Los festivales sí son para niños: "Quien vive algo emocionante de pequeño lo recuerda toda la vida"

Hoteles sin niños, restaurantes sin niños, vagones de tren sin niños, aviones con zonas restringidas para los más pequeños, bodas que no admiten menores (no descartemos que terminemos en los bautizos y comuniones sin niños). Ocurre todo el tiempo a nuestro alrededor, genera una polémica importante y se duda incluso de su legalidad. El 'adults only' reclama cada vez más espacio en el ocio y el turismo, y se expande también a la cultura con el persistente debate sobre la asistencia de criaturas de corta edad a las salas de cine. Y un caso curioso: los menores de seis años tienen de un tiempo a esta parte prohibido el acceso a los maratonianos conciertos de Bruce Springsteen.
El debate, como suele decirse, está en el aire, y más allá del singular caso del legendario rockero estadounidense (a quien los fans prácticamente le lanzaban a sus retoños al escenario, ese es el motivo detrás de esa decisión), la música sí que recibe con los brazos abiertos a los críos. En un momento en el que la industria de la música en vivo bate año tras año su récord de facturación como efecto rebote del confinamiento pandémico, llegando hasta los 725 millones de euros en 2024, los festivales en particular, y por lo general aunque en absoluto siempre, facilitan el acceso de las familias. ¿Un filón económico? ¿Una cuestión de fomento cultural? Sea como fuere, no pocos dejan que los menores de determinada edad entren gratis o, como poco, pagando precios testimoniales.
Uno de los festivales decanos de nuestro país, el Sonorama Ribera de Aranda de Duero (Burgos), tiene un abono infantil hasta once años por 5 euros (más 1,50 de gastos de gestión) para los cuatro días de conciertos (del 6 al 9 de agosto esta edición). "Esto hace que muchas familias puedan venir, que no se queden fuera por tener que pagar cuatro o cinco abonos", apunta a infoLibre el director del festival burgalés, Javier Ajenjo, puntualizando que, en cualquier caso, sobre todo lo hacen porque quieren que "la música en directo forme parte de la vida de la gente desde el principio". "No tiene sentido pedir respeto por la cultura si luego la convertimos en algo inaccesible o ajeno. Nosotros no pretendemos ser un festival infantil, pero sí queremos ser un espacio donde todas las generaciones se sientan cómodas", plantea.
"Es básicamente fomentar un ocio que no es infantil, sino adulto, pero en familia", destaca Imarú Aledo, cofundadora y codirectora del Festival Tomavistas, que tiene lugar desde este jueves 29 hasta el sábado 31 de mayo en La Caja Mágica de Madrid y que cuenta con diferentes tramos de precios asequibles para entradas y abonos en función de la edad. "Nosotros no tenemos camas elásticas ni nada de eso, es vivir un festival con los peques", aclara divertida. "Es un poco abrir el melón a estas generaciones, que vean su primer festival y empiecen a tomar este ocio como algo molón", continúa. "Un papá no se va a ir a un festival con sus hijos si las entradas tienen el mismo precio que las de un adulto, porque no sabes lo que te va a aguantar el enano, no sabes si le va a gustar o no, si vas a tener que irte o llamar a alguien... Así hacemos que se acerquen, que prueben", explica a infoLibre.
El ambiente cambia cuando conviven niños, adultos, jóvenes y mayores. Se pierde ese miedo a que los festivales sean lugares caóticos o peligrosos. Se convierten en espacios culturales reales
El Ebrovisión de Miranda de Ebro (Burgos) es uno de los festivales más longevos de nuestro país. Este año se celebra del 4 al 7 de septiembre y tiene una de las políticas de menores más abiertas, pues no pagan hasta los catorce años. "Tenemos un aforo que nos permite ser generosos en este sentido y estamos encantados de hacerlo así", asegura Carol Mahave, fundadora de la Asociación Amigos de Rafael Izquierdo, que lleva varios lustros fomentando la cultura en la zona y organiza el Ebrovisión. "Creemos interesante que los más jóvenes tengan oportunidad de ir al festival con sus padres, que después de 25 años que llevamos es, en muchos casos, público fiel desde el principio, al que le ha cambiado la vida familiar tras tener hijos", señala a infoLibre, recordando a su vez que en su caso sí que tienen actividades paralelas gratuitas para los más pequeños, con recitales y talleres específicos dentro del Ebropeque: "Es algo que intentamos cuidar".
