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Cuando los secretos despiertan

Lo que ellos dicen o nada 

Annie Ernaux

Cabaret Voltaire (2024)   

La adolescencia no llega, irrumpe. No es una isla, sí un archipiélago de fragmentos personales a la deriva, sin control. El adiós a la niñez inconsciente y protegida que alumbra la convulsión y la incertidumbre. Como renacer. En Lo que ellos dicen o nada, Annie Ernaux regresa a la frontera entre sus quince y sus dieciséis años. Verano. Más aún, agosto. "Fue la mejor quincena de agosto de mi vida". Definitiva Anne, que no Annie. Dos décadas más tarde de cuando sucedió, la yo de este libro desliza algunas imprecisiones intencionadas. Nos sitúa en 1956 y en Mémoire de fille (Memoria de chica, 2016), sobre los mismos cataclismos vitales, pero en tercera persona, la escritora se observará, analítica, como "la chica del 58". Su travesía de los diecisiete a los dieciocho, narrada con distancia.   

"A veces siento que tengo secretos". La primera frase de En lo que ellos dicen o nada atrapa con su misterio. El escaparate. Anne aprueba con nota la reválida elemental, necesaria para estudiar en el instituto los dos últimos cursos de bachillerato. Fallece su abuela materna. "Algo se cerraba", aunque su madre "no derramó una lágrima". Le fascina El extranjero, de Albert Camus. "No podía entender cómo unas palabras podían tener tal efecto en mí". Una pasión que propició el reproche de su padre, "se te va a secar la sesera", y el apoyo de su madre, "que lea, no hace daño a nadie". Adquirir ropa le proporciona inseguridad. "Me preguntaba con qué (vestido) resultaría más deseable… Tenía que exhibirme". Porque, inmersa en el tedio de unas vacaciones sin perspectivas, "lloré al ver que el tiempo pasaba", pretende una amistad condicionada. "Si no hablamos de chicos y de sexo, no somos realmente amigas", con ellas. Y, con ellos, es concluyente: "la amistad chico-chica es imposible o, en todo caso, después". Sus suburbios.

El núcleo lo describe desde su extrañeza singular, "yo era rara y punto", y circunstancial, "el mundo me parecía raro". El nexo entre el exterior y las puertas adentro lo otorga más la familia que la clase. Los progenitores de Ernaux fueron pequeños comerciantes. En Lo que ellos dicen o nada, él trabaja en una refinería, ella, en un café. La escritora normanda no olvida su origen, aunque desarraigarse ha aparejado una conciencia de tránsfuga de clase o inmigrante interior. Así se ha definido quien en este libro asegura que "no hay condición social primero, solo padres", que "siempre representan la infancia y el pasado". Los tiempos particulares de Los armarios vacíos, como si pertenecieran a otra, Denise Lesur. Ahora, con los dieciséis en ciernes, sus progenitores no le ofrecen "puntos de referencia". La tierra se resquebrajó un domingo de junio de 1952, cuando su padre quiso matar a su madre. La vergüenza le invadió la pubertad y le apesadumbró la madurez por la oportunidad perdida de reconciliarse con él al pasar los años. "No nos hablábamos apenas". No hubo lugar.  

Su madre: "Amenazadora… Engatusadora… Cómplice…".  Calificativos por etapas. En el verano que describe, prescindible salvo para "comer, dormir y comprarme ropa". Lo básico. Sin sentimientos filiales porque Anne/Annie ha estirado la lista de cuentas pendientes. Sobre todo, carecer de confianza y eludir la confidencia para cartografiar un periodo que durará años, la regla. "No me explicó nada, ya estás hecha una mujer, eso es todo". El comentario de su tía: "antes eras más habladora". Y la reflexión de Anne/Annie: "es más bien su lengua la que ya no hablo": lo que ellos dicen o nada. El rien o el vacío existencialista, muy francés. El paulatino desandar el camino trazado por su madre. "Creo que dejé de quererla por completo a finales de agosto". Ernaux no encontró arena suficiente para cubrir tanta sima hasta apalabrar Una mujer y No he salido de mi noche. Restañar emociones aliquebradas.

Su progenitora no supo de los enigmas de Anne/Annie porque ni tan siquiera los intuyó. "Mi cuerpo se le escapó sin que ella lo supiera". Aquel verano atorado en el hastío lo cruzó el hallazgo. Antecedió unos años, no muchos, al acontecimiento del aborto ilegal y punible. Unas colonias en el pueblo, un monitor de más edad, Mathieu, con ideas izquierdistas, como la escritora. La seducción. El sexo. "Quizá siempre eres espectadora la primera vez". Acaba su búsqueda a ciegas en el punto deseado. El 14 de agosto, una fecha sin cita previa. A diecisiete días de los dieciséis años. "Fue como un puñal… Me sentí humillada". De lo físico a las sensaciones debajo de la piel. "Siempre me pregunté qué pasaría en el interior. Nada". La inconsistencia, de nuevo. La vida adquiere formas ignoradas por más que se anhelen. Acero, fuego y yunque. Fin del tiempo de la inocencia niña, ya herrumbre desprendida. "Toda la infancia corrió como un reguero de pólvora hasta ese momento, con el que tanto había soñado". Acelerar el tiempo adolescente para saltar abismos hacia los años inciertos y vertiginosos. "Aquella tarde sentí que acababa de entrar en el mundo de los adultos". Y con una conclusión predominante en la vida de Ernaux. "A mí me pareció que no pertenecía a nadie".

La fe despiadada, de Alan Parks

El feminismo. "La verdad es que tenía suerte de ser chica". En diversas ocasiones, la primera francesa Nobel de Literatura, ha revelado su ansia de "vengar" su género. Porque aquella relación no fue vacua, sino petroglifo. No en este libro, sí en otro momento, calificó esta experiencia inaugural como la "increíble desproporción entre la influencia en mi vida de dos noches con este hombre y la nada de mi presencia en la suya". Espíritus asimétricos. Miel y alquitrán. Viscosidad para una chica que creía "en la felicidad, (que) espera y sufre". Lo escribió para una reedición de este texto en su país. Quizá la árida indiferencia de él ante el asombro inaugural de ella, esa balanza vencida hacia un costado, motivó su énfasis en el desagravio. Indesmayable. Una actitud pertinaz contra el desdén. Su yo arqueológico, que no es autoficción, sino intimidad objetiva, representa un nosotras social. Cabe también el masculino. Porque Annie Ernaux concita el pálpito de mira menguante en La mujer helada, los celos sin brida en La ocupación, las pasiones puras o posesivas o reafirmativas en El hombre joven y Perderse. Una desnudez plural.

Volver a los dieciséis. La adolescencia inconstante y su rigidez. Cuando los poros gritan y lo profundo susurra. Nada parece más indescifrable que lo más cercano. Con tanto futuro, solo conjuga lo urgente. Lo que ellos dicen es adulto codificado, significa nada: hablar sin decir. Cuando la vida cambia, el primer esplendor, decepcionante o sublime, será memoria.  Cada historia la completan episodios personales que abastecen el misterio. Los secretos de vivir con lo vivido. Un verano inagostable.

* Prudencio Medel es periodista.

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