Club de lectura

‘Cuento de navidad’, de Charles Dickens

'Cuento de navidad', de Charles Dickens

Marcos Rodes / Ramón Sanchis

El libro durmiente es una experiencia literaria que comenzó su andadura en junio de 2003. Su nombre hace referencia a la necesidad de rescatar los valores y principios que duermen en el seno de los libros, pues en ellos se encuentran los grandes sueños que alentaron los seres humanos durante siglos. Retornar a los clásicos, fomentar la lectura y el arte de escribir, son las finalidades de El Libro durmiente (ELD). Nos definimos como una entidad creada sin ánimo de lucro, que se gestiona con recursos propios y no mantiene adscripción política, ideológica ni religiosa. Nuestra acción adquiere la condición de voluntariado cultural. ELD se compone por personas interesadas en aprender, con independencia de su formación académica, edad o condición social.

La actividad cultural de los primeros años se desarrolló adoptando la forma de un Club de Lectura que sigue funcionando en la actualidad y se convoca para debatir acerca de la estructura y contenido de los libros seleccionados. Entre las acciones que realizamos, cabe destacar las encaminadas al fomento de la lectura entre los más jóvenes, ya que ésta constituye uno de los ejes principales de El libro durmiente. Desde el año 2012, se completaron las actividades con la inclusión de los Talleres de Escritura creativa, destinados tanto al aprendizaje de las técnicas básicas que se requieren para escribir correctamente, como a la enseñanza de los recursos que utilizan los escritores en la creación literaria de relatos, novelas, cuentos, ensayos, poesía, artículos, etcétera.

Finalmente, la invitación a los autores para presentar sus obras o impartir clases magistrales sobre las técnicas de escritura han dado lugar a la creación de un verdadero Foro Literario, en donde confluyen los lectores, libros y escritores, compartiendo ideas e inquietudes en pro de la cultura. De este modo, el Libro durmiente contribuye a fomentar la lectura y el amor por los libros, desvelando los tesoros que estos encierran, a la par que promueve el aprendizaje de una herramienta imprescindible para trasmitir ideas: el dominio del lenguaje y el arte de escribir.

Cuento de navidadCharles Dickens

En una de nuestras sesiones tuvo lugar un nuevo encuentro del Club de Lectura, esta vez para discutir sobre Cuento de navidad de Charles Dickens, magnífica obra literaria que ya es un clásico que se lee y representa cada navidad. En esta obra se nos presenta al señor Scrooge, mezquino comerciante que desprecia cualquier valor humano, recibiendo la visita del espectro de su difunto socio, Jacob Marley. El fantasma de Marley dice estar encadenado por las pesadas ataduras que se forjó en vida, por lo cual intenta prevenir de sus errores a su amigo, a fin de que pueda corregir su vida, escapando así al destino nefasto que seguramente le aguarde cuando le llegue la muerte. La sombra del difunto Marley le advierte también de que aún tiene una oportunidad de enmendarse, pues prontamente recibirá la visita de tres fantasmas: el espectro de las navidades pasadas, el de la navidad presente, y finalmente el espíritu de las navidades futuras. Ellos le mostrarán pasajes de su propia vida a fin de que se redima y encauce sus actos en un sentido más humano y altruista.

Durante la sesión, los miembros del club analizamos la obra, propiciando un debate de ideas y un coloquio final entre todos los asistentes. Algunos ven en el cuento tan solo un canto al espíritu de la navidad. Otros creen que la obra se aprovecha del tópico navideño, creando una atmósfera de bondad demasiado empalagosa, y tal vez falsa, donde se apela a la compasión y al remordimiento para despertar un sentimiento de amor al prójimo. En general, los ponentes se inclinaron a pensar que esta narración pretende imbuir en el lector no solo una actitud respetuosa con la navidad, lo cual es patente, sino además hacerle meditar sobre el sentido de la vida y las consecuencias de sus actos.

El motor principal de la obra es, para algunos, el miedo del ser humano a enfrentarse con sus circunstancias; miedo a fracasar en la vida, ya sea hundido en la pobreza o por nuestras relaciones humanas; miedo a sufrir o a ser herido; y miedo a no ser considerado por los demás, lo cual impulsa a buscar la riqueza a toda costa y a encerrarse en sí mismo, aislándose de los demás.

Ramón Sanchis

, uno de los miembros del club de lectura, analiza a continuación las técnicas literarias que adornan este Cuento de Navidad:

Nos hallamos ante un escrito que pertenece al género del relato, escrito en un estilo natural, didáctico, fácil de leer, no excesivamente complicado o pomposo. Es un relato coherente, que muestra una buena continuidad en las escenas que van componiendo la narración, pues se engarzan unas con otras magistralmente. De la coherencia de cada párrafo y de la perfecta relación de las ideas que se van encadenando en las secuencias de párrafos resulta un texto de gran claridad, unidad y belleza. Es un texto efectivo y adecuado, pues consideramos que logra el propósito que pretende.

