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Lina Meruane: viaje al corazón de Palestina

Palestina en pedazos

Lina Meruane

Barcelona (Penguin Random House, 2023)

El drama —histórico, cotidiano— que vive el pueblo palestino convoca incesantes preguntas ante una sinrazón y una barbarie que nos desbordan. ¿Cómo es posible que en nuestro tiempo, y a ojos de todos, un gobierno llamado "democrático" sea capaz de semejante labor de exterminio? ¿Y qué decir de los gobiernos autoproclamados "democráticos" que lo apoyan? En ese escenario de horror alucinado que la prensa y la televisión reproducen cada día, en ese infierno real, las palabras transmutan sus significados. Arde la palabra Palestina, y no caben en el diccionario los sentidos que irradia la palabra sangre cuando hablamos de esa tierra golpeada desde hace décadas, convertida en un inmenso sudario que arropa a generaciones de víctimas de una masacre que no parece acabar nunca.

Por mucho que se empeñen los responsables, no hay muros, alambradas ni bulos que logren ocultar la ignominia. No vale de nada cortar la electricidad, sepultar a la población bajo los escombros, destruir los hospitales, prohibir la entrada de testigos a esas cárceles al aire libre donde la población permanece estabulada como reses destinadas al matadero. No sirven bombas, tanques y fusiles, ni drones y cámaras de vigilancia perpetua, para silenciar la realidad objetiva. No hay remedio: en nuestro siglo XXI siempre hay un camino para mostrar lo que ocurre, para hacer llegar al resto del planeta la verdad de los hechos. Y no existe razón alguna —ni siquiera un infame ataque terrorista— que justifique asesinar a un solo niño, y van catorce mil, es decir, la mitad de las víctimas, sin contar los mutilados, los enterrados bajo las ruinas, los condenados a la orfandad y al éxodo. Nos dice un poeta palestino que en su patria los niños son enterrados sin lápida. ¿Qué puede escribirse sobre la tumba de los ángeles?, añade estremecido.

Hace mucho que la ONU protesta, y que protesta la sociedad civil en todas partes, y también la voz de escritores y artistas se hace oír por doquier para señalar la atrocidad del genocidio. Son muchos años de soportar ese muro de la vergüenza que protagonizara aquella extraordinaria película, Omar, del director de origen palestino Hany Abu-Assad y nominada al Óscar en 2014, donde el joven protagonista debía vencer cada día ese enorme escollo de cemento y jugarse la vida para poder visitar a la mujer que amaba. Más recientemente, el documental Bye Bye Tiberias, dirigido por la francesa de raíz palestina Lina Soualem, vuelve a tratar el tema del desarraigo y el regreso. Y en el canal de la escritura, la chilestina Lina Meruane insiste en esas preguntas en un libro necesario publicado hace unos meses, Palestina en pedazos.

Nos habla ahí Meruane desde su propia sangre, como descendiente de refugiados palestinos. Y se hace portavoz de una identidad y una memoria tenaces, insobornables, con una prosa acerada y eficaz como el metal de un cuchillo: dura y sin concesiones, pero capaz de vibrar al tocar el corazón del asunto. Meruane nos conmueve con un relato riguroso y acusatorio frente a quienes llevan décadas desoyendo cada denuncia de matanzas, persecuciones y violaciones de derechos humanos que convierten el drama palestino en una dolorosa herida para el mundo. A través de sus viajes a esos territorios —el último, de 2019— conocemos de primera mano la censura que ronda los hechos, y los eufemismos y silencios que recibe quien quiere saber. La desinformación a menudo cumple su objetivo, mientras la acción de Hamás —esa organización financiada por Israel, lo ha recordado Borrell— sirve de excusa a lo inexcusable. Como chilena, Meruane sabe bien lo que es una dictadura —con su atmósfera de miedo, rigidez, acoso, interrogatorios policiales— y lo reconoce en sus sucesivas estancias en el espacio del conflicto, mientras en el lado israelí lee asombrada un cartel callejero: "Árabes a las cámaras de gas". La historia se repite con una mueca grotesca.

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Es significativo que la Sudáfrica que sufriera el apartheid —ejercido por un gobierno del que fue aliado Israel— haya acusado ahora como tal lo que está ocurriendo. Por algo es la patria de Nelson Mandela, Premio Nobel de la Paz en 1993, para quien el fin del apartheid no era posible sin la libertad del pueblo palestino —como bien recuerda Meruane en este ensayo minucioso y polifónico—. En 1994, Arafat y Rabin alcanzaron también ese Nobel por abrir un camino de paz, pero hoy sigue el mismo acoso, y le responde la misma resistencia. Y es que por más que prediquen los Señores de la Guerra, tener la fuerza no es tener la razón. Resulta además revelador que se alineen con Palestina gobiernos como el de España, un país que sabe bien lo que significa el arder de nombres como Palestina, Guernica o la Desbandá, por más que la paz sea presentada por ciertos poderes como una utopía imposible, condenada a la embestida distópica y su llamada al inmovilismo. Hasta el infierno tiene sus límites.

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* Selena Millares es escritora, sus últimos libros son ''Lámpara de madrugada' y 'Matrioska'. También es autora de las novelas ''El faro y la noche' y ''La isla del fin del mundo'.

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