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Gastos de gestión por ir a un concierto: ¿atraco 'a entrada armada' o coste necesario?

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Ver a Madonna en uno de sus dos conciertos de noviembre en el Palau Sant Jordi de Barcelona cuesta un riñón y un ojo de la cara. No se puede elegir, hay que entregar a cambio ambas cosas, riñón y ojo, aunque al menos puedes escoger si el izquierdo o el derecho. Las entradas son carísimas y van desde 40 en el gallinero a 300 euros en tribuna (dejando al margen los disparatados paquetes VIP con nombres rimbombantes de hasta 900 euros). Por si fuera poco, a esas cantidades hay que añadirles obligatoriamente el coste extra más odiado por el público: los gastos de gestión de las entradas, también conocidos en la jerga callejera como atraco a entrada armada, impuesto revolucionario o diezmo.

Una vez hecha la suma de ese desembolso forzoso, las entradas para Madonna van desde 45,50 hasta 340 euros, lo cual quiere decir que los gastos de gestión son de 5.50 euros para el ticket más barato y de 40 para el más caro. Si, por lo que fuera, no puedes evitar querer comprar el Immaculate VIP Package, a los 900 euros de la entrada tienes que sumarle otros 120 de gastos de gestión hasta llegar a 1.020 euros, esto es, 20 euros más que el salario mínimo interprofesional en un contexto en el que los empresarios consideran que los trabajadores ya cobran demasiado, siempre y cuando no sea para consumir en lo suyo. Tampoco nos va a asustar el neoliberalismo salvaje a estas alturas del siglo XXI, pero conviene decirlo.

Hay muchas personas trabajando detrás de estos procesos cada día para ofrecer el mejor servicio

"Los gastos de gestión son el único beneficio que obtienen las ticketeras de la venta de una entrada. El precio sin gastos va a parar al completo a manos del artista y/o promotor del espectáculo. Parte de estos gastos de gestión se invierten en proporcionar la mejor experiencia al comprar las entradas: la actualización permanente de nuestra web, la programación de los eventos, la lucha contra los bots con la última tecnología de seguridad, la configuración de mapas… Hay muchas personas trabajando detrás de estos procesos cada día para ofrecer el mejor servicio", explica a infoLibre la directora general de Ticketmaster España, Ana Valdovinos.

Estos gastos, añade, varían para cada evento y "suele ser un porcentaje del precio de la entrada que decide el organizador". "Este porcentaje depende del coste de la puesta en escena de todo el espectáculo", apostilla. Que el gasto de gestión sea un porcentaje del precio de la entrada -que suele ser del 10% en la mayoría de las empresas ticketeras, aunque es algo superior, en el entorno del 15%, en la más grande, Ticketmaster, perteneciente a la promotora multinacional Live Nation, y de ahí el runrún constante de contubernio entre ambas- es lo que más irrita a los compradores, a los que les cuesta entender que cueste más tramitar una entrada de 300 euros que una de 40, incluso siendo para un mismo concierto.

Al ser un porcentaje te están dejando absolutamente claro que no es un gasto por la gestión de la venta, sino otra cosa

El portavoz de Facua, Rubén Sánchez, afirma a infoLibre que al ser un porcentaje "te están dejando absolutamente claro que no es un gasto por la gestión de la venta, sino otra cosa". "Una comisión que se lleva alguien, porque el gasto es el mismo entrada por entrada, no es uno más alto que otro. Ahí habrá que ver si realmente eso es una comisión que se lleva la empresa que vende las entradas. Que pacten en plan 'las entradas valen 50 euros y tú te llevas tres'. A mí como cliente me da igual quien se lleve cuanto, pero lo que no pueden hacer es cobrarme aparte el acto de venderme la entrada", defiende.

Y lanza preguntas: "¿Por qué si yo compro una entrada normal me cuesta menos esa gestión que si la entrada es VIP si la gestión es la misma? La maquinita funciona igual, no es un protocolo más complicado que pase por más procesos venderme la entrada VIP. Es más, ¿ese software se ha creado exclusivamente para este evento o es el mismo de otros eventos? ¿Por qué en la venta de un concierto de AC/DC me cuestan los gastos de gestión distintos que para otro de Melendi? ¿En qué varía la gestión? ¿Por qué es más cara la gestión? Porque no es un gasto de gestión, es otra cosa. ¿Qué otra cosa es? No lo tenemos claro. Pero desde luego, a muy legal no nos huele".