Dickens utiliza un lenguaje esmerado, en donde las palabras se emplean en el momento adecuado, de un modo certero y expresivo. Los verbos introducidos son los más precisos, y los adjetivos califican de un modo convincente y colorista. El texto presenta una lectura elegante, plagada de ritmo y de musicalidad. Elaborado de un modo artesanal, el relato recrea tan bellas imágenes que permiten al lector ver las escenas con los ojos de la imaginación. Así dirá, por ejemplo: "Construido sobre un lúgubre arrecife de rocas hundidas, a eso de una legua de la playa, contra el cual las aguas arremetían y se estrellaban todo el año, había un faro solitario. Grandes masas de algas marinas estaban pegadas a su base, y aves de tormenta —que podían suponerse nacidas del viento, lo mismo que las algas lo parecían de las aguas—, emergían y se deslizaban a su alrededor, como las olas que ellas rozaban ligeramente".

Las descripciones de los lugares, ya sean campos, aldeas, sus callejas, tiendas y casas, a menudo recrean cuadros plagados de coloridos, aromas y sonidos, que alagan los sentidos. Por ejemplo: "La antigua torre de una iglesia, cuya vieja y ronca campana estaba constantemente atisbando a Scrooge a través de una ventana gótica, se hizo invisible, pero continuaban sonando las horas y los cuartos entre la neblina, con trémulas vibraciones prolongadas, como si sus dientes rechinasen en su helada cabeza, allí, en las alturas".

Se suma también a la belleza de las descripciones la fuerza de sus metáforas, las cuales dan mayor pujanza expresiva al texto, dibujando recorridos imposibles para la imaginación. Como en este fragmento: "Pero allí también dos hombres que vigilaban el faro habían encendido un fuego, que a través dela arpillera del muro de piedra gruesa, derramaba un rayo de resplandor sobre el tétrico mar. Juntando sus callosas manos sobre la tosca mesa ante la que estaban sentados, se desearon uno al otro felices pascuas alzando su lata de grog, y uno de ellos —el más viejo, también, con toda la cara marcada y dañada por el tiempo duro y cruel, como el figurón de proa de una vieja nave podía estarlo—, púsose a cantar una ruda canción que sonaba como un verdadero temporal".

En este bello Cuento de navidad un narrador omnisciente, que no se corresponde directamente con ningún personaje que aparece en escena, parece capaz de conocer todo aquello que sucede, tanto en el pasado como en el futuro, e incluso las motivaciones personales, las inquietudes o sensaciones experimentadas por los personajes, llegando a entenderlos mejor que ellos mismos. Como si se tratase de una divinidad capaz de superar la condición humana y de estar en todo momento en cualquier lugar, el narrador omnisciente permite al escritor definir sólidos personajes, cargados de fuerza y realismo. Y esta es la mejor baza que juega el escritor. Como ejemplo, se dirá en el caso del Señor Scrooge: “Estrujaba, retorcía, avasallaba, agarrotaba fuertemente a las personas con quienes trataba. Duro y áspero como un pedernal del que ningún acero había sacado nunca una llama generosa; reservado, introvertido y solitario como una ostra”.

Pero la descripción de los personajes —tal como ocurre en la vida real—, no se ciñe solamente a la primera impresión causada cuando éstos aparecen en escena por primera vez, sino que Dickens va completando la descripción en pequeñas dosis sucesivas, aportando leves anotaciones que delinean fielmente su figura. De este modo, Dickens le permite decir al Señor Scrooge: “No me siento alegre en Navidad y no puedo permitirme alegrar a los holgazanes…”; añadiendo más adelante el texto: “Si muriesen, sería mejor para ellos, y disminuiría así el exceso de población…”. O bien: “Hasta los perros de los ciegos parecían conocerle; y cuando le divisaban acercarse, arrastraban a sus propietarios hacia portales o callejuelas, y entonces meneaban sus colas como si dijesen: ¡Que no te vea nadie es mejor a que te vea el diablo, amo que discurres en la sombra!".

Tampoco se circunscriben las descripciones al aspecto físico, sino que dibujan con maestría la psicología del personaje y su mundo interior. Contemplemos, el retrato profundo que hace Dickens del Señor Scrooge: “…Aparentaba más edad, era ya un hombre en la flor de la vida. Su rostro no mostraba aún los rasgos rígidos y crueles de los últimos años, pero ya empezaban a aparecer las señales de avaricia y preocupación. Tenía una mirada ardiente, codiciosa, intranquila, que delataba la pasión que había enraizado en sus ojos y hacia qué lado caería la sombra del árbol que estaba ya creciendo rozagante”.

Y finalmente hay que señalar que, tal como corresponde a una obra literaria de calidad, el autor intercala sabiamente profundas reflexiones que representan su aporte personal al lector, dando muestras de su valía como ser humano. "Los caminos de los hombres permiten augurar ciertos finales a los que, si perseveráis, os conducirán… Pero si abandonáis los caminos, el final será otro…".

Bien puede servirnos esta perla que nos deja Dickens como mensaje a retener de su obra: que el destino del hombre no es inamovible, sino que se construye día a día, de modo que, pudiendo cambiar el hombre el camino por el cual transita, puede modificar también su propio final.

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