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'Ozono' y Chirbes: voces alternativas en la Transición y de plena actualidad

En marzo de este año se ha publicado un libro en la editorial Altamarea, titulado Asentir o desestabilizar, en donde, bajo edición e introducción de Álvaro Díaz Ventas, se recopilan artículos periodísticos de Rafael Chirbes, antes de que fuera novelista. Este historiador aprendió el oficio como periodista escribiendo en distintas revistas de la época, donde ya deja entrever los problemas que le afectan y que luego trataría en todas sus novelas. Son artículos previos a ello, básicamente en la Transición, por eso el subtítulo del libro es el de Crónica contracultural de la transición, y recoge, cómo ya entonces, Chirbes no veía con agrado ni buenos ojos lo que estaba pasando en el país, cómo la cultura se convertía en mercancía, cómo personajes de la izquierda se vendían al grupo Planeta, al omnipotente Lara. El título del libro obedece a un artículo que escribió sobre el diario El País, en el que dice:

"Escribo con el terror colgado de los dedos, porque escribir en España, hoy, es asentir o desestabilizar"

Muchos de estos artículos salieron en la revista Ozono, una revista alternativa "de música y otras muchas cosas", que duró desde 1975 hasta 1979, y donde el escritor fue afilando su pluma con la crítica literaria, con su habitual estilo incisivo, lleno de razones. Como si hubiera habido un conjuro, aunque es más bien una casualidad histórica, se ha publicado, también, hace poco, o sea, unos meses después del anterior libro, un volumen titulado Ozono, un sueño alternativo, 1975-1979.

Por esta coincidencia, esta reseña hablará de ambos libros en paralelo, porque tienen un ensamblaje perfecto: aquellos años de la Transición, la publicación de una revista que fue muy importante y las numerosas firmas que la hicieron posible, entre ellas la de Rafael Chirbes.

Ozono surgió en 1975 en la oleada cultural que se produjo en los últimos años del franquismo, con una serie de revistas que supusieron la formación de toda la gente joven que, por aquel entonces, leíamos ávidos de aprender otros puntos de vista que no fueran los oficiales del régimen. Cuadernos para el Diálogo, Triunfo, Hermano Lobo, Viejo Topo, Ajoblanco o la mencionada Ozono, junto con alguna más minoritaria, como Cárabo, supuso la formación cultural y política de una generación. Duraron poco, pero cumplieron un papel intenso y muy importante. Llenaron el vacío cultural que la dictadura impuso y sirvieron para ir creando corrientes de opinión, impulsos y contenidos que posteriormente marcarían en muchos casos las ideas de una generación. Cómo echo de menos alguna de estas revistas, ante el vacío cultural —y no me refiero a las facetas artísticas, sino de contenidos democráticos—, en un momento en que la derecha ha tomado la delantera en su cultura neoliberal y ha sido capaz de arrebatarnos hasta el concepto de libertad, identificándolo con las cañas y los bares; cómo echo de menos, insisto, aquellas revistas con artículos variopintos que generaban opinión en todas las facetas de la vida.

En Ozono se encontró un grupo de intelectuales, periodistas, diseñadores, —no olvidemos que la cabecera y la mayoría de las portadas fueron de Alberto Corazón—, que nos abrieron las mentes. En concreto, Ozono fue de las primeras, si no la primera, en abrir a contenidos ecologistas, con ese nombre tan significativo, a la música, al feminismo, junto a otros como la crítica literaria, a los artículos sobre la situación, sobre las elecciones del 77, sobre los inicios de una Transición que ya se veía truncada. Aquellas voces críticas sembraron un contenido cultural transversal que sirvieron de empuje a la lucha antifranquista y democrática. No es casual que casi todas estas revistas desaparecieran con la llegada del PSOE al poder y la instauración de una democracia al uso de dos grandes partidos, de que se desmovilizara a la población y de que desaparecieran también casi todos los movimientos ciudadanos del momento, desde las Asociaciones de Vecinos hasta los comités Anti-Otan o los primeros grupos anti- nucleares y ecologistas. De esa falta de reame ciudadana sufrimos ahora estos lodos vacíos de contenido, en el que la derecha gana por goleada en la "cultura" que quieren imponer. Solo quiero recordar que acaban de nombrar en la Comunitat Valenciana a un torero de ese partido de tres letras como consejero de Cultura y Vicepresidente de gobierno. ¡Ay, si Chirbes levantara la cabeza!…

