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Marea: "Rock y España en la misma frase es una contradicción, un oxímoron, como 'inteligencia militar'"

Era 1999, se acababa el siglo. Cinco jóvenes de Berriozar (Navarra) llevaban meses tocando en el local, sintiendo que sus largos ensayos daban vida a canciones propias y con identidad. Cuando el corazón les dijo que ya lo tenían, las grabaron y las mandaron a todas las discográficas que existían en aquellos años. Alguien de BMG les llamó para publicar estas primeras composiciones, ahora convertidas en historia del rock español. Pero antes de que vieran la luz todavía hubo que salvar un inesperado giro de los acontecimientos: el grupo pretendía llamarse La Patera y su idea era que el álbum se llamara Marea. Ambas palabras aparecían en la portada que conocemos, pero al intentar registrar el nombre, vieron que otra banda ya lo tenía registrado. 

Así, el nombre propuesto para el quinteto pasó a ser el título del disco y empezaba la vida de Marea, la última gran banda del rock español del siglo XX, que 25 años después mantiene en pleno siglo XXI la esencia de unos tiempos que ya fueron, que no volverán, pero siguen sonando. Por eso, porque estas canciones siguen latiendo, el grupo ha decidido reeditar su álbum de debut en CD y vinilo y con formatos especiales, incluyendo un libreto especial de 24 páginas, fotos inéditas, extras, memorabilia personal y otros muchos detalles para los más acérrimos. "Parece que han pasado 25 minutos. Tenemos recuerdos muy vívidos y escalofriantemente inmediatos, pero han pasado 25 años", confiesa el vocalista de la banda, Kutxi Romero (José Carlos Romero Lorente, Berriozar, 1975), quien atiende a infoLibre con su amabilidad y verborrea habituales.

¿Qué tal sientan estos 25 años?

Estar vivos a esta edad después de 25 años de rocanrol es cuando menos un milagro. Ya en la furgoneta se habla más de medicinas que de rocanrol, que son las dos cosas que nos hacen estar vivos. El rocanrol te mata y las medicinas te curan, pero entre una cosa y otra vas tirando (risas). Pero aquí estamos con esta reedición del primer disco. Nuestra única intención era recordarlo porque, como venerables ancianos que lavamos en el río, nos gusta mucho el formato físico. Y este primer disco no salió en vinilo en su día, salió solo en CD, pero ya no existía desde hace años, aunque sí que está en Spotify y demás, de manera que pensamos que estaría bien hacer una edición para los más seguidores. Nos liamos la manta a la cabeza y nos pusimos a buscar quien era el dueño de ese disco hoy en día porque, claro, RCA ya no existe, BMG está fusionada con Universal... era un follón y nadie sabía nada de asuntos legales para saber con quien había que hablar. Nos hemos tirado un montón de tiempo, años, intentando hablar con alguien que pudiera facilitarnos hacer una edición de este disco. En la hora de la comunicación inmediata y absoluta, alucina, nadie sabía nada. Hasta que por fin hubo alguien que investigó y hemos podido hacer una reedición bonita del disco. Lo dicho, el disco está en plataformas digitales, solo lo sacamos físicamente para quien lo quiera tener y, aprovechando, le hemos dado una vuelta y hemos metido un montón de fotos de la época, lo hemos remasterizado en Nueva York para que suene un poquito mejor... esas cosas para redondear.

Los seguidores de Marea han reaccionado a este lanzamiento con un interés que demuestra que hay aún ahí una gente que quiere vinilos y vinilos de rock español en el siglo XXI.

Así es. Cuando alguien me viene a que le firme un vinilo siempre le digo 'anda, has sido tú el que lo ha comprado, te estaba buscando' (risas). Ya no es que seamos vieja escuela, es que somos el solar en el que estaba la escuela (risas). Ahora hay grupos nuevos, pero no jóvenes. Porque te sale un grupo nuevo de rock y son treinteañeros. Recuerdo cuando conocí a El Drogas, que tenía 38 años y ya había hecho prácticamente toda su carrera con Barricada. Ahora ves a un grupo de rock de gente de treinta años y se les llama chavales. Pienso en Los Cobardes, que les llamamos los chavales pero tienen entre 35 y 40 años. Por eso, ahora vas a ver a un grupo nuevo y la media de edad del público, siendo optimistas, es entre cuarenta y la muerte. 

