Antonio Gamoneda confesó que sentía un temblorcillo al entrar en la casa de Federico García Lorca. "Pertenece a esa aura indefinible de Granada", dijo el premio Cervantes de 2006 para poner en marcha la edición número XVII del Festival Internacional de Poesía de la ciudad de la Alhambra. Además de su presencia, que tuvo mucho de homenaje, se rindieron encendidos tributos al nicaragüense Ernesto Cardenal y a la granadina Mariluz Escribano Pueo, cuyos fallecimientos están recientes. Son solo tres actos del más de medio centenar con que el Festival ha recobrado impulso tras el parón impuesto por el covid. Para activarse, ha trasladado al otoño su habitual cita de la primavera y ha programado la intervención de más de 70 invitados representantes de once países diferentes.
Gamoneda subió al estrado de la Huerta de San Vicente con bastante ayuda, pero con buen humor. Y recurrió al enigma para expresar su estremecimiento: "en cada uno de vosotros hay algo de Federico. ¿Cómo? No lo sé", fueron las palabras con las que saludó al centenar de personas que le escuchábamos desde un patio de sillas acribillado por el sol intempestivo de octubre. Detrás de él, a pocos pasos, se atisbaba la terraza desde cuya baranda Lorca y sus hermanos contemplaron la vega granadina. Jesús Ortega lo cuenta con detalle y repasa la historia de este lugar en su reciente libro La caja de alegría (Comares, 2020). Así, "la caja de alegría" es como llamaba García Lorca a la huerta familiar.
Gamoneda hermanó a Federico con el peruano César Vallejo y dijo que ambos constituían los dos pilares en los que se sustentaba la lengua poética hispana, "en dos continentes ―dijo―, en la vida y desdichadamente también en la muerte". Aventuró que a Vallejo también lo mató España. De hecho, recordó que las últimas palabras del autor de España, aparta de mí este caliz fueron “España, España”. Gamoneda acabó su intervención leyendo su poema "Edad" ("Me siento a esperar la muerte como quien espera noticias ya sabidas") y un poema inédito, largo, torrencial, con el que se abrazó a César Vallejo por las colinas y los llanos de dos continentes. "Estoy examinándome ante vosotros y ante mí mismo", fueron las palabras con las que apeló "a la generosidad de los presentes" para que añadiéramos "los accidentes" que quedaban sin explicar en su escritura poética.
Quizá el homenaje más sentido, entre tantos homenajes muy sentidos, fue el dedicado a la poeta local Mariluz Escribano Pueo (1935-19), que había retozado en su más tierna infancia por los mismos espacios donde nos concentrábamos y que luego fue catedrática de Didáctica de Lengua y Literatura en la Universidad de Granada. Los directores del FIP, Daniel Rodríguez Moya y Remedios Sánchez agradecieron a Mariluz Escribano que creyera en el Festival cuando solo era un proyecto, y encarecieron su lucha en numerosos frentes, como el de salvar de la tala el cedro de san Juan de la Cruz en el Carmen de los Mártires. Pero sobre todo reivindicaron a la poeta que usó la escritura como arma inversa de paz y de perdón hacia los que habían matado a su padre y al propio Federico. La editorial Valparaíso acaba de publicar una antología de sus versos titulada Cuando me vaya, y del 14 al 17 de diciembre se prepara un congreso en su honor.
Otra de las mesas ofreció varios testimonios muy cercanos sobre la figura de Ernesto Cardenal (1925-2020), el sacerdote y poeta nicaragüense que acató arrodillado la filípica del papa Wojtyla, exortándole a que se reconciliara con la Iglesia, con una dignidad que resulta difícil de olvidar después de haber visto la fotografía de 1983. Entre otros intervinientes, su paisano Francisco Larios glosó emocionado el vergonzante modo en que las turbas sandinistas torpedearon el entierro del poeta. Daniel Rodríguez Moya rescató la faceta más humana y menos conocida de Cardenal que, junto con la poeta Claribel Alegría, se acercaba todas las semanas a un hospital infantil para llevar la poesía a los niños enfermos de cáncer como si fuera una tabla salvadora, por lo menos de la ilusión y del ánimo.
La presencia de varios poetas latinoamericanos ha incidido durante el festival en el valor de la poesía como instrumento de cambio. El chileno Héctor Hernández Montecinos citó a su paisano y maestro Raúl Zurita: "Nunca te pongas limites porque ya otros querrán ponértelos" y recordó que Gabriela Mistral ya denunciaba que "el canon ―la lista de autores hegemónicos― también es una forma de poder". "Estamos en una guerra abierta contra el lenguaje, el pensamiento y la historia", dijo Montecinos refiriéndose a los poetas. La mezcla de acentos, de voces y de conceptos poéticos se ha ido convirtiendo estos días en un pequeño bombardeo contra las convicciones cotidianas.
Otra de las peculiaridades del Festival Internacional de Poesía de Granada es la pluralidad de escenarios en que trancurren sus actos. Desde la Huerta de San Vicente donde Federico García Lorca escribió algunas de sus obras más universales hasta el palacio de Carlos V en el corazón de la Alhambra, pasando por la biblioteca de Andalucía y la Facultad de Ciencias de la Educación, solo en la capital de la provincia. Es una ocasión para patearse la ciudad nazarí y perderse en sus recovecos empedrados, siguiendo la flecha de Google Maps para trasladarse desde un acto hacia el siguiente. El Festival además extiende sus actividades por un rosario de espacios en distintas localidades de la provincia.
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Entre los invitados de esta edición cabe destacar al escritor galo-marroquí Tahar Ben Jalloum, cuyo libro dedicado al polemista Jean Genet, mentiroso sublime (Huerga y Fierro) está aún caliente en las librerías. Claro que Jalloum venía en su faceta menos conocida de poeta selecto y conciso. La rumana Ana Blandiana, la venezolana Yolanda Pantin o la cantante María Rozalén han estado también entre los más de setenta poetas y artistas que han mantenido en vilo durante siete días a todos los aficionados capaces de seguir semejante ritmo.
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Arturo Tendero es periodista y poeta. Su último libro esLa hora más peligrosa del día (La Siesta del Lobo, 2021). Estas reseñas y otras más de poesía pueden encontrarse en su blog El mundanal ruido.El mundanal ruido.
Antonio Gamoneda confesó que sentía un temblorcillo al entrar en la casa de Federico García Lorca. "Pertenece a esa aura indefinible de Granada", dijo el premio Cervantes de 2006 para poner en marcha la edición número XVII del Festival Internacional de Poesía de la ciudad de la Alhambra. Además de su presencia, que tuvo mucho de homenaje, se rindieron encendidos tributos al nicaragüense Ernesto Cardenal y a la granadina Mariluz Escribano Pueo, cuyos fallecimientos están recientes. Son solo tres actos del más de medio centenar con que el Festival ha recobrado impulso tras el parón impuesto por el covid. Para activarse, ha trasladado al otoño su habitual cita de la primavera y ha programado la intervención de más de 70 invitados representantes de once países diferentes.