Documental
Los que no olvidaron el 3 de julio
Llevaban seis años reuniéndose el día 3 de cada mes en la misma plaza, la de la Virgen de Valencia. Alrededor de setenta convocatorias, bajo la lluvia o el sol del verano, a las que asistían doscientas o trescientas personas, siendo muy optimistas en el recuento. Los mismos cinco minutos de silencio, la misma reivindicación: que los responsables del accidente del Metro de Valencia del 3 de julio de 2006 pagaran política y jurídicamente por los 43 fallecidos y los 47 heridos. Vicent Peris, el periodista y cineasta que había grabado algunos vídeos promocionales para la asociación de víctimas, se acercó a Beatriz Garrote, su presidenta hasta 2015. "Queremos contar esto con vuestra voz, que se oiga." A ella le dio la risa: "Entonces aparecían noticias aisladas aquí y allá, no conseguíamos romper ese muro de silencio", cuenta por teléfono. El domingo 28, La Sexta estrena el documental que nació de aquella conversación (a las 22.45) y todo el mundo conoce ya su historia. El documental producido por Barret Films y Mediapro se titula, claro, La estrategia del silencio.
Se refieren al que extendió el Partido Popular, por entonces en el Gobierno tanto de la Comunidad como del Ayuntamiento de Valencia, para que el accidente de metro más grave de la historia española fuera considerado como "inevitable". Pero también al asumido por los medios, públicos y privados, y por la propia sociedad civil que fue olvidando a aquellas 90 personas y sus familiares, tocados, en apariencia, por la mala suerte. El tiempo y la constancia de la asociación, cuya lucha cumple ya 11 años, han dado la vuelta a ese relato. En julio de 2016, la comisión de investigación de las Cortes valencianas —la segunda, abierta después de que el PP perdiera la mayoría— declaró que el suceso era "previsible y evitable" y señaló a 13 responsables, incluidos el expresidente de la Generalitat Francisco Camps y el exconsejero Juan Cotino. La vía penal aún se resiste: el mismo martes, la jueza instructora cerraba de nuevo la investigación.
"Vamos a recurrir esa sentencia y confiamos en que haya elementos suficientes para que se abra un procedimiento abreviado. El criterio de la jueza está coartando el derecho a la justicia de las víctimas." La reacción de Garrote ante la mala noticia no sorprenderá a nadie que la haya escuchado a lo largo de la última década. En los 80 minutos de cinta se le ve recibir golpes y victorias con una entereza envidiable. Su tesón y el de los otros miembros de la asociación es el verdadero protagonista del documental, más centrado en reflejar su batalla ante los muros de las instituciones que en aclarar los aspectos técnicos del accidente. Vicent Peris y su equipo les siguen durante tres años a todas partes: vemos sus reuniones, sus amargas conversaciones entre cañas, la irrupción del proceso político y judicial en sus vidas. Ellos cargan contra los motivos del descarrilamiento del tren de la línea 1 —la ausencia de un sistema de seguridad que hubiera frenado automáticamente los convoyes con exceso de velocidad—, pero, ante todo, contra la actitud de los representantes políticos tras el accidente. Y de los medios. Y de sus conciudadanos.
El papa Benedicto XVI llegaba a Valencia cinco días más tarde en lo que iba a ser una fiesta para la ciudad —y para sus organizadores, como se demostró más tarde en la investigación de la trama Gürtel—. Comenzaba otro luminoso verano en la tierra del Sol y el turismo. La crisis ni se olía. Y nadie quería malas noticias. Lo dice Garrote: "Estábamos en un momento de bonanza económica, en Valencia estábamos extasiados con las políticas de grandes eventos, y había una burbuja de bienestar que era ficticia, pero la había. La sociedad estaba adormecida". Nadie quería que les aguaran la fiesta. Pero a las 13.03, un tren que llegaba a la estación de Jesús descarriló. Dentro viajaban unos 150 pasajeros. El informativo del mediodía de Canal 9, la cadena pública regional, abría con la próxima visita del "Santo Padre" y hablaba de un "descarrilamiento atípico". La estrategia del Gobierno, señala la representante de las víctimas, comenzaba a los pocos minutos del accidente.
"El problema con el accidente de Metro", señala, "fue que los medios públicos, la empresa pública y los representantes daban un mensaje precocinado por el Gobierno. Puedes ser más o menos escéptico, pero no vas a pensar que se han orquestado". Las investigaciones posteriores, reflejadas en el documental, demostraban que lo impensable había sucedido. La consultora HM & Sanchis recibió entre 2004 y 2011 más de 620.000 euros por, entre otras cosas, llevar la comunicación de crisis tras el accidente. Su informa anual de cara al cuarto aniversario deja clara la estrategia: "Potenciamos al máximo la estrategia diseñada por el gobierno Valenciano consistente en ignorar el recuerdo de la fecha en la que se produjo el accidente". Solo un sindicalista de Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana, responsable de metro, denunció la presión que habían sufrido de sus superiores. Antes del cierre de Canal 9 en 2013, solo un editor de informativos quiso hacer lo mismo.
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En mitad del documental entra en escena un elemento decisivo: Beatriz Garrote pide a los congregados, como cada día 3, en la plaza, que aguanten un ratito más porque hay un equipo de televisión grabando. Es el de Salvados, el programa presentado por Jordi Évole que daría a conocer a nivel nacional las irregularidades del caso. "Queríamos, ante todo, que la historia de las víctimas tuviera visibilidad", dice Vicent Peris, "y nuestra acción sumaba, pero sumaba poco". Así que decidieron que valía la pena perder la exclusividad y parte del control del documental —ante la incomprensión inicial de la asociación— para obtener el apoyo de un programa de televisión. El Salvados dedicado al accidente se emitió el 28 de abril de 2013, teniendo como puntos álgidos la narración de las víctimas de cómo Juan Cotino les ofrecía trabajos en la administración o en sus empresas a cambio de su silencio, y los esfuerzos del entonces presidente de las Cortes Valencianas para zafarse de los periodistas. El caso tomó vuelo nacional. Ese 3 de mayo, 5.000 personas se reunieron en la plaza de la Virgen.
El 3 de julio de 2015, las renovadas Cortes, con el PP en contra y en minoría, acordaban formar una nueva comisión de investigación. Esa misma tarde, la asociación de víctimas se concentraba por última vez en el lugar que les había visto mes tras mes durante nueve años. "Hoy las lágrimas pesan muchísimo menos, porque ya no van acompañadas de frustración e indignación", decía una emocionada Beatriz Garrote. Pero el final del documental no puede ser sino agridulce. No solo porque no exista aún un final satisfactorio para los afectados en la vía judicial. "Hay algunos que han pedido disculpas", dice el cineasta sobre los trabajadores de Canal 9 o de la empresa pública de transportes que aceptaron en su día el silencio, "y hacían falta, pero llegaron muy tarde. Sobre todo para las víctimas".
Garrote cree que los 11 años de viajes, reuniones y comparecencias, los 11 años de "pelear por los derechos de todos" han merecido la pena. Eso no la hace estar menos en guardia: "Este es el documental de las familias del metro de Valencia, pero podría ser la de las familias del Madrid Arena, del Yak-42, del Alvia a Santiago. En este país todavía no se asumen responsabilidades, no se da una respuesta a las víctimas. No ha habido una sola tragedia a la que se trate como toca". Llegarán otras, más o menos "inevitables". y se construirán de nuevo estrategias de silencio.