"¡Vivir para vivir, no para trabajar!", la banda sonora de la lucha obrera para el 1 de Mayo

Este 1 de mayo se celebra el Día Internacional de los Trabajadores, que (en esencia primigenia) conmemora cada año la ejecución de un grupo de sindicalistas anarquistas en Estados Unidos en 1886, conocidos como los mártires de Chicago, condenados a muerte como resultado de unas protestas para reducir la jornada laboral a ocho horas diarias. Una jornada de reivindicación para los trabajadores en general y el sindicalismo en particular, desde que el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional (París, 1889) lo estableciera como fecha en rojo en el calendario.
La música, vehículo para cualquier tipo de sentimiento, banda sonora incesante en cualquiera de sus formas desde que el mundo es mundo, alimento para el alma del ser humano, por supuesto ha tratado en muchas ocasiones la causa obrera a través de multitud de canciones, no pocas de ellas convertidas en himnos de batalla contestatarios y respondones que exigen el cambio social con la conciencia de clase por bandera. Rock, punk, folk, hip-hop... cualquier género es propicio para reclamar condiciones laborales dignas y otra vida no ya posible, sino justamente merecida.
Ahí tenemos por ejemplo a Bruce Springsteen, marcado por su origen humilde y proletario, convertido con el paso de los lustros en todo un gran héroe de la clase trabajadora con sus historias inspiradas en el industrial estado de New Jersey. "La paga del viernes por la noche, los chicos salen del trabajo. Hablando del fin de semana, dándose una ducha para quitarse la mugre (...) Trabajo para el condado en la Autopista 95. Todo el día sostengo una bandera roja y miro el tráfico pasar por mi lado. Guardo en mi cabeza la imagen de una chica bonita. Algún día, señor, llevaré una vida mejor que ésta. Trabajando en la autopista poniendo el asfalto. Trabajando en la autopista no paro en todo el día. Trabajando en la autopista taladrando la roca", canta en Working on the Highway, de su famosísimo (y paradójicamente festivo) disco Born in the USA (1984).
Claro que Springsteen lo aprendió todo de iconos pioneros del folk de combate como Woody Guthrie (su guitarra mataba fascistas, ya saben) y Pete Seeger. Ambos formaron parte del colectivo de folk de combate The Almanc Singers, en activo entre 1940 y 1943, que cantaba contra el fascismo, a favor de la Unión, la inclusión racial y los derechos de los trabajadores. Su segundo álbum, Talking union (1941) recogía una colección de temas de compositores obreros, entre las que destacan Which side are you on? o I don't want your millions, mister (all I want). Esta última dice: "Trabajamos para construir este país, señor. Mientras usted disfrutaba de una vida tranquila, nos ha robado todo lo que construimos, señor. Ahora nuestros hijos se mueren de hambre y se congelan. No quiero sus millones, no quiero su anillo de diamantes. Todo lo que quiero es el derecho a vivir, señor. Devuélvame mi trabajo".
Heredero a su manera de Guthrie y Seeger, adalid de la canción protesta y activista por los derechos civiles desde los años sesenta del siglo pasado, Bob Dylan es otro autor con un buen puñado de canciones sobre la causa obrera (y a su vez también ídolo de Springsteen), una temática que ha tratado a lo largo de toda su obra, también en el siglo XXI. "Hay una neblina vespertina que se instala en la ciudad. Luz de las estrellas al borde del arroyo. El poder adquisitivo del proletariado ha disminuido. El dinero se vuelve superficial y débil. Bueno, el lugar que más amo es un dulce recuerdo. Es un nuevo camino que pisamos. Dicen que los bajos salarios son una realidad si queremos competir en el exterior", recita en Working man blues, de su disco Modern times (2006).
Otro himno totémico. Incluido en el primer disco en solitario del exBeatle, titulado John Lennon / Plastic Ono Band (1970), Working class hero pone el foco en las divisiones sociales y cavila sobre cómo el sistema económico consigue hacer creer a los individuos de clase obrera que forman parte de la clase media, para hacer así que luchen entre ellos (sería visionario si no fuera porque en realidad siempre ha sido así). "Te tienen drogado con la religión, el sexo y la televisión, y te crees tan listo y liberal, pero no eres más que un puto ignorante (...) Hay un lugar en la cima, es lo que te dicen. Pero primero debes aprender a sonreír mientras matas si quieres ser como esa gente que vive en las colinas. Un héroe de la clase obrera hay que ser. Si quieres ser un héroe, solo sígueme", canta Lennon en esta emblemática canción.
