Más de 162 millones de espectadores vieron la final de Eurovisión el pasado año. Una cifra en realidad a la baja –en 2016 llegó a 204 millones– motivada en buena parte por la expulsión de Rusia en 2022 tras la invasión de Ucrania, país que terminó ganando en esa ocasión en medio de un gran movimiento internacional de solidaridad a todos los niveles. Un apoyo de alguna manera equiparable al que está recibiendo Palestina, aunque el país que les está atacando sin misericordia desde hace meses, Israel, a diferencia de Rusia, sí va a tener a su representante en el escenario del festival este sábado 11 de mayo en Malmö (Suecia).
Esto ha provocado que la de este año sea una de las ediciones más polémicas que se recuerdan, incluso abriendo grietas en el tradicionalmente unido (con sus matices) movimiento eurofán, acostumbrado a pelear por lo suyo aliándose para defenderse de ataques externos, por ejemplo por las connotaciones LGTBI inherentes al festival. Por si fuera poco, Israel tuvo que cambiar las dos primeras versiones de la canción que lleva a concurso por sus referencias políticas al conflicto de Gaza, algo en contra del reglamento de la Unión Europea de Radiodifusión (UER), que prohíbe ese tipo de temáticas. A la tercera fue la vencida y Eden Golan representará al país hebreo con Hurricane.
"Eurovision ha sentado un precedente éticamente muy reprochable y contradictorio con lo que vimos hace solo dos años con Rusia", apunta a infoLibre el cronista musical y enviado especial de la Agencia EFE para cubrir el festival, Javier Herrero, quien añade: "La organización debería explicar mejor cuáles son sus razones para permitir que Israel participe en un contexto con miles de niños y otros muchos inocentes muertos en sus incursiones en Gaza. ¿Son razones en realidad de carácter económico?" Una pregunta retórica a tenor de los vínculos con Israel de algunos patrocinadores, que nos recuerdan una vez más la importancia del dinero en las relaciones de cualquier tipo.
Israel es uno de los patrocinadores más potentes que tiene el festival. Aquí todo vale a cambio de la audiencia y el dinero. Si el único lenguaje que se entiende es el del dinero, este es el año en el que el boicot a Eurovisión debería materializarse
No en vano, hace dos años la UER no tardó ni 48 horas en expulsar a Rusia de Eurovisión. "¿Por qué nos ha temblado el pulso esta vez para descalificar a Israel cuando lo que está haciendo es aun muchísimo más grave?", se pregunta la periodista musical Esther Al-Athamna, quien sí que lanza acto seguido la respuesta: "Como casi todo en esta vida, es de carácter económico. Y es que Israel es uno de los patrocinadores más potentes que tiene el festival. Aquí todo vale a cambio de la audiencia y el dinero. Si el único lenguaje que se entiende es el del dinero, este es el año en el que el boicot a Eurovisión debería materializarse".
La profesora de Grado de Ciencias Políticas de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) Gemma Lorente Martín explica a infoLibre una diferencia importante que se esgrime desde la UER para no expulsar a Israel, y es que mientras las dos cadenas públicas rusas "sí se posicionaron públicamente a favor de la invasión de Ucrania", la televisión pública israelí "no ha hecho una comunicación oficial contra Palestina". "Ese es el criterio que sigue Eurovisión para no echar a Israel", apostilla.
Más allá de excusas, lo cierto es que el descontento en la comunidad eurofán por la participación de Israel es notable. "La gente se ha decepcionado mucho con el propio festival en cómo han tratado el tema de Israel", asegura a infoLibre la subdirectora del medio especializado Eurovision-Spain, recordando que el festival "siempre ha defendido los valores de paz, unidad y evento familiar", por lo que no ha sentado nada bien que consienta que se actúe "como si no pasara nada, blanqueando todo lo que lleva detrás" esa presencia de un Estado que "lleva innumerables muertes de inocentes y de niños a sus espaldas".
Toda la parte social del festival y todos los eurofans están muy descontentos porque entienden que es una plataforma de reivindicación de derechos y que justo en este caso no se están defendiendo
Coincide Lorente al remarcar que Eurovisión siempre ha sido una plataforma de "representación de valores europeos y, sobre todo desde hace unos cuantos años, de la lucha por la diversidad, la visibilización y los derechos fundamentales", lo cual explica "que el movimiento LGTBI tenga tanto peso". "Eurovisión como tal no puede expulsar a Israel, pero es verdad que toda la parte social del festival y todos los eurofans están muy descontentos porque entienden que es una plataforma de reivindicación de derechos y que justo en este caso no se están defendiendo. De hecho, ya habido manifestaciones y se espera otra el jueves, también alguna contramanifestación, cuando actúa en semifinales Israel, algo que ha obligado a incrementar las medidas de seguridad", relata.
