Raíces y puntas Alejandro Luque Raíces y puntas
Triskel EdicionesSevilla2017
Hace apenas una década se produjo un fenómeno curioso entre la gente de letras: no había escritor, más o menos conocido o aspirante a serlo, que no se hubiese arrojado a las procelosas aguas de la red con un proyecto que unos llamaban bitácora y otros simplemente blog. Los escritores blogueros habían apostado a vuela tecla por un medio efímero, algo espectral y paradójicamente insignificante –en los océanos de Internet los lectores potenciales se contarían por miles de millones, pero las visitas reales no llegaban en algunos casos a superar más de una veintena, incluida la familia más cercana y los amigos más íntimos—. En definitiva, otra vez escribiendo para la inmensa minoría, como Juan Ramón Jiménez en las páginas republicanas del diario El Sol. De modo que algunos volvieron la mirada al formato tradicional y convirtieron sus páginas virtuales en libro hecho y derecho –a primer golpe de memoria se me vienen los casos de, por ejemplo, Felipe Benítez Reyes, Antonio Rivero Taravillo o José Manuel Benítez Ariza—. E incluso se dio el caso no menos frecuente de abandonar en los rincones fantasmagóricos de la red el ímpetu creativo primero ya fuera por cansancio, por desinterés, por inutilidad o por expectativas frustradas –cada uno sabrá porqué empezó y porqué dimitió—.
Un camino parecido recorrió Alejandro Luque (Cádiz, 1974) con su bitácora Raíces y puntas, iniciada en pleno apogeo bloguero allá por el año 2007, clausurada en 2013 y publicada a la vuelta de los años en formato gutenbergiano por la sevillana Triskel Ediciones.
No sé qué busca exactamente el lector de estos blogs ni qué mueve a un escritor consagrado o en ciernes a escribirlo: ¿chismes del mundillo literario o recetas mágicas sobre la creación para el lector y desahogos aproximadamente íntimos o afirmación de un modo literario de estar en el mundo en el caso del creador? Repito que no conozco la respuesta, porque no he transitado tantos como para atreverme a proponer y defender una tesis de trabajo. Lo que sí puedo afirmar es que en Raíces y puntas de Alejandro Luque se ofrece una especie de mirada caleidoscópica sobre la realidad más cercana del autor, que al tratarse de un individuo que se gana la vida como redactor cultural de El Correo de Andalucía inevitablemente gira en primer lugar en torno a este mundo. En este sentido, llama poderosamente la atención la variedad de temáticas que se abarcan – música en general, pero especialmente flamenco, cine, cómic, artes plásticas, literatura por supuesto…—, pero sobre todo destaca el conocimiento profundo de cada uno de los asuntos que se tratan en este libro. En este detalle nada insignificante se puede apreciar una reivindicación de un tipo de periodismo tan poco usual como necesario, aquel que se hace desde la responsabilidad hurtada en los últimos tiempos por la urgencia de las cuentas corrientes de los grupos de comunicación.
No obstante, Alejandro Luque no solo se limita en su bitácora transmutada en libro analógico a hacer acopio de sus vivencias laboral-culturales. Si solamente fuera así, el interés de su obra radicaría en una suerte de exhibicionismo intelectual, razón suficiente para que seguramente el libro perdiera cualquier interés, salvo para colegas de profesión y/o para excéntricos culturetas —o culturetas excéntricos—. Como una suerte de moderno Terencio, a Alejandro Luque nada de lo humano le es ajeno y de ello da buena muestra en Raíces y puntas. Aquí nos damos cita con el lector voraz, con el viajero impenitente, con el exfumador empedernido, con el mitómano borgiano, con el admirador incondicional del maestro de periodistas José María Bernáldez, con el enamorado cubano-siciliano, con el crítico honesto y educado… Casi ninguno de los perfiles o recodos de la realidad escapa a la mirada atenta de Alejandro Luque, a sus análisis afinados y divergentemente acertados.
Sin embargo, Raíces y puntas es, por encima de todo lo dicho anteriormente, un canto a la amistad, unas veces festivo y celebratorio, otras nostálgico o necrológico. En el libro se puede rastrear, sin duelos al sol ni ajustes de cuentas, un recorrido emocional e íntimo por la camaradería y el cariño, obviando lo escabroso o lo sentimentalmente pornográfico, porque, como demuestra el pulso narrativo del escritor gaditano, es posible tratar estos asuntos sin deslizarse hacia lo cursi o lo melodramático. Y frente a estos peligros, Alejandro Luque propone además el antídoto del humor o, mejor dicho, del sentido del humor compartido por los cofrades de la hermandad de la amistad. Podríamos afirmar que junto al cariño no hay mejor pegamento fraternal que sintonizar en ingenio, agudeza e ironía.
Pero Raíces y puntas no solo es un libro interesante por la mirada que proporciona sobre tantos y tan variados temas, sino que además funda su ser en una prosa ágil, sin más efectos retóricos especiales que los estrictamente necesarios, una prosa que, con el oficio de tantos años en las redacciones, sabe ajustar lo narrado a lo imprescindible para no desbarrar, una prosa que resuelve cada una de las entradas con acierto y sin dejar cabos sueltos.
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Afortunadamente a alguien se le ocurrió rescatar a tiempo el primitivo blog Raíces y puntas del anonimato de la red, de su fungibilidad y de su fragmentariedad, para presentarlo empaquetado en formato libro y proporcionarle así una nueva vida más completa y orgánica, aunque probablemente igual de anónima.
*Juan Carlos Sierra es profesor de Literatura.Juan Carlos Sierra
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