El Nueva York costumbrista de Elvira Lindo

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-¿Qué echas más de menos de España?-El bidé. El bidé, las personas y que te saluden los vecinos en el ascensor. Y a mi padre, que ya no está.

Cuando le llega la hora de dormir, la mente de Elvira Lindo (Cádiz, 1962) se activa y empieza a rumiar las noticias de todo el día, y las del día siguiente. Aparecen de repente sus miedos –como el de escribir y publicar un nuevo libro, que le persigue desde hace años- y sus ansiedades, heredadas de su padre no sabe si por imitación o por genética, y que le acompañan siempre “como un alien en el estómago”. El pasado invierno, el último que pasó en Nueva York, Elvira Lindo también tuvo insomnio, pero en lugar de barruntar sobre su destino y el de la sociedad española, decidió dejar por escrito algunas de las cosas que le habían pasado en aquella ciudad de la que ya estaba empezando a hartarse. Así, desafiando el desvelo y de paso, su temor inexplicable a publicar un libro, Lindo acaba de presentar Noches sin dormir, un relato muy especial escrito entre enero y mayo de 2015, con el que se despide definitivamente de Nueva York entre la tristeza y el alivio.

A lo largo de sus 200 páginas, Lindo desvela que una de las razones fundamentales de su hartazgo neoyorquino tiene que ver con la dificultad para hacer amigos, por mucho empeño que pusiese en la tarea, “mendigando” conversaciones en las tiendas en las que compraba o en el ascensor. “Casi te diría que es el tema”, subraya por teléfono, “al final he hecho bastantes amigos americanos, pero me hubiese gustado hacer más”. La curiosidad innata de Lindo –que sabe todos los detalles de la vida del portero de su edificio o de su peluquero cubano que sin querer le tiñó el pelo de un tono carrot cake (tarta de zanahoria)- le impide entender la frialdad de los compañeros de su marido Antonio Muñoz Molina en la Universidad de Nueva York, donde el escritor empezó a dar clases tras dirigir el Instituto Cervantes en la ciudad. “Si yo fuera profesora en un departamento de literatura y llegara a dar clase un escritor como él, al día siguiente le invitaría a tomar un café o le daría mi teléfono por si necesitaba algo. Claro que yo le doy mi teléfono a todo el mundo, y así me va. Esa es otra”, se queja la autora en Noches sin dormir.

De esta manera, este libro, que empezó siendo un diario personal, desmitifica una ciudad que se antoja increíble, pero que también es fría y hostil. Con sentido del humor, Lindo rebaja la ensoñación de algunas escenas, como tomarse un Martini en el 21 Club cual personaje de la serie Mad Men, cerrando la anécdota con esta frase: “El mejor aliento en la boca de un hombre es el que deja la mezcla del whisky y el chocolate”. Estos guiños son marca de la casa. Hay un momento memorable en la saga de Manolito Gafotas en la que a El Imbécil, el hermano pequeño de Manolito, le entra un apretón mientras se prueba ropa en una tienda pija a la que les había llevado su vecina La Luisa y Manolito decide resolverlo de manera bastante escatológica. Otro ejemplo es la respuesta que da la periodista y escritora cuando le preguntan qué es lo que más echa de menos de España: el bidé. “Yo creo que estamos en un momento en el que parece que no puedes decir que te has tomado un cóctel. En la vida podemos estar muy comprometidos y luego terminar de copas. Casi es una obligación moral disfrutar de la vida”, explica Lindo sobre esta mezcla de glamour y costumbrismo.

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Con esta respuesta, que suena a reproche, es inevitable preguntarle por el revuelo que causó su columna Primer polvo, publicada tras la visita de Ana Rosa Quintana a la casa del líder de Podemos, Pablo Iglesias, y donde recreaba (desde el “humor”) lo que pensaría alguien que acababa de pasar la noche en casa de Iglesias. “Hay algo que se ha perdido y que tenemos que componer y es el sentido del humor”, dice mientras recrimina que su columna tenía “¡un sentido del humor muy blanco!”. “A mí lo que me produce escándalo es que no se pueda hacer una broma sobre un líder político”, dice la periodista, a la vez que añade que los dirigentes de Podemos deberían “transmitir una imagen más amable y democrática” para evitar tener “hooligans” en lugar de “votantes”.

Con un mapache en la portada –un animal nocturno que posee un agudo sentido del olfato-, la edición y el cuidado diseño de Noches sin dormir ha corrido a cargo del hijo de Lindo, Miguel Sánchez Lindo, y ha tenido dos ediciones: la primera, en Seix Barral; la segunda, más artesanal y con una tirada menor, en Lindo&Espinosa, el proyecto editorial que la autora de la saga de Manolito Gafotas tiene junto a Ximo Espinosa. Quizás por ello, Noches sin dormir se trata de un fotolibro en el que sus confesiones dialogan con multitud de fotografías de la ciudad tomadas por la propia Lindo, una afición de la que ya da buena cuenta en su cuenta en la red social Instagram.

Lindo dedica el libro a su padre, un personaje omnipresente en todo el diario preguntándole a su hija, casi ya como una costumbre, “¿cuándo dices que volvéis?”. Su padre falleció mientras ella vivía en Nueva York y eso alivió, de alguna manera, su síndrome del nido vacío, pero a la inversa. Lindo cruzó el charco dejando a sus hijos, a su padre, a sus amigos a más de 5.000 kilómetros de distancia. Por eso escribe: “No experimento el peso de la nostalgia ajena como cuando vivía mi padre, no le hago falta a nadie ahora mismo y eso me hace sentir ligera”.

-¿Qué echas más de menos de España?-El bidé. El bidé, las personas y que te saluden los vecinos en el ascensor. Y a mi padre, que ya no está.

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