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Angelina Gatell, referencia ética y literaria

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La Casa de Asia es un consorcio público formado por el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, la Generalitat de Catalunya y los Ayuntamientos de Barcelona y Madrid. Esta institución contribuye a un mejor conocimiento y al impulso de las relaciones entre las sociedades de Asia, el Pacífico y España.

El pasado 9 de marzo se presentó la antología Con Vietnam (Visor, 2016), preparada por la poeta Angelina Gatell en 1968 y prohibida por el franquismo. La poesía española se solidarizaba con el dolor y la lucha del pueblo vietnamita agredido por los Estados Unidos. Descubierto el libro por el profesor Julio Neira en los Archivos de la Censura, ha podido publicarse recientemente. Intervinieron Teresa Gutiérrez del Álamo, directora del Centro Casa Asia-Madrid, Julio Neira, Miguel Sánchez Gatell Miguel Sánchez Gatell y Luis García Montero. Todos señalaron el poder de convocatoria que tuvo en su época Angelina Gatell (fallecida el pasado enero), capaz de reunir a poetas de distintas generaciones e ideologías.

La intervención de Miguel Sánchez Gatell, poeta, filólogo e hijo de la antóloga, expuso  las razones de esta capacidad de convocatoria, debida a su presencia en en la atmósfera cultural de la época. Recogemos aquí el texto de leído por Miguel Sánchez Gatell.

Angelina Gatell, referencia ética y literaria

A la hora de hacer una semblanza sobre Angelina Gatell, en el marco de la presentación de esta antología felizmente rescatada por el profesor Julio Neira y sacada a la luz por la editorial Visor, creo que es interesante referirse a su quehacer literario e intelectual como participante activa de la atmósfera cultural y poética del momento, más allá de su propia producción poética como autora señalada de su generación. Es precisamente esta faceta, la de su interés por el entorno cultural en el que su propia obra se inscribe, lo que posibilita que Angelina pueda ejercer de forma efectiva como punto de encuentro para reunir en este libro, en torno a la condena de la guerra de Vietnam, un grupo tan nutrido y heterogéneo de poetas. Señalaremos aquí, por tanto, cuál fue su desempeño cultural en diversos ámbitos, todos ellos representativos de lo que se ha dado en llamar la poesía de posguerra, que en sentido amplio comprende el periodo que va desde 1939 hasta los años 70, y en un sentido más central y estricto se ha denominado generación del 50.

 

Sus primeros contactos con el mundo cultural tuvieron lugar en la Valencia de la posguerra, entrados ya los años cuarenta, en torno a la tertulia del café El gato negro, a la que acudían los hermanos Gaos, José Hierro, José Luis Hidalgo, María Beneyto, los hermanos García Luengo y Pedro Caba, entre otros, ligados todos ellos a la revista Corcel. Años todavía de cierta indefinición de corrientes, con grandes hitos poéticos sin embargo (Hijos de la ira, Sombra del paraíso) por parte de los poetas del 27 no exiliados. Durante los cincuenta frecuenta también, en casa de Francisco Ribes y María de Gracia Ifach, a buena parte del ambiente intelectual de la Valencia de esos años. Se dedica con vocación profesional al teatro y funda en 1952 con Eduardo Sánchez el teatro de cámara El Paraíso –el mismo año, por cierto, en que ve la luz la Antología Consultada de Ribes. En 1954 obtiene el premio Valencia por su libro Poema del soldado, claramente en línea con la corriente rehumanizadora que triunfaba en la década. Publica poemas en revistas poéticas, como Verbo y La caña gris, y se traslada a Madrid a finales de la década, con cuyo ambiente habrá empezado a tener contacto desde algunos años atrás. En Madrid participa en los círculos poéticos y literarios, asistiendo a tertulias muy nombradas entonces como la de Gerardo Diego en el café Gijón y desarrollando su profesión como actriz y guionista en televisión, para acabar dedicándose al doblaje.

