Anda estos días Víctor Manuel (Mieres, 1947) enfrascado en el lanzamiento de su nuevo disco y la gira de presentación que arranca en apenas unos días. Un año de lo más sinfónico, pues el álbum recoge los tres conciertos que en septiembre de 2022 dio en el Teatro de La Laboral de Gijón con la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, y la gira va a seguir el mismo formato, cantando con el respaldo de diferentes orquestas de cada ciudad. Haciendo kilómetros, como siempre, recorriendo un país que conoce bien después de tantos años de carreteras y escenarios. "España es un país muy frentista y muy cabrón, pero es el que hay", apunta en conversación con infoLibre en las oficinas de su discográfica.
Este Sinfónico (Sony Music, 2024) es la secuela de Vivir para contarlo, otro directo sinfónico editado en 1999. ¿Por qué ahora y qué nos podemos encontrar?
Me gusta mucho porque es una experiencia que no tiene nada que ver con el trabajo habitual que uno hace. Esto tiene otras exigencias y estoy muy contento. Joan Albert Amargós es quien lo dirige todo. Desde el primero a este han pasado 25 años, mucho recorrido. Yo no me dedico a hacer sinfónicos, hice aquel en ese momento y ahora hemos vuelto a aquello pero con parte del repertorio nuevo que no estaba en el anterior. Este es un disco que grabamos en septiembre de 2022 en tres conciertos en el Teatro de La Laboral de Gijón. Se quedó aparcado porque he estado los últimos 18 meses cantando en la gira La vida en canciones por mi 75 aniversario. Ahora vimos la oportunidad de editarlo y programar veinte conciertos por toda España.
La primera cita es el sábado 18 de mayo en Rivas Vaciamadrid y, a partir de ahí, vas a cantar con diferentes orquestas en cada ciudad, porque lo de llevar una orquesta de gira ya sería como la locura definitiva, ¿verdad?
Imagínate (risas). Sería una locura imposible. Tenemos que ir ensayando, sobre todo Amargós, con diferentes orquestas, como la Orquesta Joven de Valladolid, la Filarmonía de Málaga... estoy expectante. Cuando no existía Rivas ya cantamos allí Ana y yo para la primera cooperativa que se hizo y ahora tienen la Orquesta Sinfónica Alma Mahler, de manera que me apetece mucho que el primer concierto sea allí.
¿A las nuevas generaciones les gusta este formato sinfónico?
Para mí son cosas puntuales que uno hace, aunque si te lo ofrecen es difícil escapar a la tentación. Pienso en Los Secretos o Celtas Cortos, todo el mundo se da alguna vez el lujo de tocar con una gran orquesta porque es una experiencia estupenda pero imposible que tenga continuidad. A Quevedo sinfónico creo que no lo vamos a ver (risas). Me sorprende la poca exigencia de la gente, que conoce eso y quiere ver eso y no le importa nada más si suena mejor o peor o lleva músicos detrás. Eso ya no importa.
El folclore asturiano está muy presente en Sinfónico, como ya lo estaba en Vivir para contarlo. En estos 25 años ha surgido una nueva generación de artistas que están reivindicando mucho sus raíces. Rodrigo Cuevas, Tanxugueiras, Valeria Castro...
Sí, se ha revitalizado en parte porque en el folclore la gente encuentra cosas que no encuentra en otro lugar. Encuentras algo que te ancla a tu tierra y tus raíces, y por muy modernuqui que seas has escuchado cantar a tu abuelo o a tu tío en el bar, o has escuchado una gaita o unas canciones desde muy pequeño, que se te quedan ahí. Porque la música se queda en el disco duro de cada uno. Efectivamente, ahí está Rodrigo Cuevas, que se sale de los parámetros normales y le da una vuelta de tuerca más con la que consigue llegar a más gente. El folclore es un yacimiento importantísimo y es una manera de diferenciarte de la radio común, que es muy parecida en todos los sitios y de una uniformidad bastante indeseable.
Por eso es importante cantar en asturianu, como haces tú.
