Puto Mikel: "La plumofobia es una constante a lo largo de la Historia"

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"No somos un invento moderno, ni una moda. Estas acusaciones llevan lanzándose siglos, con distintas acepciones, pero la diversidad y la diferencia son intrínsecas a cada sociedad incluso desde antes de poder hablar de homo sapiens". Esta es la conclusión principal de Sodomitas, vagas y maleantes (Planeta, 2024), el libro en el que el doctor en Arqueología y divulgador de historia Mikel Herrán, @PutoMikel, hace un recorrido por la Historia de la España desviada de Atapuerca a Chueca.

La historia, en definitiva, del marica, de la lesbiana, del invertido, del travesti, del hermafrodita… aquellos que desafiaban la norma del deseo, el género o el sexo. Un viaje que empieza en la prehistoria y nos lleva hasta la actualidad conociendo a quienes no suelen aparecer en los libros: los desviados que vivieron, burlaron las normas y tejieron redes y espacios propios. Porque la historia LGTBIQ+ de nuestro país empieza desde mucho antes de que existieran esas siglas o incluso España, tal y como el propio autor remarca a infoLibre

Entonces, ¿la homosexualidad no es un invento reciente?

Claro que no (risas). Pero hay que hacer un distinción. Si hablamos de homosexualidad como el acto entre personas del mismo sexo, no es un invento reciente, ni mucho menos, eso lo vemos desde siempre. Pero si hablamos de la homosexualidad como una categoría, como una forma de entender el ser, eso sí es más reciente, del siglo XIX, cuando nacen como categorías de patologización y enfermedad el homosexual, el bisexual, el transexual... Pero hay que tener mucho cuidado cuando usamos estas categorías en el pasado, porque por ejemplo se habla mucho de la homosexualidad en Grecia y Roma, pero eso no era homosexualidad, era un tipo de acto sexual de unas formas concretas que sí que estaba tolerado, mientras otras cosas que hoy consideraríamos homosexualidad, como el sexo entre adultos y ciudadanos como iguales, estaba mal visto y condenado, aunque existiese. Porque el sexo aceptado y aceptable en la antigua Roma era como un acto de poder y, por tanto, si eras un ciudadano romano te podías acostar con un esclavo o una esclava y daba igual, pero no por el género, sino por la posición ocupada. Si eras el activo, digamos. Se entendía que la mujer era siempre el elemento pasivo, y en el caso de dos cuerpos masculinos sí que había una jerarquía a mantener.

¿Cuál es la relación entre la misoginia y la homofobia a lo largo de los siglos? Van bastante en paralelo.

Sí, desde luego. Lo que podríamos llamar homofobia en la Antigua Roma, en la Antigüedad Clásica, la Edad Media y a lo largo de los siglos, tiene mucho que ver al final con la negación de la hombría. Una persona que se acostase con otros hombres, y sobre todo si lo hacía como pasivo, era menos hombre y estaba renunciando a su condición y a su privilegio masculino. Y por tanto se le afeminaba, se consideraba que le gustaba ser sometido o directamente que se convertía en una mujer. Por eso se decía que renunciaba a sus privilegios, que muchas veces eran a nivel de derechos: un hombre infame en la Antigua Roma era alguien que podía haber sido pasivo y perdía derechos. Lo que vemos más constante a lo largo de la Historia es la plumofobia en muchas sociedades. La plumofobia como la condena de esas prácticas y esa manera de ser que equipara lo masculino con lo femenino, que lo rebaja. Al final, el hilo conductor de gran parte de la LGTBIfobia que vemos hoy día han sido el patriarcado y la misoginia. Porque también a las mujeres les pasaba. A una mujer que renunciaba a su condición femenina porque no quería casarse con un hombre y tener hijos y se acostaba con otras mujeres se la caracterizaba como masculina, pero no en positivo, sino como una mujer hombruna. 

¿El hilo conductor de toda esta historia es la disidencia?

