Llegado el momento la muerte nos iguala a todos, pero, hasta entonces y mientras tanto, nos diferencia la forma de relacionarnos con nuestros muertos, que se fueron antes, y tener o no la capacidad de convertirlos en fantasmas que nos acompañen en nuestro día a día. Porque quien puede convertir a sus muertos en fantasmas, sorteando no pocas posibilidades de perder la cordura, igual encuentra una clave muy importante para dar con otro tipo de felicidad relacionada con la compañía de la eternidad.
¿Qué harías si la mujer de la que estás enamorado te confiesa que ve fantasmas? Un secreto sobrenatural que va más allá de los límites de la realidad, como en tantas ocasiones le ocurre al amor. Ver muertos no es cosa menor o, dicho de otro modo, es cosa mayor y, desde luego, puede alterar el equilibrio de la pareja mejor calibrada. Una de esas duplas que se juntó en la adolescencia y que pasados los cuarenta lo da todo por sentado a pesar de la formidable oscilación sobre la que se mantienen: uno de los dos ve muertos y el otro no.
No hay una única respuesta, ni fácil ni difícil. No hay ni un boceto de réplica, de hecho, pero sí una novela, Mirafiori (Alfaguara, 2023), en la que Manuel Jabois (Sanxenxo, 1978) relata la historia de esa pareja en busca de, quizás, cierto tipo de hallazgo parecido a un veredicto: culpable o inocente, como si fuera posible determinarlo. "¿Qué ocurre cuando una persona de la que estás enamorado te confiesa un secreto paranormal así? ¿Qué ocurre en las vidas de las personas cuando esto pasa?", se pregunta el autor, aún con más dudas que certezas a pesar (o precisamente por eso) de la llegada de su nueva novela este mismo jueves a las librerías.
"Siempre he querido escribir una historia de fantasmas y esta es una novela que entrecruza una historia de fantasmas con una historia de amor", resume a infoLibre, bromeando por la ubicación de la trama en lugares tan dispares como Madrid, Málaga o, claro y por supuesto, Galicia. "Tiene que ver con la naturalidad, no te vas a encontrar en ninguna aldea gallega a una anciana hablando en español", explica sobre la inclusión de no pocas palabras y expresiones en gallego, algo a su vez derivado del trabajo previo en el que habló con "gente que veía muertos" y le hablaban en gallego.
"Algunas de esas historias las incluí, otras las distorsioné", prosigue, aclarando divertido que, en su opinión, esto de ver muertos "pasa en muchos lugares, no solo en Galicia". "Yo no creo, aunque me encantaría creer. Opino que la vida es mucho más excitante y divertida si crees que más allá de la muerte hay algo, hay otra cosa. No he visto ningún muerto ni ningún fantasma, ni tiene pinta de que vaya a verlos, pero ojalá algún día alguien me desmienta. Yo no tengo miedo, no le veo la maldad a que algo así existiese", señala.
Y, de alguna manera contradiciéndose, prosigue entonces: "Pero sí que hay un pasaje en el libro en el que se produce un estruendo enorme que parece que se ha caído toda la casa pero no se ha caído nada. Eso me pasó a mí, no sé cómo definirlo, y de ese chispazo se me ocurrió la idea de escribir algo así. Estaba viendo un partido de fútbol y se cayó la casa entera con un ruido inimaginable, y cuando abrí la puerta del cuarto solo había un cuadrito al otro lado de la habitación. Algo a lo que no le encontré explicación y, de hecho, hice una columna en El País sobre eso".
A lo largo de la ruta que transitamos en Mirafiori se entrelazan los fantasmas con la historia de amor de más a menos de la pareja protagonista, debilitada por el transcurrir de los días y los diferentes caminos que va tomando la vida. Cita el autor para establecer el nexo temático una afirmación que le "regaló" Blanca Establés, de la editorial Alfaguara: todas las historias de amor son de fantasmas.
"Es que cuando nos enamoramos, de alguna manera hay un estado de felicidad absoluta que se corresponde con la idea de la inmortalidad. Al mismo tiempo, cuando nos enamoramos pasamos a ser una suerte de fantasmas de nosotros mismos y nos es muy difícil reconocernos delante del espejo, como les ocurre a los muertos", reflexiona Jabois, y añade: "Nadie empieza una relación o nadie se enamora creyendo que su amor tiene una fecha de caducidad, aunque haya vivido ya anteriores relaciones que la han tenido. Esa idea acerca a los enamorados a los fantasmas, a los muertos, a pasarse la vida. Y durante ese estado las cosas son muy felices, por lo que creo que vale la pena vivirlas y merece la pena convertirse en fantasmas en ese período".
