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‘Futurismo, dadá, surrealismo’, de Mina Loy

Futurismo, dadá, surrealismo

Mina LoyEditado por Ana MuiñaTraducción de Ana GrandalLa Linterna Sorda Madrid2016

Hubo un tiempo en que las vanguardias literarias y artísticas confluían con los movimientos políticos y sociales revolucionarios. El “cambiar la vida” deseado por Rimbaud y el “transformar el mundo” propuesto por Marx no solo no eran contradictorios, sino que lo uno sin lo otro era imposible. En aquel tiempo Tristán Tzara podía jugar al ajedrez con Lenin en un cabaret de Múnich, André Malraux formar una escuadrilla de aviación en defensa de la República española y André Breton firmar un manifiesto a favor de la insumisión ante la guerra de Argelia.

La poeta, actriz y pintora londinense Mina Loy (1882-1966) estuvo en el corazón mismo de aquellos movimientos –futurismo, dadá, surrealismo— que soñaban con emancipar al ser humano de sus cadenas sociales y mentales y al arte de sus corsés comerciales y académicos. No fue, ni mucho menos, la única mujer con papel protagonista en semejante eclosión. Gertrude Stein, Isadora Duncan, Claude Cahun, Sophie Taeuber Arp, Sonia Delauney, Sylvia Beach, Djuna Barnes, Leonora Carrington y otras constituyeron la que quizá sea la primera generación completa de animadoras y creadoras culturales de vanguardia con faldas.

Ahora la editorial La Linterna Sorda publica un libro que recoge algunos de los textos, poemas y diseños de Mina Loy. Con prólogo y edición de Ana Muiña, traducción de Ana Grandal y abundantes fotografías y dibujos, este libro nos abre la puerta a la fascinante vida y obra de una mujer libre. Mina Loy sostuvo una relación apasionada con el boxeador y poeta dadaísta Arthur Cravan, tuvo cuatro hijos de tres hombres diferentes, fue considerada una autora pornográfica por la censura estadounidense y terminó muriendo en el olvido en Colorado.

Vivió su vida con toda la libertad que le permitía su tiempo y lo teorizó. En un manifiesto feminista que escribió en Florencia en 1914 y se recoge en esta obra, Mina Loy, dirigiéndose a sus congéneres, proclamaba: “Y si de verdad deseáis encontrar vuestro sitio sin menoscabo, sed valientes y comenzad negando ese patético grito de guerra disparatado: la mujer es igual al hombre. Porque no lo es”. La igualdad de derechos que defendía no era el equivalente a la uniformización de cuerpos y almas. Mina Loy creía que, en vez de intentar mimetizarse con los hombres, las mujeres debían mirar en su interior para encontrar allí una identidad libertadora para ellas y transformadora del conjunto de la humanidad. Así lo exponía en ese manifiesto: “Dejad de mirar a los hombres para averiguar lo que no sois; buscad dentro de vosotras para saber lo que sois”.

Uno de los problemas de los actuales movimientos progresistas es un relativamente amplio desconocimiento de sus precursores inmediatos, ya no digamos los que se remontan a más de un siglo. El mundo y el deseo de cambiarlo no nacieron cuando lo hicieron los hombres y mujeres que ahora andan por los veinte o treinta años de edad. Es bueno que la editorial La Linterna Sorda rescate el ejemplo y la memoria de seres tan fascinantes como Mina Loy.

*Javier Valenzuela es periodista y escritor. Su último libro es Tangerina (MR, 2015).

Futurismo, dadá, surrealismo

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