Es la de Manolo García (Barcelona, 1955) una de esas voces a las que siempre merece atender cuando habla, y no digamos ya disfrutar cuando canta. Exitoso músico desde los tiempos de Los rápidos y Los burros, luego El último de la fila, y desde hace 25 años ya en solitario. Siempre en movimiento como si una dinamo fuera su cuerpo, este 2022 ha estado bien ocupado presentando por toda España los dos discos que publicó a la vez el pasado mes de abril.
Una gira por grandes recintos que ha tenido que aplazar en su tramo final para recuperarse totalmente de una miocarditis aguda que le tiene, según cuenta a infoLibre, "haciendo una vida normal pero sin esfuerzos". "No hay nada grave, todo está bien, pero que parar y reposar. En eso estoy, intentándolo. A veces me cuesta porque soy muy activo, pero intentándolo, lógicamente", confiesa entre risas, repitiendo en dos ocasiones eso del intento, que se nota que le cuesta.
Nos hemos quedado sin conciertos en lugares tan señalados como el Palau Sant Jordi o el WiZink Center, pero tenemos la sorpresa de la primera exposición pictórica de Manolo en Madrid. Porque él también es, además de músico y para muchos poeta, pintor. ¿Dónde? En la Casa de Vacas del parque de El Retiro. ¿Cuándo? Del 2 al 24 de diciembre. ¿Cuánto? Gratis. Una vez respondidas estas preguntas esenciales, vamos a por otras que nos faltan. ¿Qué? ¿Cómo? Estas dos últimas preguntas son las que él mismo nos va a contar a partir de aquí.
Ahora que está en reposo forzado igual aprovecha para pintar. No sé si tiene algún momento en el que pinta más que compone o compone más que escribe.
Ante la inminencia del momento, ahora mismo me dedico básicamente a retocar, seleccionar y embalar cuadros. Sucede que cuando das por finalizada la etapa, porque ya tienes la fecha de exposición encima, ya es todo logística. Hasta que no termine la exposición no vuelves a tener ganas de pintar. Pasa igual con la música, has estado dos años trabajando, componiendo, y cuando ya estás en el estudio finalizando el proyecto, esas semanas no se te ocurre ponerte a componer. Es como cerrar una etapa y el proceso está en su final. Después empezará otro nuevo, pero habrá que darle tiempo a la cosa.
Se anuncia como su primera exposición en Madrid pero, poniéndonos puristas, no es exactamente así.
Bueno, es que de la mano del Círculo de Lectores había hecho una exposición hace años en una sala que creo que ya no existe, pero digamos que no de una manera oficial o dándole la promoción que le estamos dando a esta exposición. También aquella vez era diferente, era de fotografías, así que podemos decir que esta es la primera vez de una exposición de pintura y algunas pequeñas piezas de escultura.
La exposición se llama Cuerpos celestes. ¿Qué podemos ver en ella? Sabemos que son un centenar de obras, desde 1977 hasta 2022, nada menos. Un buen repaso.
Sí. Desde algún dibujo, algún boceto e incluso algún cuadro de aquellos primeros años.
Las fechas no engañan y nos indican que empezó muy joven a pintar. Hace 45 años ya.
Sí, yo empecé a pintar muy jovencito. Conseguí que mi madre me llevara a comprar mi primer caballete cuando yo tenía catorce o quince años. Empecé con los balbuceos típicos y luego derivé en unos estudios de artes aplicadas que fructificaron en un trabajo de años como diseñador gráfico. Pero yo seguía pintando como autodidacta. En los estudios que habia hecho aplicados al diseño gráfico había recibido clases de dibujo, de modelado, fotografía... los cursos comunes que se hacían.
Necesarios para tener una base de conocimientos básicos al menos.
Sí, eso a mí me ayudó y se sumó al impulso natural que yo he tenido siempre por pintar y por dibujar, que es algo que lo tienes o no lo tienes. Luego ya lo educarás más o menos, tendrás una necesidad de prepararte mejor de una manera más académica o no... eso ya cada cual. Pero yo he ido siempre bastante por libre, exceptuando algunas clases de dibujo que he recibido de algún buen profesor. Pero he sido autodidacta y nunca he dejado de pintar.