Para hacerse una idea de la ambición de la revista Ozono, hablaré de algunos de los colaboradores y firmas que tuvo, bajo la dirección de Alfonso González Calero: Victor Claudín, como un colaborador asiduo, Rafa Chirbes, encargado de la crítica literaria y algunas cosas más; Alberto Corazón, que realizaba el diseño de las portadas, todas ellas espectaculares. Antonio Gómez, Tina Blanco, Alvaro Feito, Luis Suarez Rufo, Manuel Dominguez, Adrián Vogel y Gonzalo García Pelayo, todos ellos nombres imprescindibles de la crítica musical, se encargaban de estas secciones, donde Paco Almazán hablaba de flamenco. También escribía el periodista Jose Manuel Costa. Por sus páginas se podía encontrar al poeta Carlos Alvarez hablando de Bob Dylan. También firmas como Carmen Martín Gaite, Umbral, Juan Goytisolo, Savater en su mejor etapa; Ramón Chao, Manu Leguineche o Nativel Preciado o Carmen Sarmiento, aparecieron también con sus artículos. La lista es mucho más extensa y no se puede plasmar entera. Lo dejo para quienes compren el libro, que, en formato revista, recoge todas las portadas de Ozono con el índice de cada uno de los números que tuvo, y la reproducción de un artículo de cada uno de ellos. Recoge así mismo semblanzas de algunos de sus colaboradores, como de José Miguel Ullán, Alberto Corazón, Goytisolo, Rafa Chirbes, Manu Leguineche o Eduardo Haro Ibars.

Como se dijo en la presentación, este libro no viene a cubrir la nostalgia del pasado, sino la del futuro, dar un toque de atención sobre el desabastecimiento cultural de los momentos actuales y la necesidad de debate sobre estos temas, y añado la necesidad de consolidar tejido asociativo y valores colaborativos para hacer frente a situaciones alarmantes que ocurren en Europa y en el mundo.

Es verdad que esta reseña está escrita con la consternación por los resultados electorales del 28M y antes de que se celebren las elecciones generales, porque al parecer no hemos sido capaces de ver, o de analizar con tranquilidad, qué hubiera sido de este pobre país si la pandemia, la crisis económica, la crisis del estallido volcánico, nos hubiera cogido con un gobierno de la derecha. Consternada e incendiada también por esos votantes de izquierda que se abstienen, con ese rictus de superioridad y elitismo que suele acompañarnos a veces, dentro de la más estricta pureza, pensando que así uno no se contamina y que allá películas, con ellos no va porque no se dejan engañar. Pero cuando tengan que pagar porque sus hijos estudien, o sacar la tarjeta de crédito en vez de la sanitaria, cuando las pensiones se vuelvan a congelar y el fondo de pensiones desaparezca como en la era Rajoy, a ellos también les salpicará.

En un artículo de Rafael Chirbes publicado en el número 21 de Ozono, junio de 1977, artículo incluido en el dosier Elecciones y que tiene como título "Tomar una papeleta al azar con amargura", dice lo siguiente:

Los años del terror

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"Así uno ha pensado, durante bastantes días, en no jugar ese juego. En abstenerse. Hay en ello una actitud elegante que puede dar una satisfacción de listo, un seguro de "a mí no me la dan" y "a otro perro con ese hueso". Pero las satisfacciones políticas individuales no sirven para nada y, en política, no servir para nada es servir al ganador".

Para finalizar esta reseña de estos dos libros imprescindibles, haré mía la frase de Ken Loach que nos regaló en el último Festival de Cannes, por la lucidez que siempre ha manifestado este cineasta, uno de mis favoritos: "Hay que hacer de la esperanza una cuestión política, cuando el pueblo pierde la esperanza, vota al fascismo". Pensaremos en todo esto al día siguiente de las elecciones del 23J. Este país necesita seguir avanzando y quitarse toda la caspa franquista que le sigue cayendo de la cabeza.

Carmen Peire es escritora. Su último libro es 'Cuestión de Tiempo' (Menoscuarto).

En marzo de este año se ha publicado un libro en la editorial Altamarea, titulado Asentir o desestabilizar, en donde, bajo edición e introducción de Álvaro Díaz Ventas, se recopilan artículos periodísticos de Rafael Chirbes, antes de que fuera novelista. Este historiador aprendió el oficio como periodista escribiendo en distintas revistas de la época, donde ya deja entrever los problemas que le afectan y que luego trataría en todas sus novelas. Son artículos previos a ello, básicamente en la Transición, por eso el subtítulo del libro es el de Crónica contracultural de la transición, y recoge, cómo ya entonces, Chirbes no veía con agrado ni buenos ojos lo que estaba pasando en el país, cómo la cultura se convertía en mercancía, cómo personajes de la izquierda se vendían al grupo Planeta, al omnipotente Lara. El título del libro obedece a un artículo que escribió sobre el diario El País, en el que dice:

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