La fecha de caducidad de las parejas y cierto descenso a los infiernos de la locura es también importante en la historia de esta pareja que se enamoró por vez primera en el instituto, cuando todavía no sabían qué tipos de personas iban a ser. Se enamoraron de una intuición que a veces acierta y otras, muchas también, estrepitosamente fracasa. Y no lo hace de golpe, además, sino enrareciéndose durante el paso y el peso de los años, entre mentiras y desconfianzas, "hasta que todo se termina de intoxicar".
"Una pareja que no cierra bien las ventanas y las puertas se expone a que entre aire envenenado y empiece a pudrirlo todo muy lentamente, muy despacio, a lo largo de los años incluso", remarca Jabois. Y eso es precisamente lo que les pasa a sus protagonistas, que corren el peligro de convertirse en sus padres pasados los cuarenta, algo con lo que también se puede "convivir fantásticamente" sin que sea terrible, aunque no está de más ser por lo menos consciente de que "hay algo en el aire que respiras que está viciado, que es tóxico" y que te manda señales: "Y que no lo detectas hasta que un día empiezan a explotar todas las cargas de dinamita que cada uno ha ido colocando en los bajos del coche del otro".
Ver más"Era un loco cuerdo": un paseo por la colina de Jesús Quintero
Y es que, rebasados los cuarenta, Valentina es una actriz de éxito y él un hombre despechado y sin fortuna. Un hombre que ya sólo la ama como puede. Sólo entonces, cuando sea tarde, llegarán a conocerse de verdad. Así se convierte Mirafiori en un relato que cruza varias décadas entre Madrid y Galicia, una historia sobre la belleza de todo aquello que no tiene explicación. Una novela sobre la dificultad y la emoción de no poder comprender todo lo que nos ocurre. Cuando lo imaginado y lo real se entrelazan en misteriosos bucles, vida y muerte colisionan en una historia donde no todo pasa por algo y en lo inexplicable reside la belleza de un amor convertido en recuerdo que, con todas sus imperfecciones, ha merecido ser vivido.
Nadie piensa en el momento de desenamorarse, pero de repente tienes que hacer un camino de vuelta que no pensaste hacer y que consiste en seguir viendo al muerto, en seguir viendo a la persona que amabas y ya no amas, que te amaba y ya no te ama
Un proceso de transformación que, contra lo socialmente aceptado como normal, convierte a las exparejas en algo "bonito", también fantasmas: "Tú cuando empiezas una relación inicias un camino y crees que eso va a ser así, de determinada manera. Nadie piensa en el momento de desenamorarse, pero de repente tienes que hacer un camino de vuelta que no pensaste nunca que ibas a hacer. Y ese camino de vuelta consiste en seguir viendo al muerto, en seguir viendo a la persona que amabas y ya no amas, que te amaba y ya no te ama. Por tanto, una persona completamente diferente".
Transitando una región incierta en la que vida y muerte se entrecruzan y la verdad puede fingir ser una ficción, Mirafiori abre una reflexión acerca de la belleza de aquello que, producto del azar o de los extraños mecanismos que muchas veces rigen nuestras existencias, se resiste a una explicación pero, no por ello, deja de tener sentido. Como, sin ir más lejos, que la publicación de esta novela se tuviera que retrasar unos meses, hasta ahora, por estar el propio Jabois pasando por una ruptura. "Iba a salir en mayo pero estaba terminando la novela y me pasó lo que al protagonista, aunque por supuesto de forma diferente", confiesa el autor, quien ha tenido que dejar pasar este tiempo para poder terminar la escritura metido de lleno en una inesperada bola de metaliteratura. "La próxima novela que escriba será sobre alguien a quien le toca la lotería, a ver si así me toca a mí algo", bromea para terminar.
Llegado el momento la muerte nos iguala a todos, pero, hasta entonces y mientras tanto, nos diferencia la forma de relacionarnos con nuestros muertos, que se fueron antes, y tener o no la capacidad de convertirlos en fantasmas que nos acompañen en nuestro día a día. Porque quien puede convertir a sus muertos en fantasmas, sorteando no pocas posibilidades de perder la cordura, igual encuentra una clave muy importante para dar con otro tipo de felicidad relacionada con la compañía de la eternidad.