Uno de los temas más recurrentes en la poesía, desde siempre, es la constancia del paso del tiempo, de su fugacidad. El tempus fugit que se atribuye a Virgilio. Es el tema central del más reciente libro de Felipe Benítez Reyes, que se advierte a sí mismo: "ya no tienes el tiempo de tu parte". Verónica Aranda escribe para viajar y para constatar que por subirse a trenes sacrificó besos, siempre fugitiva del amor. Por su parte, Lola Mascarell, ante la encrucijada de ser madre, atiende a la vez al pasado y al futuro, suspendida en un presente que es una duda, una casa en la intemperie. Rafael Camarasa alarga la duración de los momentos que fueron singulares recogiéndolos en sus poemas como cabos sueltos.
Los expedientes de la madrugada
Felipe Benítez Reyes
Visor (2023)
¿Quién no ha aprendido aún que esta grandeza / lo es precisamente por efímera?
Felipe Benítez Reyes (Rota, 1960) está cantándole al tiempo que se escapa entre los dedos. El tópico virgiliano del tempus fugit. Lo hace a su manera chispeante: "el tiempo como un duende asesinado", "el tiempo que fue nuestro y no era tiempo", "ya no tienes el tiempo de tu parte. / Ya eres el final de tu ficción". Pero lo que en libros suyos anteriores eran deslumbrantes enumeraciones que exhibían el músculo del ingenio, ahora vienen domesticadas, hilvanadas al servicio de la reflexión. Poemas como Divagación acuática, Infancia o Heroica están entre los más logrados y hondos del autor roteño.
Benítez Reyes ha llegado a la edad de hacer balance y de constatar que lo que fue quedando atrás es tan inaprensible como el ahora: "el recuerdo que se detiene en el aire / como un pájaro muerto en pleno vuelo", "las ideas que se mueven por el pensamiento / como serpientes decapitadas". Todo es líquido. Y paradójicamente, lo que más merece la pena es eso que el pensamiento no consigue atrapar, eso que fluye en los sentidos: el concierto acuático de la lluvia que podría ser un caos y es un método, la canción del viento: "escucha esa canción […] y da las gracias, / aunque no sepas / por qué". El mundo es "el mapa de un tesoro que no existe, / pero nuestro". Cada ser humano es único e irrepetible, la música que en él resuena es "la música de un mundo / desconocido para los demás".
Benítez Reyes va atravesando estas verdades con pulso narrativo, fingiendo que lo que enumera son brumosos expedientes, los que anuncia el título, incluso remitiéndonos a versos anteriores con cláusulas del tipo "como dije al principio". Todo es poesía. También cuando dice de los clásicos que "todos cantan desventuras / y, sin embargo, qué aroma a yerba nueva, / qué limpia el agua va por esos versos…". Incluso se rinde y le habla a la mano invisible que "a diario bosqueja / el paisaje teatral del mundo"; lo hace para agradecerle "esta artificiosa ficción de eternidad que apenas dura". El libro ha recibido el premio Marpoética en su primera edición.
La rosa contra el lino
Verónica Aranda
Polibea (2023)
Esta es tu poética, viajero. / No dudes en los cruces de caminos. / Demora tu regreso varios años
Verónica Aranda (Madrid, 1982) hace balance de los 14 poemarios que ha publicado hasta la fecha con esta antología que tiene la virtud de resultar abarcable, a pesar de la enorme prolificidad de la autora. El título propone un equilibrio entre lo efímero de la rosa y lo duradero del lino. En el prólogo, Juan José Martín Ramos nos advierte de que Aranda no es una poeta-viajera ni una viajera-poeta, porque a la vivencia del viaje antepone su mundo interior. Lo cierto es que tanto los títulos de sus libros, como los ambientes y los temas de sus poemas, retratan a una mujer cosmopolita que se resiste a una rutina que no sea itinerante: "compro dos amuletos y me invade / el miedo irracional a los regresos / y a los salteadores de caminos".
Dice Aranda que "el viaje nos libera o puede condenarnos", que "la vida sedentaria / es un círculo lleno de alacranes". Si nos atenemos a sus poemas, viajar le sirve para escapar de sí misma y fundirse en el anonimato de la lluvia, como le ocurre en Teherán. Suele recalar en lugares inhóspitos, donde espera la llegada de la persona amada "en una plaza hostil frente a unos cines" o "en desórdenes de puertos, / a bordo del azar de los tranvías", siempre en "ciudades a destiempo", siempre "fugitiva del amor", sacrificando "los besos más furtivos" por subirse a trenes "de destinos maléficos".
Cuando al fin se detiene, lo hace en lugares sensuales y exóticos, donde experimenta el vértigo de la fugacidad: "Desperté en Khajuraho / y escancié la mañana en una copa / de la que solo quedan los cristales". Aranda es también aventurera del lenguaje, en soporte habitualmente narrativo, con ligera inclinación a lo oriental. Acumula tres libros de haikus. He aquí un ejemplo: "Cuarto creciente. / Dando la espalda al río, / dices mi nombre". Aranda ha escrito mucho en rincones donde la duda "siempre acaba por ser politeísta".