Es que es algo constitucional. Cada uno tiene derecho a hablar en lo que le apetezca y a ponerse sus propias fronteras porque, evidentemente, si cantas en vasco ya sabes que tienes menos posibilidades que por ejemplo en inglés. Pero son elecciones muy personales. Hay gente que pensará por qué hay artistas que cantan en catalán, pues porque hay un público que lo demanda.
Estoy escribiendo una canción que se llama 'Diario de un robot', porque todo lo que vemos de Gaza tiene algo de robotizado, con una gente completamente alienada que disfruta haciéndose un selfie con unas ruinas detrás. Ahí hay claramente un problema en la cabeza
Entre tus canciones más recientes está He cortado estas flores, en la que cantas "he cortado estas flores para dejarlas allá donde haya gente mal enterrada, en las fosas comunes, en los baldíos". Un tema siempre de actualidad, más aún con las derechas promoviendo esas leyes de la concordia en contra de la memoria democrática.
Es que es tan ridículo todo. Yo siempre apelo a la piedad de la gente, me da igual que sean de izquierdas o de derechas. Compadécete. ¿Tú tienes a un familiar enterrado en un sitio y no quieres que lo saquen para ir a ponerle unas flores? A eso te dicen que sí. Pero eso llevado a la clase política y a la farfolla que habitualmente manejan se convierte en una cosa estúpida de que un dirigente pueda decir 'ya están estos hablando de sus abuelitos'. Pero no seas hijo de puta, coño. Hay momentos en que los políticos hacen unas declaraciones que no es que disientas, es que te están agrediendo. Estás agrediendo a miles de personas. ¿De qué te vale a ti eso? ¿Qué vas a conseguir con eso? Me resulta incomprensible, no entiendo esa falta de piedad, que yo la comparo con la de los soldados de las tropas israelíes haciéndose selfies con las ruinas de Gaza detrás. Es lo mismo. Vamos a ver, ya sé que ganáis la guerra, pero no seas hijo de puta.
¿Puede una canción como esta propiciar cierto entendimiento en un tema así?
Estoy componiendo ahora mismo para un nuevo disco y en una canción me ha entrado Gaza, lo cual es raro, porque no me entran las cosas tan pronto en las letras, cuando están pasando, lo hacen más tarde. Es una canción que se llama Diario de un robot, porque todo lo que vemos de Gaza tiene algo de robotizado, con una gente completamente alienada que disfruta haciéndose un selfie con unas ruinas detrás. Ahí hay claramente un problema en la cabeza.
También has incluido en este disco Digo España. ¿Una especie de segunda parte de España camisa blanca?
Sí, aunque España camisa blanca es más agradecida porque en aquel momento, en 1982, estábamos yendo hacia la luz, hacia el color. Esta es una España mucho más compleja, a la que escribí en 2018. Hay quien me pregunta ¿y la cantas en Cataluña? Pues sí, porque hay muchísima gente a la que le gusta la canción y es capaz de pensar y comprender que entre ellos y nosotros no hay ninguna frontera, que somos la misma cosa, aunque haya otros que quieran poner una raya.
¿Las canciones siguen siendo poderosas, pueden cambiar las cosas?
Es muy curioso lo de las canciones. Estuve cerrando la última gira con Esto no es una canción, también de 1982, hecha a raíz del golpe de Tejero, que tiene una frase en la que canto "aquí cabemos todos o no cabe ni dios". Y el público pega un bote en la butaca cuando llegaba esa parte... parece mentira que estemos todavía dándole vueltas a las mismas cosas y que la gente no sea capaz de encontrar un terreno intermedio de entendimiento, en la política digo, sobre todo. Hay espacio suficiente para entenderse y para pelear por cosas que no sean exclusivamente si Koldo llevó más mascarillas o no.
Estamos muy pendientes siempre de lo que pasa dentro de la M30, y la M30 es un lugar totalmente tóxico. En el momento que sales por ahí todo cambia. Por supuesto, hay disensiones políticas, pero esta agresividad y esta insania que estamos viviendo aquí normalmente no pasa fuera. A 300 kilómetros de Madrid la gente no dice las cosas que se dicen aquí, que es una pesadez
Has recorrido España miles de veces durante más de cinco décadas. ¿Hemos cambiado mucho, poco o lo suficiente?