¿Por qué los gastos de gestión no son fijos? Lo responde la ejecutiva de Ticketmaster España: "Porque los gastos de gestión cubren todos los costes del proceso. Depende del esfuerzo que hay que realizar para poner a la venta ese evento en particular y de sus características específicas. En general, los grandes directos y los de alta demanda, requieren mucha más tecnología a servicio del artista. Nuestro trabajo consiste en configurar todo el lanzamiento. Por poner un ejemplo práctico: nos encargamos de trasladar a nuestra página web el aforo disponible en los recintos, y cada recinto es un mundo. Los hay que son muy grandes con varios tipos de zonas (y, por tanto, diferentes tipos de entradas disponibles) y hay otros que son más pequeños y más sencillos de configurar y gestionar".

Para conciertos más pequeños vende la plataforma Mutick, en funcionamiento desde 2018 y cuyo responsable, Jorge Martínez, asegura a infoLibre no haber tenido quejas significativas sobre los gastos de gestión en este tiempo. En su caso, por lo general, son conciertos en salas que no están divididos por zonas, por lo que el gasto de gestión es el mismo para todos los compradores. En Mutick se venden, por ejemplo, entradas para ver a Camel a un precio de 50 euros, con 5 de gastos de gestión, o para Yngwie Malmsteen por 39 más 3,90 euros, ambos en abril en Madrid. También vende para un recital de Luis Prado en el Café Berlín en marzo por 10 euros más un euro de gastos de gestión.

"Con esos gastos de gestión estoy amortizando la web que tengo ahora en uso, nueva al cien por cien desde cero. Una web de venta de entradas no es de una floristería, tiene un montón de herramientas de cara al promotor y al usuario que hay que desarrollar. Me costó mucho dinero, todavía la estoy pagando y tengo unos gastos fijos que van desde el ordenador y el wifi, al servidor donde estoy alojado, posicionamiento en Google, equipo de desarrollo técnico y otro de márketing y promoción en redes sociales, que hace también una newsletter. Los gastos de gestión de las entradas que vendo van para eso. Una web de entradas tiene ingresos, pero también muchos gastos fijos y otros variables", detalla Martínez.

UNA ENTRADA TIENE UN 10% DE IVA, MIENTRAS LOS GASTOS DE GESTIÓN TRIBUTAN AL 21%

La percepción negativa de los gastos de gestión se multiplica exponencialmente cuanto más alto es el precio. La entrada más cara para ver Rod Stewart en Madrid es de 145 euros más 19,50 de gastos de gestión. Estar en la pista en el concierto de Metallica en el Metropolitano en julio de 2024 cuesta 125 euros más 16,50 de gastos de gestión. Como si pagar 135 euros por difrutar en la pista delantera del concierto de Maroon 5 en Barcelona en junio no fuera ya una pasada, hay que sumar otros 18 euros de gastos de gestión. La entrada más cara para The Who en Barcelona en junio son 160 euros más, efectivamente, 21,50 euros obligatorios de gastos de gestión.

"Es legal", zanja a infoLibre Manuel López, CEO de Sympathy for the Lawyer y abogado especialista en la industria musical, quien explica que la entrada en sí tributa al 10% de IVA, mientras los gastos de gestión lo hacen al 21%, ya que son "servicios diferentes". "Hay consultas vinculantes a Hacienda y es una cosa totalmente a la luz del día, que la administración pública conoce", subraya, señalando que también hay casos en que los gastos de gestión son "fijos y te cobran lo mismo independientemente de los precios diferentes que haya en el concierto". 