Otro caso más: el Festival Gigante de Guadalajara, que este año será del 28 al 30 de agosto en Guadalajara, con acceso gratuito para los menores de ocho años y zona de esparcimiento específica. "Lo hacemos desde el principio, ya que nos pilló en un momento en el que nuestro entorno estaba empezando a tener hijos y nos parecía importante", relata el director del festival, Alfonso López: "Nuestros padres no iban a tantos conciertos, pero nosotros sí que estamos acostumbrados a ir desde siempre, con lo cual nuestros amigos sí que querían seguir asistiendo aunque fueran padres. Y no solo eso, sino que cuando los niños tenían cuatro o cinco añitos querían llevarles también para disfrutar con ellos".
Es fundamental para los niños que no todo sean pantallas, que puedan sentir todavía cosas analógicas
Y todavía continúa detallando a infoLibre: "Mi sobrina tiene cuatro años y se pasa los conciertos dando botes y quiere ir a primera fila. Cuando sea mayor, le va a gustar ir a conciertos y la música. No sé qué música le gustará, pero esa emoción ya la ha vivido, ya ha crecido con ella. Veo fundamental para las nuevas generaciones que no todo sean pantallas y el mundo digital, que los niños puedan sentir todavía cosas analógicas. Quizás en entornos más hostiles como el Festival de los Monegros, que es un desierto, las circunstancias no sean las más idóneas pero, en definitiva, no te va a quitar cupo de venta de abonos, no te quita espacio, no va a molestar a los asistentes. Además, los padres son muy coherentes y no se van a meter en un pogo con los pequeños".
Es básicamente fomentar un ocio que no es infantil, sino adulto, pero en familia
Por supuesto, hay tantos modelos de negocio como festivales, de manera que no son pocos los que no cuentan con ofertas especiales para los más pequeños. Incluso el Low Festival de Benidorm (Alicante) no permite la entrada a menores de once años. Cada evento tiene su identidad y su público objetivo, pero en Tomavistas apostaron por hacerlo así desde el principio para que fuera un festival hecho "a semejanza" del que a los organizadores les gustaría asistir como público. "Yo soy mamá y me encanta pasar tiempo con las peques y que no sea siempre en piscinas de bolas, por el amor de Dios", bromea Aledo, quien de paso comparte una anécdota que da idea del ambiente que se llega a crear: "Recuerdo un día que teníamos en el festival una despedida de soltero e iban todos disfrazados de unicornios, y era muy gracioso ver a un tropel de niños detrás de ellos por todas partes. El novio nos decía '¡coño, no me imaginaba que habría tantos niños'!"
"Es muy bonito ver a una madre con su hija bailando una canción que les gusta a las dos", tercia Ajenjo, quien asegura, asimismo, que no sabe si la política de menores del Sonorama "fideliza o no", pero desde luego tiene una cosa bien clara: "Quien vive algo emocionante desde pequeño lo recuerda toda la vida". "Y si lo que recuerda es que la música en directo le hizo feliz, seguramente vuelva. Y cuando vuelva, lo hará con otro nivel de respeto por lo que hay sobre el escenario", resalta, para acto seguido defender que "el ambiente cambia cuando conviven niños, adultos, jóvenes y mayores". "Se respira otra cosa. Se pierde ese miedo a que los festivales sean lugares caóticos o peligrosos. Se convierten en espacios culturales reales, en parte del ocio habitual de la gente. Y eso es muy importante", subraya.
A su juicio, de hecho, "si de verdad queremos una sociedad que valore la cultura, hay que empezar por facilitar el acceso", lo cual "incluye pensar en las familias, en los chavales, en cómo hacer que esto no sea solo para unos pocos". "Si los niños no pueden estar, ¿cómo vamos a pedirles mañana que valoren la cultura? Nuestro leit motiv en todos nuestros eventos es el mismo: la cultura se mantiene abriendo puertas, no cerrándolas", recalca, mientras Mahave, codirectora del Ebrovisión, reconoce que es también, a su vez, "una manera de hacer cantera" y de hacer ver al público potencial que los festivales son "entornos propicios para todos" los que quieran asistir: "Normalmente, los padres que llevan a sus hijos han sido asistentes del festival y siguen siéndolo, y ya saben que es un evento adecuado para ellos, que no es meterles en un pabellón cerrado con un aforo muy justo".
