Marzo de 2022. Cuarenta años después. Del ya desaparecido Pabellón de la Ciudad Deportiva del Real Madrid al WiZink Center. Abarrotados ambos, el segundo a razón de 15.000 personas por noche. Tal es el legado de Rock & Ríos, el doble disco en directo que se convirtió en lo más vendido de 1982 en España con casi un millón de copias y que convirtió a Miguel Ríos (Granada, 1944), si acaso no lo era ya, en el rockero bandera de la recién estrenada democracia. Y tanto le gustó al granadino la celebración del pasado año que este 2023 vuelve a la carretera para prolongar el festejo en una quincena de ciudades desde agosto hasta noviembre.
La efeméride lo merece, como pudo comprobarse en el WiZink Center, donde Javier Bardem ejerció como inesperado y entregado cantante en Bienvenidos —primer sencillo de un próximo álbum en vivo— junto al protagonista de la velada y su hija Lua Ríos. "El legado del Rock & Ríos se vio el pasado año al poder cantar con un montón de gente de tres generaciones de rockeros y rockeras que, de alguna forma, han crecido con esta música", apunta a infoLibre Miguel Ríos, quien consiguió congregar para la ocasión al retirado Rosendo Mercado, Johnny Burning, Tequila, Amaral, Víctor Manuel, Javier Vargas o Vetusta Morla: "Fue una celebración del Rock & Ríos y un homenaje a lo que significó la gira original en el desarrollo del rock en aquel momento".
Más que cerrar un círculo, con este próximo directo y su correspondiente gira, siente el músico que está "abriendo un arco" que empieza con la "búsqueda de la utopía" cuando en el año 82, tras la dictadura, el sentimiento era de "tener a mano la libertad, la democracia, la justicia social". "Y ahora lo curioso es que las canciones de este disco se han convertido en atemporales porque permanecen en la memoria de la gente. Algunas de ellas, las que tienen mensaje con cierta carga política, siguen estando de absoluta actualidad", asegura, citando clásicos del rock en castellano como Generación límite o Año 2000, entre otras.
Tanto tiempo después, cabría preguntarse por la evolución del rock que reivindica este disco transcurridos cuarenta años. ¿Pinta algo el rock en 2023? "Tal y como está la cosa en el mundo, ahora mismo nada pinta nada. No hay cultura que pinte nada en este mundo cuando el mercado es más importante que el ser humano", plantea y lamenta Ríos, quien a pesar de todo defiende sus canciones y su propia actitud.
Y argumenta: "En cualquier caso, es muy probable que a los que hacemos rock sí nos importe decir nuestro mensaje, aunque no pinte nada. Tampoco lo hacemos para cambiar el mundo, nadie es tan ingenuo de creer que una canción va a cambiar el sistema. El sistema está sostenido por una serie de factores que tienen que ver muy poco con la lírica. Mostrar una actitud personal respecto a la vida y la política es, en primer lugar, para quedarte tranquilo sabiendo que estás cumpliendo tu obligación como ciudadano de manifestar tu opinión y tu actitud crítica. Luego, que sirva o no sirva, es ya otra cuestión".
El sueño espacial, Un caballo llamado muerte, Buscando la luz, El blues del autobús, El río, Santa Lucía, Banzai, Reina de la noche, Rocanrol boomerang, Himno a la alegría, Nueva ola... canciones clásicas que volverán a sonar en Mallorca, Marbella, Alicante, Valladolid, Valencia, Sevilla, Las Palmas, Tenerife, Murcia, Granada, Zaragoza, Bilbao, Barcelona y Pamplona.
Abrirá cada noche el himno de recibimiento más expansivo posible, Bienvenidos, claro, actualizado con un llamativo cambio en su letra en una de sus versos: "A las hijas del rocanrol, bienvenidas". Puede parecer una modificación leve, pero lo cierto es que va en la línea de actualizar el discurso al momento presente y reconocer a las mujeres y al feminismo como la única fuerza motora posible para salvar al mundo en general y, por qué no, al rock en particular.
