León de Aranoa: "Bajo las ruinas de Gaza no hay solo cadáveres, está el fracaso de nuestra sociedad"

Fernando León de Aranoa ordena su 'Leonera' a través de la escritura

Acostumbrado como está el espectador a quedar atrapado por las películas de Fernando León de Aranoa (Madrid, 1968), acudirá como lector con cierta idea preconcebida a encontrarse con el cineasta convertido a su vez en un escritor que observa y desentraña las contradicciones del alma humana. El paso del tiempo, la muerte, la juventud, el amor, la amistad... esos son los pequeños grandes temas que conforman su Leonera (Seix Barral, 2025), una recopilación de piezas breves entre el cuento, el microrrelato, el aforismo y el diario que ofrece breves epifanías sobre este mundo desconcertantemente paradójico en el que nos ha tocado cohabitar. Sirva como muestra un ejemplo: "El imbécil deja de serlo en el preciso instante en el que toma conciencia de su imbecilidad. El conocimiento de su desconocimiento le hace sabio. Si el que no sabe nada sabe que no sabe nada, en realidad lo sabe todo"

¿Qué es Leonera?

Es un libro compuesto por más de un centenar de relatos breves, que a veces llegan al aforismo y otras son pequeños cuentos, y que tiene que ver con mi libro anterior, Aquí yacen dragones (2013), igualmente centrado en el relato breve. Al mismo tiempo, Leonera es un intento de poner un cierto orden en mis cosas, porque al final casi todo lo escrito tiene que ver con el intento de buscarle una explicación a través de la escritura a todas esas cosas que uno no termina de entender del todo. Son relatos escritos desde la perplejidad y el asombro muchas veces. También del hecho de encontrar lo excepcional en lo cotidiano.

¿Has encontrado alguna respuesta de las que buscabas o no sabías lo que buscabas? ¿Va a tocar seguir escribiendo?

Va a tocar seguir escribiendo, eso seguro (risas). La ficción es una herramienta poderosísima para encontrarle una explicación a las cosas, empezando por uno mismo, y para utilizar muchos de los parapetos que ofrece, como el sentido del humor, la poesía o la paradoja. Para refugiarse en todo ello. Es complicado saber lo que he encontrado. Como decía Claudio Rodríguez, es difícil practicarse la autopsia a uno mismo, eso es mejor dejárselo a otros. En este caso, porque son cuentos que creo que para mí tienen más importancia en el momento en el que los escribes que en el que los compartes con el lector. Es en el momento cuando te sirven para algo, para dar con esa revelación. Ojalá el lector encuentre ahora algo parecido en ellos.

La unidad del libro reside en los temas que tratas. El paso del tiempo, la muerte, la juventud, el amor... Todas esas pequeñas grandes cosas.

Claro, porque son las cosas que al final nos conforman. Este centenar de cuentos atraviesa seis o siete temas, no más. El paso del tiempo está ahí porque en este libro he ido trabajando los últimos diez años, desde que escribí el anterior, a veces de forma más espaciada, otras con más intensidad, y supongo que eso se percibe. El paso del tiempo es algo que ha tenido mayor importancia para mí en los últimos años, sobre todo en la medida en que uno se hace más mayor y ve en sus padres y sus amigos ese proceso de envejecimiento y comprueba la finitud de la vida.

Roque Dalton decía que somos conscientes de nuestra mortalidad a los 26 años, aunque me parece un poco pronto. Yo no he sido consciente hasta entrados los cincuenta

¿A los cincuenta llega uno mortalmente herido?

Ese es uno de los relatos más poéticos, porque también hay algunos que pisan ese terreno. Tiene que ver con la aceptación de que es parte del acuerdo, que eso está ahí y que la muerte puede suceder antes o después. Es el momento en el que uno empieza a comprender que es así. Roque Dalton decía que somos conscientes de nuestra mortalidad a los 26 años, aunque me parece un poco pronto (risas). Yo no he sido consciente de esto hasta entrados los cincuenta, y por eso dejo constancia en estos cuentos de esos hallazgos o revelaciones que voy experimentando. En ocasiones lo hago con sentido del humor, como en La traición de los espejos, en el que digo que a partir de una edad los espejos te traicionan y nos devuelven una imagen falsa y tergiversada de lo que realmente somos. Esto tiene que ver con los aspectos más banales de hacerse mayor, pero también hay otras aproximaciones más desde el dolor que tienen que ver con el fallecimiento de personas queridas, pues uno así también se hace consciente de su mortalidad. Que es toda una revelación, tengo que decir.

¿Escribiendo encuentras al joven que fuiste?

