquella manera, porque es muy desigualitario, aunque es cierto que da espacio a otros partidos. Es un sistema electoral que pactan entre Suárez y Fraga en la última deliberación de las cortes de la dictadura, cuando aprueban la ley para la Reforma Política, que es el puente hacia la democracia, pero construido con determinados ladrillos inamovibles, como el sistema electoral, que luego se constitucionaliza", destaca el autor.
No es verdad eso de que los políticos que hicieron la Transición tuvieran una altura de miras y un sentido de Estado más elevado que los actuales
Este escenario le lleva, asimismo, a asegurar que una de las impresiones que se desprenden del libro es que "no es verdad eso de que los políticos que hicieron la Transición tuvieran una altura de miras y un sentido de Estado más elevado que los actuales". "Cualquier político, y más si estamos hablando de los políticos que habían empezado en una dictadura, como eran los aperturistas del régimen, que habían hecho toda su carrera en la época de Franco, solo busca el poder y llegar a puestos de responsabilidad. En esa carrera, si tienen que engañar, mentir o disfrazar las cosas lo harán", apostilla.
La Transición según los espías también ofrece una nueva perspectiva del episodio de la legalización del PCE, en el que está históricamente aceptado que llegó tras la movilización de repulsa a la matanza de los abogados de Atocha el 24 de enero de 1977. Sin embargo, hay un "cable fascinante del 18 de enero" en el que Suárez sondea al embajador sobre la legalización del Partido Comunista y donde se ve, según Urdánoz, que "sin decirlo claramente básicamente le está pidiendo permiso al preguntarle cómo vería Estados Unidos si él legaliza al PCE antes de las elecciones".
"Es un cable interesantísimo que cambia toda la lectura heredada sobre esos hechos", destaca, añadiendo: "Me di cuenta de hasta qué punto era relevante lo que me decían los cables al hablar con mi hijo que estudia 4º de la ESO, que me dijo de carrerilla que Suárez se decide después del asesinato de los Abogados de Atocha. Pero yo estaba escribiendo un libro en el que se ve claramente que Suárez quiere legalizar al PCE antes de los asesinatos, por lo que estos hechos no podían ser la razón. Antes de la matanza de los abogados de Atocha el rey y Suárez ya estaban por legalizar al PCE, y ahí sondean al embajador, que coincide con el análisis. Es curioso, además, que hay cables de diciembre de 1975 que demuestran que ninguno de los tres estaba por legalizar, pero durante 1976 salen de los márgenes de la dictadura y empiezan a pensar políticamente, llegando a la conclusión de que es mucho más inteligente legalizar al PCE que mantenerlo en la clandestinidad".
En un contexto en el que todos los implicados están intentando su propio éxito la falta de perspectiva puede terminar siendo un peligro no precisamente fácil de ver. Por eso es "deslumbrante la inteligencia" de Stabler y su capacidad para "sintetizar todos los escenarios que estaban abiertos entonces, de predecir lo que iba a pasar, adelantar lo que quiere cada uno y desvelar cómo funciona la política". "Me gustó encontrarme con un tipo como Stabler, completamente desconocido, que no ha pasado a la historia ni tiene por qué pasar, pero parece que es casi el creador del mito de la transición, porque continuamente elabora un discurso en vivo y en directo que luego es el que luego los libros de historia han hecho modélico", destaca el autor, asegurando que su objetivo no es otro que "aportar datos empíricos y contribuir al debate, a fomentar una reconsideración de ciertos capítulos de la transición y a llamar la atención sobre esos cables que pueden aportar más evidencias empíricas a otros investigadores".
Nos creímos tanto el relato que ahora cuesta mucho reconocer que ciertas decisiones que se tomaron entonces no estaban motivadas por algún tipo de idealismo o valores de Estado, sino que, como casi todas las decisiones políticas, estaban motivadas por intereses mucho más prosaicos
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Y se atreve, en cualquier caso, a lanzar una reflexión sobre la supuesta Transición modélica del país: "Me da que fue un proceso de autoengaño colectivo por parte de la oposición democrática, en el sentido de que se hizo lo que se pudo y realmente la correlación de fuerzas no daba para mucho más. Pero se celebró de una manera muy efusiva, como si hubiéramos protagonizado un proceso histórico, modélico y ejemplar. Nos creímos tanto el relato que ahora cuesta mucho reconocer que ciertas decisiones que se tomaron entonces no estaban motivadas por algún tipo de idealismo o valores de Estado, sino que, como casi todas las decisiones políticas, estaban motivadas por intereses mucho más prosaicos".
Ocurre esto también con la decisión "que sale de la cabeza de Fraga" en diciembre de 1975 de tener un Parlamento bicameral con Congreso y Senado. Algo que no solo no se toca después, sino que queda fijado en la Constitución, a pesar de que el Senado "no esté pensado para representar a los territorios, sino para funcionar como una recámara de seguridad de la élite franquista, de los poderes fácticos, que buscaban una representación política en esa cámara". "De alguna manera, eso explica que tengamos un Senado absurdo y carente de funciones ordinarias, aunque sí las tiene constitucionales. Por eso es una cámara que impide cualquier reforma constitucional si el PP no está dispuesto a ello", explica.
El valor de estos documentos desclasificados es, en definitiva, que muestran las "conversaciones que protagonizan los poderosos cuando asumen que nadie les está oyendo" ni, esto mucho menos, imaginan que cuatro décadas después sus palabras van a ser de dominio público. "Lo bonito que tiene el libro es que demuestra muy bien cómo funciona la verdadera política, porque luego siempre nos van a contar una versión muy diferente, sobre todo en lo relativo a las razones por las que se toman unas decisiones", destaca el autor, quien ve en los mensajes de Stabler "auténticas joyas politológicas". Otra cosa es considerarle espía, algo que podría tomarse más como una licencia literaria que como una realidad pues, en esencia, "todo el mundo que habla con un embajador sabe que este se lo va a contar al Ministerio de Exteriores de su país". "Es un espía explícito, pues la primera lealtad de un embajador es para su país", remata.
No es que fuera un espía a lo James Bond, pero durante casi un lustro la ocupación principal de Wells Stabler fue mantener al tanto a Henry Kissinger de todo lo que pasaba diariamente en España entre 1975 y 1978, esto es, desde la muerte de Franco hasta la llegada de la democracia. Años de, efectivamente, transición que de alguna manera él siempre vio antes que todos los demás, incluidos los propios políticos españoles. Durante su tiempo de servicio como embajador de Estados Unidos en nuestro país, Stabler enviaba a diario cables diplomáticos a su jefe en Washington. Mensajes que ahora equivaldrían a correos electrónicos del siglo XXI y que, desclasificados cuatro décadas después, ofrecen una nueva lectura de alguno de los acontecimientos de aquellos años que modifican en buena medida el relato habitual que ha acabado imponiéndose.