¿Qué hay tras el telón?

Abril Gómez de Enterría

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Una de las últimas tertulias de nuestro club de lectura de la Casa del Libro de Gran Vía, en Madrid, se dedicó a tratar un nuevo género para nosotros: el teatro. Lo hicimos a partir de la lectura de Los buitres (o la muerte de los amantes), de Carles Harillo Magnet.

Carles Harillo, autor y director teatral y cinematográfico, se ha formado tanto en interpretación como en dirección de cine y guión. Es guionista y director, entre otros, del cortometraje El mal menor —inspirado en el cuento de Horacio Quiroga La gallina degollada—, que resultó ganador de los premios SGAE Nueva Autoría 2012 (Festival de Sitges) al mejor guión y la mejor dirección. Entre sus largometrajes destaca Clara_Solange (con mujeres al fondo) —sobre Las criadas de Jean Genet—; y entre sus espectáculos y montajes teatrales más recientes cabe mencionar Canciones de carne —un musical protagonizado por Rosalinda Galán sobre la artista María Jiménez—, Síndrome de Spears —uno de los textos del homenaje al teatro radiado Tres segundos—, la codirección de la ácida comedia Smartphones —basada en el teatro del absurdo, con texto de Emilio Williams— y Los buitres, que ha sido representada en Madrid y Avilés entre septiembre de 2015 y marzo de 2016.

 

Los buitres es el primer texto teatral de Carles que ha sido publicado, una apuesta personal de Conchita Piña, autora del poemario Lo que nunca contó Isabella Más y directora de proyectos de la editorial independiente Antígona. Esta editorial, especializada en teatro contemporáneo y en cuyo catálogo reserva un espacio a otras temáticas como la filosofía y la crítica literaria, se ha convertido en uno de los principales referentes en la publicación de teatro. El texto de Carles Harillo está prologado por Zoilo Carrillo, también autor y director de cine y teatro, ayudante de dirección de Los buitres y codirector de Smartphones, obra que actualmente dirige en solitario en sus representaciones en México.

La obra nos presenta un escenario oscuro y decadente que va a la par con los rasgos de sus protagonistas: una pareja que celebra sus diez años de matrimonio desde un estado de desolación, daño y violencia que vuelcan sobre el mundo que les rodea. Aunque intuimos que no siempre han sido así, el Hombre y la Mujer son ahora unos personajes que se alimentan de la carroña y se regodean del mal que ejercen continuamente sobre los demás y sobre sí mismos. Inspirada en el poema de Charles Baudelaire La muerte de los amantes de Las flores del mal, Los buitres es una paráfrasis de La danza de la muerte del sueco August Strindberg.

Nos encontramos con una trama aparentemente sencilla pero muy bien construida, que nos va deparando sorpresas tanto en los hechos que se nos van relatando como en la definición de unos personajes bien perfilados que nos van mostrando sus matices a medida que avanza la obra, mientras nos dejan la sensación de querer saber más, de tratar de explicarnos cómo han llegado a este estado y cuál será su final.

Pese a que una lectura superficial de la obra puede hacernos pensar que se trata una historia alejada de nuestra realidad, el autor nos invita a reflexionar en torno a conceptos como el odio, la culpa, la autoestima, la violencia y otras muchas emociones y actitudes de las que nuestros buitres son, como bien dice Zoilo Carrillo en el prólogo, un reflejo, un espejo en el que mirarnos. Porque, quizá —y afortunadamente—, no experimentamos todo lo anterior en el mismo grado que los protagonistas, pero estoy segura de que podemos reconocerlo en nuestro entorno y en nosotros mismos.

En la tertulia que mantuvimos en diciembre contamos con la participación del autor, la actriz y gestora cultural Josi Cortés —que encarna el personaje de la criada en la presentación de Los buitres— e Isaac Juncos y Conchita Piña, editores de Ediciones Antígona.

La conversación, animada e interesante, giró en torno al proceso de escritura, representación y publicación de la obra. Carles compartió con nosotros el lugar que ha ocupado Los buitres en su carrera profesional y su experiencia vital, cuyo texto original escribió en catalán al finalizar sus estudios de interpretación (cuando tenía 23 o 24 años), y cómo tras estudiar cine y venirse a vivir a Madrid descubrió espacios como La casa de la portera o La pensión de las pulgas, que van más allá de la representación y dan lugar a la inmersión del espectador en lo representado. Nos explicó que aunque Barcelona se ha abierto más en los últimos años, hace siete no existían estos espacios más que en Madrid y su descubrimiento le llevó a iniciar el proyecto de dirigir la puesta en escena del texto. Hablamos, entonces, de la vigencia del texto y los temas tratados -donde se propone al lector reflexionar sobre el lado más oscuro y horrible del ser humano-, y de cómo la incertidumbre del joven Carles al escribirla se había convertido, con el paso de los años, en un hecho, en algo ya vivido. Nos habló del proceso de traducción de la obra (con adaptación del título incluida) y del trabajo con los actores y las adaptaciones que éste propició y enriquecieron el texto.