Este país no tiene absolutamente nada que ver con el que conocíamos hace cuarenta años, lo que pasa es que estamos muy pendientes siempre de lo que pasa dentro de la M-30, y la M-30 es un lugar totalmente tóxico. En el momento que sales por ahí todo cambia. Por supuesto, hay disensiones políticas, pero esta agresividad y esta insania que estamos viviendo aquí normalmente no pasa fuera. A 300 kilómetros de Madrid la gente no dice las cosas que se dicen aquí, que es una pesadez.
¿Cada vez discutimos más de política entre amigos y familiares de manera más violenta?
Sí, hay más intransigencia porque en la gente se produce un contagio por estar viendo continuamente debates en televisión y en el Parlamento donde lo menos que se dicen es hijo de puta o 'me gusta la fruta'. Eso no se hace en vano, eso cala en la gente y se discute más. Y, si no, dejas de discutir, que es mucho peor todavía, porque yo quiero discutir con la gente, que me interpelen y me debatan lo que yo creo también. Pero el camino en el que estamos lleva a la negación del contrario. Nos fijamos en lo que le pasa a Pedro Sánchez, pero por ejemplo en Chile la intoxicación viene porque dicen que la mujer de Boric es travesti y no viven juntos. Eso publicado, con dos cojones. Ahí ves que es algo internacional, trumpismo puro, la mentira por la mentira. Ya lo decía Trump, que él le pega un tiro a uno en la calle y le votan al día siguiente. Es muy jodido, y con las redes intoxicando permanentemente la gente llega a creerse todo, incluso lo más banal. En el momento que rebajas el nivel y todo son medias verdades tibias la gente se las come con patatas sin ningún problema.
¿La desinformación está peor ahora? Con Ana Belén ya vivisteis un episodio así en 1972 cuando os acusaron de pisotear una bandera española en México.
Y esa es la única vez que he sentido que me destruían. Las críticas o lo que dice la gente entra dentro del sueldo, pero otra cosa es que con una mentira te saquen de circulación, que fue lo que nos pasó a Ana y a mí en aquel momento. Es la única queja que yo tengo con la prensa. Uno se queja ahora de la cantidad de cosas que se hacen es con el objetivo únicamente de hacer daño. No es ni una crítica musical, ni política en su caso, no, es hacer daño por hacer daño y nada más. Tratar de destruir al contrario, quitarle lo que tiene de persona y reducirle a una cosa que se pueda liquidar cuando quieras.
¿Habremos aprendido algo del debate generado con los cinco días de reflexión de Pedro Sánchez?
Yo creo que tiene que haber otra revuelta en el camino en la que la gente empiece a enterarse mejor de las cosas, a saber lo que pasa, a tratar de contrastar las noticias. Eso es lo más importante, que a un chaval le enseñes a leer los periódicos o a que sepa que no todo lo que le llega por redes sociales es verdad. Ese paso no se ha dado todavía y se tardará en dar, supongo, porque estamos en plena explosión de unas redes donde cabe todo. Pueden decir lo que quieran y la gente se lo compra.
El Feijóo que conocemos ahora no es el mismo de Galicia, quizás porque también sea más fácil gobernar allí que estar en Madrid, pero dice unas cosas irreconocibles en un señor templado como es él. Ha pasado una raya jodidísima yendo a Cataluña a decir que les van a ocupar las casas... a ver cómo regresa de ahí
¿Esperamos que esta derecha cambie alguna vez? ¿Ha cambiado a peor con los años?
Supongo que hay gente que quiere cambiar dentro de la derecha y dar un giro a las cosas que hacen. Pero supongo también que están tan lastrados que tienen un peso en los pies que les tira para abajo. El Feijóo que conocemos ahora no es el mismo de Galicia, quizás porque también sea más fácil gobernar allí que estar en Madrid, pero dice unas cosas irreconocibles en un señor templado como es él. Ha pasado una raya jodidísima yendo a Cataluña a decir que les van a ocupar las casas... a ver cómo regresa de ahí. Yo me pregunto qué ha pasado en la derecha, que siempre ha gobernado con el PNV o con el PDeCAT. Pero ese camino está cegado, el PP únicamente puede conseguir una mayoría con Vox y gobernar con Vox. ¿Es eso lo que quieren? Seguramente hay mucha gente ahí dentro que no quiere eso, pero han ido cegando ellos mismos los caminos y se han encontrado en un callejón sin salida porque tienen mucha gente dentro que les empuja hacia ahí, se llame Ayuso o se llame como se llame. Y eso tiene muy difícil arreglo a corto plazo.