Y ahora le apetece mirar atrás lo pintado y mostrarlo en una retrospectiva.
Hay dibujos del año 1978, del ochenta y tantos... y hay otras cosas que están hechas en los dos últimos años, que son las más expresivas, digamos. Porque al principio estás en el balbuceo, en la búsqueda de un oficio, un buen quehacer. Estás en un dominio de los instrumentos, del pincel, del lápiz, de la goma de borrar, que es muy importante (risas). Y poco a poco vas tomando mando y más fuerza en tu caminar. Del último tramo que voy a presentar hay cuadros que he terminado el mes pasado. Esos son cuadros ya donde se mezcla la vivencia, los tiempos de pandemia, los tiempos de un ostracismo social y una sociedad enmudecida y atónita, sobre todo en los primeros meses de confinamiento. Hay algunos cuadros bastante curiosos y otros inquietantes y también bastante negros. Es la manera que el artista tiene de exorcizar sus demonios interiores.
El arte tiene una función muy singular, toca una fibra impalpable, que no existe, que no está en ningún sitio. La pintura es un abrazo a la vida y una petición a la vida de que te abrace a ti
Una vez pintados, es momento de mostrarlos. ¿Es compartir con otros el fin último de toda esta creación?
Sí, el objetivo final es ese. El que crea necesita de una manera profunda realizarlo y luego mostrarlo, compartir, porque no quiere sentirse solo. No quiere llegar a la idea de que su visión del mundo es una visión negativa, triste, dolorosa. Todo el mundo quiere alegrarse, caminar por un sendero de luz, y su arte, el arte de cada uno, es el que te propone ese sendero de luz. Un camino en el que pueden ir apareciendo personas para sumarse a tu fiesta. El escritor, el pintor o el músico, cuando está creando es feliz, está inmerso en un proceso que le subyuga, que le tiene completamente atrapado, y luego está la segunda parte cuando a él le llega la noticia de que su obra gusta, sorprende, no deja indiferente. Ahí hay una constatación de que ha valido la pena, todo tiene sentido. Que las masas hagan cosas en grupo, todo el respeto, pero que luego haya individuos que ofrecen individualmente algo que llega a otras personas. Porque el arte tiene una función muy singular, ostrás, toca una fibra impalpable, que no existe, que no está en ningún sitio. Es como cuando hablamos del alma, pero nos estremecemos, lloramos, reímos, tenemos necesidad de abrazar, de ser abrazados. La pintura es un abrazo a la vida y una petición a la vida de que te abrace a ti.
¿Se atreve a darnos algún referente pictórico para que la gente pueda curiosear o, por qué no, comparar?
Yo no me parezco a nadie pero he tomado un poco de todos, como todo el mundo (risas). Estoy en un camino surrealista. He crecido admirando y gozando de todos los ismos posibles, me gustan todos, el cubismo, el expresionismo, el impresionismo, la luminosidad, los colores, la alegría. Para mí, Mariano Fortuny es un referente, un maestro, que dejó una obra magistral aunque murió joven. También tengo un paisajista preferido que es monumental, Albert Bierstadt. Y Leonora Carrington, impresionista.
La pintura es un ejercicio de introspección y soledad, porque nadie pinta en presencia de los demás. Es verdad que tampoco compongo en presencia de los demás cuando hago las canciones, pero necesito un público para que esas canciones cobren un sentido
Por curiosidad, ¿pinta cuando está de gira?
Pues sí. Dentro de mis posibilidades, he dibujado en muchas de mis giras. Había temporadas que llevaba a los hoteles un pequeño caballete con mi cajita de pinturas, y mi actividad fuera de lo que eran los ensayos y los conciertos era pintar en el hotel, imagínate (risas). Todo eso es lo que voy a mostrar un poco en Madrid, ese alargar en el tiempo mi necesidad vital de dibujar y de pintar.
¿Qué le aporta pintar que no te aportan las canciones? Igual lo ve todo como lo mismo, como arte en general, y no hace distinción.
