
Botas de plataforma, boas de plumas, trajes futuristas brillantes, chaquetas de satén, frondosos peinados imposibles, maquillajes inverosímiles, estampados de leopardo, accesorios infinitos, tintes y chisteras. Menudo guardarropa, semejante vestuario. O lo amas o lo odias, pero no sales del pasmo entre un vendaval de estribillos pegajosos y contundentes guitarrazos. El hedonismo de la extravagancia. La revolución de las lentejuelas sobre tres pilares: teatralidad, apariencia y androginia. Y purpurina. Muchísima purpurina.
De hecho se señala el momento exacto del nacimiento del glam rock (de esto hablamos, efectivamente) en una ocurrencia aparentemente trivial de Chelita Secunda, la esposa del mánager de Marc Bolan, que aparte de llevarle de tiendas por el Londres más cool de King's Cross, Carnaby Street y Drury Lane, tuvo el impulso de esparcir purpurina sobre las mejillas del músico segundos antes de su aparición estelar al frente de T-Rex en el influyente programa televisivo Top of the Pops en 1971. Justo ahí fue.
Así nació el glam rock, como un elefante en una cacharrería, destruyendo todos los estereotipos, pues digamos que la purpurina no era precisamente cosa de hombres. Pocos meses después aparecía David Bowie, despertando por decreto un irresistible deseo sexual entre hombres y mujeres, rompiendo tabúes, invitando a quien tuviera delante a explorar su sexualidad con total libertad. Cuando el ambiguo hombre de las estrellas se arrodilló ante su guitarrista, Mick Ronson, para simular una felación en horario de máxima audiencia de la BBC2 todo el Reino Unido se quebró. Era 1972, pero el impacto dura hasta hoy.
Con todos estos elementos y siempre con las canciones por delante, el glam fue capaz de subvertir lo normativo, principalmente difuminando las límites en cuestiones de género, y también borrando las diferencias entre subculturas. Todo ello, por supuesto, con mucho glamour. Solo faltaba. "¿A qué suena el glam? No es tan fácilmente reconocible como el country o el jazz. Pero es que el glam en realidad no suena, se ve", plantea Noelia Murillo, autora del libro Glam Rock (Redbook Ediciones, 2025), en el que recorre la historia de este, por acotar, subgénero del rock que se convirtió en todo un movimiento sociocultural en el primer lustro de la década de los setenta, con Reino Unido y Estados Unidos como principales focos de 'infección'.
El glam es extravagancia y shock, dejar impactado al espectador tanto para bien como para mal, tanto para asustar como para mostrar belleza
Un género acusado de superficial pero que en realidad "nos dice muchas cosas", si bien para darse cuenta hay que mirar los "detalles". "En su momento fue muy condenado y criticado, pues entonces la sociedad era muy machista, todavía más que ahora, que lo sigue siendo. Mucha gente decía '¿pero estos tíos vestidos de maricones que me quieren contar?'", destaca, reforzando así el arrojo de unos artistas que siguieron el camino que quisieron sorteando todo tipo de obstáculos y resistencias: "Después de ese primer pensamiento, el que se paraba a escuchar se daba cuenta de que las canciones no distaban demasiado del hard rock que podían hacer Led Zeppelin o todos esos grupos machorros. En el glam encontramos a músicos igualmente virtuosos como Mick Ronson, pero simplemente porque se pone plataformas se le tacha de ser menos artista que los de Deep Purple".
Con su estética, su música y sus poses, el amplio elenco de figuras del glam quería decir más que eso, tal y como explica a Murillo a infoLibre: "Esta es una revolución estética, una apertura después de un momento de contracultura y psicodelia y canciones de diez minutos. Una vez te metes en el género entiendes muy bien lo que quieren decir. Por ejemplo, en su tema más famoso, Personality crisis, New York Dolls se están planteando un discurso bien vigente: '¿Me siento lo que soy? ¿Soy como me siento? ¿Soy un hombre o una mujer? Tengo crisis de personalidad y de todo'".
Y es que frente a la imagen de macho-rock imperante en esos días, se rebelaron dando uso masculino a elementos del vestir tradicionalmente tenidos como femeninos y exhibiendo una actitud descarada, desafiante y provocativa. A partir de referentes ya mencionados como Bowie o Bolan surgen multitud de nombres, cada cual con sus particularidades y con diversas mutaciones a lo largo de los años, fuera ya del gran momento de eclosión primigenio (que va de 1971 a 1975): Mott the Hopple, Slade, Sweet, Alice Cooper, Kiss, Gary Glitter, Jobriath, Elton John, Roxy Music, Queen, Iggy Pop, Genesis, Wizzard, Lou Reed, Twisted Sister, Mötley Crüe, Poison, Guns n' Roses, Marilyn Manson, Maneskin o Lady Gaga.
