Recolectores de hierbas

Mònica Vidiella

Gótico cantábricoMartín López-VegaLa Bella VarsoviaMadrid2017Gótico cantábrico

¿Quién es ese hombre? Esta pregunta nos zarandea desde el inicio de Gótico cantábrico, el último libro de Martín López-Vega (Poo de Llanes (Asturias), 1975) publicado por La Bella Varsovia. El poemario, cuyo título remite al famoso cuadro de Grant Wood, American Gothic, protagonizado por una austera pareja de granjeros estadounidenses, que se transmutan en el libro en los bisabuelos del autor, bucea en la genealogía del poeta asturiano, adentrándose de manera introspectiva en un paisaje íntimo y sentimental, con el objetivo último de, partiendo de la memoria de sus ancestros, buscarse, cuestionarse el eterno quién soy, indagar en un yo fragmentado, que, a la manera machadiana, dialoga con su tiempo y que alcanza a hacernos partícipes de su reflexión sobre la conciencia del ser. “En lo único que me parezco a todos los que fui/ es en aquello que ninguno de nosotros ha entendido/todavía.”

La imbricación de lo íntimo con lo colectivo, la capacidad de llegar a lo universal partiendo de las particularidades del individuo es una de las características más sobresalientes de López-Vega, autor de varios libros de poemas resumidos en Retrovisor. Poemas elegidos (Papeles Mínimos, 2013), La eterna cualquiercosa (Pre-Textos, 2014),  Extracción de la piedra de la cordura (DVD, 2006) además de diversas antologías y libros de ensayo, entre los que destacamos el más reciente Obreros de la luz. Los poetas de la duración y la elegía posmoderna (Saltadera, 2017).

El universo rural, el eco de un tiempo “en el que la cocción / se medía en oraciones (los percebes, un padrenuestro)” recorren los versos del poemario y susurran en un presente convulso, en una Europa en la que escupimos a Hegel,Hegel “que no se reconoce en los mapas, sino en los iguales aperos de los campesinos,/en sus mismas labores, en su olvido.”

El tono elegíaco de los poemas de Gótico cantábrico huye de los convencionalismos y apuesta por la necesidad de entender que uno es todos los lugares en que ha estado, y que lleva consigo a todas las personas de su vida, por la necesidad de negociar con ese yo, que va dejando marcas en el tiempopara reconocernos cuando ya fuéramos otrosy que entiende sólo el adolescente/ que llevamos encerrado dentro, le hacen daño/y no se atreve a contarnos nada”. En esa búsqueda del yo, de nuestros múltiples yo, el olvido juega un papel importante y “También hay chernóbiles de la mente, /zonas que evacuamos hace tanto / que ya ni siquiera sabemos de su existencia” .

Además del universo familiar, la herencia de hombres, que se fueron haciendo hombres sin saber cómo ser y mujeres que temían estar en corriente y la infancia en la que uno crece sintiéndose distinto y solo, el amor y la amistad son algunos de los temas de los poemas que conforman este libro que rememora viajes, a otros lugares y  hacia el interior de uno mismo, y dialoga con los referentes que las diferentes tradiciones le ofrecen. También algunos de los poemas de Gótico cantábrico, como la “Égloga Novena de Miklós Radnóti”, reflexionan sobre la poesía y la defienden frente a la barbarie: “La poesía no sólo es sentido, la poesía no es sólo presencia en la ausencia y ausencia en la presencia, la poesía también es pan y agua”.

La poesía de Martín López-Vega, marcadamente narrativa, se deshace de las ataduras formales y nos plantea una pregunta tras otra. A través de una potente voz personal, la  solidez de su palabra poética, atenta al detalle, nos regala imágenes que nos permiten penetrar en la esencia de las cosas, y trascender la crudeza de la cotidianidad: “Pasamos la aspiradora por lo mismo / que escribimos poemas, por lo mismo que follamos: / para eliminar polvo, herrumbre, el fluido /de la podredumbre que es a la vez cuanto somos / y en lo que nos ahogamos”.

La intensidad de Gótico cantábrico nos recorre y nos invita a subir a “O comboio dos cépticos otimistas” y a saber que “somos quienes recolectamos hierbas/ que crecen en los pocos días felices, y las prensamos/ —sólo una vez que el día ha pasado—/ para guardarlas en bolsitas que infusionar después/ en los días corrientes, para que así sepan también/ a verano y a Roma, a pasiflora y salitre, a alegría y ocle”.

*Mònica Vidiella es profesora de Literatura.Mònica Vidiella

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