"Eso lo decide cada empresa y yo he visto ambas situaciones, como pasa en las comisiones bancarias, que hay unos bancos que te cobran un euro y otros un porcentaje por transacción. En el mundo comisiones la empresa tiene libertad de decidir las condiciones. Es verdad que el consumidor normalmente no puede elegir en qué ticketera comprar la entrada, porque eso viene ya dado, y la ticketera también normalmente decide repercutir ese gasto hacia el público y no hacia el promotor. Otra cuestión totalmente legal y legítima. Y no olvidemos que hoy día el consumidor tiene una relación contractual con la propia empresa de ticketing, y otra con el promotor. De ahí que se pueda establecer ese doble precio", argumenta López.

Hay una parte de público ya un poquito veterano, pero no súper veterano, que confunde el gasto de gestión con lo que antes era el gasto de distribución

José Luis Carnes está al frente de la promotora The Mad Note Co. desde hace ya doce años, haciendo conciertos en salas de toda España de grupos americanos de rock no especialmente súper populares. Y, como buen romántico, estuvo haciendo entradas impresas, de colores y ordenadas en su correspondiente taco, hasta que la pandemia trastocó su forma de ver los conciertos: "Yo he estado haciendo entradas físicas de taco hasta antes del covid. Tenía su público, muy reducido, un perfil romántico de vieja escuela, pero no he vuelto a hacerlas. Durante diez años largos he estado haciendo entradas de taco junto a la venta online, que es la que vendía el mayor porcentaje. Pero había otro pequeño porcentaje muy acostumbrado a ir a tiendas de discos que prefería las otras".

"Ahora, con la venta online para grandes conciertos, el mosqueo de la gente viene sobre todo en las entradas caras, quizás porque no sé si es un error, o no, aplicar el gasto de gestión con un porcentaje si luego la gestión no es muy diferente en una entrada más cara que en otra más barata, en un meet & greet que en otra de pista", plantea. "Como se aplica un 10 o un 12 o lo que aplique cada una, la gente se enfada cuando ve el gasto de gestión. El público más joven está muy acostumbrado a comprar entradas online, pero creo que hay una parte de público ya un poquito veterano, pero no súper veterano, que confunde el gasto de gestión con lo que antes era el gasto de distribución. Antes teníamos el gasto de distribución, que era un gasto que se ponía sobre la entrada, porque luego te la enviaban o la recogías en la tienda. Y mucha gente dice "por qué pago yo gasto de gestión si me imprimo la entrada en casa. '¡22 euros de gastos de gestión, pero si eso es lo que vale mi impresora!' Ya, pero antes la entrada se distribuía, y ahora esa gestión no es porque tú te la imprimas en casa, sino porque hay un soporte en la web, un señor trabajando en atención telefónica por si hay alguna incidencia... y al final lo que se ha hecho es derivar ese gasto a otro coste".

El concierto está sujeto a una normativa autonómica de espectáculos y de consumidores. Y hay otro servicio electrónico que es hacer una transacción en una página web

López se posiciona como uno de esos melómanos al que le encanta guardar las entradas de los conciertos en papel, pero recuerda que ahí ya sufríamos los gastos de distribución "haciendo colas en las puertas de las tiendas de discos, y el que estaba en la tienda también tenía que cobrar y recogía el dinero". "Que sea más o menos caro o que ganen demasiado es una cuestión de valoración donde yo no puedo entrar. Y entiendo a quien le parezca que sea un importe alto, pero a nivel legal o de cómo funciona el negocio yo creo que se entiende y es bueno que la gente sepa lo que hay detrás", destaca, incidiendo en que son servicios diferentes: "El concierto está sujeto a una normativa autonómica de espectáculos y de consumidores. Y hay otro servicio que es hacer una transacción en una página web, que es un servicio electrónico de la sociedad de la información, que tiene otro tipo de regulación", señala, aclarando que entre sus clientes no hay ninguna ticketera, por lo que no está del lado de nadie en este asunto.

Cuando se cancela el concierto

Con estas últimas palabras entra López en la enésima controversia espinosa. Porque se dan casos, recurrentemente, en los que un concierto se cancela o un festival cambia su cartel, y se devuelve el precio de la entrada, pero no así los gastos de gestión de la empresa ticketera intermediaria. Ocurrió un caso muy sonado a finales de verano, con la cancelación pocos días antes de la visita de los siempre esperados Rage Against the Machine a Madrid, en el marco del Mad Cool Sunset, prolongación en septiembre del Mad Cool Festival de julio.