Una única mujer entre esta enumeración, ya en el siglo XXI como consecuencia de varios lustros de transformaciones. Apenas Suzie Quatro en el momento, con esos monos de cuero con los que emulaba a su héroe, Elvis Presley, si bien años más tarde se añadirían a la corriente Jayne Country, The Runaways, Vixen y después a su manera Annie Lennox o Grace Jones. Digamos que fueron los hombres los que se llevaron toda la atención de los focos, pero nunca lo habrían conseguido de la misma forma sino hubieran contado con un montón de mujeres en segundo plano. "Si hay algo que caracteriza al glam es que son prendas y accesorios que habitualmente se ven en chicas, pero de repente se los ponen los hombres", indica Murillo, resumiendo el objetivo en una pregunta: ¿Qué pasa su subvertimos los roles de género y pareces ser una cosa que no eres?
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Es por ello que la autora destaca por eso que "al final el glam rock lo inventaron las mujeres, pues eran ellas las que proponían estas cosas a sus parejas y a sus amigos". Es el caso ya citado de Chelita Secunda, pero también el de June Child, esposa de Marc Bolan precisamente entre 1970 y 1977; Christine Frka, pareja entre otros de Alice Cooper; Angela Barnett, primera esposa de David Bowie y quien le animó a vestir ropa femenina; o Suzi Ronson, peluquera, maquilladora y creadora del personaje de Ziggy Stardust. "Suzette Sneider, la esposa de Dee Snider de Twisted Sister, fue qiuen le dijo que se hiciera la permanente, se pintara los labios o se pusiera un lunar como Marilyn Monroe", detalla Murillo en esta lista en la que no faltan diseñadoras como Carol McNicoll (para Brian Eno), Jean Seel (Gary Glitter), Natasha Korniloff (Bowie) o Zandra Rhodes (Queen).
"El glam es extravagancia y shock, dejar impactado al espectador tanto para bien como para mal, tanto para asustar como para mostrar belleza", resume la periodista, remarcando que precisamente por eso dentro del género cabe todo, "desde que te subas al escenario para simular que te están guillotinando, como Alice Cooper, hasta el alter ego masculino de Lady Gaga, llamado Jo Calderone". Ese es el motivo de que más allá de su lustro de absoluto reinado comercial, el glam siga vivito y coleando, con las lentejuelas convenientemente brillando: "Es muy fácilmente adaptable desde el punto de vista estilístico. No hace falta hacer un género musical concreto, es verdad que una canción protesta no encaja con la estética glam, pero ésta se puede aplicar prácticamente a todos los géneros. A nada que te hagas la sombra de ojos, te maquilles y te pintes las uñas te pueden decir que eres gótico, pero es que eso también forma parte del glam porque estás creando un alter ego, de ahí Marilyn Manson".
El glam en realidad no suena, se ve
Porque, efectivamente, el glam sigue existiendo como etiqueta en pleno siglo XXI. "Ahora tiene más que ver con el encuentro con tu 'yo' de género. Y sigue escandalizando porque juega más con la sexualidad que con querer transmitir un mensaje de revolución a través de la estética", explica Murillo, sin dejar de mencionar artistas como Lil Nas X, Benson Boone o incluso a su manera Sam Smith, que sigue "sorprendiendo" a la gente por haber pasado del traje estándar de hombre "a la bata de cola, el corsé o los encajes para ver cómo reacciona el público". "El glam siempre va suponer un shock para el público, luego ya depende de cómo el artista se mueva dentro de su alter ego", afirma la autora, antes de rematar: "El glam rock sigue vivo porque se sale de la norma, si bien tampoco es glam todo lo que lleve lentejuelas y plumas".
Botas de plataforma, boas de plumas, trajes futuristas brillantes, chaquetas de satén, frondosos peinados imposibles, maquillajes inverosímiles, estampados de leopardo, accesorios infinitos, tintes y chisteras. Menudo guardarropa, semejante vestuario. O lo amas o lo odias, pero no sales del pasmo entre un vendaval de estribillos pegajosos y contundentes guitarrazos. El hedonismo de la extravagancia. La revolución de las lentejuelas sobre tres pilares: teatralidad, apariencia y androginia. Y purpurina. Muchísima purpurina.