Podría pasarle a cualquiera
El libro durmiente comenzó su andadura como club de lectura en junio de 2003. Su nombre hace referencia a la necesidad de rescatar los valores y principios que duermen en el seno de los libros. El libro durmiente se define como una entidad creada sin fin de lucro. Nuestra acción adquiere la condición de voluntariado cultural. Desde el año 2012, correspondiendo con el período lectivo, impartimos los talleres de escritura creativa en dos niveles: básico y avanzado. Finalmente, la invitación a los autores para presentar sus obras o impartir clases magistrales sobre las técnicas de escritura ha dado lugar a la creación de un foro literario donde confluyen los lectores, libros y escritores, compartiendo ideas e inquietudes en pro de la cultura.
Agnes
Javier Peña
Blackie Books (2021)
Lo ha vuelto a hacer. Me cautivó con Infelices y Javier Peña vuelve a sorprenderme con su Agnes. Una historia muy distinta pero del mismo sello: pluma ácida y original. El autor se arriesga en muchas cosas y eso me gusta aunque se nota cuando a veces fuerza la máquina. La novela tiene un punto intrigante que acelera la lectura pero recomiendo detenerse para disfrutarla.
Sus personajes tienen poco de normalitos. Eso de "le ha sucedido a Agnes, pero podría sucederle a cualquiera" que comenta la sinopsis no me lo creo pero ya tenía claro que iba a probar otra vez con Javier Peña.
A Agnes le hacen chantaje. Pierde los papeles en la cena de empresa de la revista donde trabaja y termina despedida. Sólo recuperará el puesto si cumple un encargo: debe escribir la biografía de un exitoso autor, Luis Foret, al que nadie conoce y que acaba de anunciar que se retira del mercado. Es normal que a Agnes le dé vértigo pero como mínimo —ya de estar despedida, ¿no?— resulta un reto apasionante.
Resumo los primeros pasos de la novela porque se da cierto rodeo para ir calentando. Dicen que es un thriller psicológico. No sé, esto de los géneros resulta confuso en ocasiones y si algo caracteriza a la editorial Blackie Books es que sus autores y productos son diferentes, peculiares y difíciles de etiquetar; algo que por supuesto me motiva.
En Agnes destaca la arquitectura de la historia. Tenemos por un lado, los relatos que el misterioso Foret va contando a su singular biógrafa a través de las mujeres de su vida. Javier Peña ha buscado —en varias localizaciones, ya que en este libro se viaja— historietas entre divertidas y macabras para construir a sus secundarias: las mujeres que se han cruzado con el escritor no son precisamente del montón.
Algunas son intensísimas, con situaciones surrealistas que de sumarlas podríamos estar ante un libro de relatos. Recuerdo que con Infelices me sucedió algo parecido porque contenía interesantes minitramas.
Bien, sigamos con la estructura. Otro bloque de Agnes lo sustentan las singulares conversaciones con Foret por email. Las charlas nos permiten conocer un poco más a la protagonista y de paso adentrarnos en la intriga que surgirá de las cosas locas que le va contando.
Aquí me falla la verosimilitud. Quiero decir, que cuesta imaginar a un excéntrico y soberbio Foret aguantando los borderíos de Agnes. Hay que tener en cuenta que ella está entre la espada y la pared. O termina el encargo o se va a la calle. Pero bueno, no condicionó el gusto por la lectura porque ya me había enganchado.
El otro andamio de la estructura se encuentra en las notas, el diario donde Agnes se presenta. Estamos en la ficción y como personaje literario es estupendo. Por eso Javier Peña la ha hecho deslenguada y caótica. No se limita a registrar datos sin más, aunque también es verdad que quedarse indiferente con las aventuras del menda Foret sería complicado.
Veo aquí —o igual es que quiero ver— al periodista Javier Peña dentro del escritor. Los que pertenecemos a este denostado sector —y con razón— no deberíamos quedarnos con dudas o callar ante las toneladas de milongas que a diario debemos escuchar. Nuestro trabajo es preguntar y repreguntar. Hallar la verdad es harina de otro costal, pero existe margen de sobra para no convertirse en los borregos que desea el interlocutor. Para eso ya llevan puesto el harén que los envuelve y adula.
La vida es una novela, pero también es enrevesada, desconcertante y original
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Por eso se disfruta a la Agnes preguntona, porque no hay dios que pueda creerse del todo los líos del señor misterioso. Pero si te dejas mecer en su tren particular, más te gustará el final. Me ha encantado su juego con la semántica —¡Qué bueno, Javier Peña!—. Esto sólo podrá entenderlo quien lea el libro...
A este panorama se suma el mejor ingrediente de la novela: su escritura, aunque por otro lado conlleve cierto riesgo. La suma de sarcasmo, humor negro y hasta recochineo es fantástica pero en su estilo el nivel es tan alto, que cuando acaba de marcarse una frase y/o párrafo de lujo, quiere —como es lógico— mantener el listón arriba e incluso superarse a sí mismo constantemente. Es un esfuerzo supino que como lectora me generaba una expectativa permanente a cada línea. Es complicado irte ganando a ti mismo en genialidad. No quiere decir que no lo haya conseguido pero en ocasiones, me daba la sensación de que estiraba demasiado la cuerda.
Son no obstante, detalles que no restan valor a la potencia narrativa de una novela ante todo entretenida y que certifica voz y estilo propios. Y eso, en la maraña del mercado literario donde se vende demasiada paja y fuegos artificiales es todo un meritazo.