Sánchez, de Facua, lleva por bandera la lucha contra este tipo de prácticas: "Nos hemos llegado a encontrar con el extremo de que en determinados eventos cancelados las empresas organizadoras hayan tenido de decir 'si sí, te lo devolvemos todo menos los gastos de gestión'. ¿Pero a mí que me cuentas? Tú eres el que ha cancelado el evento, a mí no me puedes decir ahora que hay una parte que no me devuelves, me tienes que devolver el cien por cien. Las administraciones competentes en materia de consumo o de espectáculos públicos deberían intervenir ante la práctica de cobrar por unos gastos de gestión por cualquier evento, y erradicarla planteando que es una práctica ilegal. Llevamos décadas denunciando este tipo de prácticas y nadie reacciona. Parece que el gasto de gestión es algo que hay que asumir porque se ha consolidado en el sector de los espectáculos y nadie cae en a cuento de qué. Podrían sumar cualquier otro concepto que se sacaran de la manga, como la limpieza del recinto o el vehículo del artista".

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Valdovinos, sin embargo, subraya que "cuando un concierto o festival se cancela, por lo general desde Ticketmaster se devuelve siempre el importe completo de la entrada incluyendo los gastos de gestión, a pesar de que todos los procesos tecnológicos requieren nuevas inversiones y que hay personas trabajando detrás de las cancelaciones o las reprogramaciones". Carmes, por su parte, considera que "el gasto de gestión es obvio y necesario siempre que sea justo", al tiempo que López recuerda que hacer el márketing, vender las entradas y recoger el dinero es una parte "muy sensible" de la música en vivo, así como todo el proceso posterior de "validación", que incluye la presencia de trabajadores de la ticketera en las puertas de los recintos, "y todo el servicio que se está pagando con el gasto de gestión".

Es por todo ello que la ejecutiva de Ticketmaster concede como probable que falte "pedagogía" en torno a la música en directo. "Cada vez es más importante que los consumidores tengan y entiendan todos los detalles sobre lo que están adquiriendo" y "garantías de que se ajusta a lo que quieren comprar", señala, asegurando que su "obsesión es atender las necesidades de los artistas y de los fans". "No sólo somos un grupo de personas y un potente software que vende las entradas de forma eficaz y segura, también somos una parte de ese engranaje emocional en el que están los fans y los artistas", destaca. 

Que los grandes conciertos se nos fueron de las manos hace tiempo es un hecho. Su terreno de juego es el capitalismo desmadrado, y por eso ya casi ni asusta que un solo fondo inversor estadounidense controle cinco de los festivales españoles de más tamaño, de público totalmente diferenciado: Arenal Sound, Viña Rock, FIB, Sónar y Resurrection Fest. Cualquiera entre cuarenta y sesenta años que haya asistido regularmente a conciertos en los últimos treinta años sabe perfectamente, porque se está llevando la mano al bolsillo trasero del pantalón para comprobar si sigue ahí su cartera leyendo esto, que ha habido incrementos drásticos en el último lustro. El camino alcista que ya estábamos transitando sin darnos cuenta antes de la pandemia es en 2023 una carrera sin mirar atrás. Por eso conviene recordar que, en un escenario donde manda la oferta y la demanda, el precio lo marca quien paga.

Ver a Madonna en uno de sus dos conciertos de noviembre en el Palau Sant Jordi de Barcelona cuesta un riñón y un ojo de la cara. No se puede elegir, hay que entregar a cambio ambas cosas, riñón y ojo, aunque al menos puedes escoger si el izquierdo o el derecho. Las entradas son carísimas y van desde 40 en el gallinero a 300 euros en tribuna (dejando al margen los disparatados paquetes VIP con nombres rimbombantes de hasta 900 euros). Por si fuera poco, a esas cantidades hay que añadirles obligatoriamente el coste extra más odiado por el público: los gastos de gestión de las entradas, también conocidos en la jerga callejera como atraco a entrada armada, impuesto revolucionario o diezmo.

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