Feminismo
Recuperar la memoria de las 'brujas' para entender la violencia contra las mujeres
La violencia contra las mujeres adquiere formas diversas que se alimentan, todas ellas, de una misma raíz. La escritora feminista Silvia Federici (Italia, 1942) no vacila en poner nombre a los responsables: patriarcado y capitalismo. Dos fenómenos que han descargado sus efectos más nocivos sobre las mujeres, sus cuerpos y su papel en todas las esferas de la sociedad. Y precisamente porque continúan haciéndolo, Federici cree necesario repensar la conexión con el pasado en un contexto de violencia creciente. La forma en que concebimos el pasado, estima la autora, resulta determinante para entender el presente.
Así lo ha expresado la activista italiana este lunes en Madrid, en el marco de una gira por España con el objetivo de denunciar la "representación degradante de las mujeres quemadas por brujas en los espacios dedicados a su memoria".
La literatura y el folclore han construido alrededor de un episodio, el de la caza de brujas, un clima de embriagadora leyenda que empaña lo que realmente fue "una persecución en la que se ha matado y torturado" a miles de mujeres. Aunque no existe consenso a la hora de fijar una cifra exacta, se estima que más de cien mil mujeres fueron encausadas por brujería en suelo europeo, de las que más de la mitad habrían sido ejecutadas. La historia de España no está exenta del genocidio, y el ejercicio de memoria ante lo sucedido queda lejos de reparar el daño causado y estar a la altura de su gravedad.
En el año 1610 fueron encausadas 53 personas en el municipio navarro de Zugarramurdi, acusadas de practicar brujería. En Navarra, aquel año dejó episodios similares en al menos 64 localidades más. También en el pueblo de Villanúa (Huesca) varias mujeres fueron procesadas por la misma causa entre los siglos XV y XVIII. En Terrasa (Barcelona), la caza de brujas terminó con la vida de seis mujeres entre los años 1615 y 1619.
A juicio de Federici, resulta "imprescindible reabrir una página de la historia que no solamente se ha olvidado, sino que en algunos lugares se ha convertido en un negocio". La feminista ha visitado las tres localidades mencionadas, y en todas ellas ha percibido la "situación negativa del uso turístico" a través de "tiendas que venden muñecas con representaciones que perpetúan la visión degradada de las mujeres y distorsionan lo que pasó", que no fue sino "una guerra contra las mujeres y el campesinado".
Los museos dedicados a estas mujeres, denuncia, se han centrado más en "hacer negocio" que en desarrollar una perspectiva cultural e histórica de homenaje a las víctimas. Frente a ello, Federici propone una campaña que reconozca la historia de las mujeres "torturadas y asesinadas de las formas más atroces acusadas de ser brujas". Por ello, pide a las instituciones que en los lugares españoles "donde hubo persecuciones de este tipo y hay espacios dedicados a su memoria, éstos tengan como objetivo el recuerdo de los hechos y no el lucro".
Se trata de un objetivo que es ya una realidad en diversos puntos del territorio europeo. En el pequeño pueblo noruego de Vardo, la caza de brujas dejó 91 víctimas a lo largo del siglo XVII. Para conmemorar estas muertes, el arquitecto Peter Zumthor y la artista Louise Bourgeois han creado el monumento Steilneset Steilneset, situado en el lugar de las ejecuciones en honor a su memoria.
Conexión con el presente
¿Por qué se impulsa una visión distorsionada del pasado y no iniciativas fieles a la realidad de lo que pasó? La pregunta, formulada por la propia Federici, tiene para la activista una respuesta clara: "Por su conexión con la violencia de hoy".
La actual reconstrucción sobre el genocidio cometido contra mujeres acusadas de brujas no es inocente, sino que "oculta una realidad sangrienta" y además "transmite un mensaje a las nuevas generaciones que perpetúa la imagen degradante de las mujeres" a través de retratos de ancianas monstruosas o jóvenes sexualizadas, parodiando así lo sucedido y creando un relato desvirtuado y engañoso. "Esta historia se ha olvidado, ridiculizado y usado turísticamente", denuncia la autora.
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Durante el hostigamiento de aquellas mujeres, se comienza a "criminalizar una forma de vida porque está cambiando el sistema económico y la política estatal". La caza de brujas fue un momento, señala la escritora, "fundante de la sociedad moderna", que ha servido para "crear estructuras de relación entre hombres y mujeres, conformar de alguna manera la posición social de las mujeres, la imagen de feminidad y las reglas sociales que las mujeres deben respetar para poder ser aceptadas en la sociedad". Toda esa persecución se tradujo en la voluntad de "crear, construir y legitimar una división sexual del trabajo", además de "desvalorizar a la mujer" y castigar especialmente a toda aquella que se inclinase por el estudio de remedios naturales o de asuntos como el aborto.
Hay, por tanto, "un antes y un después" basado en un ataque directo contra una forma de vida a través de "una campaña del terror". El feminicidio de entonces y su vertiente actual, no es sino la expresión de cómo "el Estado aterroriza a las mujeres y manda un mensaje a toda la sociedad", señala la feminista, "una de las armas del poder neoliberal para debilitar la resistencia de la comunidad".
De ahí la importancia de "comprender de dónde viene la violencia, cuáles son sus raíces y cuáles son los procesos sociales, políticos y económicos que la mantienen para comprender qué cambio social es necesario". Una labor que, subraya Federici, debe ser impulsada no sólo por organizaciones feministas, sino también por las instituciones que pueden "poner en marcha iniciativas para hacer visible el pasado".