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Encontrarse en la huida

Las reglas del Mikado 

Erri De Luca

Seix Barral (2024)

Las reglas del Mikado entraña renuncias. A los nombres, desde el preámbulo: "no añaden nada a las personas. Si acaso quitan…". Los dos personajes, "un anciano campista solitario" y "una joven gitana que ha huido de su campamento y de su familia". Él tiene unos sesenta años y, en  apariencia, las cimas le guarecen, cada cierto tiempo, de su vida constante entre relojes. Ella, una adolescente de quince años, quiromante que toca el acordeón, canta, baila y posee un cuervo amaestrado, acaba de escapar de un matrimonio concertado con un hombre de cincuenta. "He deshonrado a mi padre con mi fuga". Desacostumbrar lo acostumbrado implicaba el fin por desvirtuar arreglos de sangre. "Para ellos estoy muerta, ya no puedo acercarme a mi gente". El hombre: "Has elegido el exilio". La chica: "He elegido no casarme". 

Sin precisar, nos sitúa en diversos momentos del siglo pasado. En la frontera de Eslovenia con Italia, una noche fría. El encuentro casual de él, que busca, y ella, espantada por la decisión paterna de encadenarla todos los días pendientes de venir. La tienda del hombre, anclada en la intemperie, un vientre protector donde la chica acurruca sus pasos perdidos y desdibuja el aliento de hielo. "La hospitalidad es una obligación, no explica quién eres". La calidez de la acogida, antes de penetrar en los detalles. "¿Vives solo?" "Sí, cuando se es viejo es lo normal". Dos soledades entre montañas. Escenario predilecto de este autor napolitano, imantado por el alpinismo. Escogió las cumbres para Imposible, El peso de la mariposa y La natura expuesta, tres de sus obras, que son decenas.

Erri De Luca reniega de las fases vitales. Distingue entre quienes transitan por un mismo tiempo o no. En esta historia dual, renuncia a la edad madura. Una etapa asentada en el presente, incapaz de imaginar el futuro. "Es la generación masculina más desanimada de la historia de la humanidad… (que) ha empezado a envejecer en masa".  La visión de este camionero y albañil, agitador de conciencias pasmadas. Escribidor en el entretiempo de múltiples oficios antes de traspasar los setenta, una edad en la que, dice, se encuentra "cómodo, como si atravesara un bosque". Al amparo de los árboles, sin apenas definir los perfiles del otro, las preguntas a tientas, pero directas. "¿Y a qué dedicas el tiempo? ¿A pensar en la muerte?", interroga la gitana, analfabeta capaz de expresarse en cinco idiomas. "En eso piensan los jóvenes. Los viejos ya han pensado", responde el trabajador con las horas, solo paralizadas por el polvo que "atasca los relojes porque quiere ser él quien mida el tiempo". Las partículas y sus capas donde se posan los años de instantes.

La alianza entre el hombre mayor y la chica no nace del afecto, sino de la empatía. Y de lo contrapuesto. El juego del Mikado potencia la inmovilidad, la sutileza. Cuarenta y un palillos arrojados a una superficie lisa, que se deben coger de uno en uno sin tocar ni desplazar los otros. La puntuación obtenida depende de la cantidad de piezas capturadas y de sus colores. "Me parezco al juego, hago que me olviden de inmediato". Así se describe él, que presume de una quietud ficticia. Ella trae el contraste, el movimiento otorgado por su condición: en italiano, gitano es "un pueblo que siempre está in gita, de excursión". Nómadas terrestres. Renuncian a sitiarse en un lugar.

Trashumantes que ignoran mojones, lindes y fronteras. Migrantes. Lo actual de quienes huyen de la desdicha. Como la chica de quince años. Busca un paradero. Pero los guardianes de los límites imaginarios siguen sus huellas. Advierten al relojero: "Hay inmigrantes ilegales por aquí. ¿Sabe que no puede ayudarlos, so pena de incurrir en un delito de complicidad?... Está obligado a denunciar el paso de inmigrantes ilegales".  Un asunto capital en Europa, con énfasis desmedido en Italia. Un país que ha regado de personas todo el mundo, erige murallas frente a quienes arriban a sus costas. Incluso han pactado con el gobierno de Tirana levantar dos campos de internamiento de inmigrantes en Albania. Los ajustes de la historia. Esta nación balcánica desembarcó miles de pobres en los puertos italianos cuando cayó el tirano Enver Hoxha. Lamerica, película dirigida por Gianni Amelio, reprodujo este éxodo. Los ultras que dirigen el país transalpino pagan dinero ahora para cobrar aquella factura, tres décadas después.

Las guerras ocasionan también migraciones y huidas. Erri de Luca se ha implicado en llevar ayuda a lugares en conflicto. Primero, a los Balcanes cuando las armas re-partieron la extinta Yugoslavia. Después, a Ucrania, invadida, en muchas zonas, por Rusia. "La guerra aniquila, devora y, una vez en marcha, no necesita causa alguna". El hombre mayor quiere saber si la gitana ha vivido alguna contienda específica. Herida, interroga y responde: "¿Es que las guerras tienen nombre y apellidos? Los gitanos no hacen ninguna y las han vivido todas". Ella se casará y perderá su marido en Afganistán.

Cuando los secretos despiertan

Él sí nombra el enfrentamiento que lo implicó y abrió una sima entre Occidente y el Este. "La llamaron guerra fría, pero ninguna guerra lo es. Era más bien el arte de obstaculizar". Ya no son diálogos, sino cartas donde explican esta doblez en un giro hacia las duplicidades. Los relojes descuentan el tiempo y ocultan el engranaje que les da cuerda. La metáfora del hombre no designado, pero con designio. "Debajo de cada persona hay un doble fondo de segundas intenciones". Un segmento oscuro que a ella, sin embargo, la salva. "Y en cambio", lo resume el relojero. No lo llama piedad, pero lo parece. No lo llama amor, pero se acerca. La define, "mi única excepción", una abnegación más. "Te hacía falta un desconocido que colocara tu línea de vida en la pista asignada". Como un cicerone o, más todavía, un pigmalión.

La renuncia definitiva. La chica gitana vende su pelo, compra libros y abandona la tierra de "los peligros" para vivir en el mar, tan impropio de su pueblo. "Hizo que conociera el mar. Reconocí mi destino… El mar me detuvo". Y la contuvo porque el agua la cobijó cuando consumó la escapada. Subsistió a las olas y las mareas. Fue otra porque "es la vida la que cambia a las personas, no al revés". Él y ella. Las veredas que partieron bifurcadas de la montaña convergieron en la playa. La solidez estaba en la orilla, era líquida. 

Prudencio Medel es periodista.

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