Préstame tu voz
Lola Mascarell
Tusquets (2024)
Delante de nosotros, / como esta mariposa indiferente / que azul revolotea en la mañana, / va siempre nuestra duda
Préstame tu voz es el cuarto poemario de Lola Mascarell (Valencia, 1979). El título alude a antiguas inscripciones funerarias en las que los muertos rogaban al paseante: "préstame tu voz". Y es significativo reseñar que, durante la escritura, la autora vivió el embarazo de su hija, lo que le inspiró versos natatorios como "imagino tu cuerpo / flotando entre las aguas de mí misma / que flotan a su vez en este líquido / del tiempo que no pasa".
La incertidumbre y el tiempo condensado son los dos grandes temas del libro: "Todo lo que ahora canta / delante de mis ojos / está a punto de irse hacia la noche". El pasado, el presente y el futuro se cruzan y entreveran. Al mismo tiempo nos acercan a un parque donde una pareja de ancianos "que aún no somos nosotros / alimentan palomas" y un poco más allá escuchan voces de muchachos (que ya no somos nosotros) "diosecillos que juegan sin miedo aún, / sin muerte". La poeta está viviendo a la vez el primer mes de su hija y pensando en un futuro en que no estará ya la cuna en la alcoba. "El sol de la mañana / no puede iluminar / la noche que se cierne / dentro de nuestro cuerpo".
No hay cobijo posible donde solo resuenan los acordes del pensamiento. Por eso se repite a sí misma: "aprende que el refugio es la canción". Y más adelante, insiste en "aferrarse a la entraña, estarse dentro, / ser uno con la arena, con el mundo, / y escuchar las pisadas de los otros / y sentir esta calma / vacía y expectante de lo inmóvil". Porque, "quién quiere poseer lo que es del aire".
En Madre, rinde homenaje a su progenitora e insinúa que somos eslabones de un ciclo. En Adventicia, aprende humildad de la flor anónima que la sorprende en el camino. Como la luz, la poeta viene a deshacerse en las cosas que mira: "un átomo de polvo, / una foto vacía, / un minuto sereno / que anochece despacio en la terraza". El corolario sería que "dudar es mantenerse / suspendido en el aire. // Dudar es esta casa en la intemperie / que llamamos camino".
Cabos sueltos
Rafael Camarasa
Contrabando (2023)
Un hombre al que el azar ha situado en el rompeolas de un momento / para que admire la tempestad / que tantas veces lo arrastra
La voz de Rafael Camarasa (Valencia, 1963) se dirige a nosotros desde escenarios cotidianos que resultan acogedores precisamente porque nos habla "con el temor creciente de un monje / que, en la profunda quietud de su celda, / ha visto afilarse la llama de la única vela que lo alumbra". Cierto que a veces sus descripciones se alargan peligrosamente, pero, si le dejamos acabar, comprendemos que todas las palabras eran necesarias.
Al fin y al cabo, la escritura de Camarasa derivó hacia la prosa poética en Cromos (2007), apenas cuatro años después de que, según el prologuista Francisco Fernández Meneses, cuajaran estos Cabos sueltos. Ahora alcanzan una segunda vida, revisada y ampliada. Qué bueno que libros notables que pasaron desapercibidos sean rescatados. El mérito en este caso es de Paco Benedito y Lola Andrés, capitanes de la colección Marte de Ediciones Contrabando.
Dice el poeta: "sé que una marca no me asegura que volverás a por el libro de tu mesilla, / pero sí que tenías esa intención / al doblar el ángulo de la hoja". Camarasa hurga en las contradicciones de la vida, señalándolas, no tanto en busca de explicación como de la emoción que destilan: "En el suelo agrietado del patio, el árbol solo proyecta una sombra. / Y siento nostalgia porque me marcho. / Y alegría porque regreso".
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Así compartimos el momento en que la pareja está mirando el mismo paisaje pero ve cosas distintas en Universos paralelos; en Celebración, el momento en que el niño pide el deseo de cumpleaños antes de apagar las velas y el padre sin quererlo esboza su propio deseo; en "Una historia antigua" el momento en que el poeta se cruza con una antigua novia en el supermercado y duda si saludarla o no: "No quise remplazar a ese otro yo que, en su memoria, / creería en causas en las que ya no creo". También el poema que acertadamente cierra el libro, El regreso, donde los amigos vuelven en el coche cantando una canción infame que sin embargo será ya para siempre el himno del viaje.
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* Arturo Tendero es periodista y poeta. Autor de 'A todo esto' (Pre-Textos, 2023) y de 'Con la cabeza clara y el casco de Minerva' (Altabán, 2023) Estas reseñas y otras más pueden encontrarse en su blog 'El mundanal ruido'.
Uno de los temas más recurrentes en la poesía, desde siempre, es la constancia del paso del tiempo, de su fugacidad. El tempus fugit que se atribuye a Virgilio. Es el tema central del más reciente libro de Felipe Benítez Reyes, que se advierte a sí mismo: "ya no tienes el tiempo de tu parte". Verónica Aranda escribe para viajar y para constatar que por subirse a trenes sacrificó besos, siempre fugitiva del amor. Por su parte, Lola Mascarell, ante la encrucijada de ser madre, atiende a la vez al pasado y al futuro, suspendida en un presente que es una duda, una casa en la intemperie. Rafael Camarasa alarga la duración de los momentos que fueron singulares recogiéndolos en sus poemas como cabos sueltos.