En 1963 publica su segundo poemario, Esa oscura palabra, en la colección Isla de los Ratones de Santander. Las colecciones, en este periodo de la poesía española, tendrán una importancia capital tanto para dar a conocer nuevos autores, como para definir las tendencias poéticas del momento. Ejerce la crítica literaria en revistas como Poesía Española, Cuadernos Hispanoamericanos (donde publica, en 1964, su conocido artículo sobre Alfonsina Storni y Delmira Agustini, citado con frecuencia por la crítica), y más adelante en la revista El Urogallo, que dirigirá Elena Soriano. Acude en esos años a la tertulia de Vicente Aleixandre en su casa de Velintonia. Y a la que dirige José Hierro en el Ateneo de Madrid, que se interrumpe en 1965 por problemas con la censura. "Mis señoritos me han despedido", cuenta Angelina que les dijo Hierro con motivo del cese de la citada tertulia.

Con voluntad de refundar un espacio cultural independiente, se crea la tertulia Plaza Mayor por parte de, como reza en las invitaciones, ¨Los amigos de Plaza Mayor¨ que son: José Hierro, Aurora de Albornoz, José Gerardo Manrique de Lara y Angelina Gatell. El espacio se llamará Literatura y diálogo, y tendrá lugar de ordinario los jueves a las ocho y media de la tarde en la librería Abril (calle Arenal 18) que regentaba Carmina Abril. La inaugurará Vicente Aleixandre el 27 de enero de 1966, y se extenderá hasta 1969. La lista de los nombres que pasaron por este espacio –centrado especialmente en la poesía, pero con sesiones que iban más allá del género— es prolija. Citaré a Antonio Gala, Luis Rosales, Caballero Bonald, Ángela Figuera, Ramón de Garciasol, Vicente Gaos, Gerardo Diego, Carmen Conde, Ángel González, Félix Grande, Francisco Brines, Francisco Umbral, Antonio Buero Vallejo… Recordemos que las tertulias tuvieron un papel central para mantener no sólo la cohesión de las corrientes poéticas, sino también para dar a conocer nuevas obras y como foros de discusión intelectual y, en muchos casos, política.

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La actividad desarrollada tanto en el ámbito de la crítica literaria en las revistas, como en un foro de la importancia que llegó a adquirir Plaza Mayor en sus tres años largos de existencia, hace que Angelina pueda convertirse en el centro de gravedad de un proyecto como el de la antología Con Vietnam (1968). Y explica también la diversidad de los poetas reunidos en ella, que pertenecen a distintas generaciones (desde Gerardo Diego que nace en 1896 a Marcos Ricardo Barnatán que lo hace en 1946). Estamos, por otro lado, en la edad de oro de las antologías (Castellet, Batlló, Leopoldo de Luis, Mantero), y esta década será fértil en ellas. La misma Angelina elaborará, junto a Carmen Conde, la obra Poesía femenina española 1950-1960, que será publicada a principios de la década siguiente (1971). Es éste un formato —la antología- que, aunque cuestionado en mayor o menor medida su papel para definir las corrientes estéticas, tendrá una gran importancia en la poesía de la época. Con esta antología y con la biografía de Pablo Neruda (la primera publicada en España) que también ve la luz en ese mismo año de 1971, aparecida en la editorial Epesa, Angelina cierra un ciclo de algo más de diez años en el que habrá transitado por tres ámbitos clave en la vida cultural de la época: la crítica literaria, la tertulia y la antología. A finales de esta década (1969) cierra también un ciclo creativo publicando su último libro de poemas, Las claudicaciones, antes de un periodo de largo silencio tanto para su obra poética como para su obra crítica.

No será hasta finales de los setenta cuando publicará una antología de poesía para niños —que no de poesía infantil— (Mis primeras lecturas poéticas, Ediciones 29) de un amplio rango de poetas, donde se hallan también presentes algunos nombres de su generación literaria. Su labor crítica todavía habría de dejar una última antología, mucho más tarde (2006), publicada por la editorial Bartleby: Mujer que soy. La voz femenina en la poesía social y testimonial de los cincuenta, que cierra su faceta crítica con una revisión profunda del tema. Con el cambio de siglo, Angelina vio también publicadas sus últimas obras poéticas en esta misma editorial, pertenecientes todas ellas a lo que podríamos llamar un segundo ciclo creativo que se había iniciado en los ochenta (Los espacios vacíos, Noticia del tiempo, Cenizas en los labios, La oscura voz del cisne). La perspectiva de que la antología Con Vietnam se recuperase y saliera del largo olvido en que la había sepultado la censura, le produjo una sincera e inesperada satisfacción, sobre todo por poder ver culminado ese esfuerzo crítico y de concitación cultural que el proyecto significó, y que fue una de tantas cosas que se tragaron aquellos años oscuros.

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