Eso a Marea no le pasa. ¿O sí? Porque tenéis mucho público joven.

Nos pasa, sí, claro que sí. A nuestros conciertos viene mucha gente y se ven muchos jóvenes también. Pero al principio, hace veinte años, el pabellón donde tocábamos estaba lleno de veinteañeros, luego eso se va reduciendo y ahora ya son solo las tres primeras filas. A partir de ahí ya empieza el muestrario de saleros, ya empieza eso a parecer eso una caja de huevos de 24 unidades detrás de otra, todos calvos y viejos como nosotros. Pero me encanta, claro. 

¿Cuál es el primer recuerdo o la primera sensación que te viene a la cabeza al detenerte a pensar en 25 años atrás?

Que han pasado 25 minutos. Eso es lo primero que se me ocurre. Ahora que hemos estado una temporadita buscando fotos viejas, escuchándolo de nuevo... tenemos recuerdos muy vívidos y escalofriantemente inmediatos, pero han pasado 25 años. Que se haya pasado tan rápido me da escalofríos. Dicen que eso es bueno, porque significa que lo has pasado bien, pero a mí no me lo parece. Es que yo ya sabía que me lo había pasado bien sin necesidad de tener esta sensación de anacronismo en 25 minutos. Aunque bueno, en los tiempos que corren en 25 minutos ya ha podido pasar tu época y puedes ser un anacronismo. Yo soy un tío que no he querido evolucionar en nada y me está pasando el mundo por encima. Estoy pagando el precio que sabía que iba a pagar por quedarme en el casete de doble pletina y el teletexto y poco más. Bastante que tengo un móvil porque me dedico a esto, porque si no el teléfono estaría en el río hacia tiempo. Y tampoco tengo móvil desde hace tanto, si acaso desde 2004 o así, y luego ha habido temporadas de barbecho de Marea que no tenía que estar disponible y no lo he tenido y no me ha pasado absolutamente nada. Tampoco tengo Whatsapp, pero si me llaman lo cojo, porque soy un hombre educado por encima de todo. 

Cuando yo tenía 20 años los 200 locales de ensayo que había en Pamplona estaban llenos de bandas de chavales de 20 años. Ahora están llenos de gente de 40 para arriba

¿Y qué ha sido lo mejor y lo peor de todo este tiempo desde el primer disco?

La verdad es que no ha habido nada malo a nivel musical en el grupo. Ha habido tragedias personales, muertes, que nos han marcado mucho. A nivel musical las cosas que te puedan pasar o los fracasos que puedas tener son minucias al lado de las cosas personales. Por eso somos la banda más longeva que existe por aquí con la formación original, porque para nosotros la música es una consecuencia de nuestra amistad, y no al contrario. En este grupo no hay nadie prescindible.

Lo habéis repetido mucho: Marea se acabará el día que falte uno de los cinco.

Ese día se irá acercando, porque cada día hay más achaques. Alen -Ayerdi, baterista- tiene un montón de operaciones de corazón, los demás hemos tenido algunas cosas de salud graves también, tenemos ya cincuenta años y más goteras que la casa de la pradera (risas). Las energías merman, son muchas cosas, pero yo ya tengo la cabeza altísima y ya está. Cada día que vamos a ensayar voy con la sensación de subirme al número 1 del pódium otra vez porque estamos juntos los cinco. Se podrá decir mucho de muchas bandas, pero de nosotros yo creo que se podrá decir que fuimos una banda muy honesta, la más honesta que he conocido, y que nacimos y morimos a la vez. Y que dejaron media docena de canciones bastante guapas.

Que ya son, con todas las canciones que hay sonando constantemente por el mundo.

Sí lo son.

A los Rolling Stones en los setenta ya los enterraban porque el rock había muerto y mira por donde andan

Marea surgió a finales de los años noventa, una década muy rockera en el mundo en general y en España en particular. ¿En qué lugar deja eso a la banda? ¿Muy sola?

