Luisa Carnés no tuvo suerte. Al olvido dispensado para todos aquellos (y, sobre todo, aquellas) condenados al exilio tras la Guerra Civil, ella sumó la tragedia de una muerte prematura: falleció en 1964, a los 59 años, en un accidente de coche en el que su marido e hijo resultaron ilesos. Entonces, España era aún una fortaleza guardada por el franquismo y sus días de escritora quedaban lejos. Cuando se comenzó a trabajar para recuperar los nombres de los creadores del otro lado del Atlántico, el suyo era apenas un recuerdo.
Habría que esperar a 1992 para que se comenzara a hacer arqueología de su obra, y a 1999 para conocer el primer esbozo de su biografía. Ahora se corona ese esfuerzo con la publicación de Tea Rooms (Hoja de Lata), su segunda novela, que se publicó con el subtítulo Mujeres obrerasMujeres obreras y la etiqueta de "novela-reportaje" en 1934. En esta innovadora muestra de periodismo narrativo, Carnés retrataba el duro mundo de la mujer trabajadora, un grupo oprimido y silenciado al que ella misma pertenecía.
"María Teresa León, Rosa Chacel y muchas otras viven muchos más años, hasta un periódo en el que el franquismo ya ha caído o es más permeable", explica Antonio Plaza, editor del volumen y uno de los estudiosos de la autora. En un ejercicio de memoria, recuerda sus paseos de adolescencia por la Cuesta de Moyano, a finales de los sesenta, a la caza de ediciones provenientes de ultramar. De allí llegaban ya obras de Max Aub, de Goitysolo. No de Luisa Carnés, por mucho que hubiera cosechado éxitos como escritora en los treinta, como periodista e intelectual en los cuarenta, por mucho que siguiera escribiendo en México.
Porque el accidente no fue la única mala fortuna de la vida de Carnés. La primera fue, quizás, nacer en una familia humilde. A diferencia de la mayoría de las escritoras de su generación, provenientes de la burguesía, ella tuvo que dejar la escuela a los 11 años para empezar a trabajar en una sombrerería. Su formación fue exclusivamente autodidacta: "Me alimentaba espiritualmente con los folletones publicados en los periódicos y con las novelas baratas, las únicas asequibles para mí. De tal forma y sin más guía que mi amor al libro y al través de innumerables autores y obras absurdas, ascendí hasta Cervantes, Dostoievski, Tólstoi...", aseguraba en una entrevista para Crónica en 1930.
De ahí a coger la pluma mediaba un trecho, pero ella lo recorrió de forma natural. "Es una escritora vocacional, tiene unas cualidades innatas", alaba Plaza, "Recordemos que su primer cuento aparece en prensa en 1926, cuando tiene 21 años. En aquella época era realmente difícil, el periodismo estaba en un 90% en manos de hombres, y desde luego no eran hombres obreros". Por entonces, su contemporánea María Teresa León, hija de un coronel del ejército, se licenciaba en Filosofía y Letras. Elena Fortún, hija de nobles vascos y casada con un militar, se hacía famosa gracias a su personaje Celia. Mientras, Carnés compaginaba su labor en la industriatextil, donde se trabajaba 16 horas al día, con las tareas del hogar, lo que la obligaba a escribir "con tiempo robado al sueño".
Su primera novela, Natacha (1930), es reflejo directo de su pertenencia a la clase obrera. Su protagonista, adolescente obrera de la periferia madrileña como ella, está atrapada en el fango de la precariedad. Bajos salarios, horarios inhumanos, trabajo duro, desprecio de los clientes y acoso de los jefes. La novela fue alabada por la crítica, y motivó su fichaje por el conglomerado Compañía Iberoamericana de Publicaciones (CIAP), el primer holding editorial español, que reedita el volumen con una potente maquinaria promocional. Además, la empresa decidió contratarla como mecanógrafa y correctora —llegó a prologar varias novelas rusas, y se encargaba también de la redacción de las solapas—, lo que le permitió dejar atrás las interminables y duras jornadas laborales en el taller de costura. Pero la suerte no duró mucho.
Apenas dos años después de ser contratada, la CIAP entra en suspensión de pagos. Carnés pierde su trabajo, además de la posibilidad de seguir viendo en las librerías sus anteriores trabajos, y lo hace justo cuando empieza a notarse el crash del 29, que llega a España con retraso. La escritora se gana la vida publicando frenéticamente en prensa —entre 1926 y 1934 edita 3 libros y 26 cuentos—, pero cuando su pareja, el ilustrador Ramón Puyol, se queda en paro, deciden marcharse a Algeciras, con la familia de él, para poder alimentar a su hijo. "Irse de la capital a una ciudad de provincias es nefasto para ella. Vuelve a convertirse en... nadie", se lamenta Plaza.
Ella lo sabe. Y decide volver a Madrid, donde regresa a su antigua vida de obrera, esta vez como empleada de una confitería. Las experiencias de sus compañeras, con jornadas laborales larguísimas y sueldos de miseria, la inspiran para componer Tea RoomsTea Rooms. En ella, un elenco heterogéneo de mujeres de distinta edad e ideología, pero procedencia similar, lucha para sobrevivir sorteando los despidos arbitrarios, los abusos, la posibilidad de la prostitución para paliar la miseria. "Diez horas, cansancio, tres pesetas", repite Matilde, la protagonista, como un mantra.
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Después vino el enfriamiento de su relación con Puyol, la búsqueda de la independencia económica, el abandono de la literatura en pro del periodismo —eso que le permitía pagar facturas y comidas—, el acercamiento cada vez más combativo al PCE, el compromiso con el voto de la mujer. Y la sublevación, la guerra, las colaboraciones en la revista comunista Frente Rojo, la derrota, el exilio a través de Francia hasta México, con un ingreso en los albergues de refugiados franceses mediante. De nuevo el trabajo duro, el periodismo e incluso la literatura. Pero algo se había perdido.
La recuperación de Carnés está siendo lenta: en 2002, la editorial Renacimiento publicó una novela inédita, El eslabón perdido, y la Asociación de Directores de Escena rescató su teatro, que jamás fue estrenado en España. La siguiente remesa llegó en 2014, con el lanzamiento de sus memorias, De Barcelona a la Bretaña francesa, y de una edición facsímil de Tea Rooms, de la que se distribuyó una tirada muy reducida.
Y aún queda: Natacha no ve una librería desde 1930Natacha ; sus biografías sobre Rosalía de Castro (1945) y Juan Caballero (1956) jamás se han reeditado; su título de corte biográfico Olor de santidad y su colección de novelas cortas La camisa y la virgen, escritas en el exilio, permanecen inéditas, así como La puerta cerrada, novela ambientada en la revolución mexicana. Quizás un día de estos Luisa Carnés vuelva a tener suerte.