Conchita Piña nos explicó que Antígona pretende, con sus publicaciones, saltar la barrera del entorno profesional y que se hable de las obras como un texto literario más allá de su representación. En su caso, llevan 10 años editando teatro y consideran que se puede y se debe vivir de la actividad que realizan, aunque se trate de un género literario minoritario. En este sentido, Josi explicó que su faceta de gestión de la comunicación también resulta viable, pero que el trabajo de actores y actrices es más inseguro e inestable y no todos tienen las mismas oportunidades. Nos explicaron que el mundo cultural es complicado y que por eso es importante diversificar —prueba de ello es el trabajo de Carles, que combina guión con dirección, teatro con cine, etc.— y que incluso a veces se hace necesario recurrir a alternativas de trabajo en otros sectores durante una temporada. Los lectores hablaron de la sensación generalizada de que en estos tiempos, pese a la crisis económica, parece que el teatro está viviendo un momento de auge y revitalización pues a menudo se agotan las entradas de las representaciones programadas. Josi nos explicó que esto se debe a la importancia de la rentabilidad, pues la producción de teatro resulta cara y a menudo es difícil contar con la inversión necesaria para mantener una obra en cartel el tiempo suficiente. Conchita nos habló del auge de las salas off —salas de microteatro, y espacios como Microteatro Por Dinero, que van más allá del circuito comercial—, que cuentan con un cuerpo más amplio de espectadores y llegan a un público más joven. En su opinión, deberían revisarse las condiciones de estas salas, que permiten una mayor experimentación artística. Además, nos habló de la importancia del teatro contemporáneo y de la labor que hacen en ese sentido proyectos enfocados a los institutos como el de La Joven Compañía.

Uno de los participantes en la tertulia planteó la idea de comprender el texto teatral como una partitura y sugirió que sería interesante conocer el resultado de su representación en las manos de otro director. El autor habló de la importancia de la interpretación del lector, así como de que el texto es inamovible en el fondo pero está sujeto a toda una serie de posibles adaptaciones en buena parte de su contenido. Debatimos en torno a las diferencias entre la autoría y la dirección, así como sobre las versiones de obras clásicas que a través de la visión del director y sus aportaciones consiguen llegar a nuevos públicos. Se planteó también la dicotomía de la subordinación a la ética o la estética al escribir una obra de teatro, a lo que Carles respondió que dependerá de la obra concreta, pues en ambos casos se trata de herramientas de trabajo, pero la ventaja del teatro es que permite conjugar los conflictos y resolverlos de muy diversas formas.

Comentamos diferentes aspectos de la experiencia lectora de teatro a partir de nuestra experiencia con Los buitres: la idea de maldad y dureza que este texto nos ha transmitido, cómo el teatro —a diferencia de la narrativa— no describe todo lo que sucede y deja así un espacio mayor a la imaginación del lector, la utilización de un tema atemporal como los de las obras clásicas o contemporáneas pero que ya son consideradas clásicas —aquí hablamos de Luces de bohemia y Doña Rosita la soltera, entre otras—- y la importancia de lo que aporta el texto escrito al permitir al lector decidir el tiempo y el lugar que asigna a la lectura y suponer un espacio de encuentro con uno mismo —intimidad que no suele darse al ver la obra representada—.

Hablamos sobre la fuerza de la obra, su principio desgarrador y el final abierto que hace que el argumento sea circular y deja espacio a la incertidumbre frente a la única certeza: el desamparo y la soledad de la sirvienta. Hablamos también de cómo a lo largo del texto se juega continuamente con el enigma y se van descifrando algunos fragmentos a través del diálogo y del absurdo, y comentamos las características de los personajes, la naturaleza cambiante e inquietante de las relaciones que mantienen entre ellos y que vienen siendo así desde hace años, las intenciones de éstos con sus actos —en teatro nunca se sabe si los personajes mienten o dicen la verdad—, el tiempo indeterminado y el escenario de la casa como un no lugar, el desasosiego que reina y la identificación con actitudes morales reprobables. Josi y Carles nos hablaron también de cómo a pesar de lo grotesco, bruto y dramático del texto, durante su representación se producían en ocasiones momentos de risas entre el público que provocaban una sorprendente reacción en cadena de hilaridad.

Al hilo de esto último, charlamos sobre el alcance del teatro tanto en su función de espejo —que resulta curativa para muchos desórdenes psicológicos, sean a no lo suficientemente significativos como para dar lugar a un diagnóstico-, la búsqueda de sentido y los textos como herramienta para la toma de conciencia de conflictos internos. Hablamos de cómo a menudo salimos "tocados" del teatro —hay dos obras que lo provocan cuya lectura recomiendo: Pedro y el Capitán de Mario Benedetti y Cuando deje de llover de Andrew Bovell—, y no solo cuando se trata de obras dramáticas sino también ante buenas comedias; pero se planteó la duda de si todo el teatro tiene esos "poderes curativos". Probablemente esto dependerá en buena medida de la temática, la calidad del texto y la puesta en escena.

Inercias

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Cuando una lectora le preguntó con qué obra empezar a leer a Strindberg, Carles recomendó La señorita Julia, y nos dijo que en ese momento se estaba representando La noche de las tríbadas en el Teatro Pavón. Carles aprovechó para recomendar el ciclo Femenino Plural, y Conchita y otra de las participantes en la tertulia nos invitaron a conocer el teatro leído del Centro Cultural Blanquerna y de la Sala Berlanga. Al pedirles recomendaciones de lectura, Conchita Piña nos invitó a leer Frankenstein de Mary Shelley —pues la figura del protagonista, tan conocida, ha sido bastante distorsionada por las interpretaciones cinematográficas—, Carles recurrió a los relatos de Raymond Carver y a Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, y Josi sugirió Ricardo III de William Shakespeare —por la vigencia del texto— y 100 m2 (el inconveniente) de Juan Carlos Rubio.

Este experimento arriesgado de leer y comentar teatro publicado dio lugar a nuevas experiencias en nuestras lectoras y estoy segura de que animó a más de una a ampliar su abanico de géneros literarios.

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