Hay padres que igual nos proponen que montemos una guardería, pero esa ya es otra cosa, eso ya no es ir con los niños al festival, sino dejarlos apartados
"Es que, además, no puedes pagar un abono a precio normal para un niño de cuatro años porque, para empezar no lo va a vivir plenamente", indica López, para quien la industria musical, siendo el negocio que obviamente es, "tiene una parte principal cultural y educacional". "Mis padres ponían mucha música en casa, aunque no iban a tantos conciertos porque era otra generación y otras posibilidades. Pero la música siempre ha estado presente en mi vida desde pequeñito y eso es importante para desarrollarte a futuro. Que los niños puedan acceder y los padres tengan facilidades para traerlos hace que los traigan. Si les pones dificultades no lo van a hacer, pero si se lo pones fácil van a disfrutar en un entorno musical", plantea.
Tras afirmar que "es fundamental empezar a valorar la cultura desde la infancia, no solo como una forma de arte, sino también como una profesión", Ajenjo aclara que un concierto no es "simplemente una forma de entretenimiento, sino también una manifestación artística y un trabajo que merece reconocimiento y respeto". Por eso, defiende el pago de una cantidad simbólica para los más pequeños, que en su caso es apenas de un euro al día y que sirve para "poner en valor todo lo que hay detrás". "Por eso pedimos que ese euro lo aporte el propio niño o niña, no sus padres. Que lo saquen de su hucha. Porque cuando algo cuesta, aunque sea un poco, se valora más. Cuando todo se da hecho y sin esfuerzo, es más difícil comprender el trabajo y el significado que hay detrás", apunta.
Zahara: "Les importa una mierda la falta de chicas en los festis, pero el 8M hablan de sus 'amigas de la música'"
Ver más
"Con esta medida facilitamos que las familias puedan asistir sin que el presupuesto sea un obstáculo, pero siempre desde un enfoque de concienciación. No se trata solo de hacerlo accesible, sino de dar sentido a ese acceso", añade, porque, en su opinión, "cuando las cosas se reciben sin contexto, de forma gratuita, muchas veces se pierden de vista su valor y su importancia". "En cambio, cuando hay un pequeño intercambio, la experiencia cambia. Por eso nuestras entradas tienen precios ajustados: queremos que sean accesibles, sí, pero también que mantengan el valor cultural de lo que ofrecemos. Permitir que los menores entren por un euro hasta los once años responde a ese doble objetivo: facilitar la participación familiar y educar desde la experiencia. Queremos que los niños y niñas vivan la música en directo, que la sientan y, aunque no lo comprendan del todo aún, perciban que tiene un valor. Y que es algo que hay que cuidar", remata.
Un festival con intención de que se disfrute sin aglomeraciones es un espacio donde los niños caben perfectamente
Se muestra de acuerdo Mahave, para quien al mismo tiempo que se facilita el acceso a los más pequeños "también hay que dar un valor a la música, hay que pagar por las entradas", a pesar de lo cual, en su franja de edad hasta los catorce años, les parece "interesante" que sea gratis. Y hace un último comentario para terminar: "Hay padres que igual nos proponen que montemos una guardería, pero esa ya es otra cosa, eso ya no es ir con los niños al festival, sino dejarlos apartados. Los que estamos desde hace más tiempo en la organización del Ebrovisión no tenemos niños, así que tampoco es la sensibilidad de tener niños la que nos mueve. Pero sí que tenemos amigos que los tienen y nos parece interesante hacerlo así. Así lo decidimos hace ya mucho tiempo y somos de los festivales que vamos más allá en cuanto a la edad, porque no es habitual que se empiece a pagar a partir de los catorce. Es un punto que repasamos todos los años para actualizar las condiciones y todos estamos de acuerdo en hacerlo así".
"A lo mejor cuando veo algún enano en un festival masivo me pongo un poco nerviosa", reconoce Aledo, aprovechando para defender que en el caso concreto de Tomavistas, con un formato mediano, una producción "cuidada y con intención de que se disfrute sin aglomeraciones, es un espacio donde los niños caben perfectamente". "Son los asistentes a los conciertos futuros", agrega López, antes de concluir con una última reflexión: "Si les gusta, si viven un poco esa experiencia con sus padres y se aficionan, cuando tengan 16 o 18 años seguirán yendo a conciertos porque el gusanillo de la música se les habrá metido dentro. Esta es una forma de educar y de propiciar que vivan la música desde pequeñitos".