Juan Gabriel Vásquez: "La victoria de Petro en Colombia es inseparable de los acuerdos de paz"
Desde que fueron anunciadas en Colombia las negociaciones de paz con las FARC en 2012, Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) no ha dejado de analizar ese proceso que tanta esperanza, y también tanta polarización, ha llevado a su país. Como columnista de opinión en El Espectador, El País o The Guardian, el bogotano defendió antes dichas negociaciones igual que defiende ahora los acuerdos, a partir de una posición que no es ideológica ni sólo política, sino también humanista y moral.
Sus pensamientos sobre esta problemática quedan ahora recopilados en Los desacuerdos de paz (Alfaguara), un libro donde encontramos los textos políticos del premiado escritor y periodista, que sitúan a Colombia frente al espejo de la actualidad con violencia, juegos de poder y posverdad en un país en busca de paz. Y con unas recientísimas elecciones que han aupado a la izquierda hasta el gobierno por primera vez en la historia del país en la persona de Gustavo Petro.
"La gran lección de las elecciones es que ahora la gente apoya mayoritariamente los acuerdos de paz. Y esta es una transformación muy grande y positiva de la sociedad colombiana", apunta a infoLibre el autor, quien añade: "Para mí, la victoria de Petro es inseparable de los acuerdos de paz. Porque los acuerdos que desmovilizaron la guerrilla más grande de Latinoamérica también permitieron que volviéramos a hablar con seriedad de la posibilidad de una izquierda democrática".
Y es que, en un país tradicionalmente gobernado por conservadores y moderados, es un auténtico hito la llegada de Petro al poder, aunque sea por un estrechísimo margen: su partido, Pacto Histórico, superó en los comicios de este pasado domingo el 50% de los votos frente al 47% del populista de derechas Rodolfo Hernández.
Se cambia así una tendencia más que arraigada que se solidificó en el país, entre otros motivos, por el surgimiento de las guerrillas en los años sesenta del siglo pasado, que "lentamente se degradaron y fueron aceptando el terrorismo y el secuestro como maneras legítimas de lucha". Eso, para Vásquez, fue no solo "degradando" la guerra, sino "impidiendo" el surgimiento de una izquierda democrática.
"Los movimientos de izquierdas que querían ser democráticos e incorporarse a la vida civil eran identificados con la lucha armada y descalificados por eso. Y en los años ochenta directamente asesinados", indica, para luego apuntalar: "En eso, las guerrillas colombianas han sido profundamente retardatarias, han obstaculizado e interrumpido el surgimiento de una izquierda democrática. Es una de las grandes consecuencias de los acuerdos de paz. La elección de Petro es inseparable de eso, que es una noticia importante para Colombia. Para mí, significa una madurez de nuestra democracia", opina.
A la luz de la campaña y los resultados electorales, a su juicio, es "muy importante" el papel que pueda jugar Petro como presidente pues, en estos comicios, los colombianos tuvieron que escoger entre dos opciones completamente distintas, que han quedado muy igualadas.
En este contexto, lo llamativo para Vásquez es que, incluso desde el principio del proceso electoral, cuando había once candidatos, "todos los que tenían posibilidades reales defendían la implementación de los acuerdos". Algo en absoluto baladí, pues según remarca, es un "panorama completamente distinto a lo que pasaba hace seis años, cuando lo inteligente políticamente habría sido rechazar los acuerdos".
"Esta es una transformación muy grande y positiva de la sociedad colombiana. Esa es para mí la gran noticia ahora", remarca. Y aun admitiendo que tiene "muchos desacuerdos" con Petro como individuo y como político por haber "coqueteado con frecuencia con el populismo, la demagogia y la polarización", añade: "En su movimiento hay gente maravillosa y un compromiso serio con los acuerdos de paz. Y eso es lo más importante que tenemos ahora como país".
En el discurso de la misma noche electoral, Petro aseguró que la paz en Colombia significa que los diez millones de votantes de Hernández son bienvenidos en su gobierno. "Eso es fantástico, es un gesto que me parece sorprendente, y a muchos les parece poco de fiar", valora el columnista, quien argumenta sus últimas palabras: "No es lo que hemos tenido derecho a esperar de los treinta años de ejercicio de política de Petro".