Joe Strummer aprendió al dedillo las enseñanzas de todos los anteriores y convirtió a The Clash en una máquina de inapelable rock de combate en plena eclosión del punk en la convulsa Gran Bretaña de los últimos años setenta, con James Callaghan lidiando como primer ministro con el descontento de un país prácticamente paralizado por continuas huelgas digitales (luego vendría Margaret Thatcher y no fue a mejor la situación, precisamente). Oportunidades para los jóvenes, eso reclamaban The Clash desde su primer disco, máxima expresión de la frustración y la desilusión de unos jóvenes que se niegan a alistarse como reclutas como única salida profesional: "Odio al ejército y odio a la RAF. No quiero ir a luchar en el calor tropical. Odio las normas del servicio civil. No abriré cartas bomba por ti. Oportunidades profesionales, las que nunca llaman a la puerta. Todo trabajo que te ofrecen es para mantenerte fuera del banquillo".
Grandes aprendices de los Clash son La Polla Records, epítome del rock radical vasco más crudo, inconformista, crítico, descontento y rebelde, siempre con el ácidamente verborreico e intelectualmente violento Evaristo Páramos al frente. Muchas canciones tienen los de Salvatierra (Álava) en las que denuncian las miserias de un sistema capitalista que solo busca consumidores para convertirlos en esclavos. Amigo, si quieres currar, El obrero o Huelga general son dardos certeros en el centro de la diana, pero más gráfico es lo que nos cuentan en Mis riñones (del disco Los jubilados, 1990): "Estimado señor don, te escribo estas cuatro letras porque fui obrero tuyo de la fabrica de tejas. Trabajé para ti. No hubo forma de prosperar. Entregué mi salud y mi juventud. Una vida perdida por no poder arreglar mis goteras. Y me duelen los riñones que sudaron tus millones".
Mucho más festivos fueron los vallecanos Ska-P al recoger el testigo del dolor de riñones convertido en El vals del obrero (1996). Queja a ritmo de un ska tan contagioso no hay verbena que no se venga abajo cuando suena. Denuncia atemporal porque en realidad nada termina nunca de cambiar: "Estoy hasta los cojones de aguantar a sanguijuelas, los que me roban mi dignidad. Mi vida se consume soportando esta rutina que me ahoga cada día mas. Feliz el empresario, más callos en mis manos, mis riñones van a reventar. No tengo un puto duro pero sigo cotizando a tu estado del bienestar, ¡arriba! ¡Resistencia! Este es mi sitio, esta es mi gente, somos obreros, la clase preferente. Por eso, hermano proletario, con orgullo yo te canto esta canción. Somos la revolución".
Biznaga lidera el desencanto de toda una nueva generación que batalla por mantener el entusiasmo como forma de resistencia ante un entorno salvajemente hostil. "Cuarenta horas a la semana por un sueldo que se queda en nada. Te hace fuerte lo que no te mata. La jornada acaba con arcadas y una voz en off que no se calla (...) La gran renuncia es en realidad no querer aceptar la posibilidad de renunciar al estado de malestar. Vivir para vivir, no para trabajar", ruge la banda en la letra airada de, precisamente, La gran renuncia (2024). Y continúa el eco de su ira: "Coqueto piso por el que pagas la mitad de lo que ganas. Treinta metros, una ganga. ¡Y cuánto verde desde la ventana! Verde Codere, Vox y Tecno Casa".
El asesinato del obrero Roberto Ahumada durante una manifestación en Santiago de Chile en 1973 (apenas unas semanas antes del golpe de Pinochet) inspiró a Víctor Jara para componer esta tonada titulada Cuando voy al trabajo, en la que se evoca el peso de la rutina en una vida de trabajo en la que el amor que espera en casa a la noche es el único motivo para continuar. "Cuando el turno termina y la tarde va estirando su sombra por el tijeral, y al volver de la obra discutiendo entre amigos, razonando cuestiones de este tiempo y destino, pienso en ti. Mi vida, pienso en ti. En ti, compañera de mis días y y del porvenir de las horas amargas y la dicha de poder vivir, laborando el comienzo de una historia sin saber el fin. Cuando llego a la casa estas ahí, y amarramos los sueños... Laborando el comienzo de una historia sin saber el fin", entona el trovador chileno, torturado y asesinado por los militares sublevados.