Lo que está claro es que de repente el debate sobre la presencia de Israel en citas internacionales ha encontrado su epicentro en Eurovisión con mucha más fuerza que otras importantes citas como pueden ser los Juegos Olímpicos u otras citas deportivas. Esto se debe a esa identificación del concurso con la defensa de derechos fundamentales, pero también, en opinión de Muñoz, a que el certamen "siempre ha sido el blanco fácil y el eslabón más débil a nivel mediático".
"Israel participa en eventos deportivos, pero al deporte no se le toca. Como a Eurovisión se le cataloga de un festival de gays y frikis, ahí sí que podemos ir a tirarles mierda", lamenta. ¿Y se puede ser eurofán estando en contra del ataque israelí? Muñoz cree que sí, aprovechando para remarcar que la comunidad de fans del festival está haciendo "mucha más presión y autocrítica" que sin ir más lejos el mundo del deporte, a pesar de lo cual se llevan "todas las críticas" con acusaciones de estar blanqueando o siguiendo su actualidad.
Y aún prosigue Muñoz: "Mucha gente llama al boicot al festival y critica a la gente que lo seguimos, aunque lo hagamos desde una posición crítica. Todo el contexto eurofán ha sido crítico desde el primer momento, le hemos dado mucha cera a la UER, hemos insistido en que había que expulsar a Israel y muchos medios de comunicación especializados en Eurovisión estamos haciendo voto de silencio en lo que respecta a la candidatura israelí, en una forma de protesta crítica y pacífica porque no queremos blanquear ni formar parte de esto. A pesar de eso, parece un descrédito que sigamos participando y consumiendo Eurovisión, pero en los Juegos Olímpicos no pasa nada. Me parece muy hipócrita por parte de esta sociedad, porque la situación es la misma".
Aunque la organización diga que es un festival musical apolítico, el hecho de que participen 37 países hace muy complicado huir de lo político y lo propagandístico
La coordinadora de Cultura de la Fundación Alternativas, Clara Román, coincide en que no se cuestionan de la misma manera Eurovisión o los Juegos Olímpicos, pues en el festival de la canción "se exige que las letras no sean propagandísticas, pero no se adentra más en el terreno político", mientras en Francia la ministra de los Juegos Olímpicos, Amélie Oudéa-Castéra, ha señalado que “no se puede comparar la situación de Israel, que ha sido víctima de un ataque terrorista de gravedad excepcional, con Rusia (el cual si está vetado) que lleva a cabo unilateralmente una guerra de agresión contra un país soberano”. Además, la ministra ha recalcado que el país galo siempre ha sido claro con respecto al hecho de que “Israel tiene derecho a defenderse, siempre desde el respeto al derecho internacional y del derecho humanitario”.
Israel también quiere a toda costa estar presente en una reunión de tantos países como Eurovisión, principalmente porque "así su conflicto se mantiene vivo de manera internacional y no queda en el olvido", explica Román. "Pese a que les haya baneado dos de las letras con las que quería participar, afirman que se pueden encontrar referencias bélicas en cualquier letra si es lo que se busca. Y, aunque la organización diga que es un festival musical apolítico, el hecho de que participen 37 países hace muy complicado huir de lo político y lo propagandístico. Ya lo vimos cuando ganó Ucrania en el año 2022 o cuando en 2019 los representantes islandeses mostraron la bandera palestina como muestra de apoyo", apunta.
Retoma la palabra Herrero para advertir de que "confrontar en el futuro la imagen de la artista israelí cantando en este foro un tema que ya de origen se hizo para blanquear la política de su gobierno y justificar su narrativa bélica va a ser un cuadro para la historia de un festival que, entre otras cosas, se fundó para exaltar la convivencia de pueblos vecinos". Y por eso vaticina que "lo que los despachos no han conseguido quizás lo haga ahora el público con sus votos y sus manifestaciones de desaprobación durante el propio festival, de la misma manera que en 2022 expresó su apoyo masivo a Ucrania".
Censurar la participación de Israel podría ocasionar el efecto contrario al deseado. Si se quisiera emplear como castigo por sus acciones bélicas adoptarían automáticamente un rol de victimismo
"Lo que sucede es que fuera de nuestra esfera española, no todos los países comparten la misma visión en torno a los ataques en Gaza, así que habrá que ir viendo", anticipa el periodista de la Agencia Efe, mientras Román lanza otro aviso: "El conflicto Israel-Gaza es complicado, pero el hecho de censurar la participación de Israel podría ocasionar el efecto contrario al deseado. Si se quisiera emplear como castigo por sus acciones bélicas adoptarían automáticamente un rol de victimismo".
