La larga noche
Joaquín Pérez Azaústre (XXXVIII Premio Jaén de Novela)
Almuzara (2022)
Acabé 2022 y empecé 2023 leyendo La larga noche, en aquel entonces el último libro publicado por Joaquín Pérez Azaústre (y ahora ya no, porque Mujer tendida de espaldas es una maravilla de antología de poemas amorosos editada primorosamente en enero del 2023 por Jacob Lorenzo en la colección El Reino Blanco del Ayuntamiento de Rute). La lectura de esta novela, que narra la agónica noche de la muerte del mítico torero Manuel Rodríguez Sánchez, Manolete, entrelazando sus últimos momentos con episodios muy significativos de su vida y en especial con su amor por la actriz Lupe Sino, me hipnotizó.
Si la historia en sí de Manolete y de la bellísima actriz que después de su muerte busca desesperada un trozo de la camisa ensangrentada que llevaba el torero es fascinante, no lo es menos el lenguaje prodigioso con el que la cuenta Joaquín Pérez Azaústre, confirmando así que fondo y forma son siempre indisolubles. En palabras de la filósofa americana Martha Nussbaum, narrar ciertos acontecimientos y ciertas verdades sobre el alma humana exige un estilo determinado. Conseguir la inseparabilidad de fondo y forma requiere por supuesto un oficio consumado (pero sabemos que con el oficio nunca basta), un equilibrio delicado y poderoso entre la inteligencia y la emoción. Cada frase de la novela ha sido trabajada con mucha atención y enlaza con la siguiente y con la anterior en una armonía fluida que es algo muy difícil de conseguir y que demuestra que nuestro autor asimiló la lección que Flaubert ejemplifica magistralmente en Madame Bovary.
Mientras leemos La larga noche vemos y sentimos la "hoguera bajo la piel" del torero, el "espesor metálico que le crece en la boca" y sabemos con el cuerpo que "se encuentra en otra percepción de lo que está ocurriendo, con su instante voraz de calor detenido". Con una mirada íntimamente educada en el gran cine clásico se nos describe también a Lupe Sino, en la floristería Santa Marta en Córdoba —"Rafael Prieto repara en su expresión: es mucho más hermosa que en las fotografías de las revistas, pero nunca la había visto con ese gesto de desolación, como si algo desde dentro le hubiera quebrado mínimamente los ángulos de la cara y fuera necesario encajarlos de nuevo"— o en la visión del actor Arturo Fernández, el joven amante de la actriz muchos años después de la muerte de Manolete, una muerte que no acabó jamás con el amor de Lupe por el torero: "La ceniza que tiene esa mujer está en sus ojos: hay un brillo gastado, un destello natural de viveza que ahora se ha vuelto mate. Cuando la siente sobre él, con toda la firmeza de su cuerpo, se abisma algunas veces dentro de sus ojos. No están vacíos: sabe distinguir esa mirada de las mujeres que gozan y hacen gozar, aunque se hayan olvidado de sentir. Ella sigue sintiendo, pero en otro lugar". Los precisos elementos visuales apuntan a un exacto y doloroso retrato emocional, que debe mucho al cine clásico. Se trata de lograr tensar la cuerda de los sentimientos y caminar por ella como un equilibrista. Pérez Azaústre, un escritor muy inteligente, que no deja al azar ni un adjetivo, no teme la emoción y eso lo hace grande.
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Decía el enorme poeta que fue Joan Margarit que en un buen poema nada debe faltar ni sobrar, que un poema era como una casa en la que se pudiera habitar. Lo mismo puede afirmarse de La larga noche (no por casualidad escrita por un poeta magnífico): una novela brillante en sentido literal, lustrosa, pulidísima, sobria y a la vez arrebatada, un artefacto perfecto.
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* Ioana Gruia es escritora y profesora de Literatura.