'Hacia un socialismo ecológico'
En su nuevo libro, Hacia un socialismo ecológico, el experto en Ciencias Sociales, Thomas Piketty, recopila sus crónicas escritas entre 2020 y 2024, en las que aborda la necesidad de transicionar hacia un modelo económico que integre justicia social y sostenibilidad ambiental. A través de un análisis profundo de las políticas contemporáneas, el autor critica las fallas del capitalismo actual y propone un cambio, desde una perspectiva socialista, hacia un sistema que priorice la equidad y el respeto por el medioambiente.
El libro estará disponible en librerías a partir de este miércoles, 2 de abril, y será publicado con la editorial Deusto.
A continuación, infoLibre publica el capítulo Redistribuir la riqueza para salvar el planeta:
Redistribuir la riqueza para salvar el planeta
Digámoslo de entrada: es imposible combatir seriamente el calentamiento global sin una redistribución profunda de la riqueza, tanto en el interior de cada país como a escala internacional. Quienes afirman lo contrario están mintiendo al mundo. Y los que afirman que la redistribución es ciertamente deseable, simpática, etcétera, pero desgraciadamente técnica o políticamente imposible, mienten igualmente. Harían mejor en defender aquello en lo que creen (si es que aún creen en algo) en lugar de perderse en posturas conservadoras.
La victoria de Lula sobre el sector de los agronegocios permite albergar cierta esperanza, si bien no debe servir para ocultar el hecho de que muchos votantes siguen mostrándose escépticos ante la izquierda social‐ecológica y prefieren girarse hacia la derecha nacionalista y antinmigración, tanto en el Sur como en el Norte, como han demostrado las elecciones en Suecia e Italia.
Por una sencilla razón: sin una transformación fundamental del sistema económico y de la distribución de la riqueza, la agenda social‐ecológica corre el riesgo de volverse en contra de las clases medias y trabajadoras.
La buena noticia (por así decirlo) es que la riqueza está tan concentrada en lo alto de la distribución que es posible mejorar las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población al mismo tiempo que se lucha contra el cambio climático, siempre que nos demos los medios para una redistribución ambiciosa. En otras palabras, todo el mundo tendrá naturalmente que modificar profundamente su estilo de vida, pero lo cierto es que es posible compensar a las clases trabajadoras y medias por esos cambios, tanto financieramente como facilitándoles el acceso a bienes y servicios que consuman menos energía y sean más compatibles con la supervivencia del planeta (educación, sanidad, vivienda, transporte, etcétera). Para ello es necesario reducir drásticamente la riqueza y los ingresos de los más ricos, es la única manera de construir mayorías políticas para salvar el planeta.
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Los hechos y las cifras son tozudos. Las fortunas multimillonarias del mundo han continuado su ascenso estratosférico desde la crisis de 2008 y durante la COVID‐19, alcanzando niveles sin precedentes . Como muestra el Informe sobre la Desigualdad en el Mundo 2022, el 0,1 % más rico de la población mundial posee ahora unos 80 billones de euros en activos financieros e inmobiliarios, que equivalen a más del 19 % del total mundial de activos (lo que, a su vez, equivale al PIB mundial de un año) . El 10 % más rico posee el 77 % del total, frente a sólo el 2 % que posee el 50 % más pobre. En Europa, que a las éliteseconómicas les gusta presentar como un paraíso de igualdad, el 10 % más rico posee el 61 % de la riqueza total, frente al 4 % del 50 % más pobre.
En Francia, entre 2010 y 2022, sólo las 500 mayores fortunas han pasado de 200 .000 millones de euros a casi un billón; es decir, del 10 % del PIB a casi el 50 % del PIB (el doble de lo que tiene el 50 % más desfavorecido) . Según los datos disponibles, la recaudación total del impuesto sobre la renta pagado por esas 500 fortunas francesas durante el período referido representó el equivalente a menos del 5 % de estos 800 .000 millones de euros. Esto es, por cierto, coherente con las declaraciones fiscales de los multimillonarios estadounidenses reveladas el año pasado por ProPublica, que muestran un tipo impositivo medio del mismo orden. Si se instituyera un impuesto excepcional del 50 % sobre el incremento de estas fortunas, lo cual no sería excesivo en un momento en que los pequeños ahorros, fruto del esfuerzo, pagan un impuesto inflacionista del 10 % anual, el gobierno francés podría recaudar 400 .000 millones de euros . Pueden considerarse otras fórmulas, pero lo cierto es que las cantidades son asombrosas: quienes afirman que no hay nada sustancial que ganar en este ámbito simplemente no saben contar . Para que conste, el gobierno acaba de vetar esta misma semana la decisión de laAsamblea Nacional de aumentar las inversiones en renovación térmica de edificios (12 .000 millones de euros) y en redes ferroviarias (3.000 millones de euros), explicando que no podemos permitirnos semejantes excesos. Lo anterior lleva a preguntarnos lo siguiente: ¿sabe el gobierno contar o antepone los intereses de una pequeña clase a los del planeta y a los ciudadanos, que tanto necesitan casas renovadas y trenes que lleguen a tiempo?
Además de este impuesto excepcional sobre las 500 mayores fortunas del país, es evidente que es necesario revisar todo el sistema fiscal. Durante el siglo xx, el impuesto progresivo sobre la renta fue un gran éxito . Los tipos impositivos del 80‐90 % aplicados a las rentas más altas bajo la presidencia de Roosevelt y durante medio siglo (81 % de media de 1930 a 1980) coincidieron con el período de máxima prosperidad, innovación y crecimiento en Estados Unidos . Hay una razón sencilla para ello: la prosperidad depende ante todo de la educación (Estados Unidos estaba muy por delante del mundo en aquella época), y no necesita en absoluto una desigualdad estratosférica. En el siglo xxi, el mismo principio debería ampliarse a un impuesto progresivo sobre la riqueza, con tipos marginales del 80‐90 % para los multimillonarios, asegurándose de someter a tributación al 10 % de los patrimonios más elevados . Es necesario, sobre todo, que una parte sustancial de la recaudación fiscal sobre las grandes fortunas se distribuya directamente a los países más pobres, en función de su población y de su exposición al cambio climático. Los países del Sur no pueden seguir esperando cada año a que el Norte se digne a cumplir sus compromisos. Es hora de pensar en el próximo mundo, o, de lo contrario, este mundo se convertirá en una pesadilla .