La literatura, más allá de divisiones académicas o escolares impuestas por los manuales, es la palabra en el tiempo. La palabra ética creada desde el artificio que supone inventar un personaje o una historia que nos sitúa a nosotros, lectores, en la tercera vida que nos descubrió Jorge Manrique en Coplas por la muerte de su padre. La palabra precisa y pesada con balanza templada permanecerá hasta la noche de los tiempos y los nombres de quienes se esforzaron por regalarnos palabra honesta vivirán donde no habita el olvido, “aunque esta vida de honor / tampoco no es eternal / ni verdadera, / mas con todo es muy mejor / que la otra temporal, / perescedera”. Espacio reservado no solo para el creador pues uno tiene la certeza de habitar espacios míticos creados por mentes lúcidas y esforzadas que nos ensanchan la vida y nos dan la posibilidad de habitar otras muchas.
En esa otra vida hemos sido invitados al 60º cumpleaños de Mario Conde en la última novela del escritor cubano Leonardo Padura, La transparencia del tiempo (Tusquets, 2018).
No es asunto menor hablar sobre una novela donde hay que resolver un misterio de la mano de nuestro detective privado más querido, el Conde, e intentar no fastidiar ni por asomo la trama ni desvelar ningún dato importante para el lector que tenga la suerte de comenzar estas páginas. En ellas encontrará una novela magnífica, una obra maestra, bien pensada, bien escrita, bien resuelta y mejor contada. Leonardo Padura es, sin ninguna duda, un escritor que se ha colocado por mérito propio en el podio de los mejores novelistas de Hispanoamérica y si los conjuros no fallan ni se ausentan las vírgenes negras ni las imágenes santeras, veremos cómo lo acompañamos a recoger los más prestigiosos y merecidos reconocimientos.
La trasparencia del tiempo es una conversación entre literatura y vida, entre historia en minúscula e Historia en mayúscula, sobre decepciones personales y decepciones sociales, sobre la grandeza de la buena amistad. Es una palabra que busca la verdad y, en los tiempos que corren y como diría José Carlos Mainer, esto “no es humo de pajas”. La verdad de la realidad cubana contemporánea y la verdad de la circularidad del tiempo y sus peores manifestaciones a través de un nombre, de un hombre, Antoni Barral y varias fechas: 1936, 1472, 1314, 1308, 1291, 2014…
Otros nombres que ya nos pertenecen, que se nos agarraron al alma. Mario Conde, Carlos el Flaco, Candito el Rojo, el Conejo, Tamara, Josefina, el ausente Andrés, que nos hablan de amistad, de hermandad, de complicidad en una vida juntos que han compartido con nosotros gracias a la pluma de Leonardo Padura. Yo no sé dónde está la línea entre literatura y vida, entre ficción y realidad, porque les juraría que alguna noche entre lágrimas y sonrisas, entre algún trago de ron y un cigarrillo de más, he estado conversando con ellos en mi cocina, mi espacio sagrado de lectura. Y Cuba. Y La Habana como otro personaje más e igual de importante en la novela. Porque Padura establece un hilo de compromiso entre la literatura y la vida. Porque vive y escribe en La Habana. Y porque nos ha atrapado en una red de vidas honestas. Mario Conde es un buen tipo, es una persona honrada e íntegra. Desde la conciencia de cumplir 60 años afrontará su cuarta edad con el inevitable deseo de vivir para ver qué carajo le espera a este país tan castigado por tantas cosas y tan hermoso y carismático.
Leonardo Padura le ha robado la idea a Conde y nos presenta una historia “escuálida y conmovedora” que nos hace ver la Historia y el tiempo “a través del velo transparente de una lágrima”. En ella nos despedimos de Conde y lo dejamos en la casa de Tamara, “aquel lugar limpio y bien iluminado” que le trae refugio y amor cotidiano, amor verdadero. Con ella regresamos a la prosa primorosa de Leonardo Padura que nos hace pensar en español de Cuba y decir ante el injusto que es un comemierda. A la prosa prodigiosa de un español peninsular para contar la Historia transparente de los que caminaron antes que nosotros. Como dice un poeta imprescindible: “Yo no nací / sino para leeros”.
*Sonia Asensio es profesora de Literatura.Sonia Asensio
La literatura, más allá de divisiones académicas o escolares impuestas por los manuales, es la palabra en el tiempo. La palabra ética creada desde el artificio que supone inventar un personaje o una historia que nos sitúa a nosotros, lectores, en la tercera vida que nos descubrió Jorge Manrique en Coplas por la muerte de su padre. La palabra precisa y pesada con balanza templada permanecerá hasta la noche de los tiempos y los nombres de quienes se esforzaron por regalarnos palabra honesta vivirán donde no habita el olvido, “aunque esta vida de honor / tampoco no es eternal / ni verdadera, / mas con todo es muy mejor / que la otra temporal, / perescedera”. Espacio reservado no solo para el creador pues uno tiene la certeza de habitar espacios míticos creados por mentes lúcidas y esforzadas que nos ensanchan la vida y nos dan la posibilidad de habitar otras muchas.