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La profundidad del microrrelato

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Hay géneros que en la longeva historia de la literatura parecen recién nacidos. Así sucede con el microrrelato. Ginés Cutillas propone en su ensayo Lo bueno si breve, etc… (Base, 2016) que serían textos de Azul, de Rubén Darío, los pioneros del género. Habría mucha tela que cortar en el asunto, mucho que hablar, para llegar a una conclusión de consenso: sí, lo que se llama microrrelato, o micro a secas, tiene sus reglas y muestra una evolución de progresión. Se liberó hace tiempo del cuento –o relato, elijan ustedes— y se separa de géneros semejantes en extensión para tomar entidad taxativa. Pueden achacarlo a la vertiginosa rapidez del momento, a la necesidad de la historia breve, directa y sorprendente. Pero el espíritu epigramático no es novedoso. Triunfa el aforismo, vuelva la greguería, sigan el micro.

 

Portada de Vosotros, los muertos, de Ginés S. Cutillas.

Si el poema es construcción aérea, si las novelas pasables parecen canteras abiertas a la luz del día donde el nervio y la veta quedan a la vista, si las novelas complejas abundan en sus pasillos y galerías que excavan en el pensamiento y la sugestión, el microrrelato es estrecha pero profundísima perforación que busca el chorro petrolífero. Ha pasado el tiempo del microrrelato lindero de la anécdota, del chiste y del embeleco. El microrrelato condensa reflexión en su ficción, deja el paso posterior a la ficción escrita abierto en cruz.

Ginés Cutillas es uno de los más audaces representantes del género. Su evolución es una muestra de coherencia. Asombró hace siete años con la publicación de Un koala en el armario —también en Cuadernos del Vigía, su editorial cabecera en el sur—,  donde se abría una carrera desde el microrrelato amable, insolente, juguetón y zalamero. Le siguió el ensayo antes dicho, Lo bueno si breve, etc… una reflexión fresca sobre el género, que de manera didáctica, directa y eficaz pone puntos claros bajo el epígrafe de “decálogo práctico”. Contiene una completísima bibliografía de micros y sobre micros que seguirá siendo durante mucho tiempo referencial. Ahora publica Vosotros, los muertos, un paso más en una trayectoria ejemplar.

Cualquier escritor vuelca todo su esfuerzo, incluso en la menos brillante de las obras. No tengan esa duda: es el mínimo respeto que debemos a un manojo de papeles escritos. Sin embargo, cuando el escritor se fija unos límites, en el tema o en la forma, su esfuerzo redobla y la admiración crece. Ginés Cutillas se marcó en este volumen un propósito decidido: no solo debía contar historias breves, precisas, sino que además, todas girarían en torno a la muerte. Han sido seis años de trabajo, y el micro exige un continuo buceo para sacar ideas cada día; no permite la relajación que propicia el sostén de las vigas de la novela, la divagación del verso que se deja llevar por su música, no propicia el razonable repertorio del relato menos breve. El autor confiesa que la cantidad inicial cuadriplicó la final: hay sesenta textos trenzados con cuidado, breves hasta la paradójica eternidad de lo fugitivo de una frase, amplios en la concisión de seis párrafos.

Todos los textos interpelan al lector: es la gran virtud del microrrelato, su tendencia –tan necesaria— a la elipsis favorece que la reflexión posterior del lector, ese momento que comienza tras el punto final, se expanda cuando el lector comienza a escribir imaginariamente sus preguntas, sus respuestas, sus corolarios, sus moralejas propias, su aprendizaje intelectual, cuando la conexión empática con el autor definitivamente cuaja. El efecto de la ficción se extiende multiplicando la palabra escrita, ocupando todo el espacio en blanco que deja en la página el microrrelato con interrogantes, guiones de respuestas, conversaciones definitorias del lector consigo mismo en una medida muy superior a la que cualquier género literario pueda deparar. La novela busca esos espacios de reflexión entre capítulos, a veces al borde un precipicio al que el siguiente capítulo tiende un puente. La poesía localiza esos espacios del lector consigo mismo en las cesuras. Al pie de cada microrrelato de Vosotros, los muertos hay un espacio en blanco, amplio, para sacar conclusiones.

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No solo la muerte evocada desde el título, como una declaración de exclusión necesaria, es el hilo argumental. Hay muerte, y vista desde todos los ángulos —fuera de cuerpo, dentro de ataúd, simbólica, surreal, cruda—, pero hay también un fondo, como en los buenos platos, que hace referencia a la pareja, y sobre todo, a la familia, esa versión 2.0 del apareamiento. Y todo ello se desenvuelve con un desasosegante deje en el paladar del lector, una sensación constante de inquietud, conflicto y fantasmagoría. A veces miedo, a veces ternura. Con Vosotros, los muertos Ginés Cutillas labra el futuro del microrrelato.

*Alfonso Salazar es escritor.Alfonso Salazar

Hay géneros que en la longeva historia de la literatura parecen recién nacidos. Así sucede con el microrrelato. Ginés Cutillas propone en su ensayo Lo bueno si breve, etc… (Base, 2016) que serían textos de Azul, de Rubén Darío, los pioneros del género. Habría mucha tela que cortar en el asunto, mucho que hablar, para llegar a una conclusión de consenso: sí, lo que se llama microrrelato, o micro a secas, tiene sus reglas y muestra una evolución de progresión. Se liberó hace tiempo del cuento –o relato, elijan ustedes— y se separa de géneros semejantes en extensión para tomar entidad taxativa. Pueden achacarlo a la vertiginosa rapidez del momento, a la necesidad de la historia breve, directa y sorprendente. Pero el espíritu epigramático no es novedoso. Triunfa el aforismo, vuelva la greguería, sigan el micro.

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