Volvamos a la música para terminar. Decías antes que estabas escribiendo canciones, algo a lo mejor no muy habitual en otros compañeros de generación.
Yo tengo ganas porque soy capaz todavía de escribir canciones. Me encontré el otro día con Antonio García de Diego, que fue a ver a Ana al teatro, precisamente en Rivas, y cuando le dije que estaba haciendo canciones me respondió: "¿todavía?" A los compañeros les extraña mucho que tenga aún ganas de escribir canciones, parece que ya debía haberlas escrito todas y dedicarme a otra cosa. Pero a mí escribir canciones me da subidón. Es que yo no sería cantante si no escribiera canciones. Otro compañero me decía de hacer versiones, pero eso que lo hagan los cantantes, que lo haga Ana Belén (risas). Yo tengo que apoyarme en otras cosas que me pueda creer.
¿La obra de Rivas es Romeo y Julieta? Sigue la gira después de aquel episodio de censura hace cerca de un año en Jaén.
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Sí. A mí me ha pasado muchísimas veces lo que le pasó a Ana. Yo estuve años queriendo cantar en el Teatro Campoamor de Oviedo, pidiendo que me lo alquilaran, pero siempre estaba ocupado. Siempre es alguien que por agradar a su jefe piensa que mejor que no venga este o aquel que no es de nuestra cuerda. Un día me encontré a un amigo del alcalde, que era Gabino de Lorenzo, se lo comentó, y a los cinco minutos ya me habían dejado el teatro. Pasa mucho eso. Manda cojones que un concejal de Jaén piense que igual al alcalde no le gusta que Ana Belén vaya a hacer Romeo y Julieta. Y coge y se inventan que no había contrato, pero finalmente fueron porque sí que había un contrato firmado. Son tan imbéciles que ni siquiera comprueban que tienen un contrato firmado previamente. Son esas mierdas que ensucian todo.
Lo que acabas de contar de Oviedo es muy representativo de una forma de hacer las cosas.
Yo he estado durante años y años sin cantar en sitios donde las alcaldías de derechas no se han movido del sitio. ¿No habrán pensando por un momento que igual hay una parte de la gente que quiera verme? Y sobre todo es que yo no pido nada, no pido que me contraten, solo que me alquilen el teatro y ya me lo gestiono yo, que esa es la libertad que siempre he tenido, porque dependo de mí mismo y el día que no vaya el público me voy a mi casa. España es un país muy jodido, pero yo no me cambiaría de país. Hay tantas cosas que odio yo de este país... mucho más de las que odian los nacionalistas puretas estos. Yo disfruto mucho aquí y nunca tengo conflictos directos, no me insulta nadie por la calle. Hay quien te mira más o menos, pero nunca llega a la agresividad a la cara. Si no les gustas, no van a verte y punto, y ahí se acaba la historia. Aunque sí que es un país muy frentista y muy cabrón en ese sentido, pero es el que hay.
Anda estos días Víctor Manuel (Mieres, 1947) enfrascado en el lanzamiento de su nuevo disco y la gira de presentación que arranca en apenas unos días. Un año de lo más sinfónico, pues el álbum recoge los tres conciertos que en septiembre de 2022 dio en el Teatro de La Laboral de Gijón con la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, y la gira va a seguir el mismo formato, cantando con el respaldo de diferentes orquestas de cada ciudad. Haciendo kilómetros, como siempre, recorriendo un país que conoce bien después de tantos años de carreteras y escenarios. "España es un país muy frentista y muy cabrón, pero es el que hay", apunta en conversación con infoLibre en las oficinas de su discográfica.