Evidentemente, pero todo cambia. Mi abuela era costurera y cuando salieron las máquinas de coser se quedó sin trabajo. Eso pasa con tantas y tantas cosas... es una consecuencia de la evolución de la humanidad que nos toca también en nuestro ámbito. Dicen que adaptarse o morir, pues bueno, para nosotros es adaptarse o sobrevivir. Nosotros estamos aquí entre millones sacando la cabeza y esto del rock se estará muriendo, pero estamos vivos. Es nuestra misión: los que quedemos, rocanrol. A la inmensa mayoría de los chavales ya no les interesa el rock, eso es así, no es un discurso fatalista por mi parte, ni mucho menos. A los Rolling Stones en los setenta ya los enterraban porque el rock había muerto y mira por donde andan. Pero sí que es verdad que cuando yo tenía veinte años los 200 locales de ensayo que había en Pamplona estaban llenos de bandas de chavales de veinte años. Ahora también hay 200 locales de ensayo, pero están llenos de gente de 40 años para arriba. Hay algunas bandas de chavales jóvenes haciendo rock, pero cada vez les interesa menos porque les interesan otras cosas. Algo tendremos de culpa también los que tenemos una edad en el rock, que llevaremos una época en la que nuestro mensaje no llega y les llega desde otros lados como el rap. ¿Qué puedo hacer yo contra la inmensidad? Nada en realidad, seguir haciendo lo mío para los que les siga gustando el rock. 

Hace poco estuviste en La Cubierta de Leganés con la Crazy Rock Band, una agrupación de trescientos músicos con la que cantáis El Drogas, Yosi de Los Suaves, Miguel Costas de Siniestro Total, Rulo, Carlos Escobedo de Sôber y tú. Un repertorio de garito de los de antes, de los que casi no quedan.

Eso son discursos de señores de medio siglo (risas). Por eso cuando nos abren un garito de los de antes tenemos que aprovecharlo. Ese escenario de La Cubierta hace 25 años estaría lleno de veinteañeros tocando para público veinteañero y, sin embargo, el más joven de los que salimos a cantar sería Rulo, que creo que tiene 45 años. ¡Y era el más joven de los que estábamos! (risas). A partir de ahí que cada cual se busque su teoría y piense en las consecuencias, pero los hechos son tangibles y empíricos, amigo. Indiscutibles.

Aquellos con una edad ya pueden enrocar fácilmente con este discurso del paso del tiempo.

Yo estoy todo el rato también con él. Tengo que apartármelo un poco, sí. Estoy todo el rato como un viejo de estos que señalan con el bastón diciendo 'qué me vas a contar a mí si llevo treinta años en esto' (risas). Pero bueno, somos la resistencia, la infantería, tendremos que defendernos también.

¿Y con ese bastón puedes señalar alguna banda joven?

Pues la primera que se me ocurre es la de mi hijo, que está grabando su primer disco con Colibrí -guitarrista de Marea- como productor y tiene muy buena pinta. Se llaman Linaje, hacen rock, son 'dieciochoañeros', se sientan en el local a hablar de grupos y se te cae la lagrimilla porque piensas que no todo está perdido. Como en la película de Makinajava, cuando le va a atracar un niño pequeño y se pone a llorar porque no está todo perdido (risas). Les auguro un futuro duro en el rocanrol, porque el futuro siempre se prevé duro en el rocanrol, más en este país. Imagínate, rock y España en la misma frase es una oxímoron, es como 'inteligencia militar' y cosas así, que son contradicciones en sí mismas. 

Más allá del rock, ¿hemos cambiado mucho como seres humanos? Con la cantidad de kilómetros que acumula la furgoneta de Marea, ¿diríais que hemos mejorado o hemos empeorado?

El ser humano, en general, seguimos siendo gilipollas. Antes se sabía menos porque había menos información, pero ahora ya con las redes sociales queda patente que el ser humano es totalmente prescindible (risas). Yo creo que no ha cambiado en absoluto, pero que antes había más desconocimiento de la estupidez del ser humano, sin más, no va más allá. Antes era igual de gilipollas, solo que ahora como tienes más plataformas para dar visibilidad a tu gilipollez todavía se enteran más del asco que da en general el ser humano. Pero bueno, siempre ha dado asco. Yo que no tengo redes sociales ni nada ya lo tenía claro. Cuando me cuentan cosas respondo, 'ah, pero no lo sabías o qué, si el ser humano es una basura'. No me han hecho falta redes sociales ni andar todo el día en la maquinita para darme cuenta, yo ya lo sabía (risas).