Ese es otro de los temas. Una buena parte de los cuentos tienen que ver con la ficción expresada de distintas maneras y una de ellas es el oficio de escribir o, en mi caso, de trabajar también en el cine. Uno reflexiona mucho sobre lo que la ficción tiene de parapeto o de salvavidas, incluso una cierta forma también de explicarte las cosas. La escritura tiene también una misión parecida a la que la fe cumple para los creyentes, que es la de darnos una explicación a las cosas, servir de paracaídas, generar un modelo o algo que nos permita entender la parte más difícil de la vida. En mi caso, con la muerte de mi padre comprendí que el consuelo de los amigos está bien pero no lo resuelve. Hay personas que buscan ese consuelo en la fe y otros que intentamos expresarlo a través de la ficción, porque simplemente expresar las cosas ya contribuye a entenderlas.

Lo único que de verdad tenemos es el tiempo, algo que no se puede meter en una caja, que no se puede depositar en el banco, y que ni siquiera los relojes contienen

Se repiten mucho a lo largo de los textos los relojes y los calendarios. ¿Es una obsesión?

Tienen que ver con algo tan importante como el paso del tiempo, porque al final son su expresión gráfica (risas). Es como se filma el paso del tiempo, los relojes y los calendarios son objetos de lo cotidiano, que parecen inocentes. Un calendario encima de la mesa de una mutua o una aseguradora parece un artefacto inocente, pero no lo es, es una cuenta adelante también. Y en ese calendario están contenidas nuestras citas, nuestros planes y nuestras promesas. Pasa como con los relojes, que forman parte de lo cotidiano pero a la vez tienen una trascendencia enorme en nuestras decisiones.

Es que lo único que nos pertenece es el tiempo, pero parecemos empeñados en malgastarlo. Y luego empeñados en recuperarlo cuando no es posible.

Sí, y eso tiene que ver con que casi siempre nos preocupan más las cosas ligadas a lo material, a lo económico, o incluso a lo sentimental, cuando en realidad lo único que de verdad tenemos es el tiempo, algo que no se puede meter en una caja, que no se puede afianzar bajo siete llaves, que no se puede depositar en el banco y que ni siquiera los relojes lo contienen. Es verdad que me pregunto en un momento dado cómo recuperar el tiempo que uno siente que ha malgastado en conversaciones sin interés o en discusiones espurias. Te preguntas para qué le has dedicado tanto tiempo a eso, pero también es verdad que soy de los que piensa que todo eso sirve y alimenta también tu imaginario, porque todo lo que has hecho en la vida al final regresa y te sirve para algo.

"A partir de una edad los espejos te traicionan y nos devuelven una imagen falsa y tergiversada de lo que realmente somos"

También hablamos de amor en general, incluso de chicas con maletas en particular. ¿Va en paralelo el amor con la muerte y el paso del tiempo?

Supongo que son temas muy relacionados, porque son importantes y nuestra percepción sobre ellos varía a lo largo de los años. Cuando escribes, o haces películas, al final estás haciendo una representación de algo que es cambiante, igual que nuestra percepción también lo es, con lo que creo que al final se trata de afrontar la afluencia de la vida. Las cosas de las que hablamos cambian, pero nuestra percepción de ellas también, así que se trataría de retratar algo en movimiento. Pienso en un tren y retratarlo desde otro tren que también se mueve. Por eso, va cambiando nuestra percepción de estos temas, que están a su vez muy vinculados con el tiempo, como la evolución de las relaciones. Tiene que ver, de nuevo, con encontrar en las cosas del día a día la expresión que tiene mayor calado. A veces, porque en ocasiones también hay cuentos más superficiales.

¿Las canciones de amor que terminan siendo de desamor son las peores?

Claro, eso es así (risas). Otra reflexión vinculada al paso del tiempo, con cómo las cosas se resignifican y mutan en otras.

¿El envejecimiento se ralentiza en los bancos de los parques, en los bares o las librerías, pero se acelera en las oficinas de los bancos y haciendo cola en la administración?

Son percepciones personales (risas), pero la idea detrás de ese cuento es que el tiempo corre más deprisa y por tanto nos hacemos mayores más rápidamente en los lugares en los que no queremos estar. Y hay tantas veces que estamos en lugares en los que no queremos estar que te preguntas '¿qué hago aquí?' Por fortuna, está la contrapartida de que en aquellos lugares en los que sí quieres estar el tiempo pasa más despacio y el envejecimiento deviene en rejuvenecimiento. Es una reflexión que tiene que ver con el desencuentro propio en determinados momentos de la vida.

Los relojes y los calendarios son objetos cotidianos. Un calendario encima de la mesa de una mutua o una aseguradora parece un artefacto inocente, pero no lo es, es una cuenta adelante también

Le das mucha importancia a los parques y a los bancos de los parques, como lugar donde empieza todo y casi termina. ¿Así de cíclico?

