Premios Nobel
El Nobel, maná editorial
Quizás a Patrick Modiano, Alice Munro o Mario Vargas Llosa el Premio Nobel no les cambiara la vida. Cuando lo recibieron, eran ya venerados por crítica y público, y sus ventas estaban muy por encima de la media del sector e incluso de otroa autores conocidos. Pero luego están esos otros Nobel, aquellos que Europa occidental apenas conocía, cuyo nombre el lector medio no sabe pronunciar y de los que los periodistas españoles tienen habitualmente poco o nada que decir. Son esos los que dan las mayores alegrías a las editoriales, habitualmente medianas o pequeñas, que los editan.
Es el caso de la bielorrusa Svetlana Alexiévich, ganadora el pasado año, el autor chino Mo Yan (2012) o el sueco Tomas Tranströmer (2011), algunos de los ejemplos más claros desde 2010. Es lo que puede ocurrir este año si se cumplen los rumores y los pronósticos de las casas de apuestas, que, además de al japonés Haruki Murakami, eterno aspirante, señalan como favoritos al poeta sirio Adonis y al autor keniano Ngũgĩ wa Thiong'o. Philip Roth y Jon Fosse, les siguen, aunque algo lejos, en la lista de candidatos.
El nombre de Alexiévich pilló a trasmano a los lectores españoles, y también a los medios, que ni siquiera se aclaraban con la grafía del apellido. Normal: en septiembre de 2015 solo había un libro suyo traducido al español, Voces de Chernóbil, editado por Debolsillo. Pero la periodista llevaba varios años sonando entre los favoritos, y las editoriales habían hecho los deberes. Dos de ellas aplaudían especialmente la decisión de la Academia sueca. El sello independiente Acantilado anunció la publicación de El fin del homo sovieticus para ese mismo diciembre. La editorial Debate (del grupo Penguin Random House, como Debolsillo) también había sido previsora, contratando otros tres títulos de la autora con anterioridad a la concesión. Cuando se falló el premio, adelantaron a todo correr el primero, La guerra no tiene rostro de mujer, que ya estaba traducido, para que llegara a las librerías en noviembre.
"De no haber ganado el Nobel", dice Miguel Aguilar, editor de Debate, "hubiéramos conseguido algunas reseñas y hubiera sido un fenómeno de crítica, pero poco más". No cree, por ejemplo, que hubieran podido traerla a España, como luego hicieron, por el "odio brutal" del Gobierno ruso. Sumando los dos títulos mencionados y Últimos testigos y Los muchachos de zinc, que han ido saliendo a lo largo del año, Penguin ha vendido alrededor de 150.000 libros de Alexiévich en menos de 12 meses. Toda una rareza, si se tiene en cuenta que, además de una escritora poco traducida hasta el momento, es periodista. "Como editor de no ficción", admite Aguilar, "pensé que me iba a jubilar sin publicar a un Nobel". Y tampoco cree que el premio haya abierto la puerta de la Academia a otros editores del género.
La apuesta de la editorial Nórdica por Tomas Tranströmer no era, desde luego, por motivos económicos. Publicaron una primera entrega de su obra, El árbol y la nube, en 2011, pensando que era "perfecto" para su colección de literatura nórdica que da nombre al sello. "Era ya un clásico, un autor que ha influido mucho en la literatura del siglo XX, y que además estaba vivo", dice Diego Moreno, uno de los responsables del sello. Conseguir los derechos para publicar su obra en español, tanto aquí como el Latinoamérica, fue "facilísimo". "Antes del Nobel, los derechos los tenían él y su mujer", cuenta Moreno, y la negociación se saldó con 1.800 euros de anticipo. De haberlo intentado después del premio, tendrían que haber tratado con la gran editorial sueca a la que los cedieron.
Aquel año, Tranströmer sonó en la Academia y los editores no lo podían creer: ¿podía una casa con cinco años de historia publicar a un Nobel? Vargas Llosa les llevó la contraria. Pero no desistieron. Publicaron otro volumen, Deshielo a mediodía, que junto al anterior suponía "el 90%" de la obra del poeta. Y lo enciaron a la Academia sueca "para que supieran que su obra estaba viva en España y Latinoamérica". No sabe si funcionó o no, pero el hecho es que Moreno fue el único editor de Tranströmer en el extranjero que fue invitado a la cena de entrega del Nobel. La familia quiso que Nórdica siguiera editando al poeta, y les cedió luego Visión de la memoria, autobiografía de infancia y adolescencia del autor, fallecido en 2015. Cada uno de los títulos ha pasado de los 2.500 ejemplares de la tirada inicial a alrededor de 8.000.
La relación entre la editorial Kailas y su único Nobel publicado hasta ahora, el chino Mo Yan, venía también de antiguo. En 2004, el mismo año de nacimiento del sello, compraron los derechos de Grandes pechos, amplias caderas, una novela que acabarían publicando en 2007. "Nos enamoramos de su capacidad literaria", dice el editor Ángel Fernández. A medida que iban adquiriendo los derechos del autor, su nombre iba sonando de manera más clara en la Academia sueca, hasta el punto de que en los años previos a su concesión acompañaban los títulos de una faja con el lema "el gran candidato al Nobel".
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Aunque la primera novela de Mo Yan ya tuvo una buena recepción, agotando sus 3.000 ejemplares, tras el Nobel las tiradas se duplicaron. "Nos transformó. Nos dio prestigio. Sin él, lo hubiéramos pasado bastante mal, porque el mercado editorial es muy difícil", admite Fernández. El autor ha tenido la "generosidad" de conservar su obra en la editorial, "pese a que en una mayor le hubieran pagado mejor". No cree tampoco que vuelva a repetirse el milagro con otro de sus autores... aunque poco antes de que Alexiévich fuera laureada estuvieron también batallando, sin éxito, por sus derechos.
Kailas tuvo que vencer un escollo en la publicación de Mo Yan que también afecta a otro de los autores favoritos para el Nobel de 2016. "Traducir del chino es un elemento de especial dificultad", explica el editor, por la escasez de expertos en ambos idiomas y, por lo tanto, el precio al que asciende su trabajo. En ocasiones se vieron obligados a hacer traducciones indirectas, desde el inglés o el francés. Es el mismo problema que afecta a Ngũgĩ wa Thiong'o, del que solo hay dos títulos publicados en español, por el sello Debolsillo. Descolonizar la mente (editado en España en 2015), un compendio de cuatro conferencias, sí fue escrito en inglés. Pero el resto de su obra producida a partir de 1977, como El brujo del cuervo, está en su lengua materna, el kikuyu.
De nuevo, el relativo desconocimiento de estos autores en el mundo de habla hispana da espacio a las editoriales independientes. La barcelonesa Rayo Verde prepara la salida de Sueños en tiempos de guerra, del keniano, aunque tendrá difícil competir con Penguin. Adonis, por su parte, está editado por el sello mexicano Vaso Roto, que tiene también una delegación en España... aunque Lumen ha publicado uno de sus ensayos y puede disputarle el pastel. Todos ellos quieren ser los que descorchen el champán el próximo jueves.