Desarraigo
Desarraigo
El otro día P. vino a verme y me trajo una zemlovka. La palabra se le enredó en su lengua y no entendí nada. Zem qué, pregunté, zemlovka. Lo dijo entusiasmada, así que yo le seguí la corriente. No sabes el tiempo que llevo queriendo una y por cómo me miró supe que no me había creído. Lo siento, nunca me ha gustado, pero ahora quiero comérmela porque la has hecho tú y porque además P. la había envuelto con cuidado en papel de estraza y mi nombre, salpicado de grasa, aparecía escrito en letras moradas. Mi nombre. No el que escriben aquí en los documentos oficiales, sino el mío de verdad. Hace tiempo que nadie me llama así, suspiré, y entonces ella lo dijo en alto dos veces. Pero en su boca el nombre sonaba tan ajeno que no lo reconocí. Rocé el papel de estraza con los dedos y después los acerqué a mi nariz. Donde había canela, yo sentí polvo. Donde debía oler a almendra, apestaba a lluvia antigua. Lo compartiremos y le di de comer un pedazo.
Al terminar, rasgué el papel y lo tiré a la basura. Y aquel nombre, que ya no era mío, desapareció para siempre.
Príncipe azul
Ni el que le había regalado flores, ni el que le había prometido la luna, ni mucho menos el que le había dicho: como tú quieras, mi amor, habían resultado ser el príncipe azul. Pero ahí estaba él, rozando con sus dedos el cuero cabelludo, peinando con paciencia y suma atención su larga melena dorada. Primero era un silencio, luego el suspiro, después el tirón. Mira, aquí tienes otra.
No había flores, ni luna y le dolía el cuello de tener la cabeza agachada, pero no pudo evitar pensar: este es; y le dejó vivir en su casa.
Pero no, tampoco fue.
En el amor los parásitos no hay que quitarlos solo de la cabeza.
Desamor
Al sacarlo del lavavajillas se le ha resbalado de las manos y se ha estrellado contra el suelo. Tris-tras. El marido recoge los pedazos grandes, barre los pequeños, pasa el aspirador para eliminar el polvo. Todo acaba en la basura. A su lado la esposa llora.
Estaba gastado, no pasa nada. Encontraremos otro mejor.
Desarmado
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* María Bautista (Salamanca, 1982) es hija y nieta de maestros. Creció en Alcalá de Henares y emigró en el 2013 a la ciudad de Berlín, donde reside actualmente. Junto a la ilustradora Raquel Bonita ha llevado a cabo el proyecto literario y editorial Cuento a la vista, del que forman parte: 'Cuentos diferentes para niños diferentes' (2013), 'Las ciudades de colores' (2013) y 'Cuentos para leer con los abuelos' (2014). En el 2018 apareció su última publicación infantil: 'Moussa sueña' (Bookolia); y un año después, su primera novela para adultos, 'Bajo la higuera' (Maclein y Parker). Acaba de publicar la antología de cuentos 'Mis amigas se compran casas' (Maclein y Parker).