Un viaje en tren expreso por la poesía de otro tiempo

Pablo Núñez

Humor, amor y filosofía. Antología poéticaRamón de CampoamorSelección, edición y prólogo de José Luis García MartínRenacimientoSevilla2017Humor, amor y filosofía. Antología poética

Con la antología Humor, amor y filosofía, la editorial Renacimiento acerca al lector actual a la mejor poesía de Ramón de Campoamor, un autor "que huye del verbalismo y del hermetismo para hablarnos de los enigmas del vivir y del morir con el lenguaje de todos los días", como señala el autor de la edición, José Luis García Martín

Cuesta creer que Ramón de Campoamor (1817-1901), uno de los poetas españoles más leídos y admirados del siglo XIX, que desnudó el lenguaje de su época "de todo el oropel viejo, de toda la fraseología falsa que lo ataba" —en palabras de Luis Cernuda—, no tenga nada que decirnos a los lectores de hoy. Al igual que resultan indudables sus avanzadas ideas sobre la poesía, plasmadas en su Poética, y la influencia que la naturalidad de su verso ha tenido en autores que no han dejado nunca de importarnos —Antonio Machado, por ejemplo—, parece imperar la idea de que la obra poética de Campoamor, por el contrario, solo ha de interesarnos desde un punto de vista filológico o histórico.

Con motivo del bicentenario del nacimiento del escritor de Navia, la editorial Renacimiento ha publicado la antología Humor, amor y filosofía, con la que José Luis García Martín nos ofrece "un punto de partida para adentrarse en una obra desigual y oceánica", como el propio antólogo señala en el pertinente prólogo. Para García Martín, Campoamor "representa —en sus luces y en sus sombras— una manera de entender la poesía tan vigente hoy, tras los fuegos de artificios de las vanguardias, como en tiempos de Manrique o Garcilaso, una poesía que huye del verbalismo y del hermetismo para hablarnos de los enigmas del vivir y del morir con el lenguaje de todos los días".              

El escritor, crítico literario y profesor de la Universidad de Oviedo, que también editó y prologó la Poética de Campoamor —Llibros del Pexe, Gijón, 1995; una reedición acaba de ver la luz en Renacimiento—, ha señalado la importancia de otras características de la poesía del autor de las Doloras para nuestro tiempo, además de la mencionada naturalidad de la expresión: la presencia de la anécdota para objetivar la idea en el poema y el gusto por el humor. Luis Alberto de Cuenca y Jon Juaristi son dos buenos ejemplos de poetas en los que perviven las tres cualidades.

              

Por otro lado, en el caso de Luis García Montero, la conexión con Campoamor estaría muy relacionada —amén de con el prosaísmo bien entendido— con el escepticismo que permite ver la poesía como "ajuste de cuentas con la realidad", por utilizar una expresión del propio poeta granadino. En más de una ocasión se ha referido García Montero a "El tren expreso" como uno de los poemas que su padre le leía cuando era niño, y una cita de dicha composición encabeza una de las secciones de su libro Diario cómplice: "Mi carta, que es feliz, pues va a buscaros, / cuenta os dará de la memoria mía".

A un poeta de otro tiempo ha de juzgársele por lo que mejor ha envejecido de sus escritos, tratando de salvar la distancia que nos separa de su época, y por eso conviene adentrarse sin prejuicios en Humor, amor y filosofía, un libro en el que se ofrece al lector una selecta muestra de treinta y cinco poemas de Campoamor. Las ediciones que lleva a cabo García Martín tienen siempre su sello, ya se trate de la recuperación de obras injustamente olvidadas, ya de poesía de nuestros días: un prólogo profesoral en el que el crítico hace énfasis en unas pocas ideas importantes, que contextualizan y desmontan tópicos, y una edición del texto en la que este respira, sin anotaciones innecesarias que supongan un obstáculo para el lector. Es decir: una selección y una presentación pensadas no para disecar la obra, sino para que esta pueda leerse lo más viva posible.

Como ejemplos de poemas cuya vigencia permanece, baste citar "El cielo de Leopardi" (..."Dame paz en la nada —repetía— / y mata con el cuerpo el alma mía, / esta amarga raíz del pensamiento..."), el soneto "Los egoístas" (el segundo cuarteto reza así: "De premio indigna tu virtud traidora, / ni dignas son tus faltas de castigo; / y no hallas en la tierra un solo amigo / a quien decir ¿qué tienes?, cuando llora"); "Memorias de un sacristán", que aborda con humor el nacimiento, el matrimonio y la muerte; los premachadianos "Cantares filosóficos y morales" (uno de ellos dice: "¡Infeliz el que en la tierra / las ilusiones perdió, / y está además, como yo, / con sus recuerdos en guerra!"); o las sentenciosas Humoradas: "¡Todo pasa, lo mismo que las rosas / los hombres, los imperios y las cosas!", "No es raro en una almohada ver dos frentes / que maduran dos planes diferentes", etcétera.

Mención aparte merece "El tren expreso", que, como indica Luis Alberto de Cuenca al presentarlo en su antología Las cien mejores poesías de la lengua castellana, "dice cosas, comunica, conmueve. Y eso es muy importante en poesía". Esta popular composición se desarrolla en tres cantos y pertenece, como es sabido, a los Pequeños poemas, cuyo nombre alude precisamente a su larga extensión —aunque hoy parezca contradictorio—, pues entonces las composiciones breves todavía se denominaban "poesías", y el término "poema" se reservaba para los más extensos, al modo de los poemas épicos o los dramáticos. A pesar de que algunos de sus versos resulten excesivos para nuestro gusto actual, "El tren expreso", lleno de descripciones precisas, lo que hace sobre todo es contar una historia, y contarla atreviéndose a asumir un riesgo.

Aunque Campoamor no se vaya a contar entre nuestros escritores de referencia, sin duda es digno de admiración por los nuevos cauces que su poesía y su Poética abrieron, y por ciertos poemas que, leídos sin prejuicios, han resistido el paso del tiempo y nos acompañan con esa mirada irónica, escéptica e inconfundible de uno de los nombres fundamentales de la poesía española del siglo XIX.

  La poesía

Del mundo en las edades misteriosas

el que todo lo crea

dio el alma con la música a las cosas

y al espíritu cuerpo con la idea.

Conquistando después la Poesía

de las artes la palma,

se hizo, uniendo la idea y la armonía,

alma del cuerpo, y cuerpo de nuestra alma.

  Una cita en el cielo

"En la noche del día de mi santo"

(a Londres me escribiste)

"mira la estrella que miramos tanto

la noche que partiste".

Pasó la noche de aquel día, y luego

me escribiste exaltada:

"Uní en la estrella a tu mirar de fuego

mi amorosa mirada."

Mas todo fue ilusión; la noche aquella,

con harta pena mía,

no pude ver nuestra querida estrella...

porque en Londres llovía.

*Pablo Núñez es poeta y director de la revista Pablo NúñezAnáfora

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