"¿Dónde está nuestro pan, patrón? ¿Dónde quedó todo ese dinero? ¿Lo tiene oculto bajo el colchón o lo escondió en otro sucio agujero?", pregunta Nacho Vegas en Polvorado (2014), cuyo videoclip pone rostro, nombre y apellidos a varios despedidos por diversas grandes empresas. Canción de autor comprometido con un aviso claro para los empresarios más egoístas y despiadados: "¿Dónde está todo aquel amor del que nos hablaron siendo niños? ¿Era otra forma de extorsión o era tan solo un espejismo? Mire que tengo educación pero, no señor, esta no es infinita, y el día en que se me agote, usted tal vez reciba alguna visita. Y ese día, lo lamento, será colorado, colorín, se ha terminado el cuento. Polvo somos, lo sabemos, y en pólvora nos convertiremos".
Con un claro mensaje social y político, hace Carlos Cano en La murga de los currelantes una sátira de la precaria situación de Andalucía al final de la dictadura en un acercamiento propio del carnaval de Cádiz y un lenguaje coloquial. Así dice la letra: "Esto es la murga los currelantes, que al respetable buenamente va a explicar el mecanismo tira palante de la manera más bonita y popular. S’acabe el paro y haiga trabajo, escuela gratis, medicina y hospital (escuela gratis, democracia y libertad), pan y alegría nunca nos falten (y ser de Europa parte integrante), que vuelvan pronto los emigrantes, haiga cultura y prosperidad. Maroto, siembra la tierra que no es un coto (tranquilo coño, prepara el voto). Falote, que ya esta bien de chupar del bote. Ramón, hay que acabar con tanto bribón, pues le vamos a dar con el tran, traca, tran, pico pala, chimpún, y a currelar, para pa para pa para pa pa pa".
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Puede que el indie no sea el género más propenso a la denuncia social, pero un grupo de lirismo tan fino como La Habitación Roja hizo en Van por nosotros (2005) un retrato bien desmoralizador de lo alienante que puede llegar a ser una vida empujada al consumismo y secuestrada por el trabajo: "Empezamos a tragar y lo que no es normal se ha ido convirtiendo en algo natural. Compra sueños, sentimientos, muebles de diseño sueco para una vida de cuento (...) Mañana hay que madrugar y sabes bien que dios no ayuda. Blancanieves llega tarde a casa, trabajó en festivo una vez más. Así es día tras día. La cena se quedo fría, con su contrato es basura ya (...) He leído en el semanal que el hombre que nos roba el tiempo de joven lo pasó fatal, y ahora es dueño de un imperio. ¿Crees que le puede importar si estamos vivos o muertos? Que nuestra vida no es de cuento".
Bastante más directos, a la yugular sin contemplaciones, se lanzan los navarros Koma en su clásico Mi jefe (1997). Con un punto un tanto salvaje, rebosando metal, dibujan en esta canción a un mandamás odioso al que no le desean ningún tipo de bien, sino, por el contrario, todo el posible mal. No hay duda de que se lo ha ganado a pulso: "Mi jefe viste bien, con los mejores trapos. Y luego me los da cuando ya son harapos. Encima quiere que le bese el culo y algunas veces que le coma algo más duro. Mi jefe pasa el día contando beneficios. Me paga cuatro duros pa que aprenda el oficio". "¿Qué se merece mi jefe? ¡Mi jefe se merece un monumento en todo lo más alto del cementerio!", repite el estribillo, tantas veces coreado con rabia en tantos conciertos.
Dropkick Murphys son perfectos para concluir esta banda sonora, pues aglutina en su música multitud de ingredientes que acabamos de ir repasando. Es, no en vano, una banda de folk-punk protesta de ascendencia irlandesa afincada en Boston que no deja títere con cabeza con himnos de festiva reivindicación que insuflan esperanza a pesar de todo. De eso se trata y aquí va Worker's Song (2003): "Sí, esta es para los trabajadores que se esfuerzan día y noche con las manos y el cerebro para ganarse la vida. Quienes durante siglos, por nada más que su pan, han sangrado por sus países y han contado sus muertos (...) Somos los primeros en morir de hambre, somos los primeros en morir. Los primeros en la fila para ese pastel en el cielo. Y siempre somos los últimos cuando se reparte la nata (...) Y cuando el cielo se oscurezca y la perspectiva sea la guerra, ¿a quién le darán un arma y luego lo empujarán esperando que muramos por la tierra que nos vio nacer, aunque nunca hemos poseído ni un mísero puñado de esa tierra?"