'Motomami', de Rosalía, el batiburrillo perfecto de su tiempo

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Cada nuevo disco de Rosalía provoca desconcierto, estupor, aplausos y ríos de tinta mientras la caja registradora no cesa de tintinear con júbilo. Y todo se sucede de manera exponencial, cada vez a más, cuando ya parecía imposible que así fuera. Desde la solemnidad de Los Ángeles (2017), la intensidad lorquiana de El mal querer (2018) y el desparrame de Motomami (2022).

Porque aquí cabe todo lo que tiene que caber. Hay bulerías, hay reguetón, hay bachata, hay balada, hay flamenco, hay ritmos urbanos, electrónica y hasta de jazz. Pinceladas que conforman un batiburrillo pop que, de alguna manera, no es otra cosa que la extrapolación musical de la fugacidad de unas redes sociales que nos llevan a la vez en todas las direcciones, sin llegar en realidad a ninguna. Eso ocurre también con Motomami, perfecto producto de su tiempo.

De consumo rápido, con canciones en su mayoría en el entorno de los dos minutos que se van sucediendo como se suceden las stories con todo tipo de filtros. No es baladí que Rosalía se aliara con Tik Tok para un programa especial de celebración del advenimiento de su nueva criatura. En dicha red social se mantiene la artista en contacto constante con su gente y en ella ha ido compartiendo coreografías y adelantos de las canciones de este Motomami con breves vídeos de diez o quince segundos. Ese es el ritmo de estos tiempos.

"Si algo tiene Tik Tok es que es inspiración y creatividad. Inspiración a través de la música para la creación de contenidos auténticos, y creo que eso encaja con lo que representa Rosalía y en concreto su último álbum", apunta a infoLibre el director de Música para Europa y Reino Unido de Tik Tok, Paul Hourican. Y añade: "Dentro de la plataforma los artistas deberían hacer lo que mejor les funcione y, además, hacerlo de manera creativa. Este es un consejo que siempre damos a los artistas, que no comprometan su propia visión creativa: el público está ahí y se involucrará. Rosalía es un clarísimo ejemplo".

"Cada vez más, las canciones comienzan con nosotros y luego se transmiten en su totalidad en otras plataformas", remarca asimismo Hourican, quien destaca que Rosalía es una artista muy importante para su comunidad: "En 2021 fue la artista española con más seguidores y con mayor crecimiento dentro de la plataforma. Fue la artista española más vista en Tik Tok. El lanzamiento de su espectáculo especial y de toda la campaña de promoción es algo muy positivo para todos".

Cada nueva entrega de la catalana desata, esto es así, la misma pregunta recurrente: ¿Obra o producto? No en vano, todos somos rehenes de una colosal campaña de márketing que no hace prisioneros y está perfectamente orquestada por tierra, mar y aire. No hay escapatoria posible mientras el debate público se polariza entre fanáticos y detractores. Menos mal que, en definitiva, solo son unas cuantas canciones.

Canciones que han sido bendecidas, eso sí, por la prensa internacional de manera casi unánime. Parabienes que llegan desde medios tan dispares como Pitchfork o la edición estadounidense de Rolling Stone. Desde Los Angeles Times y el New York Times. Los halagos llegan desde todos los puntos cardinales, hasta del Wall Street Journal, como parte de un plan estratégicamente trazado para que nadie pueda hablar de otra cosa. Motomami monopoliza el discurso público convertida ya por derecho propio en estrella planetaria. Realeza del pop del siglo XXI.

Especialmente valorable es la libertad creativa de la que hace gala la artista. Ya desde el propio nombre del disco, una palabra inventada que nace de la pasión de su madre por las motos y que, no lo dudemos, se va a quedar con nosotros para siempre. No está claro su significado porque cada cual puede darle el que quiera, es lo que pasa con las cosas nuevas. Pero Motomami marca el camino del empoderamiento femenino que está bien presente en estas canciones y es la lógica evolución de la Rosalía de El mal querer. 

Rimas imposibles para hablar también del peso de la fama, de delirios de grandeza, de amor, de sexo, de dinero y de su propia familia. "Te quiero ride, como a mi bike. Hazme un tape, modo Spike. Yo la batí hasta que se montó. Segundo es chingarte, lo primero es Dios", canta en Hentai en una letra comentadísima por motivos obvios. Osada y audaz, un tanto caótica en el resultado final, libre de prejuicios y libre para cantar lo que le dé la real gana en español, en inglés y en slang puertorriqueño. Sentido del humor y cierta intención de provocación.

Nada conservadora, pues con el éxito de El mal querer se habría ganado el derecho a apurar un poquito más la fórmula ya conocida, que está aquí presente, más o menos, en Bulerías. Pero, bien al contrario, Rosalía prácticamente desafía al público y se lo lleva de la manita a rincones insospechados. Otra cosa es que funcione del todo pero, desde luego, Motomami destaca por su inconformismo y espíritu aventurero.

Es el producto perfecto de su tiempo. Del presente. Del futuro, ya veremos. Vivimos en una sociedad perpetuamente cambiante que hace viejo de súbito lo que ayer parecía tan visionario. Motomami es una energía femenina, según sus propias palabras. Una energía de mujer desde la que nace a su vez, como respuesta popular, el concepto Motopapi. Desde esa posición de fuerza la Rosalía de 2022 abre una nueva era que se sabe dónde empieza pero, por supuesto, no donde termina: la viralidad no significa necesariamente trascendencia.

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Y ella misma lo tiene claro y lo canta en Sakura, en una estrofa que sirve como acertado resumen: "No pa' siempre puedes ser una estrella y brillar, vi'a reírme cuando tenga 80 y mire pa' atrás. Nunca me ha da'o miedo la risa de un loco. Más miedo me da el que miente o el que ríe poco. Si tienes 60 y te endiablas cuando una mujer frontea. Es que no has aprendi'o na' o es que tienes un problema".

Tiene motivos Rosalía para no esperar a los 80 años para reírse. No en vano, su tirón popular parece no tener fin, como pudo comprobarse el pasado viernes en una firma de discos en el centro de Madrid para tan solo cien afortunados previo sorteo. Alberto, madrileño de 44 años, fan de U2 y Los Planetas, fue uno de los agraciados y relata a infoLibre que el ambiente era de "mucha excitación" pero igualmente "muy sano", con mucha chavalería, chicos y chicas (aunque él mismo es el ejemplo de que el público de la catalana es tan diverso como su propuesta).

Y nos cuenta su encuentro, que sirve de semblanza de la persona y el personaje: "Es educada, amable y agradable. Lo primero que hizo fue saludarme y darme un abrazo , algo que las estrellas musicales no suelen hacer. Le agradecí que hubiera organizado la firma y ella me dio las gracias por haber ido, siempre con una sonrisa. En el disco me firmó 'para Alberto, un motopapi que se vino a la firma y me hizo muy feliz'". Pura actitud motomami, signifique eso lo que signifique. Lo iremos descubriendo.

Cada nuevo disco de Rosalía provoca desconcierto, estupor, aplausos y ríos de tinta mientras la caja registradora no cesa de tintinear con júbilo. Y todo se sucede de manera exponencial, cada vez a más, cuando ya parecía imposible que así fuera. Desde la solemnidad de Los Ángeles (2017), la intensidad lorquiana de El mal querer (2018) y el desparrame de Motomami (2022).

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