Los parques son los espacios donde sucede la socialización, donde somos en compañía de otros. ¿Tú de qué parque eres? Estoy seguro de que esa es una pregunta que casi cualquiera puede responder automáticamente, porque es donde por primera vez empiezas a relacionarte con gente más allá de tu familia. Haces amigos, enemigos, seduces, te peleas, discutes... actúas en sociedad y eso es algo muy importante. Al final de nuestra vida regresamos de alguna manera a esos parques, mientras en las décadas centrales los cruzamos casi sin enterarnos de lo que sucede a nuestro alrededor.

¿El imbécil deja de serlo en el momento en que toma conciencia de su imbecilidad? ¿El que sabe que no sabe nada ya lo sabe todo?

No necesita saber más porque ya sabe que no sabe nada (risas). Son juegos. Esto está muy cercano a la greguería, hay algunos que son más así, que al final expresan una reflexión. Hay otro que dice 'el amor nunca es propio y la vergüenza nunca es ajena', que igual es otra manera de entender el mundo.

Nada es ajeno, todo es propio, de todo somos responsables. En el caso de Gaza, de lo terrible

Quizás quien haya seguido tu filmografía pueda echar de menos asuntos más sociales o políticos, aunque sí que hay uno sobre inmigración en el que dices: "Buscaban un mejor lugar para vivir pero llegaron a Europa". 

Yo entiendo que a lo político se llega también por otros caminos, como pueden ser lo poético y lo íntimo. El aforismo de que la vergüenza nunca es ajena se puede llevar a ámbitos de nuestra realidad diaria como cuando hablamos de Gaza, por ejemplo. La vergüenza siempre es propia, no es ajena, porque uno es parte de eso por la inacción, por la incapacidad de frenarlo. Es como decir 'qué horror, es algo que sucede allí', pero no, es algo que sucede aquí porque no estamos siendo capaces de evitar que ocurra. Porque bajo las ruinas de ese lugar no hay solo cadáveres de la gente que está muriendo cada día, sino que están también los principios de la sociedad occidental, del derecho internacional y de los derechos humanos, por lo que en ese sentido es un fracaso de nuestra sociedad y de la civilización occidental. Nada es ajeno, todo es propio, de todo somos responsables; en este caso de lo terrible. Eso está ahí, pero es verdad que hay menos cuentos que deliberadamente de una forma más expresa se ocupen de esos asuntos. En mi libro anterior pasaba un poco más, pero en este está ese pequeño momento al que te refieres, que se titula Los mismos y está efectivamente relacionado con la inmigración.

¿También vemos la inmigración como un problema de los demás? Ahí tenemos lo que está pasando en Estados Unidos desde el retorno de Trump, lo vemos constantemente al otro lado del televisor o del teléfono, ajeno.

Sí, así sucede. Uno pensaba hace un año o seis meses que no se podía gestionar peor, pero la realidad nos sorprende porque en estos últimos meses ha habido una regresión en derechos y en percepción de la opinión pública, que nunca es accidental, sino que siempre es inducida. Ha habido una regresión terrible en esta materia en concreto que a mí me escandaliza y me provoca vergüenza propia, no ajena.

¿Cuáles son los siguientes planes una vez ordenada la Leonera?

Belén Gopegui: "Es insólito que parezca normal preguntar '¿para qué queremos la privacidad?'"

Belén Gopegui: "Es insólito que parezca normal preguntar '¿para qué queremos la privacidad?'"

Es un poquito pronto para hablar de eso. Estoy escribiendo un proyecto cinematográfico, que es lo que siento que más me gustaría hacer. La última ficción que hice fue El gran patrón, luego el documental de Joaquín Sabina... He estado escribiendo desde entonces, pero algunos proyectos salen y otros no, esto es siempre así. Por eso, estoy trabajando en dos proyectos cinematográficos a la vez que espero estar rodando pronto, pero todavía estoy dándoles forma. Estoy en la mesa del escritor.

¿Y la mesa del escritor es la misma para guiones que para cuentos?

Es la misma, pero le das la vuelta (risas). Es como que la luz entra por otro lado muy distinto y esa es la razón por la que escribo cuentos. Se trata de abrazar la ficción desde otro sitio y de otra manera. Divertirse es muy importante en todo lo que hagas y para mí escribir siempre es una fuente de placer. Al ser cuentos breves, la parte más agradecida es el momento creativo de su invención, el fogonazo, aunque luego también lo desarrolles. Yo hago la analogía entre el placer inmediato de correr los cien metros lisos, diferenciándolo de la escritura de guiones cinematográficos y de dirigir películas, que es un trabajo de largo recorrido más propio de corredores de fondo. 

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