Sí. Mi hilo conductor no es tanto explorar cómo era el sexo en la Antigua Roma o en la Edad Media, sino cómo se entendía la norma y la disidencia en cada época. Las normas siempre se han creado en base a marcar al disidente y al que no encajaba. Esa historia del disidente es la que me interesa porque dice mucho también de otros aspectos de la historia de todos, ya que la disidencia sexual y de género ha sido utilizada como excusa para guerras, colonizar tierras... y por tanto también es una parte de la historia como tal. No podemos entender del todo la Reconquista o la conquista de América sin entender también cómo se utilizaban el género y el sexo.

¿Cómo se decidía en cada época qué sexo es aceptable o no?

Cada sociedad se forma con sus normas, tiene sus tabúes respecto al sexo, y pueden ser más o menos permisivas. Las fuentes arqueológicas nos hablan de que había diversidad sexual y podemos encontrar enterramientos de dos hombres juntos como un matrimonio en sociedades prehistóricas como El Algar, pero no encontramos mujeres enterradas juntas. ¿Eso quiere decir que había un tabú en torno a lo que llamamos lesbianismo pero no en torno a lo que llamamos el sexo entre hombres? Es probable, pero no lo sabemos porque las fuentes que tenemos ahí son limitadas. Cuando llega ya la escritura, con egipcios o fenicios, sabemos que tenían sus normas en torno al sexo y que eran más permisivas que por ejemplo los griegos, a los que sabemos que les llama la atención precisamente eso.

En la antigua Roma y la antigua Grecia había modelos de relación sexual que estaban aceptados y hoy nos parecen aberrantes. Muchas veces se ha hablado de eso y también con un efecto negativo en los que asocian la pederastia con la parte masculina del colectivo

¿Tenemos mitificados a griegos y romanos en temas de homosexualidad? ¿Por qué siempre se recurre a ellos como ejemplo?

Para defenderse de esa teoría de que la homosexualidad es algo moderno, gran parte del activismo ha buscado referentes en el pasado. Es verdad que en Grecia existían formas de sexo entre hombres aceptadas y, un poco por contrarrestar esta imagen negativa de que la homosexualidad es un invento y una degeneración moderna, se ha idealizado y se ha buscado esa unión con el pasado griego. Porque en Grecia había personas disidentes que tenían sexo con otros hombres adultos. Aunque si pensamos en la Atenas clásica, el modelo que estaba aceptado no era el que entendemos hoy por homosexualidad, sino que, aparte de pederasta, afectaba a ciertas relaciones entre adultos e individuos jóvenes, en una relación formativa en la que el sexo jugaba una parte. Ese sexo estaba aceptado, pero en Atenas encontramos igualmente ridiculizaciones hacia hombres que se acostaban con otros hombres adultos, es decir, personas que tenían deseos homosexuales y tenían que esconderse porque su modelo de amor no estaba aceptado. Por eso siempre insisto en que trasladar categorías a otras épocas puede ser muy peligroso. Y es que en la antigua Roma y la antigua Grecia había modelos de relación sexual que estaban aceptados y hoy nos parecen aberrantes. En la antigua Roma y la antigua Grecia había modelos de relación sexual que estaban aceptados y hoy nos parecen aberrantes. Muchas veces se ha hablado de eso y también con un efecto negativo en los que asocian la pederastia con la parte masculina del colectivo, que viene de esa imagen del amor griego y del romano.

¿En los siglos de Al-Ándalus las relaciones homosexuales estaban mejor vistas?

Las relaciones en Al-Ándalus tenían una fuerte segregación por géneros, lo que lleva a relaciones románticas muy intensas entre hombres y también entre mujeres, aunque de ellas nos han llegado menos. Lo que se ensalza sobre todo es el amor como un ideal casi casto, algo que no tiene que pasar las fronteras de lo carnal. Obviamente hay quien pasaba esas fronteras, pero no pasaba nada, porque no hay registro de condenas, aunque técnicamente por ejemplo estaba condenada la penetración anal entre hombres. No tenemos ningún caso, igual porque no se han conservado las fuentes. En aquella época, en cualquier caso, no es que hubiera mayor homoerotismo, ya que sí que había una condena moral del sexo, pero había un ensalzamiento del amor entre personas del mismo género.

