Aunque dicen que éste no es país de lectores, regalar un libro es un recurso de lo más socorrido, máxime cuando las regaladas son ellas, que son (lo dicen las encuestas) la que más leen.
El día que hoy celebramos, el de la Madre (desde luego, no en todos los países, ni en todos los momentos históricos), es tan bueno como cualquier otro para obsequiar a las mamás primerizas, solteras, añosas, repetidoras… con obras que las ayudarán a afrontar la novedad, sobrevivir a la (ejem) soledad, entender que veinte años no es nada, o sistematizar la multitarea. Libros de autoayuda, al fin, cuya utilidad no discutimos.
Pero aquí no se trata de ayudaros (lo sentimos), al menos no a corto plazo. Aquí se trata de leer literatura, tarea que algunos tienen por infecunda pero que también proporciona asistencia. Os proponemos, pues, una selección voluntariamente incompleta de libros a, con, contra, de, para, según, y sobre madres.
La madre que está a punto de ser
Carme Riera. Tiempo de espera (Lumen, 1998)Tiempo de espera
Leemos: “Parece que son las situaciones extraordinarias de la vida, las que a menudo nos mueven a escribir un diario. Un viaje, el sufrimiento de una enfermedad o una guerra han generado varios. Por eso, me parece extraño que un embarazo no haya servido de excusa para escribir algunos. Que yo sepa, no hay o al menos no publicados. Uno de los pocos de los que tengo referencia, el Libro de los niños de la señora Hester Lynch Thrale, en las hojas del cual iba apuntando la duración de los embarazos sucesivos, enfermedades y muertes de sus doce hijos, no me lo parece. Es más bien un inventario. No hay descripción, sólo enumeración, no hay un desmenuzamiento de sensaciones ni de vivencias íntimas. No hay emoción. Constata situaciones de manera fría, objetiva y clínica: a Henriette se le ha caído un diente y Pegui ha tenido escarlatina… ¿Por qué las mujeres no hemos escrito diarios de embarazo? Tal vez porque este hecho extraordinario ha sido considerado como el más ordinario de la vida femenina, ya que nuestra misión no consistía en otra cosa que en la reproducción. Es posible que a partir de ahora, los diarios de espera proliferen porque, ya casi en el siglo XXI, las mujeres hemos conseguido la capacidad de observarnos como objetos en lugar de sujetos. Hemos dejado de ser anónimas, hemos logrado una identidad...”
La madre que acaba de ser y quiere explicarse
Lucía Etxebarría. Un milagro en equilibro (Planeta, 2004)Un milagro en equilibro
La 53ª edición del galardón planetario se rindió a una novela en la que una joven que acaba de ser madre escribe a su hija recién nacida una carta en forma de diario para que el día de mañana la niña pueda conocerla mejor. “No hay madres escritoras”, dijo Etxebarría parafraseando a Elfriede Jelinek. “La muerte está muy documentada en la literatura y, en cambio, el nacimiento, la maternidad, no”.
La madre sola
Elvira Lindo. Lo que me queda por vivir (Planeta, 2010)Lo que me queda por vivir
En resumidas cuentas, ésta es una novela sobre una madre joven y recién separada, Antonia, y su hijo de cuatro años, Gaby, en la década de los ochenta.
“No tiene exactamente un argumento, son retazos de vida, recuerdos que dan la sensación de una época en la vida de una persona. No está contada de manera lineal, es más como si fueras entrando en una vida por momentos, donde no importa sólo lo que se cuenta, sino también lo que no”, explicó Lindo en su día. “Los niños piensan muchas más cosas de las que saben decir. Con lo poquito que habla mi personaje, tiene mucha entidad. El niño es creíble y la gente le coge cariño”. En cuanto a la madre, es reflejo de los jóvenes de entonces, “menos preparados y más desprotegidos que los de ahora, pero con una libertad tan amplia que era difícil de gestionar”.
Las madres en la obra de sus hijas
Marta Sanz. Lección de anatomía (Anagrama, 2014 [reedición corregida])
Lección de anatomía
Asegura la autora que todo en esta novela es verdad… salvo alguna cosa. Como ella, su protagonista se llama Marta Sanz, y ambas nacieron en Madrid el 14 de noviembre de 1967. “Todo es real, mi madre, la abuela Juanita, la tía Maribel. En La lección de anatomía todo sucedió de verdad. No inventé nada que no sucediera, o que yo tuviera la impresión de que no hubiera sucedido, porque la memoria es selectiva, y no es solo la mía, sino también resultado de los relatos de los demás”.
“Es una novela autobiográfica, donde se establece un pacto no con la verdad, sino con la literatura y el rigor del lenguaje. Lo más importante en esta novela no consiste en si los hechos son ciertos o no, sino en cómo se trata el lenguaje para dar entidad propia a los hechos y los personajes —ha dicho—. En la novela se refleja el Síndrome de Wendy, en el que las mujeres tenemos a veces un complejo de perfección, de hacerlo todo bien, de cumplir en todos los ámbitos, de complacencia hacia los demás”.
Milena Busquets. También esto pasará (Anagrama, 2015)También esto pasará
“Quería dejar testimonio escrito de que a esa mujer la quise mucho y fue vital para mí. No creo en la literatura como catarsis. Yo sabía que escribir la novela no me curaría de la muerte de mi madre ni me la devolvería. Lo escribí, pues, porque quería contar esta historia de amor tan intensa, quería que quedase constancia de que había querido mucho a mi madre; en los últimos tiempos con una enfermedad tan larga y complicada como el Parkinson acabas dudando del amor del otro y del tuyo, y esto me horrorizaba —declaró Busquets—. Pero sabía que no me curaría de la muerte. Porque de las cosas que te marcan no te curas. Y en todo caso, más que escribir a mí me cura mucho más leer o irme a beber con mis amigas”.