"La evolución le pilla frontalmente al rock y a cualquier otro ámbito de la vida. La evolución de la incorporación de la mujer a todo es una grandísima noticia que ya no puede solaparse porque ya está ahí", apunta el cantante, quien aprovecha para recordar cómo al principio de los tiempos del rock todo estaba "dominado completamente por el macho alfa", mientras las mujeres eran relegadas al papel de "fan sumisa enloquecida".
Era el "signo de los tiempos", señala, al tiempo que afirma que "la mujer está luchando por establecer su peso en el conjunto ciudadano a costa de muchísimos sacrificios y muchas injusticias". "Y, desde luego, está claro que lo están haciendo ellas y son ellas las que lo pelean, porque nosotros no les hubiéramos dado ni agua. Así fuimos creados y en el cerebro reptiliano todavía está que si ves a una mujer hay que depredarla y ponerla a tu servicio. Eddie Vedder y los Pearl Jam tienen un tema llamado Do the evolution. ¡Es la evolución! La evolución es imparable en la sociedad por mucho que los involucionistas quieran pararla, no hay posibilidad. Esto es un camino de no retorno porque, además, es la mitad del planeta la que exige sus derechos", resalta, todavía apostillando: "Ahora hay muchas rockeras. Hay tías estupendas".
También sonará de nuevo Los viejos rockeros nunca mueren, una canción que ya cantaba Miguel Ríos con 38 años y que ahora, con 78 y tras una retirada en falso en 2011, cobra más sentido que nunca. "En realidad yo no he dejado nunca de cantar. Solo dejé de cantar cuando me convertí en un embustero", bromea recordando aquella gira de despedida llamada Bye Bye Ríos, que luego resultó que no era definitiva.
"Yo no he dejado de cantar en mi puta vida, me retiré pero hacía bolos solidarios, me llamaban los compañeros a cantar... yo no sé en cuantos discos canto con otra gente desde el 2012 hasta que hice la reentré con la gira de El gusto es nuestro en 2016", señala, recordando que, además de todo eso, también dedicó aquel período a escribir su libro de memorias, Cosas que siempre quise contarte (2013).
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La cuestión es que dijo adiós pero volvió. Y ahora, en 2023, se monta una gira por plazas de toros y grandes recintos de todo el país. ¿Por qué? "Porque cantar me sostiene", confiesa, para pasar acto seguido a ampliar su confesión: "Cantar me obliga a hacer cosas que si no cantara no haría. Comería más si no cantara, bebería mucho más si no cantara... no sé qué tipo de droga no habría dejado en la mesita de noche si no cantara..."
Y todavía añade, tirando de humor sobre su edad: "Yo este oficio lo hacía con la punta del nabo cuando tenía 25 años, pero ahora es un sacerdocio, es vivir para esto. En seis meses empieza la gira, pero tengo que prepararme desde ahora, porque tengo mucha exigencia cantando, canto como si fuera atemporal. Tengo canciones muy obligadas, que suponen mucho riesgo. Para cantar bien hay que estar de puta madre".
Confiesa, para terminar, que sigue en los escenarios básicamente porque le gusta, porque "el aplauso es adictivo" y, por lo tanto, se busca. "Soy como el yonki que busca la dosis. Y oye, que ganamos dinero, que este es un oficio remunerado y que si te va bien está muy bien remunerado, así que le agradeces muchísimo a tus mecenas que te hayan permitido esta vida. A mí me ha dado de comer la gente que compra mis discos, desde El twist de 1962 hasta el que vaya a comprar el próximo disco en directo, y los que compran las entradas para los conciertos. Les estoy muy agradecido, porque poder vivir de un oficio que no es una maldición bíblica es una ventaja acojonante".
Marzo de 2022. Cuarenta años después. Del ya desaparecido Pabellón de la Ciudad Deportiva del Real Madrid al WiZink Center. Abarrotados ambos, el segundo a razón de 15.000 personas por noche. Tal es el legado de Rock & Ríos, el doble disco en directo que se convirtió en lo más vendido de 1982 en España con casi un millón de copias y que convirtió a Miguel Ríos (Granada, 1944), si acaso no lo era ya, en el rockero bandera de la recién estrenada democracia. Y tanto le gustó al granadino la celebración del pasado año que este 2023 vuelve a la carretera para prolongar el festejo en una quincena de ciudades desde agosto hasta noviembre.