LA PORTADA DE MAÑANA
Ver
Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

‘Materia del asombro’

Francisco Castaño

"¡Luz! Me invade / Todo mi ser. ¡Asombro!". Luz y asombro están en el inicio del cántico guilleniano. Con luz y asombro cierra este libro su acendrada composición (no sé si en el léxico de nuestros poetas actuales aún pervive el verbo componer, o ha sido desterrado por falta de uso), su cuidada armonía.

"Materia del asombro, da tu luz a mis ojos". La elección del poema “Materia del asombro” (que da título al libro) para cerrar esta antología, es el acorde final de una bien orquestada disposición poética por parte del antólogo, es decir, el compositor, al reunir este conjunto de voces que componen la voz única, personal e irrepetible, del poeta Jesús Munárriz.

En la contraportada se nos dice que este libro es un regalo que ha querido hacer Francisco Javier Irazoki a su paisano y amigo Jesús Munárriz al cumplir éste los 75 años. No niego que así sea, pero afirmo también que ese regalo lo es para quien leyere, tanto si ya conoce la obra del poeta, como si tiene el placer de descubrirla en esta antología. Y no sólo porque incluye poemas de libros inéditos, sino porque la composición del libro, al establecer nuevos vínculos entre los poemas, arroja una distinta luz que propicia una lectura nueva. Porque ahí está la clave de este libro: en la composición.

Movido el antólogo por propia iniciativa (así lo afirma en la nota inicial) y, suponemos, por el solo criterio de su gusto lector, que es acaso el más válido de todos, armoniza y ordena estos 75 poemas (tantos como los años del poeta) a la manera de una sinfonía en seis movimientos, en el que cada uno desarrolla un tema. Es decir, que no sigue el criterio cronológico que suelen seguir las antologías al uso, sino que responde a un deseo de dar cuenta y razón de una manera libre, personal y fértil, de estar en las palabras, regalándonos un cuerpo vivo en su complejo modo de vivir, con la clara conciencia de su lugar en el mundo y la poesía.

Todos los poemas son contemporáneos, porque los mueve un mismo afán. Aunque hablen de momentos históricos distintos, tanto personal como colectivamente, y aunque esos momentos sean oscuros, esperanzados, turbulentos, luminosos, ásperos, delicados, los poemas que verifican lo vivido, cumplen la machadiana exigencia de estar a la altura de las circunstancias.

Eso es lo que nos brinda este concierto. Una poesía de la claridad, de llamar a las cosas por su nombre, ya sea el impulso que le lleva a sentarse ante el papel en blanco la indignación, la duda, la amistad, el sosiego, la sangre del crepúsculo, el arrebato frente a la injusticia, la muerte de un amigo, las primeras alas libres de una hija, la pasión, la añagaza del deseo, la afirmación constante de la vida frente a quien la envilece, el porqué de esta magia menor. Porque como leemos en “Señales”, el poema que hace de obertura: "Todo es señal: la sombra del cerezo, / el rumor de la hiedra, la frigidez del arce, / la infantil sosería de la lima, / el manantial perfume de la menta, / todo es señal, todo es revelación. (…) Todo es señal, todo se nos revela. / Tratemos de entender tanta belleza".

Y el poeta es quien con su eficacia para aunar formalmente verdad y belleza nos ayuda a entender esas señales, quien con el modo en que ordena y dispone las palabras, levanta el velo de la realidad y nos ofrece "lo que se oculta y se insinúa, / lo que se encubre y se presiente".

Dar cuenta en 75 poemas de una obra tan rica y compleja (y dejo fuera al traductor, al editor, al cantautor…) es acaso imposible. Pero lo que hace posible Francisco Javier Irazoki, el amigo compositor de este regalo, es ofrecernos el fruto de su lectura selectiva (a la que sólo cabría oponer mis preferencias personales, que no vienen a cuento) y cuyo mayor mérito estriba en la organización de los poemas, esa ya mencionada composición (perdón por la insistencia) que es la que hace de este libro un acontecimiento poético, por cuanto se diría que es un nuevo libro, hasta hoy inédito, en la amplia bibliografía de Jesús Munárriz.

Elección y composición que permiten apreciar una labor poética de limpios trazos y eficaz belleza, de velada transparencia (permítaseme el oxímoron), de firmeza y vigor en la pasión y la delicadeza, de verdad y señuelo, de compromiso y dulce abandonarse, de ironía y solidaridad, de escepticismo y entrega, que no rehúye ni el rigor formal ni la añagaza de la ligereza, sobria y desmelenada según lo pida el tema o la ocasión.

Y en la que quien se acerque a su lectura no se irá de vacío.

*Francisco Castaño es poeta. Su último libro es Una mirada que se compromete (Hiperión, 2015). 

"¡Luz! Me invade / Todo mi ser. ¡Asombro!". Luz y asombro están en el inicio del cántico guilleniano. Con luz y asombro cierra este libro su acendrada composición (no sé si en el léxico de nuestros poetas actuales aún pervive el verbo componer, o ha sido desterrado por falta de uso), su cuidada armonía.

Más sobre este tema
>