Curiosamente, aunque quizá no por casualidad, su madre, la editora Esther Tusquets, es autora de una Carta a la madre. “Lo que pasa es que en Carta a la madre es mucho más duro, al final es como una sentencia de muerte. Esther no salva aquella relación, es mucho más dura, como yo creo que era en la vida”, asegura Milena. Para juzgar, basta con recuperar esa misiva en la antología de la que hablamos a continuación.
Madres que escriben sobre hijas que escriben sobre madres
Laura Freixas (antóloga). Madres e hijas (Anagrama, 1996)Madres e hijas
Es éste un volumen que recopila relatos de Rosa Chacel, Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite y Ana María Matute, así como otros escritos para esta edición de Josefina R. Aldecoa, Esther Tusquets, Cristina Peri Rossi, Ana María Moix, Soledad Puértolas, Clara Sánchez, Paloma Díaz-Mas, Mercedes Soriano, Almudena Grandes y Luisa Castro.
Cuando llegó a las librerías, recuerda Freixas, un crítico “me hizo un reproche que me dejó pensativa. ‘Si la literatura es ficción’, me dijo, ‘¿por qué sólo has incluido en tu libro a autores (autoras, en este caso) que tienen una experiencia personal de aquello que van a tratar? ¿Acaso un hombre no puede imaginar una relación madre-hija?’ La respuesta, aunque me costó encontrarla, es obvia: pueden, sin duda… pero en miles de años de historia, no lo han hecho prácticamente nunca. Las obras literarias que retratan una relación madre-hija son muy pocas, muy recientes, y sobre todo, son obra de escritoras. Y es que la literatura (lo mismo que otras creaciones culturales) es de autoría masculina, y refleja las vivencias masculinas (la guerra, la caza, la rivalidad entre hermanos…) o compartidas (el amor, por ejemplo), pero deja de lado aquellas que sólo las mujeres conocen de primera mano”.
Madres que no lo son, o que no son lo que ‘deberían’
Jenn Díaz. Mare i Filla (Ara Llibres), Madre e hija (Destino, 2016)
Mare i FillaMadre e hija
Díaz, que viene diseccionando las tensiones familiares, publicó en 2013 Mujer sin hijo, la historia de tres mujeres en un mundo de posguerra en el que el Gobierno ha decidido poner en marcha un Plan de Repoblación que prohíbe no tener hijos.
Han pasado tres años y nos brinda Madre e hija, obra que germinó con una frase que escuchó en Chile: ‘Dos mujeres son demasiadas para una sola casa’.
Leemos: ‘Todo sería más fácil si mamá no fuera mamá. Ahora tía Dolores y Natalia no vivirían solas, no sentirían tantos y tantos remordimientos —esa sensación elástica y perversa de la culpabilidad. Gloria también sería más feliz si no fuera como es, tan arisca, huyendo siempre de la generosidad de los demás, un poco neurótica; pero hace tiempo que Natalia ya no está preocupada por no querer a su madre como debería hacerlo una hija, y hace más tiempo todavía que no se enfada con sus impertinencias, una madre es una madre’.
‘La tensión cotidiana que viven entre ambas es fruto de la autoexigencia que nos imponemos las mujeres más que de la realidad —ha dicho Díaz, en cuya opinión la mujer lucha contra un fantasma que no existe y que impone la idea de lo que deberías ser”.
La madre que es, y que también es abuela
Rosa Regás, Sangre de mi sangre (Temas de Hoy, 1988)Sangre de mi sangre
Leemos: “Este libro no es un manual de educación, ni una guía. No he pretendido hacer una teoría de la maternidad y de la paternidad, porque estoy convencida de que el oficio de padre y de madre es muy complejo, requiere bastante más imaginación que los demás, y le sobran normas y consejos de quienes no lo entienden más que como un deber, un sacrificio o una renuncia. Sólo he pretendido aportar mi testimonio del sentido común y del cariño que intenté poner al servicio de mi vida de familia, de mi propio estilo de convivencia”.
Un ramillete de madres
Raquel Díaz Reguera. Abuelas de la A a la Z (Lumen, 2012) y Madre solo hay una y aquí están todas (Beascoa, 2014)Abuelas de la A a la Z Madre solo hay una y aquí están todas
Porque las abuelas son madres al cuadrado, y no siempre . Porque madre sí hay más que una (están la adivina, la sargento, la tecnológica, la creativa, la hippie…).
“No comparto la idea esa de la abuela esclava, no creo que el tener obligaciones las haga infelices; lo importante para las abuelas es seguir formando parte de la estructura y ahora que se hacen de nuevo imprescindibles se sienten parte de la estructura familiar”, sostiene la autora, que (d)escribe y dibuja a todas las re-madres posibles. En cuanto a las madres a secas… “Madre no se nace, se hace, y desde que te dan a tu criatura en el hospital te dedicas a protegerla a muerte, aunque sea perdiendo los nervios, pero siempre desde la bondad y el deseo de hacer todo por su bien”, señala.
Ver másLa hora de las malas madres
Hay más, claro
Por supuesto. Las Mujeres de negro, de Josefina Aldecoa, o Con mi madre, de Soledad Puértolas, o Mi amor desgraciado, de Lola López Mondéjar, o…
Lo que aquí hemos reunido es sólo el germen de una madreteca. El resto es cosa suya.
Aunque dicen que éste no es país de lectores, regalar un libro es un recurso de lo más socorrido, máxime cuando las regaladas son ellas, que son (lo dicen las encuestas) la que más leen.