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‘La juventud de Cervantes’, de José Manuel Lucía Megías

Ioana Gruia

La juventud de Cervantes. Una vida en construcciónJosé Manuel Lucía MegíasEdafMadrid2016a juventud de Cervantes. Una vida en construcción

«Miguel de Cervantes se fue construyendo a lo largo de toda su vida», leemos en el último capítulo del reciente libro de José Manuel Lucía Megías, eminente especialista en Cervantes, catedrático de Filología Románica de la Universidad Complutense de Madrid y presidente de honor de la Asociación de Cervantistas. «Construir», «construirse» y «construcción» son palabras que se repiten una y otra vez en La juventud de Cervantes, poniendo de manifiesto la intención subrayada en la «Carta dedicatoria al lector»: mostrar que la primera parte de la vida del autor del Quijote, hasta su liberación del cautiverio de Argel en 1580, es, en efecto, una «construcción» muy activa, de acuerdo con la dinámica general de la época, ya que, afirma Lucía Megías, «todo está en construcción durante los Siglos de Oro». Se trata de una continua búsqueda primero por encontrar una posición en el nuevo espacio configurado por los letrados en la corte de Felipe II —en estos años, recalca el autor, se elabora la vida a base de escritos, de papeles— y después por labrarse una carrera militar que lo lleva a participar en la célebre batalla de Lepanto. Búsqueda que, a lo largo de su cautiverio en los baños de Argel, es también una construcción, ya que Cervantes proyecta su vida futura en la corte a través de trabajos como el de «passeur» (que ayuda por dinero a otros cautivos ricos a conseguir su libertad).

El reto del libro, ejemplo de rigor documental y escritura atractiva, consiste en viajar a los orígenes del hombre de carne y hueso, sitúandolo en su época y dando cuenta tanto de la complejidad de su vida como de la recepción de la misma a través de la construcción del Cervantes mito. El investigador repasa y analiza algunos elementos clave de esta elaboración, por ejemplo la casa natal, la cueva de Argel o la leyenda de la visita de Juan de Austria que recibe el soldado Cervantes en su lecho de herido después de la batalla de Lepanto. Parte del proceso de mitificación, como se analiza en los primeros dos capítulos, son los falsos retratos del autor del Quijote, «mil rostros para un mito, ningún rostro para un hombre», y las construcciones biográficas a lo largo del tiempo. El tercer capítulo nos presenta a Miguel estudiante, discípulo de López de Hoyos y volcado en una formación práctica, lejos de una educación humanista. Además, subraya Lucía Mejía, la escritura no era una profesión durante los Siglos de Oro. En su magnífico estudio El escritor que compró su propio libro. Para leer el Quijote (Debate, 2003), Juan Carlos Rodríguez, al analizar la declaración de la hermana de Cervantes sobre éste, «es un hombre que escribe y que trata negocios», afirma que «estaba poniendo a Cervantes en el filo de la nada». Volviendo al libro de Lucía Megías, conocemos también al Miguel de los primeros poemas, que entra en contacto con la Academia del Duque de Alba y para quien la escritura será «una carta de presentación» para conseguir un puesto de letrado.

El cuarto capítulo insiste en la profunda huella que el viaje a Italia deja en el Cervantes escritor, que puede acercarse a la poesía de Petrarca, ya conocida a través de Garcilaso, a los textos de Boiardo, Ariosto o Sannazaro y al Decamerón de Boccacio. Sin la experiencia italiana, explica el profesor Megías, el joven Cervantes nunca llegaría a ser el enorme escritor Cervantes. Pero la mayor parte de este capítulo está dedicada al Cervantes soldado. Particularmente atractiva es la descripción de la batalla de Lepanto. La alusión al relato del capitán cautivo del capítulo XXXIX de la primera parte del Quijote lleva al investigador a afirmar que «en el relato del capitan cautivo se proyectan los sueños de Cervantes, lo que Cervantes nunca pudo ser en su vida como soldado». También la «mano herida» de la realidad se vuelve, explica Megías, sana en la el mito que el mismo Cervantes se va construyendo, acunando la expresión «manco sano» en el formidable prólogo del Persiles. Quien así habla es el estudiante que recibirá el abrazo y la magnífica respuesta «caminemos en buena conversación lo poco que nos queda de camino».

El quinto capítulo está consagrado al cautiverio en los baños de Argel y explica de forma muy amena y sugerente el negocio del corso en el Mediterráneo del siglo XVI, la atmósfera de la ciudad de Argel y las convulsiones de la vida de Cervantes cautivo, que organiza cuatro intentos de fuga hasta que es rescatado por fin en 1580. Muy interesante resulta el análisis de la adopción del segundo apellido, Saavedra, que reúne la dimensión de «cristiano viejo» y su experiencia argelina, transformando a Cervantes en un «hombre de frontera»: «¡Y qué bien le viene a Cervantes, a este 'nuevo' Miguel Cervantes Saavedra esta nueva identidad de 'hombre de frontera'! ¿No es acaso también su obra una 'experiencia literaria de frontera', un estar siempre en el límite de los géneros, del horizonte de expectativas de los lectores de su época?».

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¿Quién fue Miguel de Cervantes joven? ¿Cómo se construyó su juventud? Estando de acuerdo con el autor en que «en este engranaje de identidades, de mitos, soñadores y hombres, el Miguel de Cervantes de carne y hueso merece nuestra atención y nuestro respeto», el libro de José Manuel Lucía Mejía es sin duda una magnífica y fascinante respuesta a estas preguntas.

*Ioana Gruia es escritora y profesora de literatura comparada.Ioana Gruia

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