Hay una diferencia grande, y es que el ejercicio de la pintura es un ejercicio de introspección y soledad, porque nadie pinta en presencia de los demás. Es verdad que tampoco compongo en presencia de los demás cuando hago las canciones, pero sí que las interpreto y necesito un público para que esas canciones cobren un sentido. La pintura es más un cuidarte a ti mismo, acunarte a ti mismo, te da ese tiempo y esa templanza que necesitas y a veces la sociedad te niega. La sociedad lo que hace a veces es acosarte, si te descuidas un poco te tiene a su merced. El mundo de la publicidad, los medios de comunicación, las noticias, esa cosa mal entendido que nos lleva a pensar a veces si te descuidas que la vida es un anuncio de un refresco. Y no, la vida no es anuncio. Tienes que encontrar tu centro, no eres una marioneta, no eres un actor dentro de un anuncio, eres un ser humano con sus carencias, sus posibilidades, sus miedos, sus aciertos, sus errores, sus valentías.
Y su centro es la pintura.
La pintura me permite posicionar un yo que eres tú mismo, que no estás modelado o retocado por la circunstancia social que te rodea, que a veces te vapulea, te lleva, te trae, te crea necesidades en ocasiones ficticias que te hacen caminar por caminos a veces tortuosos, aparentemente luminosos pero luego en realidad inciertos o vacíos de contenido emocional. La pintura no engaña, tiene una posibilidad de presente absoluto y de absoluta implicación con la vida. En la pintura no hay emponderables. En una grabación a veces hay imponderables, estás afónico, se va la luz, el guitarrista no ha llegado... en un concierto puede que algo no funcione una noche porque la persona que lo lleva está enferma... hay una serie de imponderables. Pero en la pintura o mis pequeñas esculturas no, en ellas hay un presente absoluto y hay una implicación vital sencilla pero firme. Esa es la diferencia entre una cosa y otra para mí.
El arte y la cultura están más maltratadas que nunca, porque el sistema necesita consumidores, gente que no piense y que consuma y que entienda que su objetivo es consumir
Una vez señaladas las diferencias con la música, vamos con las similitudes. ¿Son ambas disciplinas, como todas las creativas en realidad, una búsqueda de la libertad? Cuando uno escribe, pinta o compone, aspira a encontrar cierto tipo de libertad.
Sí. La razón por la que yo empecé a pintar, dibujar y adentrarme en la música muy joven es la búsqueda de la libertad, nunca en busca de la fama, el dinero, una posición social. Yo era un crío y no entendía nada de todo eso, yo solo sabía que esos grupos de melenudos que escuchaba en la radio me entusiasmaban y parece ser que son libres. Igual no es así, pero el adolescente piensa "guau, estos sí son libres". Un pintor, guau, tiene su cuota de libertad absolutamente controlada, se la dosifica y se la regala él. Yo empiezo por eso, por la libertad.
Vaya búsqueda complicada esa.
Porque lo que te ofrece el mundo son una serie de corsés, necesidades y obligaciones que te constriñen. "A ver, Manuel, has fichado cinco minutos tarde, te los descontaremos del sueldo". Cuando tú eres un crío lo que quieres es que la magia de la vida no se pierda. Va quedando atrás porque creces y si llegas tarde al trabajo te llevas una bronca descomunal o te despiden si lo haces cinco días seguidos. Al final piensas aquí no hay libertad ni hostias, este es un mundo de esclavos, estamos todos esclavizándonos a todos.
Por eso es importante tener un plan de escape.
Yo tengo que encontrar un rincón mío donde no pueda entrar nadie, donde yo sea dueño de mi tiempo. Incluso quiero permitirme el lujo de tener el tiempo. Esto del tiempo es un coñazo, siempre, guau, la vida es un río que no para nunca, pero descubres que hay una forma de parar. Hay personas que hacen yoga, otros que pintamos o que hacemos canciones y también detenemos el tiempo y respiramos un poco del desasosiego que a veces nos provoca la vida. Que la vida, evidentemente, tiene de todo, tiene momentos maravillosos aunque no pintes ni cantes. Eres jugador de fútbol amateur en tu barrio, vas a esquiar o eres aficionado a jugar al dominó con unos amigos en el bar de tu pueblo. Todo es plausible porque consigues ser tú durante y un rato y alejarte de las angustias, que en los tiempos presentes además se han redoblado a partir de las pandemias, las crisis económicas, inflaciones, burbujas... Necesitas un mecanismo de despegue de ese amarre, de cortar esa ligazón tan bestia a la que a veces se nos somete. Claro que hay obligaciones, pero es que hemos montado un mundo pretendidamente organizado donde unos a otros nos empujamos.