"Como consumidores que somos tenemos mucho más poder del que creemos a priori. Por muy eurofans que seamos, creo que hay que saber decir basta y creo es momento del boicot que ya llevaba rondando con mucha legitimidad. Por eso, este debería ser el año que las audiencias de Eurovisión se desplomasen y que, por supuesto, Israel no pudiera llevar a cabo ese lavado de cara. Que encima aplaudiéramos a su participante sería lo último", subraya a infoLibre Al-Athamna, quien aún estando en contra de que se "ponga todo el peso de esta responsabilidad en los artistas participantes", también ha "echado de menos más revuelo por parte de los artistas, porque aquí hay dos posiciones y estás a favor o estás en contra y no valen tibiezas".
Lorente insiste en que "se supone que este es un certamen apolítico", por lo que el propio presidente de Eurovisión "ha dicho que no es el escenario donde solucionar los problemas de Oriente Medio". Sin embargo, al mismo tiempo, también es verdad que "al final es el tablero donde se están jugando las batallas mediáticas del conflicto". "Los técnicos de imagen van a tener que estar muy atentos porque se esperan momentos tensos o que gente del público intente boicotear. Seguro que la tensión va a estar ahí", asegura la profesora.
Quiero creer que la mayoría del público eurofán estamos en contra de que participe Israel este año, y no por eso nos alejamos del festival, aunque sí que hay gente que se ha sentido decepcionada por el tratamiento de la propia organización, que ha sido bastante opaca en cuanto a las motivaciones de permitir la participación israelí y no ha terminado de ser empática con su público
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En este contexto, según Muñoz, Israel quiere "aprovechar el escaparate para ir a hacer su performance en todos los sentidos", pues llevan ese punto "victimista" que utilizan los países que están de su lado y el círculo eurofán que defiende su participación, que también está ahí. "Les interesa para su propio relato, pero quiero creer que la mayoría del público eurofán estamos en contra de que participe Israel este año, y no por eso nos alejamos del festival, aunque sí que hay gente que se ha sentido un poco decepcionada por el tratamiento de la propia organización, que ha sido bastante opaca en cuanto a las motivaciones de permitir la participación israelí y no ha terminado de ser empática con su público. Han tenido una actitud como marca que no ha sabido gestionar esta polémica y que ha animado mucho más a que muchos eurofans se desvinculen. Es la primera vez en muchas ediciones que no tienen todo vendido ni siquiera para la final. Creo que hay un punto crítico de seguir viéndolo porque hay otras 36 candidaturas, pero sin formar parte activa de financiarles ni darles dinero", plantea.
Y añade para terminar Muñoz: "Se puede ser y se debe ser eurofán crítico. Dar la espalda al festival no cambia las cosas, pero alzar la voz y luchar por ello mostrando que esta actuación nos parece indebida es también una forma de protestar y hacerse notar y no simplemente mirar hacia otro lado, porque eso haría mucha menos presión de cara al futuro. Y si ganara Israel, el festival tendría una herida bastante difícil de curar. No me atrevería a decir herida de muerte, pero sí sería una herida muy conflictiva y no tendría muy claro cómo se podría solucionar. Los valores de marca que representa Eurovisión se verían dañadísimos, más de lo que ya lo hacen por consentir esta participación".
Por último, Román opina que sí se puede ser eurofán a pesar de la participación de Israel, principalmente por una "cuestión de interés de la sociedad en el espectáculo", pues sin ir más lejos, "en España, programas como La isla de las tentaciones tiene más cuota de audiencia que las sesiones del Congreso". "Eurovisión tiene un formato muy goloso, y que siempre triunfa, como es la competición mezclado con lo audiovisual. Además, para muchas personas ver Eurovisión es una tradición y un acto social, como podría ser ir al cine. Se reúnen con sus amigos y familiares para esa ocasión concreta. Polémicas como la que hemos podido ver con Israel les ayuda a comentar lo sucedido y conocer la opinión de las personas de las que se rodean, la cual puede ser importante e influyente", remata.
Más de 162 millones de espectadores vieron la final de Eurovisión el pasado año. Una cifra en realidad a la baja –en 2016 llegó a 204 millones– motivada en buena parte por la expulsión de Rusia en 2022 tras la invasión de Ucrania, país que terminó ganando en esa ocasión en medio de un gran movimiento internacional de solidaridad a todos los niveles. Un apoyo de alguna manera equiparable al que está recibiendo Palestina, aunque el país que les está atacando sin misericordia desde hace meses, Israel, a diferencia de Rusia, sí va a tener a su representante en el escenario del festival este sábado 11 de mayo en Malmö (Suecia).