Cuando han intentado darnos premios a nivel institucional hemos pasado como de la mierda

¿Qué significa para Marea tener una plaza con vuestro nombre en vuestro propio pueblo? ¿Ese es el éxito verdadero que no imagina uno cuando monta una banda de chaval?

A mí me mola de verdad porque fue una iniciativa popular, no una medalla que se quiso colgar el ayuntamiento. Cuando son medallas que se quieren colgar las instituciones, nosotros ni respondemos, ni vamos. Muchas veces han intentado darnos premios o reconocimientos a nivel institucional y nos hemos negado en rotundo y hemos pasado como de la mierda. Pero cuando es una iniciativa popular del pueblo sí te sientes realmente orgulloso. Es como cuando te dan un disco de oro, que objetivamente no es más que un cuadro, pero representa muchísimas personas que una a una han ido comprándose tu disco porque les gusta tu música. Eso es algo que hay que guardar y exhibir con mucho orgullo, porque no es un disco de oro, son 50.000 o 100.000 personas, las que sean, que hacen que estés donde estás. Antiguamente, cuando se vendían más discos y no había internet, la gente salía de su casa con su dinero, iba a una tienda y lo compraba, e igual había 120.000 personas que hacían eso con tu disco. Da vértigo si lo piensas, y es algo para mí maravilloso y que implica el respeto que te han tenido tus seguidores, a los que verdaderamente les debes a su vez todo tu respeto.

¿Y vamos a tener más discos de oro? O dicho de otra manera, ¿cuáles son los planes de Marea después de celebrar este 25 aniversario de su primer álbum?

Hemos empezado a juntarnos a montar canciones nuevas hace poquito, como un mes o así. Estamos los cinco vivos, en el local de ensayo jugando con cosas nuevas. Demonio mediante, si no pasa nada, en un lapso medio de tiempo probablemente tengamos otro disco y demos otra vuelta si la salud nos lo permite, para que la gente pueda ver las cuevas de Altamira de ciudad en ciudad como una exposición itinerante (risas).

Tan viejos no sois tampoco.

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Igual nos hemos ido ya muy para atrás, es verdad (risas).

Un bis, como en los buenos conciertos de rock: ¿cómo fue aquello de ser teloneros de Bon Jovi en 2019? No es algo que necesitéis en absoluto.

Es una duda que vamos a tener hasta que nos muramos. El tío ya tenía todas las entradas del Metropolitano vendidas desde hacía un año y recibimos una llamada de su oficina para tocar con él. Nos preguntábamos para qué, porque no necesitaba llevar más público, ni había estrategia comercial ahí, porque tampoco tenemos mucho que ver. Nos pagó muy bien, nos trataron estupendamente, pero no sabemos el motivo. No nos podíamos negar, nos aceptaron todas nuestras condiciones normales y habituales, y es que justo ese día íbamos a estar en Madrid, por lo que habría sido de género tonto no haber dicho que sí. Nunca sabremos por qué los Marea estuvieron ese día abriendo para Bon Jovi. Si me encuentro con alguien responsable, le tendré qué preguntar qué pasó ahí (risas). Yo iba un poco con el morro torcido esperando cualquier desplante de los guiris, pero qué va, al contrario. Veníamos de tocar en Mallorca y llevaba el traje arrugado y apareció un señor por allí de producción que me lo arrebataba de las manos mientras yo lo sacudía contra una columna para enderezarlo. En ese momento vino alguien que me dijo que me lo iban a planchar y al ratito apareció el señor con el traje perfecto en su percha. ¡Qué cosas pasan en el rocanrol! Que no dejen de pasar.

Era 1999, se acababa el siglo. Cinco jóvenes de Berriozar (Navarra) llevaban meses tocando en el local, sintiendo que sus largos ensayos daban vida a canciones propias y con identidad. Cuando el corazón les dijo que ya lo tenían, las grabaron y las mandaron a todas las discográficas que existían en aquellos años. Alguien de BMG les llamó para publicar estas primeras composiciones, ahora convertidas en historia del rock español. Pero antes de que vieran la luz todavía hubo que salvar un inesperado giro de los acontecimientos: el grupo pretendía llamarse La Patera y su idea era que el álbum se llamara Marea. Ambas palabras aparecían en la portada que conocemos, pero al intentar registrar el nombre, vieron que otra banda ya lo tenía registrado. 

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