Este siglo XXI está siendo mucho más frívolo que el XX en cuanto a propuesta artística. No tiene, para mí, la profundidad que tenía el XX
Menciona otra vez la pandemia. Ese período en el que parecía que habíamos entendido la importancia de la cultura y el arte en nuestras vidas. Pero no sé yo si se nos ha olvidado pronto y se nos ha vuelto a olvidar... otra vez.
El arte y la cultura están más maltratadas que nunca, porque el sistema necesita consumidores, gente que no piense y que consuma y que entienda que su objetivo es consumir. Hoy tengo el día malo, pues me voy de compras. Ese es el objetivo, pero esa terapia es nefasta, es un sinvivir, porque significa que vas a tener que estar siempre trabajando para comprar chirimbolos que no necesitas y que no te dan ninguna felicidad y que acaban en un cajón que ni abres. Y luego está esta moda de los cojones de pedir y que nos traigan a casa todo en vez de ir a la tienda de la esquina a saludar al dependiente o la dependienta y cotillear un poco sobre algo o alguien (risas). La vida social de entonces... ahora están estas modalidades más solitarias y menos recomendables. La cultura ahora mismo es consumo. Encima, cada vez somos más y las redes sociales lo trivializan todo. "No, pero si está chupado", dicen muchos. Ahora todo el mundo pinta, canta, baila, toca la guitarra y todo el mundo quiere vender lo suyo. Pero vamos a ver, Camarón hay uno cada siglo, Paco de Lucía, uno cada siglo, Queen, uno cada siglo.
Uno o ninguno.
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Claro. Fíjate, en los años setenta hubo una eclosión de arte. Estoy hablando de rocanrol. El siglo XX dio un fruto inmenso en cuanto a la pintura con corrientes pictóricas maravillosas. También la literatura, la poesía. Pero yo entiendo que este siglo XXI está siendo mucho más frívolo que el XX en cuanto a propuesta artística. No tiene, para mí, la profundidad que tenía el XX en cuanto a propuesta. Ahora mismo no tenemos unos años veinte con una eclosión musical, una corriente electrizante que nos lleve a todos a un pasmo maravilloso que nos preguntemos, guau, ¿qué está pasando? Claro que hay artistas maravillosos en cualquier país que dejan caer un néctar de dioses musical, pictórico...
Menos mal que hay excepciones.
Claro que hay excepciones, más nos vale, pero hay algo por encima de nuestras cabezas como intentando colarnos la fast food, que nos dice "comed esto que es estupendo". Pues no, no es estupendo, esto es basura, pero estamos tragando. Se está trivializando todo. Y ante tantísima oferta hay una borrachera, evidentemente, y cuesta más descubrir los diamantes. Porque hay diamantes, pero cuesta más verlos. Es un momento social concreto en el que estamos inmersos, pero bueno. Qué maravilloso sería que cuando la gente de a pie acude a una feria de arte, por el placer de contemplar las obras, todo el mundo dijera "guau, cada galería, cada propuesta, cada pintor es mágico, es fascinante". Pero lo que flota en el ambiente es "pero si esto también lo hago yo, qué cojones es esto, pero vaya morro" (risas). Y esto que acabo de decir no es ninguna tontería, es cierto.
Es la de Manolo García (Barcelona, 1955) una de esas voces a las que siempre merece atender cuando habla, y no digamos ya disfrutar cuando canta. Exitoso músico desde los tiempos de Los rápidos y Los burros, luego El último de la fila, y desde hace 25 años ya en solitario. Siempre en movimiento como si una dinamo fuera su cuerpo, este 2022 ha estado bien ocupado presentando por toda España los dos discos que publicó a la vez el pasado mes de abril.