Y prosigue: "Me parece una noticia fantástica y le creo. Tengo razones para creer que es una intención honesta, entre otras muchas razones por la gente a la que ha abierto el movimiento en las últimas tres semanas. Gente moderada, economistas, parte del establishment político colombiano... Están formando un movimiento que es mucho más amplio que el movimiento inicial de donde partió. Y si ahora es honesta esa intención, que yo creo que lo es, de darle cabida a esa oposición, me parece que es una gran noticia para el país".
Los desacuerdos de paz no sólo documenta los acontecimientos de los últimos diez años: también propone una reflexión sobre la mentira y la violencia que han degradado la convivencia ciudadana. El libro incluye un prólogo y un epílogo inéditos en los que Vásquez procura dar respuesta a dos preguntas: en los tiempos de la posverdad, ¿cómo ejercer el periodismo de opinión? Y en el país del posconflicto, ¿cómo contar el pasado?
Al recopilar todos estos artículos, Vásquez ha sentido dos cosas: "que nada ha cambiado y que todo ha cambiado". Desde la perspectiva que da el paso del tiempo, nada ha cambiado porque sus primeras columnas sobre la materia hablan de una realidad "muy similar" a la actual, con un país marcado por la "división, el enfrentamiento, la crispación, un país que no se pone de acuerdo sobre su propio pasado, en el que la guerra es profundamente útil desde el punto de vista político".
Por otro lado, el paso del tiempo demuestra que a la vez todo ha cambiado porque hace diez años y durante las negociaciones, y en el momento del plebiscito de 2016 , había un rechazo mayoritario de los acuerdos. "Los que los defendíamos éramos la minoría, hoy se ha invertido esa situación. Esto pasa por la irrupción de la realidad, que ha demostrado que todas las amenazas de los enemigos de los acuerdos no se han cumplido. Los enemigos de los acuerdos en 2016 decían que la aprobación iba a convertir a Colombia en una nueva Venezuela, que iba a acabar con la familia católica, a convertirnos en un estado socialista, pero nada de eso ha sido así. La sociedad se ha dado cuenta de eso y ahora los apoya mayoritariamente", subraya.
Nuestros desacuerdos son narrativos porque el pasado es un lugar donde solo se puede ir por medio de historias. Y como solo se puede ir allí así, la gente que puede imponer su versión tiene mucho poder
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Ser "útil" para poner algo de luz en todo lo acontecido en la historia reciente de Colombia es uno de los objetivos de Los desacuerdos de paz. "Contar la historia entera desde el punto de vista, desde luego, parcial y subjetivo, de alguien que desde el principio los defendió como la manera de romper con los ciclos de violencia de la guerra colombiana", indica, continuando: "El libro también es una invitación a la gente que no piensa como yo. A la gente que por razones válidas rechazó los acuerdos. Luego hay razones que me parecen menos válidas, como son las del engaño, la calumnia y las mentiras, que se utilizaron para confundir a los colombianos. Pero hay razones válidas también y hay que establecer entre nosotros una conversación que les dé cabida".
En este punto, lanza una reflexión que mira decididamente al futuro: "Nuestros desacuerdos son narrativos porque el pasado es un lugar donde solo se puede ir por medio de historias. Tiene esa cosa tan misteriosa. Y como solo se puede ir allí por medio de historias, la gente que puede imponer su versión tiene mucho poder. Por eso siempre, políticamente, habrá una gran disputa sobre quién tiene derecho a contar la historia, a imponer su versión. Lo que para mí han hecho los acuerdos es abrir un espacio donde todas sean válidas".
Y concluye Vásquez planteando que la novela y el periodismo de opinión son formas complementarias de estar en el mundo, pues en ausencia de cualquiera de los dos géneros estaría "incompleta nuestra percepción de la realidad". "Creo que todas las formas que hemos inventado para contar la realidad, el periodismo, la historia o la novela, iluminan partes distintas y propias de esa realidad. Sin una de ellas, es como si estuviéramos frente a un rompecabezas en el que falta una pieza", remata, no sin antes recalcar que, a su parecer, el trabajo de columnista es un "buen antídoto contra la desinformación".