El conflicto primario

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Hernando Valencia Villa

Las guerras civiles. Una historia en ideasDavid ArmitageTraducción de Marco Aurelio GalmariniAlianza EditorialMadrid2018Las guerras civiles. Una historia en ideas

Al final de este libro extraordinario, en la página ritual dedicada a sus deudas intelectuales, el historiador inglés David Armitage confiesa que la idea de escribir una historia de las ideas políticas en torno a la guerra civil surgió con la revelación que supuso para él descubrir los manuscritos de Francis Lieber mientras investigaba en la ilustre Biblioteca Huntington en San Marino, California. Exiliado en Estados Unidos desde 1827, Lieber fue el jurista alemán que redactó la Orden General No. 100, de 24 de abril de 1863, por medio de la cual el presidente Abraham Lincoln adoptó las llamadas “Instrucciones para los ejércitos de los Estados Unidos en campaña”, que se constituyó así en el primer estatuto moderno que aplicaba las leyes y costumbres de la guerra en un conflicto armado de carácter interno como la guerra civil norteamericana de 1861 a 1865. Conocido también como el Código de Lieber, el instrumento se considera desde entonces el principal antecedente directo del actual derecho internacional de los conflictos armados en su doble vertiente de derecho humanitario o de Ginebra y derecho de la guerra o de La Haya. El espíritu del Código de Lieber está resumido en su artículo 15, que representa la síntesis más feliz de la ética de la guerra en el último siglo y medio de historia: “Los hombres que se enfrentan con las armas en combate abierto no dejan de ser por ello seres morales, responsables los unos frente a los otros y frente a Dios”.

En Las guerras civiles, el profesor Armitage ofrece entonces una visión de conjunto, “más sintomática que sistemática”, del pensamiento político occidental desde Grecia y Roma sobre el trágico concepto de guerra civil, que resulta “necesariamente contextual y conflictivo” por tratarse de la forma de violencia humana organizada más extendida, destructiva y característica. El autor parte de un hecho: las guerras civiles tienden a ser más largas, cuatro veces más largas, que las guerras interestatales o internacionales, y en la segunda mitad del siglo XX han durado tres veces más que en la primera mitad. Entre 1816 y 2001 ha habido 484 guerras, de las cuales 296 han sido civiles. Tales conflictos, decía De Gaulle, “son imperdonables porque la paz no nace cuando la guerra termina”. Y Hans Magnus Enzensberger añade: “La guerra civil no es sólo una costumbre ancestral, sino la forma primaria de todo conflicto colectivo… En las actuales guerras civiles ha desaparecido todo vestigio de legitimación. La violencia se ha desligado totalmente de las justificaciones ideológicas”.

Ampliamente documentada, muy bien argumentada y escrita con esa claridad proverbial de los historiadores de tradición anglosajona, la obra de Armitage está dividida en tres partes. La primera explora los orígenes del problema en la Grecia clásica y sobre todo en la república romana, donde apareció por vez primera la noción de guerra civil como conflicto armado entre los ciudadanos del mismo Estado en un discurso de Cicerón sobre Pompeyo, pronunciado en el año 66 antes de Cristo. La segunda parte se ocupa de la reflexión de los grandes juristas y filósofos políticos de los siglos XVII y XVIII, como Grocio, Hobbes, Locke, Vattel y Rousseau, hasta llegar a la era de las guerras de independencia y las revoluciones burguesas que instauran la modernidad a ambos lados del Atlántico. Y la tercera parte, por fin, examina la cuestión en los siglos XIX y XX, con especial énfasis en la convergencia entre revoluciones y guerras civiles, la reducción de las guerras internacionales y el incremento de las guerras intestinas, y la llamada “guerra civil global” contra el terrorismo.

Aunque el profesor de Harvard cita numerosos ejemplos históricos, se suma a la opinión según la cual ha habido cinco grandes guerras civiles: la inglesa de 1642 a 1649, la norteamericana de 1861 a 1865, la rusa de 1918 a 1921, la española de 1936 a 1939 y la libanesa de 1975 a 1990. Ahora bien, estos casos prueban, más allá de toda duda razonable, que en el corazón de toda revolución hay una guerra civil; que ya existe una “polemología” o teoría de la guerra internacional y una “irenología” o teoría de la paz mas no una “estasiología” o teoría de la guerra civil; y que si la guerra civil es la apoteosis del poder, la política es la continuación de la guerra civil por otros medios.

Las guerras civiles se cierra con una advertencia notable. La guerra civil global contra el terrorismo se plantea hoy como una guerra total, sin cuartel, puesto que en apariencia de ella depende la civilización planetaria. Pero Armitage nos recuerda que si existen leyes y costumbres de la guerra, que se recogen en los Convenios de Ginebra de 1949 y en sus Protocolos Adicionales de 1997 y que son aplicables tanto a los conflictos armados externos cuanto a los conflictos armados internos, la lucha contra el terrorismo no sólo puede sino que debe someterse a los derechos humanos y a la ética humanitaria para librarse de una manera civilizada. Tal es el desafío que implica pensar la guerra civil como idea y como experiencia.

*Hernando Valencia Villa es doctor en Derecho por la Universidad de Yale y traductor al español de Hernando Valencia VillaEl derecho de gentes de John Rawls y La idea de la justicia de Amartya Sen.

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