¿Cuál era la importancia del travestismo en el Siglo de Oro?

El travestismo en el Siglo de Oro era más un juego y permitía también, por otro lado, como hace el drag, una burla de las normas sociales. Eso sí, al ser en obras de teatro, siempre volvía todo a la normalidad al terminar, con lo cual cabe siempre la duda de hasta qué punto llegaba la crítica. Por su parte, el drag, que surge ya desde la marginalidad, es una burla que juega y rompe con los roles de género. 

¿Es el franquismo la peor época para la homosexualidad en la historia de España? Hay personajes funestos como López Ibor con sus electroshocks y lobotomías... ¿Compite el franquismo con la Inquisición en esto?

El período de la Edad Moderna con la Inquisición, la Corona de Aragón y los Tribunales civiles en Castilla es casi como un ensayo en el que se muestra hasta qué punto la vigilancia puede condicionar la vida de los súbditos. Las condenas, si pensamos en muerte, cautiverio o galeras... eran más duras en la época de la Edad Moderna, pero en el franquismo lo que se hace es básicamente una medicalización del cuerpo y de la condición homosexual, como se llamaba entonces, lo cual lleva a un entendimiento totalmente distinto. En la Época Moderna vemos que al sodomita se le condena a morir en la hoguera o trabajar, pero en el franquismo vemos la categorización de enfermo y la intrusión en el propio cuerpo de forma interna con una especie de paternalismo que habla de curar a los pobres enfermos. De manera que en el franquismo igual las penas son más leves, porque son tres años de cárcel, el exilio de tu pueblo... pero hay que tener en cuenta todas las invasiones corporales que se hacían para medir si eras pasivo o activo, una patologización absoluta, los electroshocks, las lobotomías... Son dos épocas muy duras. Además, la idea de la homosexualidad como una enfermedad que se puede curar se ha mantenido hasta hoy, pues ahí están las terapias de conversión que se acaban de prohibir y que el Gobierno de la Comunidad de Madrid está intentando recurrir.

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Hay que estar atentos. Se les llama reaccionarios por un motivo. Reaccionan porque han visto una mayor representación, reconocimiento de derechos y, sobre todo, visibilidad. La gente ya no está encerrada en el armario y eso provoca una reacción casi visceral por parte de quien no ve eso como normal o aceptable. Frente a esas reacciones tenemos que estar más presentes, porque igual la legalidad ha cambiado, pero no la mentalidad. Además, mucha gente es fácilmente convencida de que el mayor daño para su vida no es la falta de acceso a la vivienda o la precariedad laboral, sino que una chica trans pueda cambiar una letra de su DNI con menos dificultades. Cuando los medios y los políticos buscan una cabeza de turco, el colectivo en general y las personas trans en particular están muy al alcance.

Lo cierto es que lo de sodomitas, vagas y maleantes ha perseguido al colectivo desde siempre y lamentablemente sigue ahí. En cada época cambian el contexto y las formas, pero no necesariamente siempre hacia delante.

Claro, exactamente. Eso es lo que nos enseña la historia. Aquí no es que la Segunda República fuera un dechado de virtudes de libertad sexual, pero desde luego había una menor persecución comparando con el franquismo posterior. Es un ejemplo muy visible de cómo las cosas no cambian siempre en una única dirección.

"No somos un invento moderno, ni una moda. Estas acusaciones llevan lanzándose siglos, con distintas acepciones, pero la diversidad y la diferencia son intrínsecas a cada sociedad incluso desde antes de poder hablar de homo sapiens". Esta es la conclusión principal de Sodomitas, vagas y maleantes (Planeta, 2024), el libro en el que el doctor en Arqueología y divulgador de historia Mikel Herrán, @PutoMikel, hace un recorrido por la Historia de la España desviada de Atapuerca a Chueca.

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